Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Común] [C- Pasado] ¡Quemar las banderas!
Lemon Stone
-
Por fin había entrado al Ejército Revolucionario.
 
Durante mucho tiempo pensó que bastaba con hacer grafitis y desobedecer a los padres, pero un revolucionario es ser alguien peligroso.  Lo entendió cuando montó un sindicato en la empresa de su padre. Les jodía la vida a los ricos (principalmente a su propia familia) y se había tatuado el cuerpo, pero no era lo suficientemente rebelde para llamar la atención de RRHH de la Armada. Solían responder que “sus logros eran impresionantes (para un niño), pero, por ningún motivo, lo convertirían en el Comandante Supremo”.
 
Ante la actitud negativa de la encargada del equipo de reclutamiento y selección de personal, Lemon reflexionó profundamente: bebió con sus amigos de la escuela durante tres días, disfrutando de la piscina en días calurosos. Gracias a ellos, llegó a una conclusión importantísima: debía acumular méritos para postularse como Comandante Supremo, aunque preferiría llamarse Presidente. Aceptando la realidad como personal de escasos recursos resignado a vivir en casa de sus padres hasta la tercera edad, postuló desde la humildad y la perseverancia.
 
Tras muchísimos extenuantes entrenamientos y demasiadas comidas altas en grasa, Lemon se hallaba preparado para enfrentar su primera misión como recluta oficial del Ejército Revolucionario. Todo saldrá perfecto, aseguró la encargada de misiones para novatos molestos. Sin embargo, Lemon no confiaba mucho en las personas que preferían el chocolate blanco. Por eso, sugirió amablemente (tuvieron que llamar a seguridad) que lo enviasen con un equipo para robar los documentos de una caja fuerte de uno de los tantísimos edificios gubernamentales de Loguetown.
 
Por ello, Lemon esperaba paciente en una cafetería ubicada cerca de la plaza central de Loguetown. Había pocos placeres superiores al de una cerveza a las 9 de la mañana acompañada de un puro. Su padre le había advertido que agarraría cáncer de pulmón, pero Lemon sabía que los doctores inventaban enfermedades para ganar dinero. Mientras no conociera a muchos médicos todo estaría bien. Es cierto que antes, cuando apenas era un niño de veinte años, iba al hospital hasta porque le dolía una ceja. Sin embargo, el pequeño Lemon se había transformado en un hombre fuerte y resistente, en alguien que no se tropieza con la cola de un perro y termina internado una semana entera en el hospital.
 
-Señor, esta es la octava vez que se lo repito: no puede consumir bebidas provenientes de otro local en el nuestro. Si no va a pedir nada, por favor retírese -interrumpió una joven de piel bronceada con el ceño fruncido y el cabello negro recogido en una cola.
 
-Pero si voy a pedir… Estoy viendo la carta, aún no me decido -respondió Lemon sin mirar a la señorita. Su padre le había dicho que era mala educación mirar a los empleados.
 
-Lleva treinta minutos viendo la misma página de la carta.
 
-Es que no me acuerdo como se lee -confesó Lemon.
 
-¿Qué?
 
-¿Hm? ¿Tú sí sabes?
 
-C-Claro, aprendí de niña.
 
-¿Crees que soy un idiota? -le preguntó de pronto, una ligera sonrisa en su rostro. La mesera se moría por decir que sí-. Me lo suelen decir, más de lo que tú crees. “¿Cómo es posible que alguien se olvide de cómo leer? Debe ser un idiota”, es lo que estás pensando. ¿Pero no me hace increíblemente listo anticipar lo que estás pensando? ¡O mejor aún! ¡¿No me hace un genio indiscutible haberte conducido a esta conversación sin que te dieras cuenta de que has sido manipulada todo este tiempo?! -dijo Lemon, emocionándose tanto que se levantó eufórico y golpeó la mesa.
 
-No diga mamadas, señor. ¿Va a pedir o no?
 
Ante la frialdad de la mujer, Lemon volvió a tomar asiento reducido a su mínima expresión. Ya no era un hombre, ni siquiera un muchachito. Era un tubérculo. Ni siquiera una arañita que tira telarañas y envenena a sus presas. No, era un maldito tubérculo. Una simple papa que acabaría en aceite hirviendo.
 
