Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[Autonarrada] [Autonarrada - Tier 1] Una canción para soñar.
Zane
-
Día 60.
Verano del año 724.
Alta Mar y Restaurante Baratie.

Desperté sobresaltado sobre una cama bastante dura, de golpe y muy sobresaltado. Durante un instante no sabía donde estaba, tan solo sabía que mi cama se estaba moviendo demasiado, y que pasaba algo raro. Pero entonces lo recordé, estaba dentro de un barco, junto a Princesa.

Me encontraba acurrucado sobre un trozo de tela relleno de paja, con una tela mugrienta a modo de manta, en el camarote más pequeño de toda aquella embarcación. Había pedido trabajo a cambio de transporte otra vez, realmente llevaba así casi cuatro años, de un lugar a otro, viajando montado en barcos con desconocidos. La mayoría eran pescadores o transportistas, pero alguna vez había acabado en el interior de un barco pirata del que había tenido que escabullirme en cuanto llegara a la cosa.

Sin más dilación, con el vaivén violento de aquel navío, me levanté y me puse la sudadera, en cuya capucha situé a mi Pomerania. Al salir fuera estaba lloviendo, nos encontrábamos en mitad de una tempestad.

—Recoged la vela mayor —gritaba el capitán—. O se romperá por la fuerza del viento —continuó diciendo.

El hombre daba una orden tras otra, mientras los tripulantes le hacían caso y seguían sus órdenes al dedillo. Entretanto, sin ganas algunas de ayudar en la cubierta, decidí que sería mejor adentrarme dentro del barco y esperar en mi supuesto camarote. Tenía que mirar por la seguridad de Princesa, así que no tenía tiempo de dedicarme a hacer cosas que no entendía. Sin embargo, no dudé en recoger mis cosas y guardarlas en mi petate. Tenía que estar preparado para escapar con alguno de los botes en el caso de que el barco se rompiera.

Pese a lo complicada y ajetreada que fue la noche, con los primeros rayos de sol, las nubes se fueron. El cielo se despejó por completo, como si la tormenta hubiera sido tan solo un mal sueño. Fue en ese momento cuando salí de nuevo a la cubierta, alguno de los marinos me miró mal, pero yo fingí malestar estomacal para que no me dieran mucho la lata.

—No valgo para esto, socio —mentí, mientras me acercaba la baranda lateral del barco, para escupir—. Tengo el estómago que parece que se me va a salir por la boca —continué mintiendo.

—Si no estás preparado para el mar, lo mejor es que eches raíces en alguna isla —comentó un hombre.

Era bastante grande, sacándome una cabeza perfectamente. Fornido y musculoso, con muchas cicatrices en el cuerpo.

—Pero es que quiero ver mundo, hermano, y cantar mis canciones—comenté—. Y la única forma es en barco. Cuando hace buen tiempo se está de puta madre, pero como pille algo de marea revoltosa, echo por la boca hasta la leche que me dio mi madre. No sé si me entiendes.

—Tampoco hace falta que me des muchos detalles, muchacho —me dijo—. Y no soy tu hermano, ni tu socio, puedes llamarme Joselu —me dijo.

—Un placer, socio —dije—. Digo Joselu —corregí de golpe—. Mi nombre es Zane Blaine, pero puedes llamarme ZB.

—Igualmente —me dijo, mostrando me una sonrisa—. Así que quieres ser cantante.

—See… —le respondí—. Es mi sueño desde hace años, pero es un camino difícil si no quieres trabajar para los tres o cuatro señoritos de turno, no sé si me entiendes.

—Sí, sí —me dijo—. No quieres un mecenas que requiera de tus servicios únicamente para él.

—Efectiviwonder —le dije—. Quiero ir de isla en isla, cantando y haciéndome un nombre como cantante, ¿sabes? Y con el paso del tiempo que sea el pueblo quien me pida que de conciertos y que el cien por cien de las ganancias limpias sean para mí. Nada de representantes.

Mientras hablaba con Joselu podía notar como Princesa dormía plácidamente dentro de la capucha, respirando lenta y suavemente, de forma casi rítmica, y emitiendo pequeño ronquiditos. Lo más probable era que estuviera hecha una rosquita, enrollada sobre si misma. Era adorable. 

Dejamos de hablar un rato después.

Pase las horas siguientes aburrido, pensando en rimas para posibles canciones. La idea era escribir un total de doce canciones antes de que acabara la estación. Pero, como dicen los profesionales: las musas siempre llegan cuando quieren, y no cuando uno las llama. Estaba completamente sin inspiración. Algo en mi interior me decía que hablara de mis vivencias personales, que creara una crítica a la esclavitud y de la sociedad que había en la gran línea roja. Sin embargo, no podía hacerlo sin llamar la atención de aquellos a los que no quería volver a encontrarme. Si me capturaban perdería a Princesa, además de que lo más probable era que devolvieran a la familia de dragones celestiales a la que había pertenecido. Tan solo pensar en ello hacía que mi espalda me doliera, como si me estuvieran golpeando con un látigo.

