Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Aventura] [T5] La nueva generación
Raiga Gin Ebra
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Día 37 de Verano del año 724


El sol, implacable, lanza sus rayos ardientes sobre Oykot. Qué calor, joder. Si miráis a lo lejos da la sensación de que los edificios se derriten. ¿Acaso es una ola de calor?

Vosotros, como parte de ese cuadro vivo, avanzáis por calles que parecen derretirse bajo el calor. El río que divide la isla en dos partes opuestas no alivia el sofocante ambiente, aunque quizá os apetezca refrescaros un poco. Su superficie brilla reflejando la luz, pero el murmullo del agua no aporta frescura, solo sirve como un recordatorio cruel de cómo el Reino se fractura, no solo en términos geográficos, sino también sociales. Aunque bueno, qué os voy a contar a vosotros de fracturas. ¿Sabéis a qué me refiero, no? En fin, la hipotenusa.

Los habitantes se mueven con lentitud, sus rostros perlados por el sudor, miradas entrecerradas bajo sombreros improvisados o pañuelos desgastados. Aunque es un día normal a primera vista, hay un aire inusual en la atmósfera. La gente cuchichea a vuestro paso, conversaciones que se detienen abruptamente o cambian de tema cuando os acercáis. Ojalá pudierais escuchar lo que dicen, pero no. Parecen expertos en el arte del cotilleo. Susurros lo suficientemente altos como para que os deis cuenta de que hablan de algo, pero lo suficientemente bajos para que no sepáis exactamente de qué. Ojos curiosos, unos desconfiados, otros directamente acusadores, se posan en vosotros. Vaya, parece que estáis siendo juzgados por la cara. Esta gente... La tensión flota, palpable, como si algo hubiese ocurrido hace poco o estuviese a punto de pasar. Aunque... Siempre hay algo que está a punto de pasar, ¿no?

Desde el centro de Oykot de abajo, podéis observar la opulencia de la parte alta. En lo más alto de la colina, el palacio resplandece con esa arrogancia de quien mira por encima del hombro. Las cúpulas doradas y los muros impecables se burlan silenciosamente de las fachadas desgastadas del puerto. Aquí, en los dominios de los balleneros, el ambiente es  muy distinto. Más terrenal, más vivo. Más vuestro, podríamos decir. Todo huele a sal, aceite de ballena y a esfuerzo humano. Hombres y mujeres robustos cargan barriles, arreglan redes o descansan bajo la sombra de los muelles, que ayuda ligeramente a llevar la difícil tarea que están haciendo. Algunos se detienen y os observan de reojo, con ceños fruncidos y miradas que parecen evaluar si representáis una amenaza, una solución o solo otro problema más.

En una pared veis unos carteles que parecen recién pegados a juzgar por la cola que cae sobre el suelo. Parece que hay una actuación esta noche en "El Largo". ¿Desde cuando hay actuaciones ahí? Joder, sí que hay visión de negocio en esta isla. En fin, que os voy a contar yo a vosotros de fiestas. Si la información es cierta, parece que hoy habrá algo especial, y si no lo es, pues os podéis montar otra fiesta más, ¿no? A ver si invitáis a este humilde narrador a alguna, que no compartís.

En fin. No sé si notáis un poco raro el ambiente... Las calles deberían estar más animadas, los trabajadores hablando con más efusividad o bebiendo para combatir el calor. En cambio, todo parece contenido, como si hubiese algo bajo la superficie esperando por explotar.

Si avanzáis hacia la taberna, os sorprenderéis de lo vacía que está. Las mesas, hechas de madera gruesa y rayada, están en su mayoría desocupadas, a excepción de un par de señores solitarios que beben en silencio. El suelo, cubierto de serrín para absorber los inevitables derrames, cruje bajo vuestros pies. El lugar está fresco gracias a la sombra, pero también inusualmente tranquilo para una jornada en la que se rumorea habrá entretenimiento. Aunque aún quedan unas horas. Yo creo que deberíais coger sitio, en cualquier caso.

El Largo no es un lugar elegante ni pretende serlo. La tenue luz dentro le da cierto encanto. En una esquina, un tablero de anuncios improvisado contiene notas y panfletos, muchos ya amarillentos y doblados en los bordes. En otra, el escenario de madera, que luce cutre e improvisado, parece haber sido puesto ahí a la fuerza. Es elevado y pequeño, y se encuentra esperando esperando a la estrella de esta tarde/noche. Pero, de momento, está vacío. Ni rastro de músicos afinando instrumentos ni de la charla animada que suele preceder a un evento. Solo el eco del silencio y el murmullo ocasional de los dos clientes, cuyas miradas furtivas se clavan en vosotros cuando creen que no les observáis. Igual quien toca es un experto y no le hace falta probar el sonido antes, ¿no? O puede que... No haya actuación. Pero no os quiero joder el día, de verdad. Id cogiendo una cervecita y que pase lo que tenga que pasar. Hemos venido a jugar. ¿Verdad?