-Sí, tráeme el menú para niños, por favor.
#1
Rocket Raccoon
Rocket
'Maldita sea, otro idiota que solo sabe hacer ruido y más ruido' 

Un sujeto se había sentado en solitario en una de las tantas mesas que había libres aquella mañana en la pequeña cafetería, donde ya habíamos unos pocos disfrutando de un sabroso capuchino recién hecho por la hermosa y preciosa chica que nos atendía amablemente a cada uno de sus comensales. Pero como no, siempre tenía que llegar alguien a arruinar la tranquilidad y paz que algunos pocos disfrutábamos a raudales, y que por culpa de este señor de gran tamaño, dicha serenidad conseguida, se esfumaba.

En uno de los tantos asientos ocupados, había un mapache. Sí, ahora mismo les estoy hablando de mí, y de como esta situación pasaría a fastidiarme más de la cuenta. No eran muchos los días que llevaba en esta isla bastante alejada de todas las demás. ¿Qué hacía por aquí? Pues la verdad que ni puta idea, simplemente quería molestar un poco en las narices de los marines, porque no quemarles algo por aquí, otra cosa por allá... La vida de momento para mí no tenía un rumbo fijado o algo así, simplemente me dejaba llevar por mis idas y venidas, pero casi siempre eran las mimas: molestar a cualquiera que tuviese relación con el gobierno. Quizás en algún futuro les cuente el porqué, pero por ahora, concentrémonos en el hoy, y en este sujeto que perturba mi mañana.

Tomaba un pequeño sorbo del caliente líquido que llenaba mi taza, que apenas iba por la mitad. Lo colocaba suavemente sobre mi pequeña mesa, para que no se derramara ni una gota.

-¡Hey maldito! ¡Joder eh!- Fueron las palabras utilizadas, escogidas inteligentemente. Nah mentira, me tenía frustrado y eso fue lo primero qué salió, y no importaba, estaba ya molestando a la joven que solo hacía su trabajo, y no aguanté. Un pequeño mapache se paraba con sus dos patas traseras, pero su andar no era el de un animal cualquiera. Lo que todos verían, era a un bípedo peludo acercarse a la mesa de aquel sujeto, pero por su caminar, era bastante claro que tenía rasgos humanos, como los que había a su alrededor. Llevaba conmigo una pequeña pistola de mano, pero estaba en su funda, no planeaba usarla, solo estaba molesto, y el derramar sangre porque sí, todavía no estaba en uno de mis intereses.

'¿Menú de niños?' ¿Había escuchado bien? Cuando este sujeto se presentó en el local, por su porte y la aparente elegancia con la que vestía, parecía ser alguien el dinero suficiente y la gracia, como para poder permitirse un plato más adecuado para la imagen que en principio proyectaba... pero ese pedido me sorprendió, y no me dejaba más que reírme y reírme sin parar. 

-¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJ! No me jodaaaas anda! ¡Joder eh!- Aún no había llegado hasta su mesa, se podría indicar que estaba a medio camino. Pero estas carcajadas, quizás desproporcionadas, me habían hecho detener mi caminar hacia su posición, ya que no podía mantenerlas. Si alguien si fijaba, vería también una pequeña lágrima salir de mi ojo, la cual me seque con mi dedo. Las risas parecían disminuir, y volvía a levantar mi mirada hacia el sujeto de traje. -Me hiciste la mañana. Joder eh.-
#2
Lemon Stone
-
Si esa mañana hubiera sabido que acabaría conociendo a un castor parlanchín, habría ido preparado para tomar fotografías y subirlo al diario. Cuando la curiosa criatura le dirigió la palabra, entre enfadada y divertida, la confusión se dibujó en el rostro de Lemon. Pestañeó varias veces, pensando que quizás era producto de su imaginación, y luego se frotó los ojos. Después de notar que no se trataba de una ilusión, sino que en serio un castor le estaba hablando, Lemon se levantó exaltado de la mesa.
 
