Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Autonarrada] [Autonarrada] Atraco en el Puerto
Anko
Médica Despiadada
23 de Verano del 724

El papeleo de la marina es una actividad que se les otorga a los integrantes más capacitados y libres de tiempo, una actividad que pese a ser muy sencilla comparada con las misiones características de los soldados, casi a nadie le gusta tomarla, pues en ocasiones es motivo de un estrés y desesperación al manejar tanto informe mientras se mueve la mano para firmarlos. Y ahí se encontraba la Suboficial de cabellera marrón, sentada en una silla detrás de un escritorio, dentro de una oficina temporal.

Sus orbes negros se movían de lado a lado con sutileza mientras leía cada palabra plasmada en el papel y posteriormente firmaba con su garabato personal la hoja antes de colocarla en una pequeña pila de informes ya revisados. Cuando hay tiempos de paz, los suboficiales tienden a tener un trabajo más relajado y administrativo, y aunque para cualquier otra persona esto podría ser un momento de relajación, para Anko era algo tedioso, pues disfrutaba de salir a las calles y patrullar, o buscar y atrapar criminales.

Para su suerte, el destino tenía preparado una misión importante para ella, una misión que la sacaría de aquel abismo de papel y olor a tinta. El golpeteo suave de la madera resonó en el interior de la sala, haciendo que Anko levantara la mirada mientras se ajustaba las gafas antes de hablar. — Adelante… —. La puerta de madera se abrió y de ella emergió uno de los muchos sargentos de la base. — Buen Día, Suboficial Uguisu. Nos informan que los pescadores alcanzaron a visualizar un barco pirata acercándose al puerto de Rostock, no sabemos sus intenciones, pero la marina debe hacerse cargo de ello —. Anko asintió con la cabeza antes de levantarse de su asiento y rodear el escritorio para acercarse al hombre.

— Vayamos entonces… Prepara a un grupo de soldados, los esperaré afuera de la base… —. El sargento asintió con la cabeza mientras se despedía con una formalidad militar antes de abandonar con rapidez la habitación y cumplir con el encargo encomendado por la joven marine. Como bien dijo, Anko esperó pacientemente en las puertas de la base, dando caladas a su cigarro y expulsando el humo por su boca. Tras unos minutos, el sargento apareció acompañado de un grupo pequeño de soldados rasos quienes inmediatamente hicieron su respectivo saludo militar al ver a la peli marrón frente a ellos.

— Bien, supongo ya se les informó de la misión, pero se los repito resumidamente. Un grupo de piratas quiere desembarcar en el muelle de Rostock, es un grupo pequeño, así que debería ser fácil arrestarlos —. Y tras sus palabras, el grupo partió decidido hacía el Pueblo de Rostock, en su avance se podría notar la determinación de todos los presentes, buscando cumplir con su labor y regresar a su base con la victoria en sus manos. Luego de la marcha, el grupo de marines ya se encontraban en el puerto del ya mencionado pueblo, Anko personalmente solicitó a los civiles que se mantuvieran alejados de la zona hasta que la marina tuviera controlada la situación.

La zona estaba solitaria, solo llena de objetos inanimados como barcos, cajas, redes, madera y el grupo de la marina formado por Anko. La joven entrecerró sus ojos para ver a más distancia, pues su vista no la era la más privilegiada de todas. — ¡Ahí vienen! —. Gritó el sargento bajo las órdenes de Anko al poder ver el barco pirata en la lejanía. La gran estructura de madera no parecía ser de la mejor calidad, como si esos piratas apenas hubieran empezado su viaje marino, su bandera se mantenía izada, mostrando el símbolo de la típica calavera con un parche y un sombrero, nada extraño o fuera de lo común.

La joven esperó que el grupo pirata diera media vuelta y regresara por donde vino al visualizar la presencia de la marina en el puerto, pues, todo lo contrario, el barco continúo avanzando sin detenerse, a esto, Anko movió su mano y con ella dio la señal para que los soldados bajo su mando prepararan sus armas y estuvieran listos para la batalla. Los minutos avanzaban y la tensión era palpable en el ambiente hasta que finalmente el barco llegó a uno de los muebles, soltando la poderosa ancla metálica y sus tripulantes descendiendo del barco de forma dramática. — ¡¿La Marina?! ¡JA! ¡Qué bonito comité de bienvenida formaron para nosotros! —. Gritó burlonamente quien aparentaba ser el capitán de esos piratas, un hombre algo gordo, barbón y con su ojo derecho ausente.

Sus palabras no hicieron ninguna gracia en la Suboficial, quien después de un suspiro para relajarse, miró al hombre a los ojos. — ¡No son bienvenidos aquí, piratas! ¡Me gustaría decirles que den vuelta y regresen! ¡Pero ya desembarcaron y no puedo dejarlos ir! —. Habló Anko con un tono autoritario y firme, dejando en claro que no planeaba dejarlos ir de ninguna forma y los llevaría ante la justicia. — ¡Uy! ¡Disculpe usted! ¡Pero entenderá que no tenemos intenciones de abandonar Rostock y mucho menos de ser encarcelados! ¡Supongo deberá ser por las malas! —. En cuanto finalizó, la pequeña tripulación preparó sus espadas y miraron con un odio al grupo marine.

— Que así sea… —. Susurró Anko para sí misma antes de desenvainar sus Katanas, la primera la colocó entre sus dientes y las otras dos las mantuvo con ambas manos. Cuando todos estaban listos, la batalla dio comienzo con un gran grito de guerra por parte del capitán. Todos ahí corrieron contra los otros y el sonido metálico chocando de forma agresiva no se hizo esperar. La Suboficial se encargaba específicamente del capitán, quien parecía ser un espadachín algo entrenado al poder luchar a una similitud con ella a pesar de solo portar una sola espada. — ¡No dejaremos que pasen de aquí! —. Gritó Anko entre dientes para motivar a su grupo en la lucha contra los piratas.

Poco a poco, las palabras de Anko empezaron a tener peso en las acciones de los soldados, quienes empezaron a reducir al grupo pirata poco a poco y ganando terreno dentro de la batalla. La joven luchaba ferozmente contra el capitán de la tripulación, estaba totalmente decidida a vencer en ese combate y llevar a ese hombre ante la justicia. Con un salto hacia atrás, se separó del combate cuerpo a cuerpo con el hombre tuerto antes de alzar sus espadas y pegar un sprint de varios metros hacia en frente mientras despegaba sus filos como si de una apertura de abanico se tratase, llevando en su camino a unos cuantos tripulantes antes de llegar y cortar el abdomen del capitán, quien después del ataque calló al suelo derrotado.

Finalmente, el grupo de marines liderado por Anko había vencido, todos los piratas ya estaban derrotados y aunque algunos estaban heridos, ya serían atendidos por los médicos de la base a donde serían llevados. — ¡Bien hecho, muchachos! ¡Admiro su valor y coraje en esta batalla! ¡Por la justicia! —. Todos los soldados repitieron las últimas palabras de la joven antes de levantar a los piratas capturados y empezar a llevarlos hacía la base, mientras, Anko ordenó al sargento inspeccionar el barco de los piratas y confiscar todo lo que se pudiera encontrar ahí mientras ella escoltaba personalmente al capitán herido. Con el combate terminado, las actividades volvieron a su rutina normal, los pescadores y civiles regresaron al puerto y continuaron trabajando. La marina había sido eficaz esa vez, apretando a los piratas y confiscando el barco.
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