Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Común] [Pasado] Ecos de Caza II
Illyasbabel
cuervo de tiburón


Illyasbabel permaneció inmóvil por un momento, observando el destello en la cornisa, evaluando su entorno y esperando el momento indicado para moverse. La selva densa que lo rodeaba parecía querer tragárselo entero, pero él ya estaba acostumbrado a moverse en lugares hostiles, su experiencia como cazador e infancia salvaje, lo mantenían alerta, preparado para cualquier sorpresa que pudiera surgir de la espesura. El nombre en el cartel de "se busca" resonaba en su mente, un apodo casi ridículo para alguien que había sembrado tanto caos y desconcierto. Rodrigo, el de la camisa rosa. pensó.

 A pesar de lo absurdo del nombre, Illyasbabel sabía que no debía subestimarlo, al fin y al cabo le había costado poco más de una semana localizarlo. Empezaba a ser una molestia para el viejo cuervo. Aunque su recompensa fuera ínfima, el pirata había demostrado ser escurridizo, capaz de evadir a cazadores y marines por igual, usando su ingenio y el terreno a su favor. Momobami era su último refugio, una fortaleza natural que muy pocos se atrevían a desafiar. Illyasbabel no estaba dispuesto a dejar que su presa escapara de nuevo.

 Con la  misma cautela de un depredador al acecho, Illya comenzó a avanzar hacia el monte. Maldito bastardo que me haces llegar hasta aquí... pensó, ya un tanto frustrado mientras su frente empezaba a sudar. El terreno se volvía más empinado con cada paso, obligándolo a utilizar tanto su fuerza como su agilidad para trepar por las rocas resbaladizas y las enredaderas que colgaban como trampas naturales. Las criaturas de la isla, aunque peligrosas, parecían estar más atentas a sus propios asuntos, Illya no bajaba la guardia en ningún momento. Podía volar pero prefería mantenerse en el suelo en pos de mayor sigilo. Cada sonido, cada movimiento en la periferia de su visión era analizado y procesado en fracciones de segundo, un hábito perfeccionado tras años de supervivencia en las condiciones más extremas.

 Finalmente, alcanzó la cornisa donde había visto el destello. Llegado el atardecer, el sol comenzaba a descender en el horizonte proyectando enormes sombras sobre la vasta selva. Illyasbabel se agazapó, ocultándose entre la vegetación y sacándole provecho a la oscuridad, mientras que sus ojos recorrían el área en busca de su objetivo. Entonces lo vio, Rodrigo estaba allí, a unos pocos metros de distancia, observando el panorama desde la cornisa junto a una pequeña hoguera. Su camisa rosa destacaba como una mancha de color en el paisaje selvático, aunque su apariencia no era la de un pirata temible, Illyasbabel sabía que las apariencias podían engañar.

 Rodrigo parecía confiado, tal vez demasiado. Estaba solo, sin ninguna señal de sus hombres o de algún tipo de protección. Illyasbabel lo observó con atención, buscando alguna trampa, algún indicio de que la situación no era tan sencilla como parecía. Pero no encontró nada. Aparentemente, Rodrigo se había refugiado en la isla confiando en su aislamiento para mantenerlo a salvo, no contaba para nada con el viejo y astuto cuervo.

 Se preparó para atacar, su mente ya trazando la ruta más directa hacia su objetivo. El silencio de la selva se hizo aún más profundo, como si la misma naturaleza se anticipara a lo que estaba por suceder. Illya sabía que debía moverse rápido y con precisión, no podía permitir que Rodrigo tuviera la oportunidad de reaccionar o de huir una vez más. Con la agilidad de una sombra, el viejo cuervo se lanzó hacia adelante, cerrando la distancia entre él y el pirata en un abrir y cerrar de ojos.- ¡Maldita rata!- exclamó en su avance. Rodrigo apenas tuvo tiempo de girar la cabeza antes de que Illyasbabel estuviera sobre él, su mano y espada extendida como un relámpago en dirección a la garganta del pirata. Sin embargo, justo antes de que el filo alcanzara su objetivo, una explosión de luz y humo lo envolvió, obligándolo a retroceder. Su estrategia había fallado nuevamente, más cabreado que sensato, el viejo Lunarian extendería sus alas para quitarse el humo de encima y amenazar al pirata. - ¡¡Yaaa!! da la cara!- exclamó.
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