Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Autonarrada] [A-T2] Momobami Tales
Alistair
Mochuelo
Momobami. La isla de los fuertes, donde la vegetación había crecido a un grado tan ancho y tendido que había tomado posesión de todo terreno al que pudiera llegar el ojo desnudo. El lugar era cuna de la vegetación mas extraña y fantástica que cualquier biólogo con medio título ganado podía reconocer, o que en este caso realmente no podía incluso si tuviera años de experiencia montados sobre su espalda. Exótica como ninguna, el lugar ofrecía unas oportunidades fantásticas para cualquier investigador con la suficiente valentía y voluntad para adentrarse en las profundidades de Momobami y tomar la mas ínfima muestra que fuese útil. Pero he ahí el problema: Había una enorme razón por la cual se categorizaba como una zona poco explorada. A juego con la flora, la fauna del lugar se había adaptado de las formas mas extrañas -casi caricaturescas- para dar nacimiento al bastión de defensa natural de la isla. Cualquiera con menos estatus que un local acababa en una persecución con los animales que allí vivían, y al cabo de unos minutos acababan de cabeza en el agua; si tenían la mala suerte de ser uno de esos individuos malditos por "habilidades de fruta" -lo que sea que eso significara, pues Alistair poca a nada idea tenía-, acabarían en el lecho marino hundiéndose como martillos. 

Siguiendo todos estos rumores y descripciones, el Lunarian llegaría hasta la isla en busca de... ¿Qué exactamente? ¿Un espécimen de planta o animal extraño? ¿Algún secreto mas allá de lo que podía concebir su imaginación? ¿Quizá tan solo una buena historia la cual compartir con sus compañeros en la embarcación una vez se reuniera con el grupo? La respuesta era un Sí a todo. El trayecto que sus pies recorrían estaba completamente dictaminado por su corazón y su instinto, cualidades que hasta la fecha no le habían fallado -o al menos nunca lo admitía en público, un secreto vergonzoso que se llevaría a la tumba-, "una corazonada" como algunos solían llamarlo.

No era un explorador nato, pero amaba las vistas nuevas. ¿Qué mejor lugar que una isla la cual bordaba lo carnívoro, con fauna y flora capaz de expulsar a sus visitantes indeseados como si todo el lugar fuese un gigantesco organismo y cada ser vivo parte de un gigantesco todo secretamente unificado? Era una locura de escuchar, y lo sería todavía más cuando llegase a un botín en la forma que sea que tuviera; incluso una planta particularmente extraña bastaría. Armado con su vestimenta, una pequeña ración de comida por si su expedición se alargaba más de lo esperado y sus tres armas montadas en su cintura, el revolucionario saldría a primera hora de la mañana para explorar el lugar. 

Aunque hubiese sido mas fácil para él, el Lunarian desistió de utilizar cualquiera de sus tres armas para pasar por el denso follaje que componía el bosque; aunque había un deje de respeto por la naturaleza en esa decisión, otra parte más grande lo hacía por ser precavido. Si se encontraba con algún animal de gran tamaño como mencionaban los relatos, cargar con un arma de filo podría asustarle y provocarlo. Si podía tomar una ruta mas pacífica en caso de una eventualidad así, era algo que preferiría por encima de acabar de cabeza en el mar que rodeaba la isla. ¿Y volar? Dejó de ser una opción desde que pudo visualizar el espesor de los árboles en la selva. Los condenados eran tan espesos que una vista de ojo de ave anularía cualquier capacidad del Lunarian para captar detalles a nivel del suelo, por lo que solo serviría como una opción práctica si tuviese un destino específico en mente. 

¡Suerte! Su viaje no tardó tanto como esperaba hasta que consiguió llegar a un pequeño claro en medio del bosque, una pequeña zona en el que la espesa vegetación desparecía por un segundo para dar una vista como en un juego de fantasía: Un área con forma de circulo perfecto habitado solamente por hierba corta con una sospechosamente perfecta simetría. Muy extraño, pero no se quejaría. Una antinatural luz incluso iluminada justo el centro del mencionado claro, en el que una flor con forma de campanilla invertida, moteada con colores naranjas y azules, sobresalía. 

Se acercó a la pequeña flora, arrodillándose y colocándose unos guantes que llegaban hasta poco antes del final de su palma; si había algún contaminante extraño que pudiese ser veneno para el Lunarian -o para cualquier otro, los guantes por lo menos reducirían la reacción a un nivel tolerable o la prevendrían directamente. — Vaya, es una preciosidad... ¿Cómo es que está completamente sola? ¿Tan mal rato pasará intentando polinizar? — Miró a su alrededor; cada vez le extrañaba más que solo hubiese un único espécimen en todo el claro, por no decir todo el bosque que había recorrido. — Bueno, también es verdad que sin una compañera, lo tienes un poco jodido... — Pensó por un segundo, luego se decidió: Lo mejor que podía hacer era llevarse la planta, preservarla e intentar continuar su linaje por un método artificial. Si realmente era la última de las suyas, la única esperanza de descendencia de la pequeña estaba en hibridarse con otra y rezar porque su genética fuese dominante. Pero ¿a juzgar por su escasa presencia? Muy debatible. 

