Angelo
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14-11-2024, 09:52 PM
07:47. Proximidades de la costa de Yotsuba.
Tal vez se haya dilatado en el tiempo mucho más de lo que hubieras deseado, pero al fin ha llegado la hora. Desde que te uniste a la Armada Revolucionaria, es posible que te hayas sentido ciertamente ocioso. Jamás lo has exteriorizado, claro, pero ha sido imposible evitar impacientarte. Para alguien como tú, acostumbrado a la disciplina de un regimiento formal y a la rutina digna de un guardaespaldas, las vías de los rebeldes se te antojan erráticas. No hay una organización evidente, aunque has colaborado lo suficiente como para saber que la cadena de mando existe. Es difusa y a veces resulta difícil discernir quién es jefe de quién, a veces sin siquiera saber si alguno de tus superiores está presente, pero sabes que es precisamente la omisión de información y lo elusivo de tus contactos lo que hace tan escurridiza a la Armada.
Casi podrías haber pensado que se habían olvidado de ti a estas alturas, y es que llevabas por lo menos un par de semanas a la espera de órdenes. Dónde y haciendo qué, es algo que solo te corresponde a ti contarme. El caso es que, tras la desesperante ausencia de contacto, al fin te llegó un mensaje. Ocurrió con tanto disimulo que por poco te pasó desapercibido, justo mientras estabas en el mercado para conseguir algo que comer ese día. El tendero, tras saludarte con la familiaridad de un viejo amigo pese a no conocerle de nada, te entregó una bolsa con un poco de pan, queso y —te darías cuenta más tarde— un sobre. Su contenido era corto y conciso:
Y eso hiciste, o eso quiero creer, porque de lo contrario no estaríamos aquí.
Siguiendo las escasas indicaciones, te reuniste con los que se convertirían en tus compañeros durante las próximas... ¿Horas? ¿Días? ¿Semanas? Tampoco es que te hubieran explicado qué es lo que tenías que hacer, pero bueno, todo llegaría. El grupo estaba compuesto por cinco personas contándote a ti: tres hombres y dos mujeres. Valentino, si es que es era su verdadero nombre, era un hombre entrado en años de poblada barba que capitaneaba un pequeño velero, suficientemente sencillo como para poder hacerlo por su cuenta. No era ni muy alto ni muy bajo, pero tenía una constitución esbelta. Su cabeza no estaba muy poblada, pero había indicios entre los pocos mechones de que alguna vez había contado con un buen matojo.
Os iba dando indicaciones a medida que llegabais, informándoos sobre qué cajas teníais que llevarle hasta la bodega del barco.
—¡Más vale que os deis un poco de brío si queréis cobrar! El anuncio ponía expresamente que se abstuvieran vagos y críos, así que arreando que no tenemos toda la tarde.
Por supuesto, en ningún momento os explicó nada de lo que iba todo aquello. Ni siquiera tras zarpar. La noche se os echó encima cuando quisisteis daros cuenta, navegando sin un rumbo claro para vosotros. El resto de individuos que te acompañaban parecían casi tan confusos como tú, e incluso uno de los otros hombres se acercó a Valentino para preguntarle de qué iba todo eso. «¿De qué va? De llegar hasta Ciudad Orange y vender todo esto, ¿de qué si no? Os pago para que carguéis, no para que preguntéis», fue su respuesta, lo que tan solo pareció generar aún más confusión en tus compañeros.
Sin embargo, la cosa cambio en el momento en que una isla empezó a divisarse en el horizonte. Para ti, que pocos oficios conoces más allá del arte de soltar guantazos y pintar sobre lienzos, resultaría imposible saber de cuál se trataba. Más tarde, justo cuando el pequeño velero se detuviera a unas docenas de metros de la costa, Valentino os revelaría que estabais en Yotsuba.
Os adentrasteis mínimamente, lo suficiente como para encontrar un pequeño pedazo de tierra llano junto a la vegetación costera donde poder montar un campamento.
—Pasaremos la noche aquí. Id montando las tiendas mientras preparo el fuego —os pidió, poniéndose a ello—. Ah, y al que vuelva a hacer preguntas antes de tiempo lo amarro a una piedra y lo lanzo en mitad del mar.
Terminasteis de preparar todo y el silencio se cernió sobre vosotros, tan solo acompañados por el crepitar de la fogata y el olor del estofado que se había puesto a preparar Valentino. Fue entonces, mientras cocinaba, que el buen hombre se dirigió a vosotros.
