
Arthur Soriz
Gramps
06-02-2025, 07:12 AM
[ · · · ]
?? de Invierno
Año 724
Año 724
Frente a tus ojos una amplia puerta de madera maciza detiene tu andar. A ambos costados de dicha puerta hay dos guardias fornidos que te miran de reojo sin virar sus cabezas. No es que te menosprecien o te expresen desdén... tan solo están haciendo su trabajo y además no es la primera vez que te han visto la cara por estos lares. Pocos minutos tienes que esperar, que desde el interior de la habitación se escucha un raudo "Que pase" casi tajante, directo y sin vueltas. La voz inconfundible de la corredora con la que, hasta día de hoy, te habías aliado.
Uno de los guardias abrió la puerta para ti, una aprobación velada mientras volteaba la mirada al frente, invitándote a dar paso adelante y entrar. Una vez cruzaras el umbral verías frente a ti a la misma mujer de siempre. Esbelta, de vestimenta seria, con un sombrero de ala sumamente extensa puesto sobre el escritorio tras el que estaba sentada. Con su cabellera rojiza suelta cayendo de manera fluida por sobre sus hombros. Te miró, su expresión completamente neutral. Te mira rauda de pies a cabeza, haciendo un ademán con la cabeza para que te sentaras en la silla que estaba frente al escritorio, directamente enfrente a ella.
Se cruzó de piernas, cómoda. Sin tardanza, sin darte la chance de hablar, fue ella la que habló.
— Sé por lo que vienes, pero hay una pregunta que sí quiero que me respondas... ¿por qué? —no parecía importarle realmente. Si te preguntaba algo así era para llevar un registro, tenerlo en mente para futuro. No fuera a hacer que le salieras de pronto con un balazo por la nuca; aunque nunca le diste razones para dudar hasta ahora. Por la ventana detrás de ella se veía el resto de la ciudad de Skjoldstad, y no muy a lo lejos el salón de Hrothgard... se podría decir que aquella mujer tenía una posición privilegiada como corredora del bajo mundo, y ahí estabas tú... queriendo meterte de lleno en este no como tan solo un animal de cacería, sino como aquel que lleva las correas.
— Y por sobre todas las cosas... ¿cómo pretendes hacerlo? —preguntó, desviando su mirada hacia las uñas de su mano derecha, primero doblando los dedos contra su palma, y luego estirándolos viendo el dorso de su mano levantando ligeramente el mentón. Te miró de reojo, expectante de una respuesta que pudiera considerar satisfactoria. No te estaba juzgando ni te estaba midiendo... eso ya lo había hecho ya antaño con todo lo que habías hecho por ella, y para ella.
No, esto era diferente... quería cerciorarse de que estuvieras verdaderamente preparado para dejar de ser tan solo un soldado, y convertirte posiblemente en otro colega más... ¿Amigo? No, en este mundo no hay amigos, solamente un escalón más en el que poder apoyarte para seguir escalando. Ella misma lo aceptaba, tenía su lugar... esperando pacientemente porque el siguiente asiento se libere y poder ascender.
Lo mismo querías tú.
— No me debes favores, ni yo te debo ninguno a ti —hizo una pausa, irguiéndose en su silla—... que yo recuerde.
Uno de los guardias abrió la puerta para ti, una aprobación velada mientras volteaba la mirada al frente, invitándote a dar paso adelante y entrar. Una vez cruzaras el umbral verías frente a ti a la misma mujer de siempre. Esbelta, de vestimenta seria, con un sombrero de ala sumamente extensa puesto sobre el escritorio tras el que estaba sentada. Con su cabellera rojiza suelta cayendo de manera fluida por sobre sus hombros. Te miró, su expresión completamente neutral. Te mira rauda de pies a cabeza, haciendo un ademán con la cabeza para que te sentaras en la silla que estaba frente al escritorio, directamente enfrente a ella.
Se cruzó de piernas, cómoda. Sin tardanza, sin darte la chance de hablar, fue ella la que habló.
— Sé por lo que vienes, pero hay una pregunta que sí quiero que me respondas... ¿por qué? —no parecía importarle realmente. Si te preguntaba algo así era para llevar un registro, tenerlo en mente para futuro. No fuera a hacer que le salieras de pronto con un balazo por la nuca; aunque nunca le diste razones para dudar hasta ahora. Por la ventana detrás de ella se veía el resto de la ciudad de Skjoldstad, y no muy a lo lejos el salón de Hrothgard... se podría decir que aquella mujer tenía una posición privilegiada como corredora del bajo mundo, y ahí estabas tú... queriendo meterte de lleno en este no como tan solo un animal de cacería, sino como aquel que lleva las correas.
— Y por sobre todas las cosas... ¿cómo pretendes hacerlo? —preguntó, desviando su mirada hacia las uñas de su mano derecha, primero doblando los dedos contra su palma, y luego estirándolos viendo el dorso de su mano levantando ligeramente el mentón. Te miró de reojo, expectante de una respuesta que pudiera considerar satisfactoria. No te estaba juzgando ni te estaba midiendo... eso ya lo había hecho ya antaño con todo lo que habías hecho por ella, y para ella.
No, esto era diferente... quería cerciorarse de que estuvieras verdaderamente preparado para dejar de ser tan solo un soldado, y convertirte posiblemente en otro colega más... ¿Amigo? No, en este mundo no hay amigos, solamente un escalón más en el que poder apoyarte para seguir escalando. Ella misma lo aceptaba, tenía su lugar... esperando pacientemente porque el siguiente asiento se libere y poder ascender.
Lo mismo querías tú.
— No me debes favores, ni yo te debo ninguno a ti —hizo una pausa, irguiéndose en su silla—... que yo recuerde.