Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[Diario] [Diario] Y el esclavo obedece... (Parte Final)
Shy
"Shy"
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Hendricks miró a Shy, buscando que este le ayudase a decidir si debía dejar hablar al ladrón de blanco. ¡Pobre de él! pensó. ¿Aún no ha aprendido que no puede esperar una respuesta oral por mi parte? El matón gruñó al no recibir la contestación que esperaba. Sin rendirse demasiado a la duda, alzó al casi inerte Weisskopf, y escupiendo húmedos perdigones de saliva y sangre con cada palabra, exhortó:
-¡Está bien! Habla. Más te vale que merezca la pena. Te aseguro que hacerme perder el tiempo solo te hará desear que te hubiera hundido la cabeza de una sola vez.
Shy tragó saliva. Por desgracia, sabía hasta qué punto podía llegar Hendricks. No había matasanos capaz de sanar lo que hacía Hendricks en un mal día. Weisskopf farfulló algo, incorporándose, y trató de emitir algo que se pudiera comprender sin dientes.
-¡El puto Geldhart! -gritó Weisskopf, sin ponerle mucho cariño a la pronunciación de las vocales-. ¿De dónde coño creéis que saca el puto dinero?
-¿A mí que me cuentas? -dijo Hendricks-. ¿No es, bueno, asquerosamente rico? ¡Lo habrá heredado!
-¡No! Idiota...
Hendricks abofeteó a Weisskopf, lo que significaba que estaba algo interesado en lo que tenía que decir. Shy sabía que, de no haberlo estado, habría empezado con los dedos. Afortunado de él.
-Idiota serás tú. Sigue.
Weisskopf jadeó, con los ojos vidriosos.
-Alguien que hereda una riqueza no sabe moverse por el submundo como él. No, es dinero de sangre. Del que está manchado de sangre, quiero decir, no del que se consigue por razón de compartir sangre con un padre...
Shy estaba sorprendido por la labia que conservaba para no tener dientes. Aunque, claro está, cuando uno se enfrenta a la muerte se vuelve todo un literato. ¿Sería capaz de decir más de tres palabras seguidas si le apuntaban con una pistola? Quizás en eso residía el truco.
-El negocio de los préstamos y la usura es solo una fachada. Semi-legal, lo que le deja en esa cómoda posición a caballo entre el hombre honrado y el criminal. Se codea con caciques durante el día y trata con mafiosos por la noche.
Hendricks asintió.
-Nada que no supiera. Ahora me tienes que explicar por qué estamos empapados de sangre de una forma medianamente satisfactoria.
-Déjame... Déjame...
Weisskopf escupió otro gargajo de sangre.
-Geldhart es un mafiosillo, sí. Y vosotros sus ejecutores. Estáis un poco más a la luz que el resto de sus socios. Mantiene a cada célula algo aislada de las demás. Los astutos ladrones, los brutos matones...
Decir aquello sentenció el destino de los huesecillos de uno de sus dedos. Con manos rápidas, Hendricks tomó la mano izquierda y torció uno de sus dedos en un ángulo antinatural, dejándolo en aquella dolorosa posición con un crujido. Weisskopf chilló.
-Una sola descalificación más, Weisskopf... Dame un motivo.
-¡Perdón! ¡Perdón!
-Prosigue -ordenó Hendricks.
-¡No quería que supiérais de nosotros! ¡No hasta que dejásemos de serle útiles! ¡Nos lleva usando para robar su fortuna durante años!
-¿Y? -bramó Hendricks, que perdía la paciencia.
-¡En nuestro último trabajo se negó a pagarnos! ¡Yo tenía que dar de comer a mis hombres! ¡Mis chicos no tienen la culpa de tener a un jefe tan avaricioso!
-Te abandonó... -resumió Shy, contemplativo.
-¡Sí! ¡Yo sencillamente robé lo que sentía que nos pertenecía! ¡Apuesto a que os ha mandado diciéndoos que soy otro deudor cualquiera, pero lo suficientemente peligroso como para justificar el matarme!
Ahí había dado en clavo, desde luego. Para haber demostrado tan poca agudeza como interrogado, sí que tenía alguna habilidad deductiva. Hendricks gruñó.
-A ver si lo he entendido. ¿Has ido a por lo que era tuyo y nos ha enviado a matarte? ¿Sabiendo que además tenías a varios hombres a tu cargo?
Weisskopf asintió, mostrando claros signos de nerviosismo.
-¿Tú sabes lo que te va a pasar si todo esto resulta ser una patraña, no?
Weisskopf volvió a asentir. Hendricks le soltó y se puso en pie.
-Espero que seas tan rápido para huir como para todo lo demás.
Con la obediencia propia de un soldado ejemplar, corrió hasta que ambos matones le perdieron de vista.

