Byron
Que me lo otorguen
27-10-2024, 07:40 PM
(Última modificación: 27-10-2024, 07:42 PM por Byron.)
35 de Verano de 724
El joven capitán pirata se encontraba cabizbajo, sentado tranquilamente en un banco de madera frente a la plaza del patíbulo, lanzando de forma tranquila y calculada, migajas de pan a las palomas que sobrevolaban la plaza cimentada en piedra. Su mirada fijada en la construcción que presidía la ubicación en la cual reposaba sus posaderas, aun así, cualquiera que se encontrase con él y observase su rostro, interpretaría que más que prestarle atención, los posaba sobre aquel imponente monumento simplemente por mirar a un sitio cualquiera, pues visiblemente su consciencia no se encontraba acompañando al muchacho de ojos violetas.
Todo su ser, su alma, se encontraba en lo más profundo de su mente, intentando poner en orden sus pensamientos después de los hechos vividos los días anteriores. Todo se sentía confuso para él después de su visita al casino missile y haber compartido mesa con tan peculiares individuos, para él, fue un pequeño toque de atención, el propio destino diciéndole que no se adelantase, que a pesar de ser el elegido para tan ardua tarea aún tenía mucho camino que recorrer y muchos obstáculos en el camino que derribar, haciéndole ser consciente de que él, aún era un polluelo que tenía que desarrollar sus alas.
Aquella herida en el ego, era visible, haciendo ver a cualquiera que le prestase atención su poco disimulado enfado y crispación. Tal era, que desde aquel suceso habían pasado ya 5 días, y apenas había tenido contacto con su tripulación, tan solo un intercambio de palabras para hacerlos saber que estaba bien, dejando ver su actitud arisca en aquellos breves encuentros aun sin el quererlo. Por eso mismo, para no hacerlos daño de alguna forma con su forma de actuar, se alejó por unos días para intentar poner sus pensamientos en orden, después de todo, lo que menos quería el zagal, era herirlos por una pataleta personal.
Así pues, saliendo de aquel trance, y sin poder evitar su mal humor, tomó consciencia de su ambiente, y sintiendo el calor del sol en el cogote, como si fuese un recordatorio molesto del mismo astro rey para dejar su ego de lado y volviese con aquellos que le tenían una fuerte estima, alzó su mano izquierda al cielo, en la que aguantaba el trozo de pan que desmigaba, y lo lanzó de forma agresiva contra una de las palomas que se acercaban a comer las sobras que antes había lanzado. Debido a su mala puntería falló, más el cercano lanzamiento hizo que varias de las palomas se alejasen a toda velocidad de la escena viéndose venir los problemas.
- Esto sería más fácil de aliviar con alguien a quien patear el culo.- Masculló levantándose del asiento, y propinándole un débil puntapié a una de sus patas.
Visiblemente irritado, las palomas volvieron a acercarse para comer, y Byron, preso del enfado, corrió hacia ellas haciendo aspavientos con tal de calmar aquel sentimiento. Estas sobrevolaron alrededor de él, asustadas, dejando a Byron protagonizando la cómica y patética escena en aquella plaza, ahora, con el hombro de su camisa manchado por un excremento vengativo de aquellos emplumados seres.
El joven capitán pirata se encontraba cabizbajo, sentado tranquilamente en un banco de madera frente a la plaza del patíbulo, lanzando de forma tranquila y calculada, migajas de pan a las palomas que sobrevolaban la plaza cimentada en piedra. Su mirada fijada en la construcción que presidía la ubicación en la cual reposaba sus posaderas, aun así, cualquiera que se encontrase con él y observase su rostro, interpretaría que más que prestarle atención, los posaba sobre aquel imponente monumento simplemente por mirar a un sitio cualquiera, pues visiblemente su consciencia no se encontraba acompañando al muchacho de ojos violetas.
Todo su ser, su alma, se encontraba en lo más profundo de su mente, intentando poner en orden sus pensamientos después de los hechos vividos los días anteriores. Todo se sentía confuso para él después de su visita al casino missile y haber compartido mesa con tan peculiares individuos, para él, fue un pequeño toque de atención, el propio destino diciéndole que no se adelantase, que a pesar de ser el elegido para tan ardua tarea aún tenía mucho camino que recorrer y muchos obstáculos en el camino que derribar, haciéndole ser consciente de que él, aún era un polluelo que tenía que desarrollar sus alas.
Aquella herida en el ego, era visible, haciendo ver a cualquiera que le prestase atención su poco disimulado enfado y crispación. Tal era, que desde aquel suceso habían pasado ya 5 días, y apenas había tenido contacto con su tripulación, tan solo un intercambio de palabras para hacerlos saber que estaba bien, dejando ver su actitud arisca en aquellos breves encuentros aun sin el quererlo. Por eso mismo, para no hacerlos daño de alguna forma con su forma de actuar, se alejó por unos días para intentar poner sus pensamientos en orden, después de todo, lo que menos quería el zagal, era herirlos por una pataleta personal.
Así pues, saliendo de aquel trance, y sin poder evitar su mal humor, tomó consciencia de su ambiente, y sintiendo el calor del sol en el cogote, como si fuese un recordatorio molesto del mismo astro rey para dejar su ego de lado y volviese con aquellos que le tenían una fuerte estima, alzó su mano izquierda al cielo, en la que aguantaba el trozo de pan que desmigaba, y lo lanzó de forma agresiva contra una de las palomas que se acercaban a comer las sobras que antes había lanzado. Debido a su mala puntería falló, más el cercano lanzamiento hizo que varias de las palomas se alejasen a toda velocidad de la escena viéndose venir los problemas.
- Esto sería más fácil de aliviar con alguien a quien patear el culo.- Masculló levantándose del asiento, y propinándole un débil puntapié a una de sus patas.
Visiblemente irritado, las palomas volvieron a acercarse para comer, y Byron, preso del enfado, corrió hacia ellas haciendo aspavientos con tal de calmar aquel sentimiento. Estas sobrevolaron alrededor de él, asustadas, dejando a Byron protagonizando la cómica y patética escena en aquella plaza, ahora, con el hombro de su camisa manchado por un excremento vengativo de aquellos emplumados seres.