¿Sabías que…?
... el autor de One Piece, Eichiro Oda, hay semanas en las que apenas duerme 3 horas al día para poder alcanzar la entrega del capitulo a tiempo.
[Común] [C - Pasado] Un tango entre lágrimas en honor a la pereza
Atlas
Nowhere | Fénix
—Pues no lo sé —respondí a Masao cuando me preguntó si alguna vez volvería—, pero si vas a venir a buscarme aquí procuraré no avisarte por si Shawn decide mandarte en mi busca —bromeé.

Entre comentario y comentario, dejamos a Gsus terminando la caja y recogiendo el negocio. Con la clientela que había tenido y la actividad frenética que había habido, seguramente aún quedase bastante tiempo hasta que las calles de Loguetown viesen al propietario volver a su casa. Por el camino, las luces en las ventanas de las casas que flanqueaban nuestro paso señalaban la ruta. A lo lejos, la base del G-31 se perfilaba como centinela y guardiana de una de las islas más relevantes del East Blue. Estaba allí mucho antes de que cualquiera de nosotros llegase al mundo y probablemente seguiría allí mucho tiempo después.

—Pues casi que de rebote —contesté al de Tres Hermanas—. Un día un barco de la Marina atracó en mi pueblo. Sabía quiénes eran, pero nunca había visto tanta gente de uniforme junta. Digamos que, por lo que escuché decirles a los marines, me pareció que era un buen sitio en el que meterme para vivir bien y tranquilo sin trabajar demasiado. Claro que no contaba con tener a alguien como Shawn todo el día pegado a mis talones. ¿Y tú?

Mientras Masao me resumía su vida, nuestros pies fueron recorriendo el camino que ascendía hasta la base marine. Las puertas estaban a punto de cerrar cuando llegamos. Shawn, con su imponente calva y su voluminoso torso, esperaba por la llegada de Masao junto a su presa. Me aseguré de acelerar mínimamente el paso para caminar un par de metros por delante de él, de forma que pareciese que mi compañero me mantenía vigilado en todo momento para no perderme de vista.

—Buenas noches, señor —dije al tiempo que me cuadraba delante de nuestro superior.

—Ya hablaremos, Mosegusa, ya hablaremos. De momento le quiero ver dentro de una hora en el campo de entrenamiento número tres para una sesión disciplinaria. No ha dado un palo al agua en todo el día, debería darle vergüenza —comentó con evidente tono despectivo para, acto seguido, girarse hacia Masao y dirigirse a él—. Ha tardado bastante en dar con Mosegusa, ¿dónde estaba en esta ocasión?

No dije nada, pero mis ojos se clavaron en mi compañero con un gesto de súplica impregnando mi mirada. Pasaba que me fuesen a castigar una vez más, eso no me importaba puesto que era mi día a día, pero no me gustaba la idea de que me quitasen de la lista de posibles escondites uno de los que más me gustaban. Allí, además de poder esconderme, podía disfrutar de algo diferente y refrescante, algo capaz de teletransportarme a lugares y tiempos distintos, de permitirme ver la vida de otros a través de sus ojos.
#11
Masao Toduro
El niño de los lloros
Tenía sentimientos encontrados con respecto a Atlas, por un lado, era alguien con el que sentía que podía confraternizar muy bien, su espíritu relajado, la calma con la que hacer las cosas, en general esa forma de vivir en el cual dejaban la vida pasar sin darle demasiadas vueltas a si lo que hacían resultaría algo memorable o no. Pero todo aquello chocaba con las creencias que se había visto obligado a autoimponerse, la disciplina, el esfuerzo, el trabajo duro hasta la extenuación, el intentar aprovechar el más mínimo resquicio.

Pero tal vez estuviera siendo demasiado duro con "su rubia", al igual que lo había sido consigo mismo no hacía tanto tiempo. Tal vez no todo el mundo debía tener historias elocuentes de como se habían convertido en marines, ni tener grandes dotes de mando, ni tan siquiera muchas granas de trabajar. Puede que al final del día para ser un héroe no se necesitara más que un hombre en el momento adecuado dispuesto a hacer su trabajo. 