¡Bieeenvenidos!
#1
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Personaje


Los días anteriores habían sido una locura. Prueba de ello era la de magulladuras que aún recorrían el cuerpo gigantesco del vikingo. Nuestro rubio preferido estaba rodeado de balleneros de la zona. Se encontraba tirando una cuerda a un compañero al otro lado del muelle. — ¡Tomarr con fuerrsa! — Le contestaron varios afirmativamente. Otro pasaba por detrás de este, chocando casi su trasero (por la diferencia de altura). — Te agradecemos la ayuda, no tienes por qué. Después de lo de estos días ... — Ragn gruñó, casi quejándose. Tomó de nuevo la cuerda con red y trazó un nudo marinero perfecto. Aquella gente era su gente, no solo servía combatir, necesitaban más. Y él daría más. — No serrr nada. Nessessitaba más ejerssisio de fuerssa.— Siguió ayudando a los muchachos con insistencia, hasta que al fin terminó. Aquel curro, unido al trabajo de su entrenamiento mañanero ... Le tenían cansado, agotado, pero muy activo. El Buccaneer iba sin camisa, con un pantalón corto y sus particulares botas negras. El cabello al aire, para sentir la fría mar y su casco colgando de una cuerda apostado en el cuello. Mientras comienza a caminar para buscar a su particular grupo, acaricia un pequeño peluche que tiene dentro de su bolsillo. Es un muñeco de él mismo que la noche anterior Patrick, uno de los niños que tuvieron el valor para ir a protestar ante el castillo, había fabricado en tiempo récord. Nunca sabría que realmente era el niño el artífice de tal creación, pero juguetitos de los "liberadores de Oykot" como habían sido apodados, eran vistos por varios lugares.

De camino a la taberna que tenía el apodo de Tofun, Ragn se topó con un viejo amigo. —¡Pepe!— Se agachó a lo que el perro saltó a sus brazos. Le lamió el rostro. — ¿Añorrrar? — El perro, que era un desgraciao, iba con el pelo a modo de champiñón. Como el que tendría una señora de los años cincuenta, de las que no salían de la cocina, pero que siempre iban de lujo estéticamente, lista para u bombardeo. El perro ladró, como contestando y Ragn sonrió. La duda de si estaba aprendiendo a peinarse solo cada vez cobraba más matices, más miga. Se lo subió al hombro derecho para continuar su caminata. Iba topándose con civiles que le saludaban, otros a los que se les caía el desprecio. No pasaba nada, Ragn estaba más que acostumbrado a esas miradas. Medía cinco metros, no vestía especialmente discreto y siempre que podía iba con el culo al aire. Las miradas indiscretas formaban parte de su día a día entre los humanos. — Señor. — Dijo un educado niño. El cuerpo del vikingo se contorsionó para poder ver al moco de ... Qué ¿diez centímetros? era imposible que midiese tan poco, pero es que era un tapón. — ¿Hmm?— Se agachó tanto que llegó a chocar su cabeza con la del polluelo. Asustado, el muchacho daría un paso hacia atrás. Pero Pepe abrió la boca y se metió media cabeza entre los dientes, sin apretar. — Hablarrr o perrro trravessti poderr arrancar cabessa. — Aquella forma de vida minúscula comenzó a dar saltitos. — ¡Ay, ay, ay! — Sí. Estaba llorando. A lo que Pepe dejó de morder, liberando la cómica escena. — Yo ... Yo solo quería conocerlo.Y ... Darle las gracias ... Yo ... — Ragn esbozó nuevamente otra sonrisa. Sus dientes blancos como la virginidad de una santa mujer, dibujaban satisfacción. — Toma, pequeño hombrrre. — Le entregó su propio muñeco.

Claro, para el niño sería un premiazo de la leche. Entre gracias y sollozos marchó corriendo. — Esto sentarrr bien. — Seguía sonriendo. Pepe ladró, nuevamente contestando como si el perro mierda supiera que había dicho Ragn. — ¿No? — Pellizcó el morro del animal. — Tofun tenerrr más rassón, de la que poderrr admitir. — Se le veía mucho más fluida el habla de vez en cuando, y sí, eso también le subía la moral. Ragn se quedó fuera del establecimiento, esperando a ver si aparecía algún conocido.