-¡¿C-C-Cómo puedes hablar?! ¡Los castores no hablan, maldita sea! -le preguntó, llamando innecesariamente la atención de la clientela-. ¿Y qué haces en una cafetería? ¿Siquiera tienes pulgares para tomar una taza de té? Discúlpame, eso fue grosero. A nadie le gusta que le restrieguen los defectos en la cara…
 
Cuando por fin se tranquilizó, Lemon miró con más detención al castor. Era bastante pequeño, estaba seguro de que cabía en la palma de su mano, y tenía la impresión de que era un viejo cascarrabias. Quizás no era tan anciano, pero lo de cascarrabias seguro que sí. Iba vestido como una persona cualquiera y, si entrecerrabas los ojos, podías imaginarte a un niño con mucho, mucho pelo. No, mentira. Aunque entrecerrase los ojos seguía viendo al castor.
 
Volvió a tomar asiento y esperó la comida, mientras un mar de preguntas inundaba su cabeza.
 
-¿Eres alérgico al chocolate? -le preguntó de pronto-. No, creo que esos son los perros… ¿Y explotas si te comes un grano de arroz? ¿O esas son las palomas…? Mira, tengo un trabajo muy importante que hacer y estoy esperando a mis camaradas, no puedo distraerme con un castor parlanchín. -Lemon miró hacia los lados como asegurándose de que nadie fuera a escucharle-. Tengo que quemar la bandera del Gobierno Mundial, ¿entiendes?
 
Quizás compartir con un civil las intenciones de un honorable miembro adscrito del Ejército Revolucionario rompiera algún código de EL MANUAL, pero no se lo había leído completo. Solo leía una página por día y como a veces se olvidaba de la página en la que iba, comenzaba desde el principio.
 
De pronto, se le ocurrió una maravillosa idea que no tenía ningún punto débil: era sencillamente perfecta. Seguramente, un incendio llamaría mucho la atención de los civiles y los marines, pero ¿y si justo en ese momento un castor parlanchín comienza un concierto de rock en la vía pública? Estaba convencido de que desviaría el foco de la atención, es decir, entre salvar un edificio aburrido y sin importancia y escuchar un solo tocado por un castor no hay punto de comparación.
 
-Espera… ¿Te importaría ayudarme con el fuego?
#3
Rocket Raccoon
Rocket
Con paso confiando, me acercaba más y más hacia la mesa de aquel sujeto de cabello rubio y bien afeitado. Pero se me olvidaba una cosa, algo bastante importante si les soy sincero. Había acudido a este lugar para tomarme una muy buena taza de café, bien calentita y con la espumita de la cremita recién hecha en su punto. Y lo había olvidado por la gracia que me hacía sentir este sujeto, con pintas de super don empresario, pero con el dinero suficiente para pedir lo más barato de la carta. -Espera ahí, espera ahi. JAJAJAJA ¡Joder eh!- Le indicaba que esperara, mientras regresaba a mi mesa para coger mi tacita de café y llevarla a la suya. 

-¿Como que castor? ¿Que no viste biología cuando niño o qué? Malditos humanos de la verga.... ¡joder eh!- El tono de voz esta vez era un poco más elevado que el de antes, pero estaba intentando que cierta camarería fluyera en el ambiente. No quería volver a tornar la situación en un ambiente hostil. -Pero siii si, entiendo la confusión. No todos los días se ve a un mapache hablando, ni siquiera yo he visto jajaja ¡Joder eh!- Me sentaba en su mesa, a ver... no en su mesa, como tal pues, sino en una silla ubicada al lado de su mesa, esa sí. Colocando la taza, esa sí, sobre la mesa. Ante su último comentario, le mostré que tan habilidosas eran mis manos, obviamente, tomando un sorbo del sabroso líquido que llenaba la taza. -Pues si, y las sé usar bastante bien. ¡Joder eh!- Le mostraba la pistola que tenía guardada en mi funda.

-Quiero entender que las primeras preguntas eran en broma. Pero tengo especial curiosidad por esa última.- Le guiñaba el ojo. No sabía que podía hacer eso, creí que era un gesto muy humano, pero también lo había aprendido. -Pero, ¿puedo saber por qué tanto odio a esa gente?- Me inquietaba la idea, y también se me hacía interesante el saber porque un sujeto como el que tenía en frente, tenía problemas con el estado que gobierna esta isla y también muchas otras. Supongo que su historia era totalmente diferente a la mía, y era intrigante conocer y saber como había más personas interesadas en hacer daño a los marines, y más aún al gobierno mundial.

