Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
[Autonarrada] Hilos Dorados [T1]
Sowon
Luna Sangrienta
Personaje

Verano día 16

Los días habían pasado volando desde que se dedicaba a trabajar como mercenaria, las tareas casi siempre resultaban rutinarias y de cierta manera vacías pese a que muchas veces se ganaba el favor de algunas personas. El tabernero ya no le cobraba por su ayuda al pueblo, tenía un hospedaje que podía retrasar el pago varias semanas e incluso comida que le era ofrecida simplemente por buscar a un gato en especial. No podía quejarse de la vida, incluso las hormigas a las que ayudaba tenían demasiados problemas, pero para una Oni todo se volvía bastante mundano sin una pelea que hiciera sentir a su cuerpo vivo y no como una lata oxidada. El filo de su espada necesitaba desafíos, los bandidos estaban bien como entrenamiento, pero su fuerza había crecido a niveles mucho más allá de su comprensión, la isla en su totalidad le comenzaba a quedar pequeña y no faltaba demasiado para saltar a la mar en busca de nuevos desafíos. Mascullaba internamente mientras caminaba durante una ronda de patrullaje en busca de trabajo, ya había hecho todo lo que normalmente le ofrecían, podado árboles, rescatado gatos y gallos, reunir al ganado y asustar a algún que otro jovencito que buscaba labrarse en la vida criminal. Su rostro se mostraba con cierto descontento, temiendo que realmente no hubiera nada que hacer y siendo apenas el mediodía, cuando había llegado a la isla los trabajos le solían tomar hasta la tarde pero a medida que había progresado y entrenado el tiempo libre le resultaba demasiado. 

Fue durante su entrenamiento, mientras cortaba troncos con su espadón cuando dos civiles se le acercaron, al principio les ignoró creyendo que nunca habían visto a una Oni con el torso desnudo entrenando sin descanso el mismo corte. Pero luego de varios cortes sus miradas comenzaron a molestarle, su voz sacudió la tranquilidad del bosque, lejos de ser una melodía aterciopelada sonaba a un animal con mucha hambre y pocas ganas de contenerse. Brusca, ruda y a lo mejor no muy sutil, disfrutaba la atención pero tampoco seguiría gratis ya que aquello sería desperdiciar una gran oportunidad para cobrar por simplemente entrenar y contentar los fetiches extraños de esas hormigas que inundaban la isla conocidos como humanos.

—¿Qué tanto miran? ¿Nunca vieron unas tetas? Si quieren seguir mirando son mil berries la hora, ahora o pagan o me dicen para que narices me andan mirando tanto.—

La mujer de cuernos se giró mientras acomodaba su kimono cubriendo su trabajado torso, fue entonces que el hombre más viejo se acercó, no parecía un pervertido al menos no era tan baboso como aquellos que había conocido en bares. El anciano, o al menos albino, comenzó a hablar con cierta cautela, al principio parecía una promoción de su local aunque luego las palabras terminaron captando la atención total de la rubia hasta finalmente aceptar el encargo casi de inmediato. ¿Pero por qué?

—Señorita, hemos oído que es una gran guerrera y nuestro pub nocturno suele ser atacado por un temible rey marino. Al estar cerca de la costa, no tenemos forma de alejarlo y la marina no cree en nuestras palabras. Pero juro que es real, lo hemos visto por las noches, una serpiente muy larga y grande con aletas en sus mejillas y bigotes como dos largos fideos. Necesitamos una guardia más y pensamos que usted podría ayudarnos...—

No le importó el lugar, tampoco la hora, apenas se preocupó que tuviera que usar un "uniforme" que solo consistía en una lencería negra ya que sus cuernos naturales eran mucho mejores que las orejas de demonio y claramente una mujer de cuatro metros en ese conjunto atraía todas las miradas. La noche comenzó normalmente, simplemente se encargaba de dejar pasar a los diferentes ciudadanos y rechazando a los borrachos o menores. Un dolor de cabeza, pero todo valía la pena si esa serpiente marina aparecía, claro que si no aparecía destruiría el lugar y removería cielo, tierra y mar en busca de esos dos sujetos que le habían convencido de estar allí. Empuñó el espadón al sentir un ruido, era tarde en la madrugada y el pub estaba lleno, sin embargo, se desilusionó al ver que de los arbustos solo saltaba un pequeño cachorro y huía ante la música del lugar. Suspiró y rascó su cabeza, sentía que le habían engañado nuevamente y sus dientes rechinaban al apretar la empuñadura de la espada.