—¡Oye, ZB! —exclamó Joselu—. ¡Cántate algo!

Esas palabas me gustaron, así que me acerqué hacia donde estaban ellos. Princesa se había despertado y me estaba ladrando para bajar de la capucha, pero me daba miedo dejarla sobre la cubierta, así que la calmé para que se quedara ahí quieta. Era muy obediente, la verdad.

—¿Te sabes la nueva de Superficie Coplera? —me preguntó una de ellas.

Asentí con alegría.

Carraspeé la garganta, junté las palmas de las manos para hacer el ritmo, y me dispuse a cantar:

Una vez soñé, lo que el mar del sur me deparaba.
Había un gyojin azul y un tontata tocaba la guitarra.
Un brazos-largos se echaba un cante, una humana mu’ pija bailaba.
Al compa de bulería, mientras le toco las palmas.
Lo sueños, sueños son y el mar lo decidirá.
Lo que el futuro nos espera y si las sirenas vendrán.
[…]

Sin darme cuenta, las corrientes marinas llevaron el barco hacia el Baratie, el famoso restaurante en mitad del mar del este del que todo el mundo hablaba. Una vez allí, el capitán del barco pidió ayuda. Yo me bajé para ver aquel restaurante de cerca, allí había un escenario así que no dude en acercarme y observarlo. Era un escenario pequeño, pero a mi me pareció enorme. Elevado sobre el suelo uno treinta centímetros, de apenas dos metros cuadrados. Me imaginé cantando en él, y casi sin darme cuenta agarré el micrófono y me puse a cantar.

Viento en popa, sueño de estribor,
Que más da que sople el viento, si el que navega soy yo,
Buscando un tesoro, giraba el log pose,
A la deriva me perdía, buscando tu amor.
Siendo yo un pirata que no tiene temor,
Me da igual la marina, solo quiero tu amor.
Sé que es imposible, que tu padre es un cabrón.
Ya que teniendo una barquita y tu el tesoro de mi amor,
Soy pirata de boquita, llevateee miii coraaazooon.
Cuando quise darme cuenta tenía a cerca de una veintena de camareros, entre los que estaba el cocinero y jefe del restaurante aplaudiendo. Les había gustado la canción, así que aprovechando mi público me dispuse a hacer lo que mejor se me daba: rapear.

—¡Vamo’ hermanos! —grité a viva voz—. ¡YEEEEE!

—¡YEEEEE! —gritaron algunos.

—¡UOOO! —continué.

—¡UOOO! —me siguieron otros.

Yoh, yoh…, estamos aquí tranquilos en el baratie,
Rompiendo to’ los parties con mucho frenesí.
Me gusta reapear, que me llamen MC,
Hacerte disfrutar, y que me lo digas a mí.
Vamos hermanos, vamos tíos,
Cantad conmigo, es un desafío.
Vamos hermanos, vamos tíos,
Cantad conmigo, ¿qué es un…, ¡QUE!?

Muy pocos continuaron la letra, ya que aquella improvisación no le gusto a todo el mundo en el restaurante, recibiendo diversas críticas por parte de los empleados. Algunos me pidieron más, mientras que otros me dijeron que volviera a cantar alguna canción ya conocida. Que hubiera tanta disparidad de opiniones lo consideraba como algo bueno, ¿la razón? Que un gran artista siempre creaba controversia, como lo podían ser Bustin Jiever, Mister Gaga, Canio East o 50 Berries. Todos grandes artistas, pero no para todos los gustos.



Estuve durante dos días en el restaurante Baratie, pero fueron los dos mejores días que había tenido en mi vida en muchos años. ¿La razón? Era clara. El dueño me había pedido que cantara para sus clientes durante el turno de comidas y durante el turno de cenas. La putada fue que no me pago en efectivo, sino que me ofreció hacerlo a cambio de mis cinco comidas diarias, tres comidas para mi Pomerania, y una habitación en el Baratie para ambos. Era muy cómoda y mullida, con un pequeño cajón para Princesa.

La verdad es que se trataba de una gran oferta para comenzar a hacerme un nombre como músico. Al principio creí, iluso de mí, que tan solo sería durante el tiempo que tardaran en reparar el barco en el que había estado navegando, pero no fue así. El jefe del restaurante me había ofrecido un contrato para trabajar como cantante. Era una proposición firme y que iba a durar tanto tiempo como yo quisiera, o hasta que me echaran por alguna gilipollez. Aunque eso era complicado; o eso creí en un principio.

—Trato hecho —le dije, cerrando el trato con un fuerte apretón de manos.

Y así es como comenzó mi vida en el Baratie.
#1
Moderadora Perona
Ghost Princess
¡RECOMPENSAS POR T1 ENTREGADAS!

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#2


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