[Diario] Un Poder Único

Día 31 de Invierno del Año 724
 

Me encontraba subiendo algunos recursos y cajas al barco en el que me iría a las islas Gecko. Había conseguido varias cajas de recursos gracias a aquellos ladrones comendador por aquél ex pirata y planeaba llevármelas hasta las islas Gecko. Luego de empezar mi viaje y pasar unas cuantas dificultades pasé por una zona entre islas de lo más calmada, por lo que decidí abrir dichas cajas y distraerme con lo que estas tenían.

 

Luego de un rato rebuscando entre tanta cosa pude encontrar objetos como una lámpara que no parecía apagarse y un montón de armas de baja calidad. En realidad habían pocas provisiones de las cuales podía sacarle provecho pero debía de hacer el intento, al final aún no conocía la situación en las islas Gecko como para empezar a hacer lo que quiera en aquél lugar. 

 

Terminando de buscar en la última de aquellas cajas me encontré con algo sumamente raro, una fruta. No se trataba de una fruta cualquiera, pues esta era amarilla y era demasiado grande como para ser un limón, al igual que contaba con unos patrones giratorios en su exterior. Jamás había visto algo así pero lo que si sabía era que me estaba muriendo del hambre y que las frutas eran de los primeros alimentos en ponerse mal.

 

Decidiendo saciar algo de mi hambre le dí una buena mordida a aquella fruta lo que para mi sorpresa fue la mordida más desagradable que había dado en toda mi existencia. Su sabor daban tantas náuseas qué por poco lo vomitaba, lo que no permitiría pues sería un malgasto de comida. Luego de la primera mordida le pegué un mordisco aún más grande, devorando aquella fruta por completo.

 

Luego de resistir aquél sabor por una segundo vez me empezaba a sentir extraño y todo lo que deseaba era no estar emfermo por haberme comido aquella fruta. Para mi sorpresa sentía como mis manos estaban resbalosas, como si las hubiese cubierto con grasa o mantequilla. Al mirarme las manos me di cuenta de ello, podía expulsar grandes cantidades de mantequilla, una mantequilla del tipo resbalosa como del tipo pegajosa. 

Tras ver esto recordé que hace mucho tiempo escuché en un bar los rumores de las Akuma no Mi, unas frutas que daban a quién sea que las consuma un poder más allá de la imaginación, cuya única debilidad sería el mar. Según las historias este poder no solo era una bendición para la mayoría pero también era una maldición, pues perder la habilidad de nadar en este mundo era algo crítico. 

 

Fuese como fuese yo estaba más que feliz, sonriendo en todo momento tras saber que tenía el poder de una de esas frutas. Solo quedaba aprender a utilizar sus habilidades correctamente por la causa correcta. Luego de un rato jugando con aquellos poderes me di cuenta de parte de la capacidad de aquella fruta, pues podía utilizará para evitar ser dañado por el enemigo así como afectar a este mismo con dicha mantequilla.

 

A decir verdad no es que fuese un poder increíble o fuera de este mundo pero me sería útil y sabría darle su buen uso. Si algo de bueno empezaría a tener aquella fruta es que mis enemigos no sabrían que tengo tan rara fruta en mi poder, capturando e impidiendo a estos atacarme. También estaba la opción de crear mi propio estilo de lucha basado en mi arte marcial y el poder de aquella akuma no Mi. 

 

Terminando de practicar con aquella fruta pude ver las islas Gecko en el horizonte, pues ya había llegado a mi destino, sano y salvo. Tenía en mente ocultar mis poderes hasta que necesario usarlos contra alguna amenaza o que estaba misma sea la amenaza para muchos otros que decidan ponerse en mi camino. Sabía las riquesas que me esperaban en aquella isla y ya estaba saboreando mi futuro en esta. Guardé todo lo que había sacado de aquellas cajas y retomé el control del barco, tomando rumbo directo hacia las islas Gecko.

 

Mi objetivo era llegar directamente a la zona principal de las islas, la isla Syrup, dónde recide el verdadero poder de aquella isla.