Hay rumores sobre…
... una isla que aparece y desaparece en el horizonte, muchos la han intentado buscar atraídos por rumores y mitos sobre riquezas ocultas en ella, pero nunca nadie ha estado en ella, o ha vuelto para contarlo...
[Autonarrada] T1 - No soy tú, eres yo... o algo de eso
Angelo
-
29 de Verano del año 723, Jaya.

¿Por qué siempre le pasaba lo mismo?

Angelo había empezado el día con una resolución bien clara. Faltaban menos de veinticuatro horas para abandonar Jaya junto a su sister, Iris, y debía dejar todo bien cerrado antes de marcharse de esa isla del demonio. No es que no le tuviera cariño; después de todo, era el sitio donde había crecido y, aunque lo había hecho ante la ausencia de unos padres o tutores fiables, rodeado de piratas y oliendo todo el santo día a meado y estiércol, no dejaba de ser su hogar. Además, no se habría convertido en el hombre que era si no hubiera pasado por todo eso. En parte se sentía agradecido por ello, aunque no iba a negar que tampoco se habría quejado de haber tenido una vida un poco más acomodada. Contar con un techo bajo el que dormir todas las noches habría sido una mejora sustancial y más que suficiente para él. En fin, ¿por dónde íbamos?

Ah, sí: dejar todo cerrado antes de pirarse de Jaya. En realidad, no tenía demasiadas cosas que cerrar. Los asuntos con su jefe los dejaría cerrados justo antes de marcharse de la isla; su única amiga —real, no solo compañera de fiesta— era Iris y se iba a pirar con él, así que no tenía que despedirse de nadie. Tampoco tenía propiedades ni nada que gestionar antes de su ausencia, de modo que tan solo había un último cabo que atar antes de pirarse: La Jenny.

Jenny era su actual pareja, y considerarla como tal no era algo que se tomase a la ligera. Se había pasado toda su vida, o al menos desde que empezó a poder usar su pichulín para algo más que ir a mear, de flor en flor. Estaba bastante seguro de que contaba con el record de bastardos de toda la isla, y eso no era moco de pavo. Su genética podía haberle fallado a la hora de sacar a relucir sus atributos Lunarian, pero en lo que había estado bien potente era en su virilidad… o, mejor dicho, en su fertilidad. El caso es, que me desvío, que Jenny era diferente.

No se trataba de una mujer —u hombre— cualquiera con el que pudiera haberse enrollado en el pasado. Era, con diferencia, su relación más duradera y con más posibilidades de convertirse en un proyecto de futuro. Llevaban juntos la friolera de un mes y veintitrés días, ojo cuidao’, que se dice pronto. Vamos, que iban muy en serio, y hasta Iris se lo había llegado a decir en más de una ocasión de manera no sarcástica. Tal vez. La llamaba «cuñadita», así que estaba seguro de que estaba siendo sincera. Y, aun con todo eso, aquel día debía ponerle fin a su relación.

Se había mantenido firme en esto desde el primer momento. Hasta se estuvo preparando lo que iba a decirle frente al espejo, hablando con su propio reflejo y llegando a darse ánimos a sí mismo. «Hoy te vas de esa casa soltero. Con un par de huevos, Angelo», dijo. Su decisión tan solo era comparable con el deseo que sentía por abandonar la isla y, aun así… Joder, cómo dolía. «Pero la quiero tanto, tío», le había dicho a Iris mientras le daba a la botella. Al menos ahogar las penas en el hombro de su sister le había servido para terminar su duelo de dos horas.

Con todo esto en mente, se había plantado frente a la casa de Jenny y había llamado con energía. Repasó las frases en su cabeza, tan solo gesticulando con los labios, hasta que la puerta se abrió y esa morena de ojos esmeralda que tanto le ponía apareció frente a él. Diría que fue culpa de ella, que le engatusó con sus artes femeninas y que no pudo oponerse a sus juegos, pero lo cierto es que fue él quien le metió boca y el resto… bueno, no es una historia apta para el horario infantil.

El caso es que ahí estaba, tirado en la cama de Jenny —con Jenny, claro—, la mirada oculta tras las gafas de sol pero clavada en el techo y la chica abrazada sobre su torso, ambos en pelota picada bajo las sábanas revueltas. Había sido increíble, como siempre pero, al igual que con todo lo demás, llegaba a su fin. Su relación también. Quizá no fuera el mejor momento, pero al menos había sido una despedida preciosa. Una última canita al aire para recordar su amor y pasión por toda la eternidad, allá donde estuvieran.

Suspiró y la miró de reojo.

—Oye Jenny, tengo algo que decirte —empezó, haciendo círculos en su espalda con las yemas de los dedos lentamente.

—Yo también tengo una cosa que contarte, Angelo —respondió ella—. ¿Quieres ser tú primero?

—Pues… nah, lo mío puede esperar un poco —igual la chocha de su tía la había espichado de una vez y le había dejado algo de dinero. Mejor saberlo antes de abrir la boca—. Tú primero, venga.

—Pues… —Jenny se incorporó un poco, los cabellos cayéndole en cascada por el cuerpo desnudo, sus ojos de esmeralda reflejándose en las gafas de sol del macarra. Sonrió con una ternura que nunca había visto en ella—. ¡Estoy embarazada! Vas a ser padre, Angelo. Lo ha confirmado el médico del pueblo.

¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? Bueno, esa última no era necesaria, existían muchos momentos en los que podrían haber concebido un churumbel. ¿Pero justo en ese momento? Ah no. No, no y no. No estaba preparado para la paternidad. Ni quería. Además, ya había quedado mañana con Iris para fugarse y sería de malqueda anular los planes, ¿no? Bueno, de todos modos, a ver cómo se libraba de esta.

—¡Eso es fantástico, Jenny! —exclamó, irguiéndose para quedarse sentado mientras mentía como un bellaco—. Padre, el sueño de toda mi vida, darle a una criatura lo que yo jamás tuve. Es como si el círculo se cerrase. —Según iba hablando la fue apartando, saliendo de la cama y empezando a vestirse.

—¿Qué haces? ¿Vas a algún lado?

—¡Pues claro! A todos lados. Hay mucho que preparar, ser padre es algo muy serio y yo estoy completamente involucrado. A ese chaval no le va a faltar de nada. O chavala, lo que sea. —Ya se había vestido del todo y estaba camino de la puerta—. ¡Volveré más tarde! ¡Te traeré algo de cenar!

—Eres un cielo, Angelo…

—¡Lo sé, lo sé! Lo dice mi nombre —bromeó, riéndose con nerviosismo—. ¡Ta’ luego!

Y cerró la puerta antes de salir por patas de allí. En el fondo no la quería tanto, la verdad. Sería mejor esconderse hasta que hubieran salido de Jaya. ¿Debería llamarla después? Bueno, ya se daría cuenta de que había desaparecido.
#1


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