Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[Aventura] [T1] El caos los cría y ellos se juntan.
Rocket Raccoon
Rocket
Aventura

Loguetown
Día 11 del Verano del año 724

Poco menos de una hora es lo que faltaba para que se acabase el atardecer, anunciando así que aquel orbe que iluminaba todo desde las alturas, estaba por perderse en el lejano horizonte, dando paso a que fuese la luz de la luna quien ahora hiciera de vigilia en este día. Y hablando justamente de eso, unos nuevos reclutas de la marina iban a ser los encargados de la vigilancia nocturna de uno de los almacenes que resguardaba el gobierno. 

¿Era crucial que estos novatos supieran sobre la existencia que ocultaban los cientos de cajas y barriles que se hallaban aquella noche en esa bodega que les tocaba vigilar? Si me lo preguntan a mí, pues diría que no, no tendrían por qué saber tal información. Pero por más que yo sea el dios en toda esta historia que a estos cuatro protagonistas les toca vivir, pues hay cosas que siempre se salen del camino prediseñado por la mano que maneja todos los hilos. Y bueno, resulta que un estúpido marino de rango alto, fue soltando por aquí y por allá lo que contenían aquellas cajas. Así que era de conocimiento popular lo que aquellos contenedores mantenían en su interior.

Nada más y nada menos que explosivos. Así es, tal como lo escuchan, o leen, en este caso. En los últimos días, los ataques piratas habían aumentado alarmantemente en número, como si el verano del año setecientos veinticuatro hubiese despertado una fiebre de saqueo en los mares. La Marina, el cuerpo de valientes soldados que había jurado proteger cada rincón de estas islas, logró recuperar varios cargamentos robados por esos autoproclamados ''hijos del mar'', piratas, se llamaban así mismos, dando ese aire de romanticismo. Sin embargo, lo relevante no eran sus grandilocuentes títulos, ya que este relato no va sobre ellos, sino lo que iba a ocurrir esa misma noche del once de verano.

Cuatro guardias novatos, prácticamente recién salidos de la academia, fueron designados para custodiar el polvorín que representaba aquel almacén lleno de cajas y barriles sospechosamente pesados. En la penumbra creciente y bajo la amenaza latente de rumores oscuros, la responsabilidad de proteger ese lugar les caía como un peso difícil de ignorar. ¿Serían capaces de repeler cualquier amenaza en medio de un sinfín de sombras y peligros que acechaban en cada rincón? Lo cierto es que esta noche les pertenecería a ellos, y serían sus propios recuerdos los que, algún día, contarían la historia de cómo vivieron, o sobrevivieron aquella velada. Esperemos que ninguno sea borracho, ya que varias de aquellas cajas y barriles, contenían también alcohol. 

Dicho todo esto, pues creo que ya va siendo hora de se presenten cada uno de ellos. Pero daré la leve tarea de ir introduciéndolos uno a uno, para así haya un mejor entendimiento de quién es cada uno de estos reclutas por parte de la audiencia. 

Varias cartas fueron enviadas a diferentes puntos de Loguetown. Informando así a estos nuevos prospectos sobre la tarea que se les había sido asignado para esa noche. Algo que les caracterizaba a cada uno de ellos, es que todos, absolutamente todos y cada uno, eran pues... como decirlo sin herir. Pues ''humildes'' quizás. Vah, estaban en la ruina, vamos. Hacía ya muchas lunas que no contaban con una simple moneda de tan siquiera bronce en sus bolsillos. ¿Confiar este tipo de artículos a unos muertos de hambre era una buena idea? Seguramente no, pero hey, quién soy yo para opinar sobre el actuar de los mandamases de allá arriba. A mí solo me contrataron para contaros esta historia, y pues ahí les va.

Uno de ellos parecía sacado de tus peores pesadillas, si es que le tenías miedo a los lagartos, pues. Pues sí, imagina un enorme cocodrilo con escamas color blancas y que por la zona del cuello y cubriendo algo su pecho y brazos, se tornasen con un color carmesí, como si la sangre le hirviese en dichas zonas. Y bueno, cabe mencionar que dicho lagarto, pues es bípedo, así que su altura es tan enorme como un camión, al igual que su peso.

Otro de ellos, pues parecía que al nacer, había salido primero su pie izquierdo. Pues ya saben, aquel dicho de sí te levantas con el pie izquierdo, pues todo va mal ese día y blablabla. Eso, al verlo, pues era obvio que en su pasado le había ocurrido alguna tragedia de proporciones casi que mortales. Pero para que contarlo, si lo pueden ver por ustedes mismos. El chico iba caminando sin parte de una pierna y sin la totalidad de uno de sus brazos. Y para rematar, pues donde debía de haber dos ojos, pues solo hay uno, ya que en la otra cuenca, solo hay una cicatriz.