***
Hendricks estaba sentado, masajeando sus doloridos nudillos. Mascaba tabaco, escupiendo de cuando en cuando alguna de las hojas. Shy lo observaba, desde la distancia. Hendricks le devolvió la mirada. No hacía falta el poder de una Fruta del Diablo para saber que ambos pensaban lo mismo. Tenían una justificación lo suficientemente buena, o, al menos, les bastaba con aquello. Pero tenían que convencerse mutuamente de dar el siguiente paso, que sería crítico.

-¿Le crees? -dijo finalmente Hendricks.

Shy asintió.

-Geldhart. Puto Geldhart. No le importamos una mierda. Si le fallamos, o luchamos por lo que es nuestro, nos matará. Si le dejamos con vida, viviremos lo suficiente para vernos traicionados... No es justo.

A Shy le sorprendió aquella apreciación. Nunca había tenido a Hendricks por un hombre demasiado interesado en la justicia.

-Pero ahora estamos bien, ¿no?

-Hay que matarlo -afirmó Shy, mostrando una inusitada seguridad en lo que estaba diciendo, lo que causó que Hendricks levantase las cejas.

-Tenemos más que perder de lo que podríamos ganar.

Shy hizo un gesto amplio, señalando a la docena de cadáveres que habían dejado. Algún día seremos estos.

-No. No si nos mantenemos fieles.

Shy frunció el ceño. ¿Excusas? ¡Tienes sangre fría como para matar a una veintena de personas en un día, pero no para romper tus cadenas! Hendricks se mordía las uñas, cavilando. Shy se le acercó, aunando todas sus fuerzas para pronunciar alguna palabra más.

-A la serpiente... -dijo, antes de que su voz se volviera temblorosa de nuevo-. Córtale la cabeza...

Hendricks miró al suelo. Era lo suficientemente avispado como para saber qué quería decir. Ceñudo, se levantó, desviando su mirada, antes de adentrarse en la foresta de vuelta a la ciudad de la que habían venido.

***
Geldhart dio un par de vueltas a su piscina. La verdad es que el mármol negro le sentaba fenomenal, y el acabado dorado en los bordes era el elemento que separaba su piscina de las de todos los demás caciques locales. Buena compra, capullo.

El viejo no se dio cuenta hasta demasiado tarde. Dos agujas impactaron en sus gemelos, haciéndole chillar como un cerdo. Una puerta se abrió en el aire en mitad de la noche, y Shy y Hendricks emergieron de esta. El viejo usurero se arrastró hacia la piscina, dejando un rastro de sangre mientras balbuceaba peticiones de auxilio. Una pena que todos tus guardaespaldas estén incapacitados, gilipollas.

Hendricks lo alzó en vilo, y de un puñetazo lo mandó a volar hasta el borde de la piscina. Al aterrizar, el orondo prestamista vomitó sangre y restos de comida. Shy se acercó y retiro sus agujas con precisión, mientras Hendricks lo agarraba de la nuca y lo acercaba al borde de la piscina. Vieron sus reflejos en el agua. Un asesino, y su jefe. Un jefe, y su asesino. Las cosas de la vida, vaya.
-Jefe -bromeaba con altivez Hendricks-. Encontramos a Weisskopf.

