Bob el Troll
El Troll
07-10-2024, 06:33 PM
invierno 723
Pueblo de Rostock, Isla Kilombo.
En la isla Kilombo, la vida transcurría bajo la constante vigilancia de la Marina. Una poderosa base naval dominaba el lado este de la isla, protegiendo a los ciudadanos y manteniendo a raya a los piratas que osaban acercarse. Los piratas, aunque valientes, debían ocultarse en los rincones más oscuros del puerto y realizar sus negocios en secreto.
Bob el Troll, que había llegado hace apenas 2 días y había estado viviendo en el bosque, desconocía el verdadero alcance de esta vigilancia. Nunca había tenido que lidiar con la Marina ni con sus reglas. Para él, los humanos de la isla eran débiles y cobardes, poco más que insectos bajo sus pies. Pero esa noche, al bajar al pueblo por primera vez, su ignorancia sobre la situación en la isla pronto lo pondría en conflicto con las fuerzas de la ley.
Cuando su enorme figura llegó al puerto, los pocos aldeanos que lo vieron se retiraron con rapidez, cerrando las ventanas y ocultándose en sus casas. Bob no tenía intención de ser discreto, caminaba con confianza hacia la taberna del puerto, su única idea era encontrar a piratas fuertes para escapar de la isla.
El tabernero, un hombre llamado Kross, se quedó pálido cuando parte del techo de su negocio se alzó por los aires como si una tormenta lo hubiese arrancado de sopetón, hasta que se dió cuenta que unos brazos y un rostro feo y grasoso como una bestia marina se asomaba por el agujero.
—¿EEEEH TÚ! Qu…qué crees que estás haciendo? —preguntó con nerviosismo.
Bob, sin molestarse en bajar la voz, habló con un tono que retumbó en las paredes de la taberna.
—Busco piratas que comer y comida que no tema la muerte. Estoy harto de esta isla… las vacas no han hecho más que darme cagalera…. Necesito salir de aquí, y necesito a alguien con un barco. Pero aquí todo el mundo va con pijamas blancos y gorros raros….
Un silencio incómodo se apoderó del lugar. Un joven pirata, que había estado bebiendo cerca, se inclinó hacia otro y murmuró:
—Este tipo no sabe dónde está, ¿verdad? La Marina no nos deja ni respirar en esta isla...
Otro pirata, más veterano, le hizo un gesto para que guardara silencio, mientras el capitán Torak, un hombre temido por sus habilidades con el Haki de Observación, se levantó de su mesa. Se acercó a Bob, cruzando los brazos, mostrando una sonrisa desafiante.
—Oye, grandullón —dijo Torak, con voz tranquila pero firme—, no sé quién eres ni de dónde has salido, pero esta isla no es tan simple como crees. Aquí no andamos a nuestro aire como en cualquier otro lugar. La Marina vigila cada esquina, y esas "personas en pijama" que mencionas... —Torak sonrió— algunos de ellos pueden partirte en dos si te descuidas. No nos escondemos por miedo, sino por estrategia. Aquí, si no juegas bien tus cartas, terminas en una celda, o peor, en el fondo del mar.
El gigante gruñó, frunciendo el ceño. No estaba acostumbrado a hablar mas de 2 frases con alguien antes de aporrearlo.
—¿Estrategia? Yo no necesito estrategias —dijo, golpeando la mesa con tal fuerza con su maza que hizo que las botellas temblaran y la mesa estallase en mi pedazos—. Solo fuerza. ¡Dame hombres capaces de luchar o me llevaré lo que quiera y saldré de aquí por mi cuenta!
Lo que Bob no sabía era que, mientras hacía su entrada en la taberna, la Marina ya estaba atenta a cualquier señal de actividad sospechosa. En la Base G-23, el capitán Lazaro, usuario de la Fruta del Diablo "Gasu Gasu no Mi", capaz de crear y controlar gases venenosos, había sido advertido de extraños movimientos en la taberna.