El otro muchacho también joven; sin embargo, era todo lo contrario al chico que les había contado hace un momento. Este sí que parecía tener toda la vida a su favor. Era guapo, bastante atractivo. Y además era rubio el muy condenado. Parece que todas las desgracias que podría haber vivido en algún momento de su vida, se las había pasado todas al muchacho cojo, y pues a él le había tocado todo lo bueno. Venía caminando desde la distancia, con su sombrero elegante que dejaba caer la cabellera dorada. Pero algo que llamaba la atención, era que, casi a cada minuto, se cambiaba los lentes. Quizás por eso era pobre, compraba muchos lentes, no sé.

En este punto ya estoy bastante cansado de escribir, y pues aún falta describirles al último de estos variopintos personajes. Así que me daré la total libertad de simplemente decirles, que es un señor que está en sus cuarenta y tantos.

-Hey Fotun, ya llegaron los nuevos.- Escuchaban a la distancia una voz que parecía ser de un hombre. Al agudizar la vista, verían a un chico que podría aparentar la misma edad de ustedes, salvo por el viejo. Tenía el cabello largo y alborotado, de color azabache. Estaba cubriendo la calle frontal de aquel enorme almacén, que a primera vista parecía ser de dos pisos. Contaba con unas plataformas que le rodeaban por el exterior, así como escaleras para poder subir a ellas en cada lado del galpón. La entrada era como cualquier otra. Dos enormes puertas de metal que se abrían por la mitad. En ese momento estaban cerradas, y era de suponer que debían permanecer así todo el tiempo. Un pequeño portal se ubicaba a unos cinco metros al lado de la entrada principal, y de ahí salía otro muchacho, parecía ser quien vigilaba la parte de dentro. Este era bastante chico en comparación con un humano de tamaño normal.

-Ah- Se rascaba la nariz. -Fotun, un placer chicos.- Volvía a rascarse la nariz, y justo después estiraba esa misma mano hacia el frente, para saludarlos. -Él es Hasratin- Apuntaba a su compañero de armas ese día. Y volvía a rascarse la nariz, esta vez con su otra mano.

Off
#1
Ares Brotoloigos
Personaje

Virtudes y Defectos

Inventario


Faltaba una hora para que anocheciese. Y, cuando anochecía, generalmente Ares ya solía tener planes. Se le daba bien escabullirse para ir a patrullar a su aire por ahí. Y con patrullar se refería a limpiar las calles a puñetazos o a mordiscos si era necesario. No podía matar, por ahora, a alguno de sus compañeros dentro del cuartel porque llamaría demasiado la atención. Y también porque, por ahora, ninguno le había tocado el hocico. Por ahora. Aunque generalmente era bastante tranquilo, era a ciertas horas cuando se le activaba la sangre, por así decirlo. Y estaba a puntito de salir cuando un recluta se le había acercado con una notificación en la mano. El enorme diablos le miró desde su altura privilegiada, de la misma manera que lo haría con un trozo de carne jugosa. Estaba hambriento, pero su curiosidad, ahora mismo, era mayor, así que solo le arrancó el pedazo de papel en la mano.

¿Qué es lo que quieren ahora? — Masculló, echando el aire en un resoplido por las narinas, mientras abría el sobre con una de sus garras y extraía el papelito en concreto.

¿Cómo es que había terminado en la Marina si su camino pareciese que lo llevaría por otro sendero más perturbador? Era mejor no preguntar, a veces. Aunque otras veces ese motivo tenía pintas de guaperas rubio y con gafas. Miró y remiró el papel que le habían dado, con una excelsa caligrafía que... simplemente, el no entendía. Era lo malo de no saber leer. Solo veía garabatos, rayas y curvas y poco más. Una total pérdida de tiempo.

Ah, pu-pues... — El pobre chavalín, apenas un peón que se encargaba de los recados, tragó saliva ante la intimidante presencia de la criatura reptiliana. — Necesitan que vaya al almacén del norte. Allí le explicarán un poco más, p-pero creo que es una misión de vigilancia y guardia nocturna.

Ares exhaló un gruñido leve por lo bajo, arrugó el papel y lo tiró por ahí. Bien podría ignorar las órdenes y luego enfrentarse a las consecuencias con la consabida idea de que le importaba un pepino. Pero, quizás, fuese más interesante de lo que pudiese pensar en un principio. Y tenía curiosidad.

O toda la curiosidad que le podría despertar el vigilar un almacén durante la noche. No, aquello pintaba demasiado aburrido, pero la verdad es que no tenía nada mejor que hacer. Quizás, si tuviese suerte, se presentase algún idiota a intentar asaltarlo y entonces ya tendría la cena asegurada. Así pues, se encaminó hacia dicho lugar, dejando al pobre muchacho con tres palmos de narices, saliendo del cuartel y dirigirse hacia el lugar indicado, no sin antes deslizarse por callejones que no eran recomendables durante la noche. Era una costumbre que tenía.