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#2
Asradi
Völva
Personaje

Virtudes y Defectos

Inventario


¿Por qué tenía que hacer tanto calor? Asradi lo estaba sufriendo de mala manera desde que habían regresado a Oykot. El sol golpeaba implacable desde que habían atracado en el puerto. Algunos les reconocieron, sobre todo los balleneros y los pescadores. La gente de a pie, sobre todo. Tras refrescarse un poco, la sirena acompañó al resto hacia el pueblo en sí, aunque al final terminó separándose un poco, al igual que los demás. Lo primero que hizo fue visitar el mercado. Allí encontró a un viejito que había conocido la otra vez y que vendía ungüentos típicos de la zona y que le habían sido legados de generación en generación. La sirena emprendió una conversación animada con él, intercambiando opiniones, impresiones. Cosas que habían hecho durante tiempo. Asradi le entregó unas plantas que había conseguido en Momobami, explicándole un poco las características de las mismas. Y luego, la conversación continuó de manera más fluida hacia temas más banales. A su alrededor, la gente del puerto continuaba trabajando. Había visto a Ragn durante unos momentos ayudar a los balleneros también, con las cuerdas y otras tareas que requiriesen la enorme fuerza del vikingo. Ella también estaba echando una mano, sobre todo en temas más médicos. O, incluso, atrayendo algunos bancos de peces con su voz, facilitándoles un poco la vida a esa gente que se ganaba el pan de manera tan dura día tras día.

Había notado, por otro lado, algunas miradas desconfiadas hacia ella. Pero aunque eso le hizo envarar la espalda, decidió continuar hacia delante. Tras hacer un par de comprar sencillas, Asradi fue avanzando a través de las calles, todavía con esa sensación en la nuca. Había carteles por la zona, y los ojos de la sirena se posaron con cierta curiosidad.

¿Una actuación? — Y, precisamente, en la taberna que, ahora, rendía culto a Tofun con el apodo que el tontatta llevaba.

Pensar en el susodicho le traía una sensación agridulce. Todavía tenía esa espina clavada de no haber podido ayudarle como era debido. De no haber podido salvarle. Tomó aire un momento, antes de suspirar y se dirigió, con su peculiar caminar, hacia el lugar en cuestión. A medida que avanzaba, cada vez era más consciente de los susurros y de las miradas. Asradi también le devolvió dichos gestos o, al menos, alguna mirada de reojo, pero no iba a entrar en ese juego.

¡Ragn! — Llamó en cuanto vió al grandullón justo en la entrada de la taberna, esperando en el exterior. — ¿Y los demás? — Preguntó, mirando un poco a su alrededor. Esperaba, en realidad, ver a Airgid con el grandullón, al menos.

Resumen
#3
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Personaje


¿Vendéis... ya sabes...? — Airgid se aclaró la voz, extrañamente tímida, una actitud que no era demasiado común en la rubia. Bajó el tono antes de continuar hablando, tratando de explicarse a una mujer que no la entendía del todo. — Un... ¿test de esos? — No lo dijo claramente, pero con el gesto que hizo en la cara se podía dar a entender bastante bien a lo que se estaba refiriendo. La mujer dio una palmadita sobre el mostrador. — ¿Para saber si estás embarazada, cariño? Sí, claro que tenemos. ¿De qué tipo lo quieres? — La señora hablaba más alto de lo que Airgid habría preferido, la verdad. Todos los demás civiles que se encontraban en la tiendecilla se enteraron de lo que ella había intentado mantener como un secreto. Pero tenía un aire de señora maja y mayor, que le resultaba tan enternecedor, que Airgid era incapaz de enfadarse por algo así. — ¡El que sea! — Soltó la revolucionaria, un poco nerviosa. Era la primera vez que compraba una cosa así, nunca antes había tenido esa duda... de manera tan reiterante. Llevaba unos días sufriendo náuseas, además de perder el apetito por ciertos tipos de comida, y lo más esclarecedor de todo, es que aún no le había venido la amiguita roja. Y tooodo eso se juntaba con que llevaba días haciendo de todo con Ragnheidr. Pues la fórmula era sencilla, pero aún así, no se quedaría tranquila hasta comprobarlo. La mujer le cobró el susodicho test. — Tienes un baño ahí, cielo. — Parecía que la señora había pensado en todo, incorporando hasta un servicio en la tienda. — ¡Gracias! — Airgid tomó su test y salió pitando para meterse en el interior del cuarto de baño, aliviada ante un poco de intimidad. Tras su marcha, los clientes que lo habían escuchado todo, cuchichearon entre ellos lo que ahora sería la nueva comidilla. Y es que una de las Libertadoras de Oykot parecía estar embarazada.

