Atlas
Nowhere | Fénix
Hace 10 horas
Al volver a oír tu voz Fiuri gira instintivamente la cabeza hacia ti. Al ver que vuelves a ser tú, tuerce el gesto e intenta devolver su atención al angustiado crío gyojin con el que está hablando. No obstante, con tus últimas palabras parece detenerse. Diría que algo de lo que le has dicho tiene algún tipo de relevancia o valor para el gyojin. Se gira sobre sus talones, orientándose hacia ti y recorriendonla distancia que os separa en un santiamén.
—¿Qué dios ni qué niño muerto? —pregunta al tiempo que de agacha un poco para poner su cabeza a la altura de la tuya. Tiene un rostro tosco surcado por las cicatrices de una vida dedicada a la guerra y el peligro. Sus ojos fríos te analizan de arriba a abajo—. Hay que ser muy soberbio para llegar a un sitio donde dos personas hablan preocupadas, interrumpirlas como si el mundo se tuviese que parar cuando uno hablase y encima acusar al otro de creerse un dios —te reprende con una sorprendente calma, como si aleccionase a un criajo que no sabe nada del mundo—. Pero dime, ¿a qué pirata estás buscando?
Fiuri se mantiene en la misma posición, cerca de ti y a tu altura, mientras espera una respuesta por tu parte. Sus afilados dientes asoman levemente sobre sus labios, pero su gesto demuestra cualquier cosa menos una actitud amenazante. ¿Quién sabe? Quizás sin quererlo hayas dado con la clave para que el veterano tiburón de obsequie un poco de su tiempo. Entretanto, a sus espaldas el gyojin en miniatura —aunque todo parece una miniatura al lado de Fiuri, todo sea dicho— se asoma levemente. Lleva las manos entrecruzadas frente al pecho en una actitud de lo más insegura. Incluso desde tu posición puedes ver que ha estado llorando. Los surcos creados por las lágrimas siguen siendo visibles sobre las escamas de su rostro y los ojos le brillan con una mezcla de temor y esperanza.
—¿Acaso estás buscando a esa sabandija, Marshall Yoquésequé, que no para de dar porculo? Si es así quizás puedes ayudar al pobre chico, pero no tenemos ni idea de dónde se esconde.
—Se ha llevado a Neo —interrumpe entonces el pez espada—. Veníamos a ver a Fiuri y nos interceptó en el bosque. Me dijo que le dijese que le tenía que ayudar a escapar del archipiélago y que solo así devolvería a mi amigo sano y salvo. No sabemos dónde se esconde, pero me pidió que le dijese a Fiuri que le esperaría al anochecer en la zona donde quedó varado su barco. También me dijo que tenía la zona vigilada y que si veía más marines de los habituales mataría a Neo —solloza—. No sé qué hacer. Ayudarle está mal, porque hace daño a otras personas. Fiuri hace mucho que no puede pelear y avisar a la Marina sin saber su escondite sería lo mismo que condenar a muerte a mi amigo.
Fiuri agacha levemente la mirada antes de volver a depositarla en sí. Set ha hecho un resumen perfecto de la situación. Fiuri está atado de pies y manos y quién en teoría podría hacer algo es lo más parecido a una orden de ejecución sobre la cabeza del chico. Bueno, por otro lado estás tú, que vas en busca de ese sujeto porque ha robado algo que es de la Armada Revolucionaria. ¿Qué harás?
—¿Qué dios ni qué niño muerto? —pregunta al tiempo que de agacha un poco para poner su cabeza a la altura de la tuya. Tiene un rostro tosco surcado por las cicatrices de una vida dedicada a la guerra y el peligro. Sus ojos fríos te analizan de arriba a abajo—. Hay que ser muy soberbio para llegar a un sitio donde dos personas hablan preocupadas, interrumpirlas como si el mundo se tuviese que parar cuando uno hablase y encima acusar al otro de creerse un dios —te reprende con una sorprendente calma, como si aleccionase a un criajo que no sabe nada del mundo—. Pero dime, ¿a qué pirata estás buscando?
Fiuri se mantiene en la misma posición, cerca de ti y a tu altura, mientras espera una respuesta por tu parte. Sus afilados dientes asoman levemente sobre sus labios, pero su gesto demuestra cualquier cosa menos una actitud amenazante. ¿Quién sabe? Quizás sin quererlo hayas dado con la clave para que el veterano tiburón de obsequie un poco de su tiempo. Entretanto, a sus espaldas el gyojin en miniatura —aunque todo parece una miniatura al lado de Fiuri, todo sea dicho— se asoma levemente. Lleva las manos entrecruzadas frente al pecho en una actitud de lo más insegura. Incluso desde tu posición puedes ver que ha estado llorando. Los surcos creados por las lágrimas siguen siendo visibles sobre las escamas de su rostro y los ojos le brillan con una mezcla de temor y esperanza.
—¿Acaso estás buscando a esa sabandija, Marshall Yoquésequé, que no para de dar porculo? Si es así quizás puedes ayudar al pobre chico, pero no tenemos ni idea de dónde se esconde.
—Se ha llevado a Neo —interrumpe entonces el pez espada—. Veníamos a ver a Fiuri y nos interceptó en el bosque. Me dijo que le dijese que le tenía que ayudar a escapar del archipiélago y que solo así devolvería a mi amigo sano y salvo. No sabemos dónde se esconde, pero me pidió que le dijese a Fiuri que le esperaría al anochecer en la zona donde quedó varado su barco. También me dijo que tenía la zona vigilada y que si veía más marines de los habituales mataría a Neo —solloza—. No sé qué hacer. Ayudarle está mal, porque hace daño a otras personas. Fiuri hace mucho que no puede pelear y avisar a la Marina sin saber su escondite sería lo mismo que condenar a muerte a mi amigo.
Fiuri agacha levemente la mirada antes de volver a depositarla en sí. Set ha hecho un resumen perfecto de la situación. Fiuri está atado de pies y manos y quién en teoría podría hacer algo es lo más parecido a una orden de ejecución sobre la cabeza del chico. Bueno, por otro lado estás tú, que vas en busca de ese sujeto porque ha robado algo que es de la Armada Revolucionaria. ¿Qué harás?