—La tarea es sencilla, pero no por ello irrelevante. Se está trabajando aún en la logística, pero Yotsuba es un punto clave en el East Blue y queremos trasladar algunos equipos hasta aquí. Como supongo que sabéis, todo lo que hay aquí son ruinas y maleza, así que dudo que encontréis nada aprovechable ahí afuera. Tampoco espero que lleguéis hasta Shellstown, ni es el objetivo de vuestra misión. —Se acercó el cucharón a la boca y sorbió un poco de estofado, sonriendo con satisfacción tras saborear un poco—. Necesitamos ir adelantando el trabajo para cuando el grueso de operativos lleguen aquí. Adentraos en la isla y explorad un poco. Vuestra tarea es localizar algún lugar lo suficientemente oculto y discreto como para que montemos un puesto avanzado. Lo demás ya vendrá, pero centraos en eso. Yo me marcharé por la mañana y volveré dentro de dos días. Tal vez con más trabajo, ya veremos. Os he dejado algunas mochilas con provisiones suficientes para este tiempo. El cómo trabajéis y os distribuyáis, es cosa vuestra. Si queréis servir a la causa, os toca poner de vuestra parte. —Se encogió de hombros—. La Armada no es ninguna guardería.
Dicho esto, no cruzaría muchas más palabras con vosotros. Os apremiaría a que cenaseis rápido y os acostaseis, ya que todo empezaría bien temprano.
Los primeros rayos de Sol han asomado en el horizonte hace poco menos de una hora. Para cuando te despiertes, si es que has conseguido dormir algo, Valentino ya estará despierto y terminando de recoger sus cosas para marcharse. Tienes unos minutos para hablar con él si quieres hacerle alguna pregunta, aunque te da la sensación de que no va a serte de mucha ayuda. ¿Quién sabe? Tal vez solo sean imaginaciones tuyas.
Tus compañeros se levantarán más o menos a la vez que tú. Por lo poco que hayáis hablado o, en su defecto, que les hayas escuchado hablar, sabes que se llaman Raymond, Luke, Serena y Jude. En general, todos parecen en condiciones físicas aceptables salvo Serena, a quien has visto que le costaba un poco lidiar con algunas de las cajas. En general, es la que menos te encaja allí, como si fuera... ¿Demasiado refinada para ser una rebelde? No sé, las apariencias engañan a veces de todos modos. Si quieres hablar con ellos o hacerles alguna pregunta, eres libre de ello. En cualquier caso, parece que vas a tener que tomar la iniciativa porque parecen un poco perdidos.
Tal vez se haya dilatado en el tiempo mucho más de lo que hubieras deseado, pero al fin ha llegado la hora. Desde que te uniste a la Armada Revolucionaria, es posible que te hayas sentido ciertamente ocioso. Jamás lo has exteriorizado, claro, pero ha sido imposible evitar impacientarte. Para alguien como tú, acostumbrado a la disciplina de un regimiento formal y a la rutina digna de un guardaespaldas, las vías de los rebeldes se te antojan erráticas. No hay una organización evidente, aunque has colaborado lo suficiente como para saber que la cadena de mando existe. Es difusa y a veces resulta difícil discernir quién es jefe de quién, a veces sin siquiera saber si alguno de tus superiores está presente, pero sabes que es precisamente la omisión de información y lo elusivo de tus contactos lo que hace tan escurridiza a la Armada.
Casi podrías haber pensado que se habían olvidado de ti a estas alturas, y es que llevabas por lo menos un par de semanas a la espera de órdenes. Dónde y haciendo qué, es algo que solo te corresponde a ti contarme. El caso es que, tras la desesperante ausencia de contacto, al fin te llegó un mensaje. Ocurrió con tanto disimulo que por poco te pasó desapercibido, justo mientras estabas en el mercado para conseguir algo que comer ese día. El tendero, tras saludarte con la familiaridad de un viejo amigo pese a no conocerle de nada, te entregó una bolsa con un poco de pan, queso y —te darías cuenta más tarde— un sobre. Su contenido era corto y conciso:
Cita:Al atardecer en los muelles, junto a la lonja. Pregunta por Valentino.-V.
Y eso hiciste, o eso quiero creer, porque de lo contrario no estaríamos aquí.
Siguiendo las escasas indicaciones, te reuniste con los que se convertirían en tus compañeros durante las próximas... ¿Horas? ¿Días? ¿Semanas? Tampoco es que te hubieran explicado qué es lo que tenías que hacer, pero bueno, todo llegaría. El grupo estaba compuesto por cinco personas contándote a ti: tres hombres y dos mujeres. Valentino, si es que es era su verdadero nombre, era un hombre entrado en años de poblada barba que capitaneaba un pequeño velero, suficientemente sencillo como para poder hacerlo por su cuenta. No era ni muy alto ni muy bajo, pero tenía una constitución esbelta. Su cabeza no estaba muy poblada, pero había indicios entre los pocos mechones de que alguna vez había contado con un buen matojo.