Y desde uno de eses apareció en las inmediaciones del almacén en sí, ataviado con sus clásicas ropas oscuras pero con el emblema que le distinguía como parte de la Marina. Se percató de que ya estaban esperándole. Esperándoles, más bien. Por inercia, se relamió apenas los dientes afilados al clavar sus ojos rojizos sobre el resto de presentes que iban llegando.

A uno ya lo conocía. A los otros dos, no. Aunque había uno en particular que le llamó la atención. El comentario que iba a hacer, muy quitado de la pena, no salió nunca porque fue interrumpido por uno de los que estaban ya ante el galpón de madera que, supuestamente, había que vigilar.

Brotoloigos. — Fue su escueta manera de presentarse, antes de soltar un sonoro bostezo, donde se mostró la lengua, sutilmente violácea, y la hilera de dientes que recorrían el interior de su boca. Al menos hasta que de esta se escapó un leve gruñido. Había algo en el vaivén de esa mano, de rascarse la nariz y luego hacer aspavientos, que le ponía nervioso. Y le atraía. Como un ratón intentando colarse en su madriguera y a expensas de llevarse un buen bocado.

¿Habíamos dicho que todavía no había cenado?

¿Hace falta tanta gente para vigilar un cuartucho como este? — Elevó, de hecho, la mirada hacia el galpón de madera.

Resumen
#2
Jack Silver
-
Personaje

Inventario

Información Adicional




G-31 Base de la Marina, Loguetown
Día 11 del Verano del año 724

El sonido del puño impactando contra el suelo resonaba en los barracones del cuartel. Para Jack, no había mejor manera de relajarse que una buena sesión de ejercicio. Cada flexión en un solo brazo fortalecía su determinación, su disciplina, y le recordaba el propósito que lo había llevado hasta allí. La Marina le ofrecía más que un empleo; era una oportunidad para probarse a sí mismo y cumplir con la promesa de su infancia.

En mitad de su rutina, otro recluta se acercó, nervioso, con una carta en la mano. Era uno de los encargados de repartir notificaciones, y aunque parecía un poco intimidado, logró acercarse lo suficiente para entregarle el papel.

—Silver, aquí tienes. Te han asignado a una misión de vigilancia nocturna —anunció el chico, apenas en un susurro, como si hablara con un veterano. Aunque con esa cantidad de heridas y cicatrices, bien podría serlo.

Jack tomó la carta, la leyó rápidamente y esbozó una sonrisa al descubrir que lo enviarían a custodiar un almacén de explosivos y alcohol. "¿Qué podría salir mal?" pensó, divertido, mientras se levantaba y se retiraba a alistarse para su nueva misión.



La situación en el almacén del norte ya tenía un aire de camaradería forzada y curiosidad en cuanto llegó. A pesar de llevar el uniforme de la Marina, su estilo era inconfundible: lucía una camiseta corta de color blanco, con la manga izquierda recogida ocultando el espacio donde debía haber un brazo, pero que dejaba completamente al descubierto su brazo derecho parcialmente cubierto de cinta de combate desde la mitad del antebrazo hasta los nudillos. La prótesis de su pierna izquierda le daba un andar ligero pero decidido, y sobre su cabeza descansaba su inseparable gorra, con el emblema de la Marina.

Al mirar alrededor, observó a sus compañeros de misión: una criatura alta y robusta con aspecto de reptil bípedo, que esperaba junto a otros dos marines. El enorme lagarto, que se había presentado como Brotoloigos, parecía ansioso, lo que le arrancó al jóven una media sonrisa.

Jack Silver, mucho gusto —dijo mientras esbozaba su característico gesto confiado.

Observó al resto con interés, intentando descifrar el carácter de cada uno. La situación, por sencilla que pareciera, tenía potencial para descontrolarse. A fin de cuentas, nada en la vida de un marine novato era tan simple como parecía, ¿no? Con ese pensamiento, clavó la vista en el almacén, casi deseando que algo interesante sucediera esa noche. Solo quedaba esperar las instrucciones para iniciar la misión de vigilancia.



Resumen
#3
Johnny King
-

G-31 Base de la Marina, Loguetown
Día 11 del Verano del año 724

Johnny King estaba recostado contra una desvencijada baranda de madera en los barrios bajos de Loguetown, dejando que el sol del atardecer bañara su rostro mientras hacía girar un viejo par de lentes de sol entre sus dedos.

«Buen clima, cero responsabilidades... así debería ser siempre»

Entonces, el fatídico sonido de botas apresuradas interrumpió su paz. Un mensajero de la Marina apareció, sudando como si acabara de correr una maratón, y extendió un sobre hacia Johnny con la urgencia de quien transporta algo importante.

Johnny lo miró de reojo, ladeando apenas el sombrero para observarlo mejor.