Mi historia es tela complicaa arranque a hablar —Yo vivía en mi barrio, con mis otros siete hermanos, era el mayor y mis viejos... bueno mis viejos no son lo mejorcito del mundo que digamos. Azin que me toco hacerme cargo a mi abuelo al prinsipio y luego a mi cuenta esta se fue con la gloria de dios— dije para acto seguido santiguarme y mirar al cielo —Fuera como fuera tenía trabajos pequeños con los que ir tirando, al final empecé a trapichear porque era dinerillo fácil y siempre faltaba en casa, y poco a poco me fui haciendo un mal nombre, mi pequeña banda y toa la pesca. No fue hasta que el contralmirante Colón me hizo aquella redada que me vi forzado a entrar a la marina y así por lo menos garantizar a mis chicos que van a tener una oportunidad mejor que la mía, mira aquí salimos toos— le dije mientras le mostraba una foto familiar, una de las últimas que había logrado hacerse con su abuela coincidiendo con el nacimiento del más pequeño de los ocho, su hermano Junior —Al final lo he acabado disfrutando el viaje y doy gracias a Dios de que mi destino se cruzara con el moreno—dijo refiriéndose a Colón.

Ciertamente, era un hombre nuevo, y aquellos meses aunque breves le habían cambiado la vida, y si bien la vida de marine no era fácil era mejor que la de un buscavidas cualquiera, además, era un sitio donde sus dotes de cocinar con poco para muchos estaban brillando mejor que nunca, y la cocina era de lejos la tarea mundana que más disfrutaba. En lo que pensaba el sol se iba escondiendo y las luces cada vez brillaban con más luz, tendrían que acelerar el paso si quería llegar a tiempo a su turno entre fogones.

—Escuche que eras artesano, ¿Lo aprendiste en tu tierra también?— preguntó instantes antes de entrar en la base.

Una vez allí Shawn hizo gala, y rápidamente me preguntó que donde lo había encontrado tras darle su reprimenda. Entre la cara de su compañero de juergas y la del teniente, me encuentraba atrapado entre la espada y la pared, pero por mucho que quisiera ayudar a su compañero y cubrirle, mentir era un pecado que no podía permitirse.

—Pos la verdad es que primero baje por esta calle, que la verdad es que no se como se llama y entre en ese primer bar, como no estaba, fui a esa esquina y pregunte a una señora asi mu mnoa que llevaba un vestido rosa y que era muy mona, el caso es que le enseñe una foto del rubio y no le sonaba porque era de fuera, luego tire un par de bares más abajo y...—arranque a darle la versión completa de lo ocurrido.

—¡Basta!, tú ve a los fogones que empieza tu turno. Y tú ya me dirás donde se escondía, ahora tengo un lío de tres pares de pelotas— gruño antes de irse farfullando alguna clase de amenaza al rubio.

Esta vez se había librado por la campana, por lo que agradeciendo al de arriba sonrió al rubio, después de todo, una vez acabara con lo suyo en la cocina acudiría al campo, asumiendo el mismo castigo que el rubio, tal vez no el mismo porque estaba doblado de tanto baile, pero eso le pasaba por pecar, después de todo le tocaría confesarse a la mañana siguiente.
#12
Atlas
Nowhere | Fénix
Masao explicaba su vida de forma resumida y en cierto modo aturullada, aunque ello no me impedía hacerme a la idea de que no debía haber sido nada fácil. Había tenido que sacar adelante a un montón de hermanos, los cuales llevaba siempre consigo en una fotografía, a base de delinquir en un lugar en el que al más mínimo descuido o error podías acabar muerto en una cuneta. Tal vez fuese esa necesidad de permanecer aferrado a algo que le mantuviese la cabeza fuera en semejante charco de mugre y lado lo que le había llevado a refugiarse en la fe. A lo mejor simplemente la tenía y no era una necesidad impuesta por sus circunstancias.

