Hay rumores sobre…
... una isla que aparece y desaparece en el horizonte, muchos la han intentado buscar atraídos por rumores y mitos sobre riquezas ocultas en ella, pero nunca nadie ha estado en ella, o ha vuelto para contarlo...
[Autonarrada] [T2] Operación Plumas Caóticas
Lawliet D. Giorno
El Iceberg de la Marina
~ Operación Plumas Caóticas ~

Isla Kilombo
~ Verano del año 724.

La noche había caído sobre Kilombo, sumiendo el puerto en un silencio inquietante. Giorno avanzaba cuidadosamente por la orilla, vestido con una capa oscura que lo camuflaba entre las sombras. La información obtenida en la base de la Marina indicaba que la guarida de Los Gansos de Plumas Afiladas se encontraba en una cueva oculta en los acantilados del norte. Ahí es donde el Capitán Albatros y su temible primer oficial, Garrafilada, planeaban sus ataques, y donde, supuestamente, almacenaban los suministros saqueados.

El viento del mar se colaba por la capa de Giorno, que se acercaba sigilosamente a la entrada de la cueva. Observó desde la distancia cómo varios gansos, vestidos con pañuelos y pequeños parches improvisados, patrullaban la entrada como centinelas. Sabía que el menor ruido pondría a todo el escuadrón de gansos en alerta y arruinaría la misión. Respiró hondo, evaluando cada paso antes de avanzar hacia una roca cercana, su primer refugio.

Con una calma calculada, se deslizó hacia la sombra de un saliente, a pocos metros de la entrada. Desde allí, observó a los gansos. Algunos se movían en rondas predecibles, pero otros parecían más atentos, vigilando cada rincón. Uno de los gansos giró bruscamente, como si hubiera detectado algo. Giorno se quedó inmóvil, conteniendo el aliento. Luego, el centinela volvió a su ronda, y Giorno supo que tendría que pensar rápido si quería avanzar.

Esperó a que los gansos patrullaran al unísono en la dirección opuesta, luego se deslizó hasta la entrada de la cueva y se escabulló en la penumbra. Al avanzar por el corredor húmedo y oscuro, sintió la tensión del momento. Las paredes de la cueva estaban decoradas con telas desgarradas y botellas vacías, un claro indicio de la presencia de la tripulación. Los sonidos de gansos graznando y chapoteos ocasionales resonaban más adelante. Parecía que el Capitán Albatros y sus gansos tenían la cueva bien defendida, no solo por los centinelas, sino también por el intrincado sistema de vigilancia que habían montado.

Giorno avanzó con cautela, tomando cada paso como si caminara sobre cristales. Al doblar una esquina, encontró la primera de las trampas: una cuerda delgada, apenas visible bajo la luz escasa, tendida a nivel del suelo. Era evidente que al menor contacto, la cuerda se tensaría y activaría una serie de campanas oxidadas colgando del techo. Se agachó, calculando el espacio, y pasó con suma delicadeza.

Unos pasos más adelante, encontró otro obstáculo: una red extendida en el suelo, camuflada con restos de vegetación. Sabía que si pisaba ahí, el mecanismo activaría una trampa que lo lanzaría hacia el techo. Los gansos de Albatros, aunque peculiares, parecían tener habilidades sorprendentes para preparar y manejar trampas como estas. Logró sortearla dando un paso lateral con cautela, evitando la red y continuando en silencio.

Finalmente, el sonido de voces (o más bien, de graznidos) comenzó a intensificarse. Se aproximaba a la sala central de la cueva. Asomándose con cuidado, vio un espectáculo surrealista: varios gansos alrededor de una mesa improvisada, sobre la cual reposaban varios mapas de la isla y figuras toscamente talladas de los puntos estratégicos. En el centro de la mesa se encontraba Garrafilada, el ganso gigante que lideraba a la tripulación junto al Capitán Albatros. Llevaba su parche en el ojo, y el pico rojo relucía bajo la escasa luz de una antorcha. A su lado, el Capitán Albatros gesticulaba y señalaba los mapas, hablando en voz baja y moviendo piezas de un lado a otro.

Giorno supo que ese era su momento para obtener pruebas. De forma lenta, sacó un pequeño cuaderno de su cinturón, listo para documentar la escena. La información de las rutas de saqueo y de las posiciones en la isla le resultaría invaluable a la Marina. Sin embargo, justo cuando levantó el cuaderno, uno de los gansos alzó la vista, captando un destello que escapó de su capa.

El graznido de alerta fue inmediato. Giorno se encogió detrás de un pilar de piedra, conteniendo el aliento mientras oía los pasos de los gansos acercándose. Sabía que en este punto su misión de pasar desapercibido se había complicado, pero aún podía evitar una confrontación directa.

Con astucia, tomó una piedra pequeña y la lanzó en dirección opuesta, hacia una esquina más alejada. Los gansos, confundidos, corrieron hacia el ruido, mientras Giorno aprovechaba la distracción para avanzar más profundamente en la cueva, adentrándose en la cámara donde se almacenaban los suministros robados.

El lugar estaba repleto de cajas marcadas con el emblema de la aldea de Kilombo y otros bienes saqueados de los puertos cercanos. Sacó su libreta nuevamente y anotó rápidamente los detalles de cada caja, así como las cantidades y los nombres de los comerciantes que las habían enviado.

Al darse la vuelta, sintió un cambio en la atmósfera: el Capitán Albatros y Garrafilada habían regresado, flanqueados por otros dos gansos. La única salida estaba bloqueada. El Capitán Albatros lo miró con una sonrisa astuta. Parece que tenemos una rata en nuestro nido. Murmuró mientras Garrafilada emitía un graznido bajo y amenazante.

Giorno supo que estaba atrapado, pero no dejaría que esta misión fracasara. De pronto, una idea le vino a la mente. Si podía aprovechar la inteligencia de los gansos en su contra, tal vez podría ganar tiempo. Con movimientos deliberados, comenzó a sacar los papeles de las cajas, rompiéndolos y arrojándolos por el suelo.

Los gansos, entrenados para mantener el orden en los suministros, reaccionaron como él esperaba: comenzaron a recoger los papeles, graznando en confusión, mientras Garrafilada intentaba coordinarlos a todos. Aprovechando el caos, Giorno saltó hacia una abertura lateral y salió corriendo, dejando atrás el alboroto en la cueva.

Sabía que no tenía mucho tiempo antes de que los gansos lo siguieran, pero había cumplido su misión. Con las pruebas en mano, se lanzó a la carrera hacia la salida de la cueva, esquivando las trampas que había sorteado antes. Los graznidos de alerta se intensificaron, y podía oír a Garrafilada liderando la persecución.

Al alcanzar la entrada, dio un último vistazo hacia la cueva, viendo cómo los gansos, liderados por el furioso Garrafilada, lo seguían. Pero Giorno estaba preparado. Había dejado un rastro de pequeñas piedras y objetos llamativos cerca de la entrada, los cuales sirvieron para distraer a los gansos, dispersándolos momentáneamente. Con esto, ganó el tiempo suficiente para desaparecer en la espesura.

Regresó a la base de la Marina en Kilombo justo antes del amanecer, exhausto pero satisfecho. Entregó su reporte y las pruebas a sus superiores, quienes quedaron impresionados por su capacidad para lidiar con una amenaza tan inusual. La misión había sido un éxito, y aunque Los Gansos de Plumas Afiladas seguían libres, la información obtenida permitiría a la Marina preparar una emboscada definitiva.
#1
Moderador Yamato
Oden
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#2


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