Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Autonarrada] ¿Es la revolución lo que busco? [T2]
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Bajo un cielo color acero y un sol que apenas lograba traspasar la espesa vegetación de la Montaña Alfa, Ragn se movía con cautela, sus pasos pesados pero ágiles para alguien de su tamaño. Era un Buccaneer enorme, de cinco metros de altura, con músculos firmes como la roca y un rostro marcado por cicatrices que contaban historias de batallas pasadas. Hacía dos semanas que no tenía noticias de Tofun, el hombre que lo había impulsado a unirse a la causa revolucionaria, el hombre que le dio propósito cuando su vida parecía no tener sentido. Esa ausencia, ese silencio inquietante, comenzaba a instalarse como una sombra en el ánimo de Ragn. Tofun había sido más que un compañero. Para Ragn, había sido una guía. Recordaba vívidamente el día en que Tofun le había hablado de la revolución, de la esperanza que podía llevar a las islas oprimidas por tiranos y corruptos. Ragn había hallado en sus palabras una chispa que lo iluminaba en la oscuridad, un propósito mayor que la supervivencia y la guerra sin sentido. Sin embargo, el destino lo había arrastrado hasta la Montaña Alfa lejos, muy lejos de Kilombo, con una misión solitaria de encontrar suministros. La Montaña Alfa era hermosa en su ferocidad. Las ramas se extendían hacia el cielo como garras que querían arrancarlo, los arbustos eran espesos y enredados, escondiendo secretos y misterios en sus sombras. Los ruidos de criaturas salvajes reverberaban entre los árboles, y cada crujido en la maleza ponía a prueba la paciencia de Ragn. Sin embargo, no era un hombre que temiera al peligro. Con los puños alzados y los ojos atentos, avanzaba sabiendo que, en este lugar, la vida y la muerte eran apenas un susurro en la naturaleza. Fue en un claro pequeño, entre los troncos altos y la hierba húmeda, donde la primera bestia apareció. Era un jabalí gigantesco, con colmillos curvos que parecían listos para desgarrar carne. La criatura gruñó y raspó el suelo con sus patas, listo para embestir. Pero Ragn no retrocedió. Al contrario, su sangre comenzó a hervir de anticipación. Este jabalí, de tamaño casi comparable al de un rinoceronte, no era el primero ni sería el último en desafiarlo.

La bestia cargó y Ragn se movió en el último instante. Su enorme mano se cerró en un puño que aterrizó directo en el hocico del jabalí, con una fuerza que resonó como un trueno. El impacto hizo que la criatura retrocediera tambaleándose, pero eso no la detuvo. El jabalí volvió a embestir, más rápido, con los colmillos destellando. Ragn lo esquivó con agilidad tornandose gas, tomando impulso para asestar un golpe ascendente que quebró el hueso de su mandíbula. El animal soltó un gruñido agónico y cayó de lado, inconsciente, en medio de la hierba aplastada. El vikingo suspiró, limpiándose el sudor de la frente. No era momento de celebrar. Apenas había avanzado unos metros cuando otra amenaza apareció. Una sombra aún más grande se acercaba desde el este, un oso gigante de pelaje oscuro y ojos rojos, como llamas en la penumbra del bosque. Esta criatura era conocida en la Montaña Alfa, no era la primera vez que la veía atemorizando a todo cuanto se encontraba, un depredador temido incluso entre los animales de la región. Joder ... Le tenía ganar el vikingo. Para cualquier otro, sería una sentencia de muerte. Pero Ragn, sintiendo el peso de la tensión en sus nudillos, aceptó el reto. El oso lo miró, evaluándolo, antes de rugir y abalanzarse sobre él. Las garras del animal eran del tamaño de cuchillas afiladas, pero Ragn no retrocedió ni un paso. En su mente, cada golpe era un recordatorio de Tofun, de la causa que compartían. —Si él estuviera aquí ... — Pensó. — No habría titubeado. — El primer zarpazo cortó el aire a escasos centímetros de su rostro. Ragn se inclinó hacia atrás, recuperando el equilibrio y lanzó un golpe directo al torso de la bestia. El sonido de sus huesos chocando resonó como el eco de una explosión. El oso retrocedió, pero atacó de nuevo con furia renovada. Ragn lo atrapó por las patas delanteras y en un movimiento rápido y brutal, usó su peso para lanzarlo contra un árbol cercano. El tronco tembló y las ramas crujieron mientras el oso caía al suelo, derrotado.