¿Es para mí? ¿Seguro? Porque si es una citación o algo, el rubio atractivo de esta calle no está en casa. Aunque si son entradas para: "Quiero ser tu canario..."

El mensajero lo ignoró, insistiendo con el sobre.

Johnny King dejó escapar un largo suspiro, tan exagerado que pareció que estaba liberando toda la energía acumulada de las últimas horas. Con una lentitud casi insultante, tomó el sobre y lo examinó como si estuviera a punto de abrir la caja de Pandora.

Una misión, claro. Porque el sol, la brisa y mi indiscutible carisma no son suficientes para mantener al mundo en equilibrio.

Algo en la voz de Johnny resonaba a ironía, pero lo dijo de una forma tan vaga qué el mensajero pudo discernir. Deslizó un dedo bajo el sello, abriendo el sobre con precisión, pero con una evidente falta de entusiasmo.

Al leer las instrucciones, su sonrisa despreocupada se torció en una mueca... El mensajero, incapaz de sostener su mirada, simplemente se marchó tras saludarlo brevemente. El soldado raso negó con la cabeza, recogiendo la carta con un movimiento casual antes de metérsela en el bolsillo de la chaqueta.

Bueno, Johnny. Hora de ser el pilar de la justicia que nadie pidió pero que todos merecen. O algo así.



Una vez salió de su habitación, recogió lo esencial. O más bien, lo mínimo necesario para parecer preparado. Su cinturón de armas, que llevaba más por protocolo que por intención de usarlo; unos cinco lentes de repuesto, porque nunca se sabe; y su sombrero, al que ajustó el ala con precisión.

Johnny King llegó al almacén del norte como si estuviera caminando hacia una fiesta en lugar de una misión potencialmente peligrosa. Su andar era relajado, casi despreocupado, y su sombrero de ala ancha oscilaba ligeramente con cada paso. La luz del atardecer aún teñía el cielo, y Johnny se detuvo brevemente para observar el lugar antes de acercarse del todo.

Cuando llegó al área principal, se encontró con el grupo. Sin hacer mucho esfuerzo por disimularlo, dejó que su mirada recorriera a los otros novatos: un lagarto bípedo gigantesco, un tipo claramente curtido por la vida con un par de extremidades de menos, y un hombre mayor que parecía haber visto más inviernos que los barriles dentro del almacén.

Vaya, parece que juntaron a todo un elenco de protagonistas. Supongo que yo soy el alivio cómico.

Johnny inclinó ligeramente el sombrero en un saludo casual. Al llegar al centro del grupo, echó un vistazo alrededor, deteniéndose por un momento para inspeccionar las enormes puertas de metal cerradas. Luego dirigió su atención a Fotun y Hasratin, quienes parecían encargados del lugar.

Explosivos y alcohol, ¿eh? ¿Quién fue el genio que pensó que era una buena idea juntarlos? Porque quiero estrecharle la mano... antes de que explote algo, incluyendo la mía.

La ironía en su voz era tan ligera como una brisa, pero su sonrisa delataba que se estaba divirtiendo... Observó al resto de los novatos, sus expresiones variaban entre la seriedad y la curiosidad. Johnny, en cambio, parecía más interesado en la arquitectura del almacén que en la misión.

Díganme algo, ¿alguien aquí sabe cómo desactivar explosivos? Porque yo apenas sé cómo activar mi despertador por la mañana.

Sin esperar respuesta, se quitó los lentes de sol y los limpió con cuidado antes de volver a ponérselos. Luego se los quitó y se colocó unos nuevos, redondeados. Luego señalo al marine más demacrado por la vida. (Jack Silver)

Tú, amigo. Si algo pasa, apuesto a que serás el más rápido en correr. Déjame un buen lugar para esconderme, ¿vale?

Lejos de sonar burlón, su tono parecía lo "suficientemente serio" para creer las palabras qué dice. Se volvió hacia las escaleras que llevaban a las plataformas superiores y soltó un suspiro teatral.

Bueno, si nadie lo ha hecho todavía, me ofrezco para "inspeccionar" el perímetro. Claro, desde arriba. Se ve mejor la situación cuando estás cómodamente sentado, ¿no creen?

Sin esperar demasiada aprobación, el oni rubio comenzó a subir las escaleras con una calma exasperante, silbando suavemente mientras tarareaba una melodía. Desde la plataforma, miró hacia abajo y se cruzó de brazos.

Si alguien necesita algo, griten fuerte. Aunque, siendo sinceros, espero que no necesiten nada. Esto tiene todo el potencial de ser una noche aburrida. Y eso me parece perfecto.

Se dejó caer sobre una caja vacía en la plataforma, apoyando una pierna sobre otra mientras observaba la escena. Su sonrisa despreocupada permaneció, como si nada en el mundo pudiera perturbar la paz que parecía haberse instalado en él.

