Sowon
Luna Sangrienta
08-11-2024, 01:19 AM
Verano Día 33
Kilombo se estaba convirtiendo en una Isla que se le comenzaba a quedar pequeña, no había recibido llamadas de Alpha o de Alistair que pudiesen indicarle una nueva aventura o un nuevo clun de peleas. Tampoco había localizado a más esclavistas que ajusticiar a su manera, lo poco que había pasado en aquellos días de espera se resumía en labores rutinarias para ganarse unos Berries. No había tomado la decisión de marcharse porque no conocía un destino al cual llegar, a veces era conveniente quedarse en una vieja rutina aburrida que viajar a una todavía peor. El sol brillaba con suavidad, el pueblo se despertaba para hacer sus quehaceres, por primera vez en mucho tiempo, la gigantesca Oni se había decidido por recostarse bajo la sombra de un árbol para mirar las nubes.
Su espada se encontraba clavada en la tierra cerca de la vieja madera, su cuerpo cubierto con la fina tela del kimono hasta llegar a su vientre para abrirse y dejar a sus pechos libres solo cubiertos por un ligero top blanco. Sus cuernos se rozaban contra el metal, cuando alguna nube avanzaba muy deprisa y quería escapar de su vigilancia. ¿Qué haría ese día? Le habían recomendado descansar un poco de tantos combates, de búsquedas y de poner en riesgo su cuerpo. Era algo que podía llegar a entender, aunque le resultaba aburrido el no tener nada que hacer.
—Si esto sigue así me dormiré antes de que cuente cien nubes, debe haber algo que pueda hacer. Pero tampoco es que me paguen...—
Masculló mientras se sentaba y contemplaba desde su privilegiada altura el contorno del pueblo. Las calles estaban como normalmente solían presentarse en esas horas del día, a lo lejos vislumbraba los puestos de la plaza, algunos habitantes le saludaban al pasar, reconociendo algunos de sus actos pasados. No parecía que le tuviesen odio, las hormigas le miraban con cierta admiración pese a sus formas y claramente su carisma había calado profundamente en la memoria colectiva.
—Si no tienen trabajo, entonces lo buscaré, una pequeña cazería no me vendría mal. Algún pirata rezagado o un bandido... ¿Qué te apetece destrozar hoy Matareyes?—
Bromeó enfundando el enorme espadón en su espalda tras sacudirse y ponerse en marcha por las calles, su kimono anudado en la cintura para que no cayese por culpa de la gravedad y una sonrisa de amplios colmillos como carta de presentación. La Oni se dedicó a dar pasos cortos, aunque enormes para los humanos que pasaban a su lado en busca de aplazar todo lo posible su aventura del día. No deseaba ser regañada por haber omitido mitad de su día de descanso, tampoco nadie podría culparle de aburrirse, era un ser que necesitaba acción. Los Onis no podían medirse con la misma vara que los humanos, tenían un ritmo diferente y claramente sus cuerpos habían sido forjados para el combate.
—Aquí estamos otra vez... La taberna, la Oni y a lo mejor una nueva aventura...—