Íbamos a seguir la conversación, pero en ese instante llegaba la señorita que atendía el local con el pedido del muchacho, que aún no me había mencionado su nombre, así que procedería yo con las respectivas introducciones. -Por cierto, me puedes llamar Rocket, sí, como el cohete en inglés... en un futuro, quién sabe, verás por qué ¡Joder eh!-
#4
Lemon Stone
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Lemon había asistido a los mejores colegios, esos a los que un niño de clase media no tiene acceso porque sus padres no tienen el dinero suficiente, esos donde aprenden a hablar varios idiomas de pequeño solo para lucirse una vez crecen. Por supuesto que sabía lo que es un mapache, pero jamás había visto uno en persona. Eran criaturas exóticas y que rara vez aparecen en el Mar del Este. En cambio, los castores son comunes, tanto como las chicas que se tiñen el cabello rojo después de terminar una relación tóxica. Así que solo por probabilidades era más razonable asumir que ese peluche parlante era, en efecto, un castor.
 
Como si ver a un animal hablar no fuera lo suficientemente raro, este mostró un arma como quien vende droga en público. No tenía vergüenza ninguna, pero sí la precaución adecuada para no llamar la atención de los malditos marines. Podía parecer un chiste andante, pero no había que subestimar al castor. Igual y vendía metanfetamina…
 
Entonces, hizo una pregunta curiosa e interesante. En realidad, no odiaba a nadie. Entendía que los esclavos existían porque el Gobierno Mundial lo permitía, entendía que había desigualdades socioeconómicas y que muchos vivían con excesos y otros con sobras, entendía el mundo en el que vivía. Sin embargo, no se había unido a las filas del Ejército Revolucionario para esparcir odio por el mundo, sino para vivir coherentemente con las enseñanzas del MANUAL.
 
-Yo realmente no los odio, ni siquiera los conozco. Son unos idiotas, eso es seguro. ¿Cómo es eso de usar peceras en la cabeza? Papá siempre habla de ellos, dice que son unos imbéciles comevergas que exigen y exigen dinero, pero que nunca lo retribuyen como corresponde. Yo solo quiero quemar banderas y mear en el escritorio de la oficina del capitán de Loguetown. Ya sabes, cosas rebeldes de verdad -respondió Lemon con naturalidad, como si todo lo que dijera tuviera sentido, es decir, un sentido real.
 
Más tarde, después de intercambiar unas cuantas palabras, el animal parlante se presentó como Rocket. Tenía un nombre en otro idioma, qué original. Sin embargo, no iba a juzgar a una criatura perteneciente a otra raza, en el Ejército Revolucionario se respeta a todos por igual, incluso a los pobres y a los discapacitados…, aunque puede que a estos últimos no tanto. Dicen que en los baños de la base suprema todavía no hay baños para gente en silla de ruedas.
 
-Tienes un nombre demasiado complicado. Serás Castor -le dijo con una sonrisa llena de confianza-. Yo soy Lemon Stone, el hombre que difundirá las enseñanzas del MANUAL.
#5
Rocket Raccoon
Rocket
Las distancias que siempre hay entre las distintas clases sociales y también políticas, han sido siempre la clave para que unos cuantos descontentos se alzaran contra algún régimen o poder superior que estuviese gobernando o controlando dicha sociedad que tras pasar los días, semanas y años... ven como sus problemas o inquietudes se siguen incrementando, y caso contrario, ver como los del lado contrario, su vida parece ser más placentera a coste de los demás. Es este uno de los tantos motivos por los cuales se suelen levantar las armas contra el poder, y tal parece que para la familia de la persona que tenía en frente, era este el detonante.

Por mi parte, aún no había un motivo del todo claro. Cualquiera podría creer que simplemente quería hacer desmadre allá donde fuese, y si es joder a quien está en el poder, en las alturas de todo, pues mejor aún. Pero si había un motivo por el cual intentar tirar abajo a esta gente, pero recordar aquello me hacía hervir la sangre y a veces, incluso llegaba a tocar en el fondo de mi ser, ahí, donde los sentimientos afloran y se dejan visualizar en una lágrima que empieza a caer por la mejilla. Pero no estaba pensando en nada así, por lo que no habría ninguna gota de agua saliendo de mi ojo. El ambiente era distinto, era de gozo, y se estaba forjando una especie de alianza entre un sujeto de alta cuna, y un pobre mapache que tenía sus propios pleitos con el Gobierno Mundial. 