De cualquier modo, a poco que te detuvieses a escucharle veías que detrás de su aparente simplicidad había una historia compleja, plagada de decisiones forzosas en edades en las que no deberían ser tomadas, repleta de dificultades en todo momento y encarada de una manera envidiable. ¿Cuántas personas había con vidas cercanas al ensueño que se convencían de vivir en un infierno únicamente por el cómodo papel moral que otorga el rol de víctima? Claro que consideraciones como ésa eran fáciles de hacer desde mi perspectiva. A fin de cuentas, cada quien era capaz de asumir las cosas de una manera u otra y tampoco era justo señarles por ello. Puede que Masao tuviese una gran fortaleza intrínseca, muchos recursos personales para encarar lo que viniese, mientras ese otro tipo de personas sencillamente era más... ¿pusilánime?

Fue la pregunta de Masao lo que me sacó de mi ensimismamiento:

—Sí, es una aldea muy muy pequeña y nos guste más o menos cada quien debe aprender a hacer algo por el bien de la comunidad. Cuando era niño el que hacía las azadas, las herraduras para los caballos y, en resumen, cualquier cosa metálica que se te ocurra ya se estaba haciendo mayor, así que me pusieron con él. No es lo que más me gustaba, si te digo la verdad, pero con el paso del tiempo le fui cogiendo el gusto. Detesto el proceso, demasiado esfuerzo y sudor, pero la verdad es que me gusta mucho apreciar los resultados, así que medio consigo tragar de vez en cuando con la parte más laboriosa.

No pude continuar con mi explicación, porque apenas hubimos dado un par de pasos en el interior de la base miliar Shawn salió a nuestro paso. Las explicaciones de Masao fueron tan poco claras como siempre, perdidas en una verborrea que no conducía a ningún lugar y era capaz de saturar los oídos del más pintado en apenas unos segundos. Sin embargo, algo me decía que en aquella ocasión su discurso impreciso y divagatorio tenía bastante de intencionado.

Lo fuese o no, consiguió el resultado que esperaría de haberlo sido: Shawn se hartó de escucharle y le mandó a hacer sus labores en la cocina. Acto seguido me encaró, dio unos pasos hacia mí y situó su rostro a escasos centímetros del mío.

—A la ducha y luego al campo de entrenamiento —susurró—. ¡Ya!
#13
Masao Toduro
El niño de los lloros
Me fui cabizbajo a la cocina, como alma en pena en el cuartel, procesando aquella coctelera de sabores que había acabado siendo el día. No tardo muchos minutos en llegar a la cocina y a empezar a trabajar entre los fogones, de los cuales no salían canturreos ni tantas palmas como se acostumbran allí.

La cena de aquella noche era bastante simple, pero agradecida, de primero tendríamos un cuenco de sopa juliana, afortunadamente allí se tomaban su tiempo en cortar y cocer las verduras en un caldo que habían estado cociendo a fuego lento la noche anterior y a la que había tirado huesos de jamón para que chupara bien el sabor.

De segundo tenían un San Jacobo, relleno de jamón y queso y rebozado en un pan de una tahona cercana al puerto, cuya harina importaban de algún lejano lugar de la gran ruta, después de todo en la ciudad del alfa y el omega no había campos que supiera, pero aquellas dificultades las suplían con un puerto a la entrada de uno de los hervideros de gente más peligroso del planeta.

Y por último se tenía o una bola de helado de chocolate y vainilla o un café solo, algo que también era muy típico en mi tierra natal.

Una vez que terminó su guardia en cocina y una vez hubiera finalizado de limpiar los cacharros, tomaría un par de bandejas y atravesaría toda la base hasta los campos de entrenamiento, sabía de alguien que posiblemente no hubiera cenado aún.

Y que sería de una persona con el buche vacío.
#14


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