Las horas pasaban y con cada paso, Ragn encontraba nuevos desafíos en la montaña, leopardos de pelaje oscuro, veloces y mortales, y serpientes gigantes cuyo veneno podía matar a un hombre al instante. Sin embargo, su fuerza y determinación lo guiaban, su experiencia en batalla lo volvía implacable, y una tras otra, las bestias caían bajo sus puños y su voluntad de hierro. La montaña parecía desafiarlo, pero Ragn la enfrentaba con todo lo que tenía, recordando por qué estaba allí. Las noches en la montaña eran frías y solitarias. El viento susurraba entre los árboles, y Ragn, agotado, se sentaba sobre una roca, mirando las estrellas. En esos momentos, la figura de Tofun regresaba a su mente. Recordaba sus conversaciones, su risa ronca, y el fuego en su mirada cuando hablaba de justicia y libertad. — ¿Dónde estarrrr, herrrrmano? — Murmuraba en voz baja, esperando que algún eco le respondiera. Algo le decía que no estaba bien. LEran días soñando con ese enano y cuando Nosha le permitía tal cualidad, tal habilidad como la de soñar con alguien en demasiadas ocasiones, malo. Muy malo.

En la mañana del tercer día, cuando las primeras luces del amanecer teñían de dorado la Montaña Alfa, Ragn decidió que era hora de regresar. La montaña le había dado respuestas, aunque no fueran las que buscaba y su corazón ya no soportaba más el peso de la incertidumbre. Al llegar al pie de la montaña, Ragn divisó su pequeño refugio, de inmediato notó algo extraño. En el suelo, junto a su equipo, había un pequeño dispositivo de comunicación parpadeando, un den den mushi. El corazón de Ragn latió con fuerza mientras se acercaba.

Ragn, ¿me escuchas? — La voz en el transmisor era seria, sombría, y Ragn sintió un nudo en la garganta.

Aquí Ragn. ¿Tenerrr notisssias de Tofun? — Preguntó con voz firme, pero por dentro el miedo se agitaba como una tormenta. Qué suerte la del Buccaneer que hizo muy buenas migas con muchos de los integrantes de la nueva ola de revolucionarios que liberaron Oykot. Había una comunicación fluida con ellos. Eso sí que fue un logro. Hubo un silencio, un momento que se extendió hasta volverse insoportable.

Ragn… Tofun está grave. Fue herido en el Baratie… No sabemos si sobrevivirá.


La noticia fue como un puñal que se clavó en su pecho. Todo el cansancio de los días en la montaña, las peleas, las heridas, los sacrificios, parecieron pesarle de golpe. Ragn apretó el puño, los nudillos blancos por la presión. En su mente, veía el rostro de Tofun, recordaba sus palabras, su promesa de libertad.

Voy a rrregresar. —Diría con voz baja y firme. — Dessirr a enano, que intentarrr aguantarrr ... Que estoy en camino. Cortó la transmisión y se quedó en silencio, mirando la vastedad de la Montaña Alfa una última vez. Sabía que, si Tofun no resistía, una parte de él también moriría.

Ragn se quedó allí, inmóvil, sintiendo cómo las palabras de su amigo aún resonaban en sus pensamientos. Su cuerpo, alto e imponente, mostraba las marcas de la montaña. Tenía la piel desgarrada en varias partes, con heridas abiertas de las garras y colmillos de las bestias que había enfrentado. Sangre seca cubría sus brazos y su pecho, enredándose con el polvo y el barro. Cada músculo le dolía, el peso de los días de combate y las noches sin descanso comenzaba a cobrarle factura. Y a pesar de todo, algo dentro de él lo mantenía firme, como una chispa que seguía ardiendo a pesar de los vientos y las tormentas. Cerró los ojos un momento y en la penumbra de sus pensamientos sintió algo. Un susurro, un murmullo que no provenía de la tierra, ni del viento, ni de las sombras. Era una voz que llegaba desde las profundidades de su ser, una voz que conocía bien.