Total, que con el corazón en un puño, Airgid procedió a hacerse el test. — Espere entre uno y cinco minutos... si ve dos líneas, significa que está embarazada. Madre mía. — Leyó de la cajita de las instrucciones mientras esperaba el tiempo que le había indicado. La espera más larga de su vida, quizás. Mientras esperaba, le resultaba imposible no pensar en lo que podría pasar en caso de que saliera positivo. Ella siempre había querido formar una familia, aunque temía que quizás fuera demasiado pronto. Y estaba segura de que Ragnheidr se trataba del hombre con quién quería tener hijos, ¿pero y él? ¿Cómo se lo tomaría? Se mordía la lengua con nerviosismo, más ansiosa que nunca, pero cuando vio el resultado del test, le dio tan fuerte que incluso se hizo sangre por primera vez. Efectivamente, estaba embarazada.

Se tomó unos minutos para echarse un poco de agua en la cara, limpiarse la sangre, tranquilizarse. Y es que por un lado se sentía... joder, contenta, increíblemente feliz. Pero por el otro, tremendamente inquieta. La sorpresa fue enorme cuando abrió la puerta del baño para salir y se encontró justo enfrente a la señora de la tienda y a los balleneros que se enteraron de la movida, con unas caras de emoción, con unas sonrisas gigantescas, blancas y brillantes como el sol. — ¿¡Y bien!? — Preguntaron, sin vergüenza alguna, ni siquiera tratando de disimular. Airgid quería que la tierra la tragase, pero a la vez se sentía... extrañamente halagada por que unos aparentes desconocidos se preocupasen por ella. Lo cierto es que en Oykot ya habían dejado de ser desconocidos hace un tiempo. Algunos los apreciaban más, otros menos, pero no pasaban desapercibidos desde luego. — Sí, o sea... lo estoy, estoy preñada. — Decirlo en voz alta sonaba completamente irreal, pero no pudo evitar sonreír ella también, sobre todo cuando entre varios la abrazaron. — ¡La Libertadora de Oykot va a tener un bebé! Ay, hija, no sabes cuánto me alegro, lo bonito que es traer una vida al mundo. — Casi se emocionó y todo la señora, empezando a lagrimear. Todos comenzaron a darle la enhorabuena, con una calidez que la aturdía ligeramente. — ¡Por favor que no salga de aquí aún! — Pidió Airgid, recomponiéndose un poco y librándose de los abrazos, había quedado con sus compañeros en la taberna de El Largo, y ya llegaba tarde. — Primero tengo que ver cómo se lo cuento a Ragn... — Ni siquiera estaba segura de que aquella ocasión fuese la ideal. — ¡Ánimo! ¡Suerte! ¡Le va a encantar, cariño! — Recibió los gritos de apoyo de sus nuevos super amigos, se despidió de ellos y salió pitando hacia la taberna, sintiéndose completamente como una mujer nueva, diferente.

El calor era insoportable en la calle, así que Airgid vestía con equipada con su mochila, una camiseta de tirantas blanca, shorts vaqueros, y un par de botas negras. Sí, un par de botas. Y es que aunque no fuera un implante del todo funcional, se había colocado una pata de metal rudimentaria. Era tosca, como caminar con un palo o una muleta, pero a la vez también era bonita y joder, así no tenía que ir dando saltitos. Además, le había tallado un bonito corazón metálico en donde estaría la rodilla, así que... qué más podía pedir. Finalmente pudo ver a Asradi en la puerta de la taberna junto a Ragnheidr. Les saludó con la mano mientras terminaba de llegar a ellos, preguntándose qué tipo de actuación sería la que estaban preparando en aquel lugar que había adoptado el mote de su fallecido amigo y compañero. Era curioso, una vida se iba, pero otra llegaba a ellos... quizás era el destino.

¡Perdón, llego un poco tarde! — Se disculpó al llegar junto a ellos. Se abalanzó sobre la sirena, dándole un enorme y poderoso abrazo. La verdad es que tras la noticia que le acababa de llegar, sentía un irrefrenable deseo por estrujarla. Pepe le ladró, juguetón como siempre, antes de darle un bocado a su pata de metal. Y por último saludó a Ragn, poniéndole la mano sobre el muslo. Quizás, si iban a tener una fiesta, no era tan mala la ocasión como para contárselo. En el fondo se moría de ganas por hacerlo ya, pero sintió que era mejor esperar a tener algo de intimidad, quizás. — Aunque aún faltan Umi y Ubben, y yo pensando que era la última. — Mencionó, mirando a su alrededor. Quizás les veía llegar por algún lado.