-El problema es que le quitan dinero a papi entonces. Y esa plata se pierde en sus bolsillos. Malditas escorias, sí. Joder eh.- Escuchaba atento a su leve monólogo. Suponía que su padre era alguien adinerado, después de todo, no es común ver a personas con el tipo de traje que portaba el muchacho con quien hablaba. Hacía poco que había salido de mi encierro, y fueron muy pocas las veces que veía a alguien llevar estos atuendos. Lo que sí recuerdo, es que al verlos, siempre parecían tener algún tipo de poder o persuasión, sobre los demás que no vestían de tal forma. Suponía, entonces, que su familia era gente quizás importante, y por lo visto, no estaban de acuerdo con la forma de gobernar de sus líderes. -Jajajaja- Reía, no a carcajadas como antes, pero sí alzando el volumen. -No creo que quemar unas banderas- Bajaba el tono de voz, decir estas cosas en voz alta podía ser peligroso. -Sea suficiente como para que dejen de cobrarle a tu papi, pero hey... si tienes algo en mente, Rocket es útil. Joder eh.

No sabía a donde coño me iba a llevar esta reciente alianza con un hijo de papi que parecía querer impresionar a su progenitor. Pero bueno, parecía tener el mismo interés de momento que yo, y bueno, su padre es de dinero, siempre viene bien arrimarse a gente así.
#6
Lemon Stone
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Miró a Castor con confusión en los ojos, como si el comentario le hubiera extrañado. A Lemon no le importa el dinero de su padre, tampoco le interesan los barcos de lujo ni las mansiones en islas paradisiacas, mucho menos las enormes torres puestas estratégicamente en centros comerciales que dan utilidades anuales billonarias. ¿En resumen? A Lemon le da igual el dinero de su padre y los impuestos que paga todos los meses a los Dragones Celestiales, al puto Gobierno Mundial.
 
En todo momento de la vida, la responsabilidad toca la puerta y un hombre debe responder y hacerse cargo de su propia existencia, cumplir con los mínimos requerimientos de ser consciente de las necesidades individuales. En el caso de Lemon, las invaluables páginas del MANUAL lo hicieron. Desde entonces, ya no tiene criadas que lavan la ropa ni chefs personales que le cocinan a diario, incluso gana su propio dinero. Esto último en parte porque su padre, al ver que Lemon quería seguir con el juego de ser un rebelde, le quitó la mesada de cinco millones de berries semanales.
 
-Eso no me importa, el viejo tiene plata suficiente para vivir diez vidas sin volver a trabajar, y eso manteniendo a mis hermanos también. ¿Sabías que somos diez? Yo soy el menor -respondió Lemon, yéndose un poco del tema principal-. Como sea, puede que quemar una o dos banderas no marque la diferencia, pero el fuego es el símbolo de la revolución, de los cambios. Los primeros hombres, los primeros de todos, no podían rebelarse porque no tenían fuego. Estaba prohibido. Sin embargo, uno de estos monos más evolucionados consiguió hacer un par de llamas, incendiar uno o dos bosques, y de pronto la rebelión nació. Eso es porque había fuego.
 
Por supuesto, Lemon acababa de inventarse toda esa historia que, para él, tenía todo el sentido del mundo. Analizando un tanto más sus palabras, antiguamente el hombre debía luchar entre tribus o familias para subsistir, además de batallar contra otras especies. No obstante, con el descubrimiento del fuego comenzó a girar más deprisa la rueda de la evolución, del desarrollo y la tecnología. Pronto, el hombre comenzó a fabricar espadas y luego rifles, y entonces banderas. ¡Y todo gracias al fuego! Hubo un momento en la historia, posterior a la revelación de las llamas, en que el hombre comenzó a oprimir a otros hombres.
 
-Bueno, ¿estamos listos? Necesitamos conseguir alcohol, botellas y un paño. Montaremos unas molotov y le daremos un mensaje a los gobernantes de este lugar -susurró de manera sospechosa a su compañero peludo-. ¿Nos vamos al cuartel?
#7


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