Nosha.

La diosa de la muerte, la deidad a la que Ragn había consagrado su vida y sus batallas, le hablaba. La voz de Nosha era suave, pero profunda como el abismo. Un eco oscuro que resonaba dentro de él, como si estuviera en sus propios huesos, en el mismo aire que respiraba. Su tono era frío y al mismo tiempo, lleno de una extraña ternura, como el abrazo de la muerte misma.

Ragnheidr ... Guerrero incansable, ¿por qué te aferras a esta senda? —Susurró la voz en su mente. Ragn sintió un escalofrío recorrer su columna. Nadie más oía esas palabras, eran para él y solo para él. Era un privilegio… y una carga. Él sabía que cualquier comunicación de Nosha siempre traía consigo una advertencia, una sombra de advertencia o un desvío en el destino. Ella lo había guiado, sí, pero su guía siempre llevaba a una encrucijada. —Volver al barco ... —Continuó la voz, con un tono distante. Cambiana de tono de voz todo el rato ... Primero la de un niño, ahora la de un anciano a punto de morir. — ¿Es ese el camino que realmente buscas? ¿Volver a Oykot, donde todo comenzó para ti y para Tofun?— Notó una mano posarse en su hombro. Ragn, respirando hondo, trató de no responder a esa pregunta en voz alta, pero era imposible no debatir consigo mismo. Su corazón latía con fuerza, desgarrado entre la lealtad que sentía hacia Tofun, su camarada y las palabras de Nosha. Él sabía que su deidad era sabia, que ella entendía más de lo que cualquiera podía ver en la superficie, pero… ¿por qué le cuestionaba en este momento? —Si buscas grandeza. —Continuó Nosha. — No la hallarás en el mismo sendero que has recorrido una y otra vez. Los pasos de un verdadero guerrero no retroceden. Piensa, hijo de Elbaf... Oykot es solo un eco de tu pasado.

A medida que Nosha hablaba, Ragn podía sentir un peso distinto en su pecho. Las palabras de la diosa lo atravesaban como las garras de las bestias que había enfrentado en la montaña. Él, que no temía a nada, ahora sentía el miedo primigenio del cambio, del abandono. —¿Y… Tofun? —Preguntó, apenas un murmullo en su cabeza, una pregunta casi inaudible. Pero sabía que Nosha lo había escuchado. La diosa guardó silencio por un momento, y él sintió cómo su presencia lo rodeaba, fría y silenciosa. Era como si ella lo evaluara, midiendo el peso de su lealtad, de su apego a su amigo. Finalmente, su voz regresó, tan suave como antes. —Tofun eligió su camino, Ragnheidr, así como tú has elegido el tuyo. Pero él... —La voz de Nosha se volvió más tenue. — Su viaje es diferente al tuyo. Tú eres mi guerrero, y el destino que aguarda para ti va más allá de cualquier lealtad mortal. Si sigues tu verdadero sendero, encontrarás una grandeza que ningún otro puede alcanzar.

Ragn apretó los dientes, sintiendo una mezcla de frustración y resignación. El peso de las palabras de Nosha lo aplastaba tanto como el cansancio en sus músculos, las heridas en su piel, y el dolor en su corazón. Cada fibra de su cuerpo, cada golpe y cada cicatriz, lo había llevado a este punto, y sin embargo… ¿tenía realmente que renunciar al llamado de Tofun? La duda se instaló en su corazón, fría y tenaz. Finalmente, cuando el silencio regresó a su mente, Ragn abrió los ojos. Miró hacia el horizonte, donde la Montaña Alfa se erguía en la distancia, majestuosa e imponente. Sus nudillos estaban aún sangrando, y el dolor palpitaba en sus heridas, pero la voz de Nosha seguía viva dentro de él, y cada palabra seguía resonando. —Tofun… —Susurró, dejando que el nombre de su amigo flotara en el aire. Con un último suspiro, Ragn se apartó de su refugio y comenzó a caminar. Siguió adelante, sin mirar atrás, dejando que el eco de Nosha atrás.

Por primera vez, no seguiría sus consejos.
#1
Moderador OppenGarphimer
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