Entonces, justo en aquel momento, cuando toda su paciencia se había esfumado y estaba por derribar la puerta del pub un rugido interrumpió la calma de la noche, las olas se rompieron mientras una serpiente de al menos seis metros de longitud y al menos la misma cantidad de altura emergió de las profundidades de la costa. Los rugidos pronto hicieron salir a los hombres que le habían contratado, uno de ellos ciertamente consternado por la aparición de aquella bestia, impotente no pudo ocultar la mentira.

—No, es imposible, se suponía que eran alucinaciones de tu cabeza viejo. Siempre contratábamos a las mas lindas de la marina con esa mentira pero desde que vieron que no había nada durante una semana dejaron de venir, y esta mujer es perfecta tan grandota y todos le miran, le admiran estaba siendo nuestra mejor noche y ahora... ¿Qué haremos?—

—Seré alta pero no soy sorda enano, estaba a punto de destruir el lugar por mi cuenta porque no aparecía, pero ahora... ¡Estoy con ganas de volver sushi a ese pescado! Les mostraré porque no deben jugar con una Oni como yo...—

La rubia se lanzó con fuerza en contra de la criatura, su espada impactó con la cabeza de la bestia sin mayor progreso que un leve corte, el impacto de la cabeza huesuda contra su propia arma le impulsó contra la arena. Soltó unas gotas de sangre en su tos, no era un rival débil y eso bastaba para encender su corazón, para que su cuerpo se viera recubierto por la adrenalina. La espada se volvió negra, un fuerte golpe descendió contra la escamosa espada de su oponente, la peculiar bestia se hundió en el agua, dejando a la gigante Oni sobre su espalda la cual siguió escalando hasta lanzar un nuevo corte que apuñaló el cuello de su enemigo. Un coletazo le envió a volar nuevamente pero esta vez, pudo clavar su espada en la arena, arrastrando la misma hasta quedar frente al pub. Sonreía, pese a estar jadeando, pese a que ese monstruo era un verdadero reto era lo que reafirmaba su deseo de haber permanecido un tiempo más en el lugar. Apenas le importaba estar luchando en lencería, la lucha, la guerra, la emoción de la sangre fluyendo por su espada era suficiente para que aquello valiese la pena.

—Eres fuerte, eres muy fuerte gusanito, pero... Mi espada tiene una meta, matar a uno de tu estirpe, cortar incluso el mismo infierno a la mitad. ¡No te creas que vas a salir vivo!—

Rugió mientras se lanzaba al combate nuevamente, los atónitos ojos de los dos humanos que habían contratado a esa mujer podían ver frente a sus ojos el choque de dos bestias. De un demonio de los mares y un demonio que nació sobre la tierra, de uno que no necesitaba más que su cuerpo y otra que empleaba una espada como parte del suyo. Golpe tras golpe, corte tras corte, ambos rivales se mostraban una rudeza sin precedentes. El sol se asomaba en el horizonte, la negra madrugada daba paso al amanecer, dos figuras se mantenían en el agua una de pie y la otra reptando. Así llegaba al final una guerra, los rayos del sol acariciaban el filo de la espada de la ensangrentada guerrera, la bestia rugió por última vez antes de que su mandíbula fuese cortada por un poderoso corte, la cabeza junto al cuerpo se hundió en el océano.

—Finalmente, ha nacido... Matareyes...—

Levantó su espada ante el amanecer, la rubia había triunfado, los humanos no sabían como disculparse pero la Oni apenas tenía intenciones de vengarse. A veces, una mentira se repite tantas veces que se vuelve real, la realidad era que un monstruo había aparecido y la mujer había cumplido el deber de proteger el lugar a costa de su propio cuerpo. Estaba herida, pero sorprendentemente parecía simplemente una rutina para su cuerpo, quizás meses antes ese enfrentamiento hubiera condenado su vida pero en aquel momento había marcado el nacimiento de algo. De un arma capaz de someter a los reyes, de una espada marcada por la tradición Oni y pese a que la batalla había conllevado demasiado esfuerzo los frutos de su intenso entrenamiento podían verse en el nacimiento de un nuevo día.
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