Personaje

V&D

Inventario

Resumen
#4
Vincenzo Santorini
Vinny
Personaje


Uno pensaría que, con la abundancia de hermosas flores creciendo de manera salvaje y libre en la naturaleza, cuidar un par de lirios en un simple macetero sería una tarea trivial. Si las flores resistían tempestades, animales y suelos ingratos allá afuera, ¿cómo no prosperarían bajo techo, con agua medida y sustrato mimado? Pero ahí estaba Vicenzo Santorini, más conocido como Vinny por sus ene... ¿amigos?, pero ahora reducido al frustrado florista de su propio apartamento. El ceño fruncido, el bigote perfectamente curvado en una mueca de irritación, y sus manos gesticulando como si narraran una ópera, intentaba descifrar el misterio detrás de la lenta agonía de sus lirios.

El macetero tiene el tamaño indicado, la humedad es perfecta, y el sustrato… ¡oh, el sustrato! ¡Lo medí con más precisión que los planes de una emboscada!— exclamó, moviendo las manos como si cada palabra tuviera su propia coreografía. Inclinándose hacia los lirios, añadió con un tono entre severo y suplicante —¿Qué les pasa, mis pequeñitas? ¿Les falta sol? ¿Les sobra sol? ¿Acaso necesitan un sacrificio al sol en su honor?... Algo tiene que ver con el sol, cierto, son flores, ¡siempre es culpa del sol!— Un suspiro dramático escapó de sus labios mientras se enderezaba, pero pronto volvió a inclinarse, señalando una hoja marchita con teatralidad —¡Si no consigo salvarlas, tendré que recurrir a flores de plástico! Y ustedes saben tan bien como yo que las flores de plástico son la vergüenza de la jardinería. ¡No querrán eso, vero? ¡No querrán ser reemplazadas!

El monólogo apasionado fue interrumpido bruscamente por el sonido estridente de su caracol comunicador, un llamado inesperado que lo sacó de su concentración con el dramatismo de una bofetada. Sorprendido, Vinny levantó la cabeza tan rápido que chocó violentamente contra la repisa sobre la mesilla. Un grito de dolor resonó en la habitación, seguido de una serie de insultos en italiano que salieron disparados de su boca como una ráfaga —¡Stronzzetto! ¡Figlio di puttana! ¡Succhiacazzi!— gruñó mientras gesticulaba enérgicamente con ambas manos, como si las palabras no fueran suficientes para expresar su frustración.

Tras maldecir al mueble con fervor, se frotó la cabeza adolorida y se dirigió al caracol, levantándolo con un gesto impaciente. Su voz, aunque aún impregnada de un tono ácido, se tranquilizó ligeramente mientras respondía con su acostumbrado descaro —Santorini al habla. ¿Quién tiene el inmenso placer de interrumpirme en mi momento zen con los lirios?— dijo, con sarcasmo tan denso que podría haberse cortado con un cuchillo.

Al otro lado de la línea, la voz de su jefe directo en el CP1 era tan inmutable como siempre, quien comenzó a explicar con frialdad que había una nueva misión para él. Vinny escuchó, aunque no sin lanzar miradas furtivas de reproche a sus flores moribundas, como si culpara al universo por esta interrupción. Según las instrucciones, su tarea consistía en infiltrarse como "recluta" en las filas de la Marina para identificar posibles espías y desertores antes de que causaran daños irreparables a la frágil estabilidad del Gobierno Mundial. Una tarea delicada, pero para Vinny, lo más inquietante no fue la misión en sí, sino el extraño detalle que mencionó su jefe. —Un agente del gobierno dejó una carta para ti en tu mesita de noche. Está en el cajón.— La frase, aparentemente inocua, provocó una reacción instantánea en Santorini, que arqueó una ceja y respondió con mordacidad.

¡Ah, claro! Me dejan la carta en el velador, pero ni siquiera se quedaron a pasar la noche. ¡Qué poca cortesía!— espetó con un tono que mezclaba sarcasmo y teatral molestia, acompañando sus palabras con un gesto amplio de las manos —Al menos podrían haberlo hecho más romántico, ¿no? ¡Una copa de vino, una vela, y luego el pago por los servicios!— La respuesta sarcástica no pareció afectar a su jefe, quien, ya acostumbrado a los desplantes del bigotudo, simplemente continuó dando las instrucciones. Tras varios minutos de detalles y directrices, concluyó ordenándole que recogiera su "uniforme de marinerito" en una dirección cercana. Vinny resopló con fastidio al escuchar el mote, pero no pudo evitar la pequeña sonrisa irónica que apareció en sus labios. "Recluta Santorini". Solo de imaginarlo ya sentía la necesidad de un espresso doble, un puro y un balazo en la cabeza. 

