Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[Autonarrada] [T2 Autonarrada] Bandidos Borrachos en un Bar (BBB)
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
~ Bandidos Borrachos en un Bar (BBB) ~

Isla Kilombo
~ Verano del año 724.

La noche había caído sobre la isla Kilombo, y con ella, el bullicio en las calles comenzaba a decrecer. En un bar local, conocido como "La Garra del León", seguía lleno de vida. Sus habituales clientes disfrutaban de bebidas y charlas animadas, aprovechando el ambiente relajado del lugar para olvidar las preocupaciones cotidianas. Las risas resonaban y las jarras de ron fluían sin parar. Pero, entre la alegría, un pequeño grupo de bandidos, un poco -bastante- pasados de copas, comenzó a perturbar la paz del local.

Eran cinco en total. Gente conocida en los bajos fondos de Kilombo, famosa por sus malas costumbres y sus problemas con la ley. Con el rostro ruborizado por el alcohol, lanzaban insultos y amenazas al aire, retando a quien se cruzara en su camino. Sus voces gruesas y ásperas resonaban en el local, interrumpiendo la calma. Un par de mesas ya habían sido volcadas, y un camarero había recibido un puñetazo en la cara por intentar calmarlos.

¡Vamos, sírvanme más ron! ¡Nadie aquí nos detendrá! Gritaría el jefazo, un hombre robusto con una cicatriz en la mejilla. Sus palabras se arrastraban con el tono de quien se creía invencible.

El resto de los clientes intentaban ignorarlos, pero el miedo comenzaba a apoderarse del ambiente. Las miradas de los presentes se desviaban hacia la puerta, esperando que alguien interviniera. La situación parecía ir de mal en peor. Los bandidos comenzaban a tirar botellas, romper sillas y acosar al personal. Los pocos que no habían huido ya, estaban arrinconados, temiendo lo que vendría a continuación.

No pasó mucho tiempo antes de que la noticia llegara a la base de la Marina. La situación en "La Garra del León" requería una intervención rápida, y Lionhart D. Cadmus fue el elegido para encargarse del problema. Vestido con su uniforme de Suboficial, Cadmus se dirigió hacia el bar con paso firme. No llevaba mucho tiempo en la Marina, pero sus habilidades habían captado la atención de sus superiores. Al acercarse al bar, el quilombo era evidente incluso desde fuera. Podía escuchar los gritos y las risas descontroladas de los bandidos. Tomó una respiración profunda, preparando su mente para la inevitable confrontación. Esto no debería ser demasiado complicado.

Empujó la puerta del bar, y la escena que lo recibió fue un caos en miniatura. Los bandidos seguían bebiendo y causando destrozos, mientras que los clientes restantes estaban visiblemente aterrorizados. Cadmus se plantó en el umbral, evaluando rápidamente la situación. No sería necesario usar la fuerza desmedida, pero estaba claro que esos hombres no se rendirían sin una pelea.

Esto termina ahora. Mi nombre es Lionhart D. Cadmus, Suboficial de la Marina.

Los bandidos detuvieron su juerga momentáneamente, volviéndose hacia Cadmus con sonrisas burlonas.

¿Y quién te crees que eres para detenernos? El líder del grupo tambalearía ligeramente mientras daba un paso al frente. Su aliento apestaba a ron y su mirada era la de un hombre que no sabía medir las consecuencias de sus acciones. ¡Vete, antes de que te arrepientas!

Cadmus lo miró fijamente, sin moverse ni un centímetro. Sabía que las palabras no serían suficientes para hacerlos entrar en razón. La transformación comenzó de forma casi imperceptible; su cuerpo se tensó, y sus ojos adquirieron un brillo feroz, como el de una bestia. Un viento frío empezó a girar a su alrededor, levantando polvo y sacudiendo las botellas vacías que estaban esparcidas por el suelo.

Lo he advertido, y ahora deberán afrontar las consecuencias.

El líder de los bandidos soltó una carcajada áspera y levantó una botella para lanzarla hacia Cadmus. Pero antes de que pudiera hacerlo, un vendaval súbito azotó el bar. El viento generado por el poder de su fruta barrió el local con fuerza. Las botellas volaron de las mesas, los papeles y pequeños objetos se dispersaron por el aire, y los bandidos tuvieron que cubrirse el rostro ante la ráfaga violenta.

Cadmus se movió con la agilidad de un felino, su figura difuminada por la velocidad y el viento. En cuestión de segundos, apareció frente al líder, quien apenas tuvo tiempo de reaccionar. Con un rápido movimiento, Cadmus lo desarmó, y de un empujón controlado, lo arrojó contra una de las mesas rotas. Los otros bandidos intentaron intervenir.

¡Toma esto, bastardo maldito! Uno de ellos abalanzándose con un cuchillo en mano. Sin embargo, Cadmus lo esquivó con facilidad.El viento giraba en torno a él, amplificando cada uno de sus movimientos. Con una patada rápida, derribó al atacante, haciéndolo caer pesadamente al suelo.

El resto del grupo, viendo que la situación estaba fuera de su control, intentó escapar. Pero Cadmus no se los permitiría. Alzó una mano, y el viento respondió a su comando. Una fuerte corriente bloqueó la puerta, empujando a los bandidos hacia atrás, incapaces de avanzar.

Nadie se va hasta que esto termine.

Uno por uno, los cinco bandidos fueron reducidos. El viento de Cadmus los desorientaba, y cada golpe era preciso, diseñado para incapacitar sin causar un daño permanente. En menos de lo que se esperaba, los cinco hombres estaban en el suelo, aturdidos y derrotados.

El bar volvería a la calma. Los pocos clientes que quedaban se miraban entre ellos con una mezcla de asombro y alivio. Cadmus respiró hondo, dejando que el viento que había invocado se disipara lentamente. La misión estaba cumplida.
#1


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