¿Sabías que…?
... existe la leyenda de una antigua serpiente gigante que surcaba el East Blue.
[Autonarrada] [Aut-T1] Ligero Desliz Real
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
Verano, Año 724, Noche del día 21 

El Pueblo de Rostock, situado en la costera Isla Kilombo, brillaba bajo la tenue luz de la caída del sol. El aire estaba cargado de la esencia salina del mar y el bullicio de la vida nocturna se extendía por las calles empedradas. Mayura Pavone, nuestro elegante pavo real del océano solo buscaba una cosa, un lugar donde los habitantes se sumergían en la fiesta, donde las luces tenues y el licor fuerte ofrecían un respiro de las dificultades del día. Sobre todo, después de ya haber tenido una semana difícil, anhelando ganar el dinero suficiente para poder festejar, a través de algunos recados y engaños de bajo perfil.
 
No obstante, como buen pirata y admirador de los objetos preciosos y el dinero decidió llevarse de los rumores entre los lugareños sobre el espíritu fiestero de Kilombo. Intrigado y con su vanidad intacta, decidió que la mejor forma de conocer esta isla y al mismo tiempo darse a conocer un poco, era infiltrándose entre la multitud de la vida nocturna. Y por supuesto, ¿qué mejor manera de hacerlo que destacando automáticamente entre la multitud en los lugares más concurridos de la noche?
 
Con un andar fluido y seguro, su túnica púrpura y verde azulado se ondeaba suavemente con la brisa nocturna mientras caminaba por las calles empedradas. Sabía que los ojos lo seguían con cada paso que daba, y lo disfrutaba. Siempre había sido así. Su belleza era una herramienta, un don que manejaba con precisión, pero esta noche, quería algo más que simples miradas. Quería una conexión, algo que lo hiciera olvidar las tensiones que habían empezado a acumularse desde su llegada a Rostock, aunque fuera por un momento.
 
Al cruzar las puertas de madera de la taberna, el elegante pirata fue recibido por un ambiente eufórico y cargado de energía. Las luces amarillentas proyectaban sombras sobre las paredes de madera mientras que las risas e historias contadas con un drama y tono más acentuado del necesario eran un eco constante. La multitud del lugar estaba en lo suyo cada cual, con su grupo, pero él seguía siendo el centro de atención, al menos eso pensaba. Los murmullos de los clientes y las miradas de reojo le daban la bienvenida que esperaba. Se acercó al mostrador, su elegancia atrayendo tanto la admiración, la curiosidad y los chistes de mal gusto que apenas podía percibir de los presentes.

Buenas noches, querida. Algo fuerte y digno de mi paladar. — pidió a la camarera con una sonrisa encantadora, dejando que su tono melodioso fuera tan cautivador como su apariencia.

Mientras esperaba su bebida, se percató de un joven sentado en la esquina del bar. No pasaba desapercibido, pero no por las mismas razones que él. El chico era atractivo, aunque de una manera más sencilla. Su cabello verde desordenado y su sonrisa fácil contrastaban con la perfección calculada que este pirata solía anhelar. Aun así, había algo en él que llamó su atención. Quizás era la forma en que lo miraba, no con admiración ciega, sino con una chispa de curiosidad genuina. Aquello intrigó a Mayura y le hizo ignorar el ligero desaliñe que el chico traía.

Tras recibir su trago, se acercó a él con su copa en la mano y su sonrisa habitual, su ego le permitió ignorar la multitud a su alrededor y centrarse en su próxima “victima”. Se sentó con la gracia de alguien que sabía que pertenecía a cualquier lugar donde decidiera estar. — Buenas noches. — dijo suavemente, levantando su copa en un pequeño brindis. — Pareces alguien que aprecia las cosas simples de la vida. Aunque debo decir que algo en ti parece destacar entre toda esta multitud. — El joven rio suavemente, un sonido que alzó las cejas del pirata levemente. No era una risa de burla, era una risa genuina, algo que reflejaba no solo que su introducción fuera certera, sino que su compañía era bienvenida, aumentando su curiosidad hacia el joven desconocido. — Tú también llamas la atención, aunque de una manera más... llamativa. — respondió el chico con un tono neutro. Mayura disfrutaba de la interacción, más aún porque el joven no parecía ser alguien que cayera rápidamente bajo su encanto.
 
Durante la siguiente hora, las conversaciones fluyeron con facilidad. El joven se llamaba Ren, decía ser un lugareño que, a diferencia de los otros isleños, no se dejaba llevar tan fácilmente por la vida festiva del pueblo. Su carácter sencillo y relajado era un contraste con la intensidad de Mayura, y aunque el pirata siempre prefería ser el centro de atención, había algo refrescante en la presencia tranquila de Ren. A medida que la noche avanzó, el ambiente del bar se volvía más animado, pero para el elegante pirata, todo se reducía a este momento con Ren. Cada palabra, cada sonrisa, cada gesto, todo parecía estar perfectamente sincronizado.
 