Al colgar, echó un último vistazo a sus lirios. —Parece que me abandonaré a otro drama, mis queridas. Pero no se preocupen, prometo volver a pelear por ustedes.— Con esas palabras, dejó la habitación, su mente ya ocupada con la absurda imagen de sí mismo luciendo el uniforme de un recluta de la Marina, mientras maquinaba cómo encontrar a los traidores sin tener que sudar demasiado en el proceso... aquello no era su estilo.



Finalmente Vicenzo llegó al lugar indicado, justo cuando el sol comenzaba a ocultarse y las sombras se hacían presentes sobre el entorno. La escena que lo recibió no pudo haber sido más peculiar; de inmediato se detuvo a unos pasos del grupo, ajustando ligeramente su bigote para estudiar a los presentes. Lo primero que llamó su atención fue un hombre con un sombrero de ala ancha y gafas oscuras, luego un pequeño dinosaurio que, a todas luces, no encajaba en la categoría de "animal de compañía", y, finalmente, un joven con que parecía no cumplir con la edad mínima para entrar a la marina... 

Mientras los observaba, su mente comenzó a narrar la escena como si fuera el presentador de un documental de National Geographic, agregando el dramatismo de un narrador especializado en especies exóticas. —Ah, el tipo del sombrero... un espécimen interesante. ¿Sabrá que el sol está por esconderse y que, a estas horas, las gafas oscuras son más accesorio que necesidad? ¿Y qué hay del mini dinosaurio? ¿Es un mink, un usuario Zoan o simplemente un lagarto con complejo de Tiranosaurio Rex? Su mirada fija podría fácilmente perforar una piedra… o, peor, el corazón de un pobre e inocente hombre, como yo— Su narrativa mental se cortó abruptamente al notar los detalles del joven... un brazo faltante, una pierna ausente, y un ojo. —Es de Mattel; las piezas se venden por separado— pensó, conteniendo una risa burlona mientras se acercaba al grupo con paso despreocupado.

Supongo que fui el último en llegar— comentó con un tono despreocupado que rompió el silencio, mientras balanceaba una botella de whisky en una mano y sostenía un puro entre los dientes. La escena no podía ser más caricaturesca, pero Vinny no dejaría de ser el mismo, la confianza y el tabaco eran tan parte de su estilo como lo era su bigote perfectamente peinado. Apenas cruzó el umbral, la voz de Johnny resonó con una queja sobre los explosivos y el alcohol en un mismo espacio. Vinny no dejó pasar la oportunidad de replicar, aún sabiendo que no se dirigía a él —¿Esto?— slzando la botella para que todos la vieran mientras su otra mano señalaba las rondas explosivas en su cinturón —Vamos, amigo mío, esto es lo más cercano a un desayuno balanceado que he tenido en años— Rió suavemente, su voz cargada con ese tono irónico que parecía siempre burlarse de algo más profundo. 

Tras una breve pausa, añadió con un encogimiento de hombros que fue acompañado por un elaborado gesto de resignación con las manos —Sé desactivar explosivos, claro... pero normalmente prefiero activarlos. No todos los días podemos hacer de nuestro trabajo un hobby, ¿verdad?— La frase, dicha con una mezcla de humor negro y sarcasmo, arrancó alguna que otra mirada entre los presentes. Su atención se desvió momentáneamente al hombre de las gafas y el sombrero, quien no tardó en lanzarle un comentario mordaz al joven incompleto. Vinny soltó una risa breve, que escapó antes de que pudiera detenerse. Sin embargo, su expresión se tornó más seria al instante, como si aquella escena le recordara una vieja memoria: su tío Giovanni, quien terminó perdiendo varias partes de sí mismo por jugar con dinamita mientras fumaba un puro y se bebía un vaso de whisky. —Ironías de la vida, ¿eh, zio?— pensó mientras sacudía ligeramente la cabeza para despejar aquel recuerdo.

La voz de uno de los presentes lo trajo de vuelta al momento, y Vinny, fiel a su estilo, no perdió tiempo en dar su propio aporte a la conversación. 
Bueno, si tú observas desde arriba, yo me aseguraré de que no nos ataquen desde el techo— anunció con aire despreocupado, mientras se recostaba de espaldas sobre un grupo de cajas marcadas con advertencias de explosivos. En sus manos seguía encendido el puro, cuya pequeña brasa parecía estar peligrosamente cerca de la madera y el contenido de las cajas. Por supuesto, Vinny sabía que la mayoría de esos explosivos no eran tan reactivos en condiciones normales, y menos en la humedad característica de una bodega como aquella.