Exploró la base del tallo, intentando revisar por dónde sería mas óptimo removerla de la tierra, solo para encontrar... ¿Qué coño era eso? ¿Raíces azules? ¡Y gruesas como el pulgar de un gigante, además! ¿Qué clase de selección natural había visto este pequeño ser para evolucionar de esta manera? Podía contar la cantidad de razones por la que una planta tendría raíces azules con los dedos de una mano, si esa mano hubiese perdido todos sus dedos en un accidente de carpintería. 

Sin una vista clara, intentó una opción un poco brusca: Tiró de ella, sin suficiente fuerza para romper las raíces pero sí para levantarla de la tierra tal que pudiera removerla entera. ¡Ni se movía! La desgraciada parecía adherida al suelo por un adhesivo antinatural, o el suelo bajo sus pies tenía tal cohesión entre sí mismo -cosa que era todavía mas rara que la propia planta- como para compararse con el intento de doblar una lámina de metal con las manos desnudas. 

Después de un par de intentos, la razón de porqué no conseguía sacarla cobró sentido frente a él. Muy literalmente

La tierra a sus pies se rompió y apartó a un lado, revelando una criatura sacada de un libro de fantasía. Era difícil describir a la criatura, pero a ojo, la comparación mas cercana que su cerebro pudo idear era la de un jabalí verde con manchas amarillas, colmillos de generoso tamaño, una capa de moho recubriéndole el lomo y una mirada que asesinaría a una persona de un infarto con tan solo verle. 

La criatura se acercó a olerlo un segundo, dio una vuelta a su alrededor como si buscase algo y finalmente... Soltó un chillido infernal que reventaría el tímpano de cualquier cánido. 

¡AAAAAAAAAAHH! — Soltó a todo pulmón en un grito, y echó a correr a la primera que pudo. Los movimientos de las pezuñas del animal lo delataban: Estaba preparado para embestir a la razón de su disgusto. Hoy iba a correr sangre. 

Aunque la figura rechoncha y las patas cortas del animal despistaría a pensar que sus movimientos eran lentos o torpes, no tardó en probar incorrecto al invasor. Sorprendentemente, el bicho estaba igualando en carrera al Lunarian, ¡e incluso juraba que lo estaba alcanzando poco a poco! Casi le hacía pensar que el bicho ganaba fuerzas de donde no tenía según cuán mala leche se sintiera en ese momento. Y aunque hubiese podido escapar volando, el follaje arriba de él era tan denso que seguramente acabaría comiéndose una rama extremadamente gruesa y cayendo directo al suelo, y de allí a dos pasos de la morgue.

La persecución se sintió eterno, como si hubiese invertido horas evadiendo a la bestia y a la vegetación local cuando en realidad habían pasado tan solo un puñado de minutos. Pero todo eventualmente veía su final, y en el caso de la huida, sería por haber encontrado un muro gigante frente a él que fue visible a tan solo metros de acercarse. 

Estaba acorralado. Frente a él, el muro que -asumía- era una especie de montaña con una base increíblemente empinada impedía su paso. Por el camino que venía, el intento de jabalí bloqueaba su camino. Y a su izquierda y derecha, la vegetación dejaba tan poco espacio para pasar que seguramente recibiría un cabezazo antes de lo que conseguiría atravesarla. 

Su mano se colocó en el mango de una de sus katanas por instinto, dispuesto a pelear. No tenía de otra. No quería, pero entre una espada y una pared, su única solución era la de atravesar cualquiera de las dos para hacerse un camino.

O tal vez, solo tal vez...

Achinó los ojos, tragó saliva y se preparó para lo peor. Luego de que su mano abandonara el agarre de su katana, lentamente se hizo camino hacia uno de sus bolsillos en el cual había guardado su ración de comida, una pequeña bolsa de carne seca, la cual abrió y arrojó en frente del animal para que los contenidos quedasen a distancia de su nariz. En respuesta, el jabalí se agachó y olfateo el lugar, con una aparente calma que culminó en que se echó cada trozo de comida a la boca, masticó, y se regresó por donde vino .¿Eso era todo? ¿Un arranque violento porque tenía hambre? 

Suspiró, arrojando el peso de su cuerpo con la pared de piedra detrás y dejándose llevar por la gravedad hasta caer sentado en el suelo. "Aliviado" se quedaba corto. —  Ya está, no vuelvo a hacer una de estas excursiones por mi cuenta... — Miró al cielo, pensativo. Y tras unos segundos, borrón y cuenta nueva. — ...Bueno, quizá lo intente de nuevo por la tarde. Puede que me dejara algo interesante de camino, quién sabe. — De momento... Volver con los chicos. Había sido suficiente acción por unas horas.
#1
Moderador OppenGarphimer
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