Este lugar está bien para una noche, pero creo que ambos coincidimos en que hay cosas mejores por hacer — dijo inclinándose un poco hacia el extraño que acababa de conocer, con un tono sugerente y seductor. El chico asintió con sus ojos ámbar brillando con una chispa que no supo interpretar del todo. Se levantaron juntos y salieron del bar. La noche prometía, y mientras caminaban por las calles iluminadas por faroles, sentía que todo estaba a punto de convertirse en algo aún más interesante.
 
Sin embargo, cuando llegaron a una esquina menos transitada, la situación cambió rápidamente. Lo que había percibido como una noche prometedora, de repente tomó un giro inesperado. Ren se detuvo en seco, su actitud reemplazada por una seriedad incómoda. — Lo siento, pero no puedo dejar que te vayas sin esto — dijo Ren, su voz calmada pero firme. Antes de que Mayura pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, sintió la presión en su muñeca. Ren había aprovechado el momento para atraparlo en una maniobra rápida y precisa. El pirata, aunque confiado en su habilidad para manejar la mayoría de las situaciones, su propio ego y vanidad lo había nublado a anticipar esto.
 
Ren lo miró con una mezcla de tristeza y resolución. — No es nada personal. Es solo que a veces las apariencias engañan, ¿no? — dijo con una sonrisa amarga antes de intentar despojar a Mayura de algunos de los adornos que llevaba, evidentemente buscando algo de valor. El corazón le latía con fuerza. Había sido engañado por la sencillez aparente de Ren, y ahora se encontraba en una situación peligrosa. Pero no era alguien que se dejara intimidar fácilmente. Su belleza era una fachada, pero debajo de esa apariencia había astucia y habilidad.

¿Así que esto es lo que crees que es una victoria? Oh querido... — Mayura murmuró, con una mirada que ahora brillaba con una mezcla de furia y determinación. — Te has metido con la persona equivocada. — Con un movimiento fluido, se liberó del agarre de Ren, sus reflejos rápidos y su agilidad como la de cualquier pirata enojado entrando en acción. Su respiración calmó en cuanto sus manos se liberaron del agarre, y su mirada se volvió gélida, carente de la elegancia y la dulzura que había mostrado hasta entonces. Aquella gélida mirada gris revelaba su verdadera naturaleza, esa que tan hábilmente escondía detrás de sonrisas encantadoras y palabras seductoras que había utilizado hasta entonces. El solo hecho de pensar que había sido subestimado, era algo que el Pavo Real del Océano, jamás perdonaría.
 
Mayura alzó una mano, y con la rapidez que solo un pirata entrenado podía demostrar, atrapó la muñeca de Ren, torciéndola ligeramente mientras mantenía la vista fija en su rostro. Ren intentó resistirse, pero el dolor comenzó a apoderarse de su expresión. El pavo real, disfrutando de la situación, se acercó más, asegurándose de que su presencia fuera lo único que su adversario pudiera asimilar en aquel momento. No fue hasta que le dio un beso suave y efímero que soltó la muñeca de Ren con un empujón, haciendo que el chico retrocediera tambaleándose. 

El joven, despavorido, se frotó el brazo, mirando a Mayura con una mezcla de miedo y sorpresa. Aquella criatura que había confundido con alguien superficial y fácil de engañar ahora se revelaba como un oponente mucho más astuto y peligroso de lo que había anticipado. Sin embargo, Mayura no estaba dispuesto a dejar que la noche terminara en violencia. El ladronzuelo no merecía su tiempo ni su ira, y aunque había sido tentador dejar que sus emociones tomaran el control, su verdadero objetivo seguía siendo disfrutar de la vida nocturna y solucionar su situación financiera. Había muchas otras formas de recuperar lo que había perdido.
 
Considérate afortunado, —dijo Mayura, sacudiendo las mangas de su túnica para acomodarlas nuevamente. — No arruinaré este precioso rostro tuyo, pero te advierto... no vuelvas a cruzarte en mi camino. —  Ren, todavía sorprendido por la facilidad con la que Mayura se había deshecho de él, asintió con la cabeza antes de retroceder lentamente hacia la oscuridad de las calles de Rostock. Mientras desaparecía de la vista.
 
Mayura soltó un suspiro, parte de él disfrutaba del control que había tenido en la situación, pero otra parte estaba decepcionada por el giro inesperado de la noche.  — Es una pena, era muy guapo. — murmuró para sí mismo mientras ajustaba su túnica una vez más. Con una última mirada hacia las luces de la taberna y la brisa nocturna acariciando su rostro, Mayura decidió que, aunque la noche había tomado un desvío inesperado, aún tenía tiempo para disfrutarla. Quizás, en otra esquina del pueblo, le esperaban aventuras más emocionantes, personas más intrigantes, y, con suerte, una oportunidad para reponer sus finanzas sin recurrir a la baja categoría de los ladrones callejeros.
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