Resumen


Relevantes
#5
Rocket Raccoon
Rocket
-Buah, esos dos se largaron rápido, ¿eh?- comentó el joven de cabello negro mientras veía a los últimos en llegar desaparecer tras la puerta del galpón. Habían saludado, murmurado un par de palabras sin mucha ceremonia y, acto seguido, desaparecieron para tomar su puesto de vigilancia. Claro, "vigilancia" en su diccionario, seguramente significaba buscar el rincón más cómodo para echarse una siesta y dejar que la noche pasara sola. -Pues nada, encárguense ustedes. En la oficina están los papeleos y toda esa mierda: archivos, formularios y demás basura burocrática. Ah, y no se olviden: al terminar el turno, anótense en el registro. Si no lo hacen, es como si nunca hubieran estado aquí.- El tono era despreocupado, casi insolente, acompañado por un gesto descuidado con la mano.

Fotun, el otro joven, seguía distraído rascándose la nariz, aparentemente más interesado en una partícula de polvo que en la conversación. -Hay un montón de mugre y polvo ahí dentro, mierda- Añadió con una sonrisa torcida mientras guiñaba un ojo al par que se quedaba. -No les vendría mal un trapito, ya saben, para que no se les acumule el trabajo.- ¿Es esto eso que algunos llaman bullying? Así a buenas a primeras, pues parecería que sí. Parecían abusar de su poder ante los nuevos.

Si no habría mucho más palabrerío entre estos cuatro, con esas últimas palabras y un gesto despreocupado, tanto Fotun como Hasratin se despidieron, dejando a los otros dos soldados, el lagarto y el tuerto, solos a las afueras de aquel galpón. No hubo más indicaciones, ni un manual improvisado de "cómo vigilar sin aburrirse". Porque claro, para la Marina, a estas alturas los soldados ya deberían saber cómo proteger un depósito lleno de mercancías importantes. 

¿Qué hace uno fumando al lado de unas cajas donde puede haber explosivos? Uno de los recién llegados se apoyaba contra unas cajas con un cigarrillo entre los labios, mientras las volutas de humo ascendían en espirales perezosas. La noche, envuelta en un manto de misterios, prometía ser cualquier cosa menos tranquila.



Las horas avanzaron con la lentitud propia de las noches pesadas, donde el tiempo parece arrastrarse entre sombras y susurros. Cualquiera que fuera el plan o la formación de vigilancia que hubieran decidido esos cuatro personajes, cada uno con su propia singularidad, pronto se vería desafiado por algo más que la monotonía de la guardia. Porque esta noche no estaba destinada a ser común. No, esta noche iba a cobrar vida de maneras inesperadas. Y es que para eso me está pagando esta gente, para que pasen cosas, cosas locas y raras.

Es bastante conocido por todo el mundo, y más por aquellos a quienes les encantan las historias de terror y ese tipo de fábula para asustar a los pequeños de la casa, que las historias de terror comienzan con algún sonido en la oscuridad. Un ruido que, al principio leve, como un susurro apenas audible que parecía provenir del lado este del galpón. Pero entonces se tornó más insistente: crujidos, golpes sordos, quizás el eco de algo arrastrándose... uhmm, o algo más. La oscuridad parecía amplificar los ruidos, envolviéndolos en un aura de misterio que los hacía retumbar en la mente más de lo que lo hacían en los oídos.

¿Era desde adentro del galpón? ¿O tal vez desde el exterior, allá donde la penumbra se volvía impenetrable? ¿Podría ser uno de sus compañeros, jugando con la inquietud que solo una noche como esta podía alimentar? O tal vez, ¿algo más observaba desde las sombras? Las respuestas no estaban en el lugar donde cada uno estaba ahora. Solo había una certeza: para descubrir la verdad, debían moverse. Revisar. Arriesgarse. Y es en ese instante, cuando a uno de ustedes, quien fuese, se les había extraviado su compañero de vigilancia. Sí, este tal King, el del sombrero y los lentes. ¿A dónde habrá ido? 

Por otra parte, pero no por eso menos importante. Un olor bastante preocupante comenzaba a inundar los olfatos de quienes habían decidido mantenerse adentro del lugar. Uno de ellos había sido el sujeto de más edad que había entre los cuatro. Si justamente ese, el que pensaba que era muy buena idea fumar justo al lado de los explosivos. Pues bueno, no estuvo mucho tiempo sentado en ese lugar. Se había levantado para dar unas vueltas por aquí y por allá, hacer vigilancia, pues, así como hacía su otro compañero, quien había decidido permanecer adentro del galpón. 

Pero regresando a lo del olor, que es la parte graciosa de todo este asunto. Pues sí, es exactamente lo que creen. Y es que haber, solo había que sumar dos más dos. Una de las cajas comenzaba a prenderse fuego, y el motivo era obvio. A Santorini se le había olvidado apagar del todo varios de los cigarrillos que se había terminado. Así que el olor a madera quemada comenzaba a impregnar el ambiente. Todavía no había humo, ni tampoco alguna luz rojiza que anunciara que una llama estaba por quemarlo todo. Pero era el inicio de lo que podría ser algo mucho más grave. Debian encontrar el lugar rápido, pero había otro problema. ¿Podría Vincenzo Santorini, recordar el lugar donde había fumado? Pues era eso, o su compañero y él debían de tener algún otro plan para encontrar el lugar exacto.