Lazaro, un hombre frío y calculador, decidió enviar a uno de sus mejores oficiales, la teniente Maya, experta en Haki de Armadura, junto a un pequeño escuadrón, para investigar lo que estaba sucediendo.
—Parece que los piratas están inquietos esta noche —dijo Lazaro,pensativo—. Ve a ver qué ocurre, Maya, y si encuentras algún problema, ya sabes qué hacer.
Maya asintió, ajustando sus guanteletes de metal reforzados. Sabía que en ese puerto siempre había piratas en las sombras, pero esta vez, algo le decía que encontraría más de lo que esperaba.
Mientras Bob se impacientaba en la taberna, su mirada se desvió hacia una tienda cercana al puerto. A través de la ventana, vio un cofre de oro que brillaba bajo la luz del sol.
—!!AHH! Un tesoro pirata sin saquear! fuahfuahfuahfuah, con esto me compraré una tripulación.
Sin pensarlo dos veces, dejó caer el tejado en su sutio y se acercó a la tienda. Torak, observando desde la puerta, murmuró para sí mismo:
—Este tipo nos va a meter en problemas.
El gigante rompió la puerta de la tienda con un solo golpe y tomó el cofre sin importarle el ruido que hacía. Pero justo cuando salía de la tienda, la teniente Maya y su escuadrón aparecieron en la calle. Maya, con su agudo Haki de Observación, ya había sentido la presencia del gigante antes de verlo.
—¡Detente ahí! —ordenó Maya con una voz firme, mientras sus hombres desenfundaban sus armas—. Devuelve lo que has robado y entrégate. Esta isla está bajo la protección de la Marina.
El gigante se dio la vuelta lentamente, cargando el cofre en su hombro como si no pesara nada. Miró a los marines con desdén.
—¿Robado? —dijo, riendo—. No parecía que fuese de nadie y yo lo he visto primero…si quieres luchar por él, por mi encantado,venid e intentadlo.
Maya frunció el ceño, activando su Haki de Armadura, que envolvió sus puños en una capa negra de energía.
—Entonces no nos dejas otra opción, gigante. No me importa lo grande que seas, caerás como cualquier otro.
El gigante sonrió con arrogancia, listo para luchar, pero en ese momento, un grupo de personas encabezados por Torak apareció en la escena.
—¡Esperen! —gritó Torak, interponiéndose entre el gigante y los marines—. Este tipo es nuestro. No queremos problemas con la Marina, solo déjenlo ir. No causará más disturbios.
Maya lo miró con desconfianza, pero Torak era conocido en la isla por su astucia y su habilidad para manejar conflictos. Además, ella sabía que un enfrentamiento en ese momento solo causaría enormes destrozos en esa parte de la ciudad. Mientras Torak hablaba, sacó una bolsa de oro y se la dió a Maya…esto para las reparaciones de los desperfectos…
—Si vuelve a causar problemas, no dudaremos en arrestarlos a todos —dijo Maya, mirando a Bob con dureza mientras Torak lo convencía para dejar el cofre a la gente en pijama—. Pero por ahora, consideren esto una advertencia.
Con un gesto de mano, ordenó a sus hombres que se retiraran. El gigante observó cómo se alejaban, con una cara de decepción e ira en su rostro.
—Podría haberlos aplastado —murmuró.
Torak se acercó y le dio una palmada en la pierna, lo más alto que alcanzaba.
—Tal vez, pero si sigues metiéndote con la Marina, terminarás más rápido en una celda que fuera de esta isla. Si quieres salir de aquí, te sugiero que sigas nuestras reglas. Ahora ven, hablaremos del trato.
Bob, aunque frustrado por no haber podido demostrar su fuerza, decidió seguir a Torak. Sabía que necesitaría a esos piratas para escapar, y aunque odiaba la idea de jugar según sus reglas, no tenía otra opción por el momento.