Marvolath
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20-01-2025, 02:43 AM
Skjoldheim
4 de Invierno
La primera noche en el mar del Norte había sido gélida. El frío penetraba la madera del barco, las mantas, y la piel con la misma facilidad, y se instalaba en los huesos como un doloroso recuerdo de que eran extranjeros en una tierra que no los había aceptado aún. Cansado del viaje, pero más aún de no poder dormir, resolvió que si iba a pasar la noche en vela al menos haría algo útil. Salió de la cama al amparo de los ronquidos de la tripulación, y se dirigió a la enfermería.
Gracias al dial de calor fue perdiendo la necesidad de temblar, y pudo encender un brasero que le daría luz y, eventualmente, reemplazaría al dial como fuente de calor. Arropado entre mantas repasó los diagramas una última vez, rehaciendo cálculos para calentar también la mente en preparación de la actividad que le ocuparía el resto de la noche.
Preparó el instrumental, aunque esta vez sería mucho más fácil y bastaría con unas pocas herramientas y anestesia. Desconectó el ojo que había instalado casi dos estaciones atrás, y el primer implante que fabricó para ser usado. La nueva versión era similar en prestaciones, pero había mejorado el rendimiento para evitar fricciones, y se ajustó sin dificultad. Echó un vistazo por la ventana, donde las estrellas apenas dibujaban sombras sobre sombras. Activó su nuevo ojo, y pequeños puntos comenzaron a moverse en la linde del bosque, donde las bestias que acechaban brillaban como velas en la oscuridad.
"Será útil" - pensó
Siguió con el implante auditivo. Al igual que el ojo, las únicas mejoras afectaban a la eficiencia. Y, al igual que el ojo, se conectó sin dificultad en el lugar donde había estado el anterior. Lo probó, con los ojos cerrados y centrándose en su entorno. Las mismas melodías en los crujidos del barco, las respiraciones relajadas de sus compañeros, el chapoteo del agua,... los mismos sonidos de siempre. Y uno nuevo: el viento, más frío y cortante, furioso y hostil. Con la excusa de conocerlo, dedicó unos minutos de descanso, retrasando el momento que temía.
Sobre la mesa reposaba algo parecido a una tela plegada. La contempló, y la sensación de cuando vistió a su hermana le causó un escalofrío mayor del que el frío podía causar. Con la decisión del que sabe que si lo piensa nunca actuará, colocó la vía, abrió levemente el gotero de anestesia lo justo para adormecer los sentidos, y comenzó a retirar la piel. Las capas inferiores de la dermis se habían adherido a la piel sintética, convirtiendo cada centímetro que retiraba en un suplicio. Con paciencia y entereza completó la tarea, reemplazando cada segmento por la nueva versión, mejor preparada para climas fríos. Había realizado los cálculos para el invierno del East Blue, mucho más benigno que el del North, pero en cualquier caso sería más útil que la que llevó en verano.
Se miró en el espejo. Incluso a la luz amarillenta del brasero se vio pálido, especialmente al haberse acostumbrado al color bronceado de su piel anterior. Apagó el brasero, dejando que el frío fuese penetrando nuevamente en sus huesos antes de activar su más reciente creación. Fue como arroparse entre mantas junto al fuego, como si el frío huyese como huyen las sombras al paso de una antorcha.
El cansancio había dado paso al agotamiento, y ahora que el frío había quedado atrás, consiguió conciliar el sueño.
4 de Invierno
La primera noche en el mar del Norte había sido gélida. El frío penetraba la madera del barco, las mantas, y la piel con la misma facilidad, y se instalaba en los huesos como un doloroso recuerdo de que eran extranjeros en una tierra que no los había aceptado aún. Cansado del viaje, pero más aún de no poder dormir, resolvió que si iba a pasar la noche en vela al menos haría algo útil. Salió de la cama al amparo de los ronquidos de la tripulación, y se dirigió a la enfermería.
Gracias al dial de calor fue perdiendo la necesidad de temblar, y pudo encender un brasero que le daría luz y, eventualmente, reemplazaría al dial como fuente de calor. Arropado entre mantas repasó los diagramas una última vez, rehaciendo cálculos para calentar también la mente en preparación de la actividad que le ocuparía el resto de la noche.
Preparó el instrumental, aunque esta vez sería mucho más fácil y bastaría con unas pocas herramientas y anestesia. Desconectó el ojo que había instalado casi dos estaciones atrás, y el primer implante que fabricó para ser usado. La nueva versión era similar en prestaciones, pero había mejorado el rendimiento para evitar fricciones, y se ajustó sin dificultad. Echó un vistazo por la ventana, donde las estrellas apenas dibujaban sombras sobre sombras. Activó su nuevo ojo, y pequeños puntos comenzaron a moverse en la linde del bosque, donde las bestias que acechaban brillaban como velas en la oscuridad.
"Será útil" - pensó
Siguió con el implante auditivo. Al igual que el ojo, las únicas mejoras afectaban a la eficiencia. Y, al igual que el ojo, se conectó sin dificultad en el lugar donde había estado el anterior. Lo probó, con los ojos cerrados y centrándose en su entorno. Las mismas melodías en los crujidos del barco, las respiraciones relajadas de sus compañeros, el chapoteo del agua,... los mismos sonidos de siempre. Y uno nuevo: el viento, más frío y cortante, furioso y hostil. Con la excusa de conocerlo, dedicó unos minutos de descanso, retrasando el momento que temía.
Sobre la mesa reposaba algo parecido a una tela plegada. La contempló, y la sensación de cuando vistió a su hermana le causó un escalofrío mayor del que el frío podía causar. Con la decisión del que sabe que si lo piensa nunca actuará, colocó la vía, abrió levemente el gotero de anestesia lo justo para adormecer los sentidos, y comenzó a retirar la piel. Las capas inferiores de la dermis se habían adherido a la piel sintética, convirtiendo cada centímetro que retiraba en un suplicio. Con paciencia y entereza completó la tarea, reemplazando cada segmento por la nueva versión, mejor preparada para climas fríos. Había realizado los cálculos para el invierno del East Blue, mucho más benigno que el del North, pero en cualquier caso sería más útil que la que llevó en verano.
Se miró en el espejo. Incluso a la luz amarillenta del brasero se vio pálido, especialmente al haberse acostumbrado al color bronceado de su piel anterior. Apagó el brasero, dejando que el frío fuese penetrando nuevamente en sus huesos antes de activar su más reciente creación. Fue como arroparse entre mantas junto al fuego, como si el frío huyese como huyen las sombras al paso de una antorcha.
El cansancio había dado paso al agotamiento, y ahora que el frío había quedado atrás, consiguió conciliar el sueño.