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VYD

Stats actualizados
#4
Umibozu
El Naufragio
Todo resultaba tan familiar y a la vez tan diferente… A la llegada a la isla en lugar de ir a tierra firme como mis compañeros me separé durante un rato para volver a hacer el mismo recorrido que hice aquel día. Sumergido completamente regresé a la gruta por la que había conseguido alcanzar la presa. Quería ver como había cambiado el lugar. Desde que entrase en aquel momento, no había vuelto al lugar. Tras destrozar los barrotes y embestir la presa para su destrucción, ese camino había quedado descartado al ser el camino de llegada de las fuerzas especiales de Oykot. Quería comprobar en qué estado estaba todo; si habían reconstruido los barrotes o continuaba el agujero en la pared de la montaña. Ver en qué estado estaba la presa desde el interior. Esto se debía a la nostalgia del momento, pero también para mantener actualizado el mapa de la isla y alrededores. Estaba seguro que aquella gruta no aparecería en la mayoría de mapas, por lo que tenerla en el mío lo haría especial.

Unas horas más tarde, inspeccionados ya los alrededores de la isla acudiría al puerto. Allí debían estar la mayoría de los balleneros. Y del puerto al pueblo. La destrucción causada por la destrucción de la presa era evidente. No podía evitar sentirme responsable de aquello. Ver el estado en el que estaba la isla era la evidencia de que toda realidad tenía dos caras. Todavía resonaban en mi cabeza los cánticos de victoria de aquellos días. Sintiéndome responsable de la alegría y miseria actual de la isla, me ofrecí a ayudar. No era el ser más fuerte del blue, pero podía compensar actuando como animal de tiro. Mi gran envergadura me permitiría mover enormes cantidades de escombro y/o material que de otra forma costaría mucho tiempo y esfuerzo. Para mí sería sencillo. También me ofrecí a simplemente ofrecer una sombra bajo la que cobijarse para un más que merecido descanso. Exploración y trabajo serviría como el ejercicio del día. Tras ello, podía relajarme.

Podía sentir el ambiente contenido. Tenso. A la llegada a la isla creía que todavía continuaría el jolgorio y los ecos de la victoria resonarían en calles y tabernas. Que la ilusión prendería la llama de la euforia, sin embargo la realidad distaba bastante de aquello. No podía decir tampoco que la situación fuera de hostil, pero… casi. Las membranas del cuello se expandían y contraría con vida propia. A cada sacudida emitían el mismo sonido que las velas de La Alborada al soltarlas en mitad de una tormenta, inundado así el ambiente con algún sonido. ¿Por qué las calles estaban tan silenciosas? Avancé a cuatro patas. De esa manera la cabeza me quedaba más cerca del suelo y podía ver con más claridad a los humanos de la isla. No quería pisar a nadie por accidente. Mi tamaño me permitiría esquivar grandes montones de escombros sin problema. No tardé en llegar. Llegué pocos minutos después a la taberna de El Largo. La taberna había adquirido el nombre en honor a Tofun. Recordar al tontatta lanzó una afilada e intensa aguja directa al pecho. Sentí el pinchazo emocional como si de verdad me hubieran hundido un filo en las escamas. Al llegar vi al resto del escuadrón. La chica chatarra llevaba una prótesis de lo más rudimentaria en dónde antes tan solo había aire. Intuía que no era lo mismo que una prótesis funcional, pero al menos podía liberar las manos de las muletas y no tener que desplazarse como un delfín torpe en tierra firme. Las membranas del cuello comenzaron a expandirse y contraerse de nuevo - ¿Ya estamos todos-lurk? – dije sentándome cerca del grupo. Naturalmente no podía entrar en la taberna, pero sí estar fuera y pedir que me sacaran bebida. De un vistazo rápido vi que Ubben todavía no estaba presente. Me saqué la pipa de hueso de ave, un poco de hierba seca de alga parda y comencé a fumar, lanzando el humo al aire intentando hacer formas. Guardé silencio a la espera de que alguno de mis compañeros dijeran algo de la calma tensa que había en el ambiente. Ignoraba si era el único que la percibía o si todo no eran imaginaciones mías o si provocadas por unas expectativas incumplidas.
Resumen

Aclaraciones

Personaje

VyD

Técnicas

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Inventario

#5


Salto de foro:


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