Jaiii Johnny Johnny, ¿qué hacemos contigo compa? A donde te nos fuiste a meter. O donde coño te fui a meter yo, en realidad. Eso es algo que, pues, solo tú podrías saber. Escuchaste aquellos ruidos que había mencionado antes, y pues recordabas que tenías a uno de tus nuevos compañeros justo al lado tuyo. Aún estaban sobre las plataformas que rodeaban el galpón. Pero pues, de un momento a otro ya no estabas ahí, y tu compañero ya no venía detrás de ti. De hecho, ¿y el ruido de antes? Vas caminando por algunos callejones del lugar. La zona en sí, pues, era de lo más normal. La recordabas incluso, poco, pero lo hacías. Simplemente, te fuiste al otro lado del lugar, a la zona oeste. Ves un enorme almacén a la distancia, ¿será ese el que tenías que vigilar?


Cositas
#6
Ares Brotoloigos
Virtudes y Defectos



De todos y cada uno de los desgraciados que podían mandar desde la Marina, habían mandado a Johnny también. La expresión de Ares fue ceñuda durante unos momentos antes de suspirar largamente. No tenía nada en contra del rubio... Bueno, sí, que le había hecho perder dinero en aquel maldito casino. Habían pasado varios meses ya, y el Diablos no se lo había perdonado del todo. Básicamente, porque el muy desgraciado no le había devuelto ni el primer berry de lo que sea que había apostado.

Luego vió llegar a un muchacho que... Vale, sí, era medio muchacho. No estaba seguro de cómo guardaba el equilibrio con esa piernita de plástico o de lo que fuese. Y, como no, Johnny comenzó con sus chanzas sin cambiar esa expresión desganada del rostro. Ares chasqueó ligeramente la lengua antes de dirigir su atención hacia el último integrante.

Vamos, lo mejorcito de cada casa. — Ironizó con algo de chanza. Quizás la noche no fuese tan aburrida como él había pensado en un inicio.

Los primeros en escaquearse fueron Johnny y Vincenzo, algo que a Ares no le sorprendió. Ni tampoco importó. Lo que no le gustó fue el tema del papeleo. Básicamente porque no sabía ni leer ni escribir. Solo hacer algún que otro garabato rudimentario y casi primitivo. En cuanto se quedó a solas con Jack, ladeó apenas la cabeza hacia él, teniendo en cuenta la considerable diferencia de altura entre uno y otro.

Creo que te dejaré a ti a cargo del papeleo, no se me dan bien esas cosas. — Y era verdad. — Puedes anotarme tú mismo en el registro. — Sí, directamente le estaba cargando con ese muerto al pobre chaval.

Ahora bien, la mención del trapito y de limpiar el almacén, arrancó una risotada gutural en el de escamas blancas, que dirigió su mirada hacia Fotun. Se acercó al susodicho, le dió un par de palmadas amistosas en el hombro... antes de que sus dedos/garras se clavasen un poco en la piel contraria. No de manera dolorosa, pero sí con una presión importante.

Creo que lo del trapito se te dará mejor a ti. Seguro que haces un buen trabajo. — Y luego de eso le soltó, dirigiéndose ahora a Jack. — Voy a hacer un par de rondas para ver como está todo por fuera y a ver si encuentro a Johnny. Puedes llamarme Ares, por cierto.

Y, tras eso, se despidió de Jack, momentáneamente, tras darle una palmada breve en la espalda. Ahora solo tenía que encontrar a Johnny, pero tampoco era una prioridad como tal. De hecho, según comenzó a caminar ya se imaginaba donde estaría el rubio, conociéndole. Seguramente detrás de algunas cajas, sacos o barriles, echándose una siesta. Irónicamente, no le molestaba, aunque a veces se dedicase a tocarle las narices. Pero cuando dió vuelta a una esquina, en el exterior, Ares enarcó una de sus protuberancias cejiles.

¿Dónde se ha metido este vago? — Alzó la pregunta al aire pero para sí mismo. Miró a su alrededor y nada. Que por allí no estaba.

¿Se había perdido? No podía ser, el lugar no era tan grande como para ello. Escuchó, de repente, sonidos desde otro lado, por lo que dirigió su atención hacia dicho lugar. Crujidos como de pisadas en la madera.

¿Johnny? — Llamó, para asegurarse de que fuese él. Pero lo que obtuvo de respuesta fue el más absoluto de los silencios. O, peor aún, el sonido inquietante de cosas arrastrándose o el crujido de las tablas.

¿Eso venía del interior del almacén? Ares entornó lentamente los ojos.

A lo mejor son solo ratas. — Se encogió, inicialmente de hombros.

Resumen
#7


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