Os iba dando indicaciones a medida que llegabais, informándoos sobre qué cajas teníais que llevarle hasta la bodega del barco.
—¡Más vale que os deis un poco de brío si queréis cobrar! El anuncio ponía expresamente que se abstuvieran vagos y críos, así que arreando que no tenemos toda la tarde.
Por supuesto, en ningún momento os explicó nada de lo que iba todo aquello. Ni siquiera tras zarpar. La noche se os echó encima cuando quisisteis daros cuenta, navegando sin un rumbo claro para vosotros. El resto de individuos que te acompañaban parecían casi tan confusos como tú, e incluso uno de los otros hombres se acercó a Valentino para preguntarle de qué iba todo eso. «¿De qué va? De llegar hasta Ciudad Orange y vender todo esto, ¿de qué si no? Os pago para que carguéis, no para que preguntéis», fue su respuesta, lo que tan solo pareció generar aún más confusión en tus compañeros.
Sin embargo, la cosa cambio en el momento en que una isla empezó a divisarse en el horizonte. Para ti, que pocos oficios conoces más allá del arte de soltar guantazos y pintar sobre lienzos, resultaría imposible saber de cuál se trataba. Más tarde, justo cuando el pequeño velero se detuviera a unas docenas de metros de la costa, Valentino os revelaría que estabais en Yotsuba.
Os adentrasteis mínimamente, lo suficiente como para encontrar un pequeño pedazo de tierra llano junto a la vegetación costera donde poder montar un campamento.
—Pasaremos la noche aquí. Id montando las tiendas mientras preparo el fuego —os pidió, poniéndose a ello—. Ah, y al que vuelva a hacer preguntas antes de tiempo lo amarro a una piedra y lo lanzo en mitad del mar.
Terminasteis de preparar todo y el silencio se cernió sobre vosotros, tan solo acompañados por el crepitar de la fogata y el olor del estofado que se había puesto a preparar Valentino. Fue entonces, mientras cocinaba, que el buen hombre se dirigió a vosotros.
—La tarea es sencilla, pero no por ello irrelevante. Se está trabajando aún en la logística, pero Yotsuba es un punto clave en el East Blue y queremos trasladar algunos equipos hasta aquí. Como supongo que sabéis, todo lo que hay aquí son ruinas y maleza, así que dudo que encontréis nada aprovechable ahí afuera. Tampoco espero que lleguéis hasta Shellstown, ni es el objetivo de vuestra misión. —Se acercó el cucharón a la boca y sorbió un poco de estofado, sonriendo con satisfacción tras saborear un poco—. Necesitamos ir adelantando el trabajo para cuando el grueso de operativos lleguen aquí. Adentraos en la isla y explorad un poco. Vuestra tarea es localizar algún lugar lo suficientemente oculto y discreto como para que montemos un puesto avanzado. Lo demás ya vendrá, pero centraos en eso. Yo me marcharé por la mañana y volveré dentro de dos días. Tal vez con más trabajo, ya veremos. Os he dejado algunas mochilas con provisiones suficientes para este tiempo. El cómo trabajéis y os distribuyáis, es cosa vuestra. Si queréis servir a la causa, os toca poner de vuestra parte. —Se encogió de hombros—. La Armada no es ninguna guardería.
Dicho esto, no cruzaría muchas más palabras con vosotros. Os apremiaría a que cenaseis rápido y os acostaseis, ya que todo empezaría bien temprano.
Los primeros rayos de Sol han asomado en el horizonte hace poco menos de una hora. Para cuando te despiertes, si es que has conseguido dormir algo, Valentino ya estará despierto y terminando de recoger sus cosas para marcharse. Tienes unos minutos para hablar con él si quieres hacerle alguna pregunta, aunque te da la sensación de que no va a serte de mucha ayuda. ¿Quién sabe? Tal vez solo sean imaginaciones tuyas.
Tus compañeros se levantarán más o menos a la vez que tú. Por lo poco que hayáis hablado o, en su defecto, que les hayas escuchado hablar, sabes que se llaman Raymond, Luke, Serena y Jude. En general, todos parecen en condiciones físicas aceptables salvo Serena, a quien has visto que le costaba un poco lidiar con algunas de las cajas. En general, es la que menos te encaja allí, como si fuera... ¿Demasiado refinada para ser una rebelde? No sé, las apariencias engañan a veces de todos modos. Si quieres hablar con ellos o hacerles alguna pregunta, eres libre de ello. En cualquier caso, parece que vas a tener que tomar la iniciativa porque parecen un poco perdidos.