-¡Suéltame, cabrón!

-Fue una experiencia muy educativa. ¿Sabías que tenía a unos cuantos hombres consigo?

-¡Por favor, para! -lloriqueaba el cerdo.

Hendricks empujó su cabeza contra el borde de la piscina. Un golpe doloroso para un prestamista que no había visto el combate en persona, pero lo suficientemente débil por parte de Hendricks como para no matarlo de una sola vez.

-Todos. Los traicionaste a todos. Y a nosotros también. No creo que esperases que sobreviviéramos.

-¡No es cierto!

-Nunca supiste callarte -dijo Shy, invadido por la rabia, mientras usaba una de las agujas para hurgar en la herida de su pantorrilla, haciéndole chillar.

-¡Weisskopf era un cabrón!

-Ahí estamos de acuerdo -dijo Hendricks-. Por cierto, lo sigue siendo, aunque ahora con menos dientes que nunca. En cambio, ¿tú? Avaro hijo de mil putas, eres el más cabrón de todos. Una vil, traicionera y ladina bestia de alcantarilla sin honor. Espero que te revolcases en tu oro de la misma forma en la que ahora te revuelcas en tus residuos. 

-¡Puedo pagarte!

-Joder, ¿por qué piensa todo el mundo que puede comprarme? ¿Es que por ser un cazarrecompensas no tengo voluntad propia?

Shy asintió mientras soltaba una risilla. Le perturbaba lo mucho que estaba disfrutando de aquello.

-¡Shy, hijo, ayúdame!

Shy volvió a hundir la aguja en su rodilla. Ya se había acostumbrado a sus chillidos.

-¿Tú me ayudaste? -preguntó, con sinceridad.

-No va a ayudarte nadie -espetó Hendricks-. Esto se acaba aquí.

Sorprendentemente, Geldhart gruñó y frunció el ceño, abandonando su patética y suplicante disposición.

-¡Sois...! ¡Os saqué de las putas calles! ¡Shy, eres el desecho social más inepto que he conocido! ¡Ni la puta Marina, que tiene a retrasados por soldados rasos, te quería allí! ¡Puto callado de los cojones! ¡Y tú, Hendricks! ¡Tú, un adicto, incapaz de conseguir un oficio honesto, de ninguna manera! ¡Eres un idiota, el peor de los idiotas! ¡No serías ni capaz de...!

En lugar de dejarle terminar la frase, Hendricks golpeó la cabeza de Geldhart contra el bordillo una y otra vez, hasta que la sangre empezó a destacar entre el agua de la piscina.

-¡No! ¡Insultes! ¡Mi inteligencia! -gritaba repetidamente el matón del bigote.

Sin pensarlo mucho más, arrastró a Geldhart hasta que tuvo su cabeza sumergida. Incluso tras aquellos golpes, seguía consciente, lo suficiente para abrir los ojos en gesto suplicante y dar manotazos al tenaz Hendricks. Solo burbujas salieron de su boca, en lugar de las peticiones de misericordia que seguramente tenía preparadas. Chapoteó, pensando seguramente: "no me dejes morir así". Pero Hendricks era famoso por no dejar nada a medias. Los gritos ahogados de Geldhart se extinguieron y sus ojos dejaron de estar tan abiertos. Su última súplica fue media docena de burbujas que flotaron hasta la superficie. Hendricks lo soltó con brusquedad, dejando que se sumergiera hasta el fondo de la piscina. Jadeó, incrédulo. Shy se sorprendió sonriendo.

Hendricks escupió y miró a la mansión de Geldhart. En cuanto emprendió el camino en aquella dirección, Shy le detuvo.

-No robamos -ordenó.

Hendricks le miró de arriba abajo y asintió. Sería mejor que el móvil no fuera claro. Con otro asentimiento, Shy creó otra puerta. Hora de irse. Sus cadenas se habían roto.
#1


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