Juuken
Juuken
12-12-2024, 09:31 PM
Día 58 de invierno del año 722
Capital de Oykot
Capital de Oykot
Todo era más complicado de lo que parecía. Las enseñanzas de Tom y Marin habían resultado increíblemente útiles, pero no me imaginaba hasta qué punto podía estar equivocado con cómo pensaba que era realmente el mundo exterior. Lejos de aquellas cuatro paredes con rocas incrustadas en ellas. Había tenido dos tipos de vida distintos, antes y después de que ellos llegaran, de que los padres de Juuni me encontrasen, en los restos de aquel edificio que, todavía no llego a entender cómo, acabó destruído por completo. Cada vez que intentaba preguntar por aquellos, siempre me saltaban con evasivas, me cambiaban de tema o incluso me hacían continuar con algún entrenamiento. Tal vez algún día llegue a comprender qué ocurrió allí realmente.
Las dos formas de vida que había conocido eran completamente distintas, tanto como el día y la noche. En el edificio de piedra, la vida era oscura, llena de temor, de dolor y de gritos, tan estridentes que provocaba que más de uno perdiera la cordura. Y la vida. Pero lo peor era el silencio, esos momentos donde todo está tan silencioso que se pueden llegar a escuchar hasta los pasos acercarse, caminando por los pasillos. Sin saber si van a por tí o a por otro pobre desgraciado, que le habrá llegado el terrible sufrimiento. Solamente la idea de ser el siguiente, ya era peor que las propias inyecciones. Algunos pasos no llegaban muy lejos, otros pasaban de largo, siempre que no se detuvieran en la puerta de la celda, uno lograba relajarse. Mas en mi caso acabé asimilando la situación. ¿Acaso yo también me enloquecí? Puede que un poco, sin embargo eso me ayudó a sobrevivir hasta este punto.
La vida junto a Tom y Marin, en cambio, resultó ser completamente distinta. Lejos de todo dolor y tortura, aquello era lo más parecido al paraíso. Aunque al principio no sentía nada de confianza con ellos, y me mostré agresivo con todos ellos, no perdieron la esperanza de que pudiera recobrar la cordura y la compostura. En el momento que Tom me salvó la vida de caer ahogado, comprendí que sus intenciones no eran las de hacerme daño. Eso fue interpretado en mi mente como un shock, un tipo de vida que desconocía que podía ser capaz de existir. No concebía ningún tipo de existencia lejos de los brutales y dolorosos experimentos de aquellos tipos. Antes de conocer a Tom, creía que todo adulto existía para provocar sufrimiento y torturas en los jóvenes. Antes de conocer a Marin, estaba convencido de que todos los adultos eran serios, y gente sin sentimientos que nada les hacía sentir emoción alguna. Hasta entonces, solamente Juuni había mostrado algo similar a empatía por otra persona o, al menos, por mí.
Cuando decidí que quería que mi camino tomase otro rumbo, tanto Tom como Marin trataron de disuadirme, diciéndome que sería como volver a estar encerrado, que la vida no sería mejor que esa, que tendría que enfrentar mayores peligros. Marin trataba de convencerme, muchas veces entre sollozos que no terminaba de entender. Tom, en cambio, se centró en ayudarme a sobrevivir en ese mundo. Me enseñó a combatir, trató de enseñarme a controlar mi poder. Marin le insistió en algún momento que no me alentara, pero él sabía que acabaría siendo algo inevitable, y que no podían negármelo con la vida que había tenido. En aquél momento no fui capaz de entender por qué tanto miedo y seguridad, no podía ser peor que lo que ya había pasado.
Las primeras noches tras haber dejado su barco me confirmaron algunas cosas. Aunque Marin exageraba con sus advertencias, si tenían razón en una cosa. Todo cuanto te rodea puede ser peligroso. Me dijeron que no me fiase de cualquiera que llegase diciendo ser amigo, probablemente por lo que ocurrió el primer día. Tom me había dado una gran arma, uno de sus sables, así lo llamaba, y había resultado llamativo para un pequeño grupo de bandidos que, bueno, no tuvieron mucha suerte en su intento de hurto. Aunque a uno lo dejé marchar. Me recordó a los compañeros que tuve en aquel confinamiento, que siempre había pensado que era como funcionaba realmente el mundo. Pude ver el miedo en sus ojos y en sus palabras, que solo suplicaban piedad y clemencia. Parecía que solo había sido utilizado por otra persona, en contra de su voluntad, por lo que le dejé marchar, esperando no volver a verlo. Hasta el momento aquello fue lo más peligroso que me había ocurrido, claro que solamente habían pasado dos noches.
Los días allí resultaban muy diferentes, se me hacía como un punto intermedio, no era la tortura de los calabozos, pero tampoco era la misma libertad que tuve viajando con Tom y Marin. Podía hacer lo que quería, pero no tardé en comprender que debía buscarme la vida como fuera, necesitaba encontrar yo mismo la comida, comprarla si fuera necesario, encontrar formas de ganar algo de dinero para poder comprar. Era más complicado de lo que me había imaginado, y no estaba preparado para ello, por lo que debía esforzarme al máximo para lograr sobrevivir. Menos mal que se habían encargado de enseñarme lo básico para poder aguantar a solas en este vasto mundo.
Las noches en cambio, no eran tan malas. Debía reconocer que me había acostumbrado durante más de un año, a estar en otras condiciones, no obstante, tras tantos años durmiendo en un rincón húmedo en las piedras, sobre una cama tan dura que parecía estar en el propio suelo, con un trozo de tela roído y destrozado para taparme, tras todo eso, dormir en la calle cubriendome con lo que podía encontrar, no era tan malo, de hecho esos primeros días lo sentía como una gran aventura y experiencia. Estaba completamente emocionado, una nueva vida se mostraba ante mí, un nuevo camino del que solamente yo marcaba el rumbo. Cubriéndome con unos cartones, en un callejón oscuro, no pude evitar pensar que la vida comenzaba a sonreirme, sonrisa que no pude evitar devolver. Me sentía alegre y emocionado, no podía evitar sentir que era el comienzo de una gran aventura.