¿Sabías que…?
... existe la leyenda de una antigua serpiente gigante que surcaba el East Blue.
[Evento] [Escolta] El traslado de Meethook
Takahiro
La saeta verde
«Y con esto queda demostrado que el veganismo es una mentira. Hijo de la gran fruta…», pensó para sus adentros el marine, mientras observaba como el pirata con pelo de lechuga, de un verde tan intenso como un árbol de navidad, sacaba fuerzas de flaquezas para golpear el suelo con todo lo que le quedaba en su interior. Fue un puñetazo potente, quizá demasiado para una persona en su estado. Eso significaba dos cosas: la primera era que Broco Lee los había subestimado y que, por culpa de ello, había perecido en su propia arrogancia. Y la segunda, que el entrenamiento había dado sus frutos. El escuadrón de locos que conformaba la L-42 estaba preparada para enfrentarse a cualquier enemigo. ¿Sería momento para adentrarse en el Gran Line? Bueno, esa era una pregunta que podía esperar.

Tras el fuerte impacto, el suelo comenzó a temblar, incesantemente. Ante los incrédulos ojos del espadachín, la tierra parecía que había comenzado a ondularse, propagándose en ondas circulares, como la superficie del agua de un estanque tras la caída de una piedra por parte de un niño. Tras ello, todo el suelo se agrietó en un amplio radio y, sin poder evitarlo, todo comenzó a caer. Ocurrió muy rápido. Estaba lejos de un lugar estable, podría decirse que Takahiro se encontraba, nuevamente, en el lugar más inadecuado en el momento menos indicado. En un abrir y cerrar de ojos todo a sus pies estaba cayendo a un vacío del que no sabía si podía salir vivo.

Enfundó sus armas y haciendo gala de sus habilidades comenzó a saltar de una piedra a otra que tenía en frente, avanzando con la intención de llegar a tierra firme. Primero una piedra rectangular, que usó para impulsarse y saltar sobre una circular. Después otra más pequeña, en la que casi se resbala y pierde el equilibrio. Finalmente, cuando creía todo perdido algo le sujetó de los hombros. Eran unas garras que se clavaban en él, aunque no le hacía daño. Era reconfortante. Sí, se trataba de Atlas en su forma de pájaro de llamas azules.

Te debo un poco de alpiste, que lo sepas —bromeó el peliverde, sujetando las zarpas de su compañero con las manos, haciéndole que notar que estaba muy agradecido por ello.

Una vez en tierra firme, Ray se encargó de ver como se encontraba la situación. Si bien eran marines del mismo rango, Takahiro se encontraba cómodo teniendo que llevar a cabo las funciones típicas de un suboficial, aún no se sentía preparado para ello, aunque consideraba que tenía un buen criterio y buen juicio para la toma de decisiones. Era muy contradictorio. Tras ello, sin perder de vista al pirata con más prótesis que partes humanas, decidieron ir a la costa a ver como se encontraba el héroe de las profundidades, también conocido como Octojin. Takahiro no estaba nada preocupado. Sabía de lo que era capaz el pez y un grupo de piratas en sus barquitos de madera no podían ser un problema para él. Sin embargo, también era consciente de lo temerario que era muchas veces en sus acciones.

¿Quién es tu amigo? ¿O es amiga?—le preguntó el peliverde, al verlo junto a una especie de mink foca. Todo parecía haber terminado, tan solo quedaba ir a la base, recuperarse un poco, y poner rumbo a Loguetown—. Por cierto, no pienso dar un palo al agua en una semana. Esto tiene que convalidar, como mínimo, tres o cuatro días de descanso seguido. Creo que nos lo merecemos.
#41
Atlas
Nowhere | Fénix
El tiempo amenazó con detenerse. No literalmente, claro, porque esas cosas no suceden de verdad, pero la percepción del transcurso del tiempo puede alterarse hasta límites insospechados. Los gimoteos de Meethook, oculto donde Ray le había colocado para resguardarle de las amenazas, dejaron de ser audibles. El sonido de los grilletes al cerrarse en torno a las muñecas de los piratas veganos también pasó a ser insignificante. Lo único que restaba era el soberano mandoble que Camille blandía hacia Broco y las ofensivas auxiliares con las que los demás pretendíamos dejarle fuera de combate de una vez por todas.

Pero Broco Lee no sería derrotado sin pelear. ¿Muerto? Ojalá que no, la idea de arrebatar intencionadamente la vida de nadie me revolvía las entrañas y me resultaba tremendamente aterradora, pero eran las vidas de mis compañeros las que también estaban en juego. Si queríamos protegernos entre nosotros, la potencia de nuestros ataques no podía ser inferior a la de los suyos, y él sí que iba con intención de matar.

El choque pareció procedente de otro mundo. Del punto de colisión entre la odachi de la oni y el golpe del falso vegano nació una onda, una liberación masiva de poder bruto, que golpeó mi cuerpo con la potencia de un huracán. A pesar de ello continué blandiendo mi arma en dirección a Broco. Al menos teníamos que dejarle inconsciente para salvaguardar la vida de Meethook y poder apresarle. No obstante, el acantilado sobre el que se asentaba el faro desde hacía a saber cuánto no parecía tener la misma determinación. El suelo se resquebrajó bajo nuestros pies, naciendo en el mismo profundas grietas de las que manaban polvo y tierra a partes iguales. Cuantas más grietas aparecían, más parecía ceder la superficie sobre la pisábamos y, cuando quisimos darnos cuenta, todo se desplomaba a nuestro alrededor.

Desde mi posición pude ver cómo Ray se dirigía a por Meethook y le aferraba para ponerle a salvo sin mayor problema. Camille hizo lo propio, alejándose de la zona peligrosa y librándose de cualquier amenaza. Quienes no teníamos tanta suerte éramos Taka, Broco y yo. De lo que quedaba del pirata se podía ver a las claras que, por desgracia, no cabía posibilidad de que permaneciese con vida. En cierto modo era loable: tenía un objetivo, fuese mejor o peor, y había luchado por él hasta sus últimas consecuencias.

—¡A sus órdenes! —respondí ante el reclamo de Camille, aunque en mi caso no iría a por el medio hombre, sino a por nuestro compañero. ¿Digo yo que también querría salvarle, no? Por muy mal que se llevasen, dudaba que le deseara la muerte.

Con cierta pesadumbre lastrando mi conciencia, el fuego celeste manó de mi cuerpo y arrojó una cálida luz a la trágica pero exitosa noche que nos había tocado vivir. Allí donde caía una persona con una fisionomía un tanto alterada, el fuego parecía consumirla para dar lugar a un portentoso ave repleto de celeste y dorado. Aleteé, cambiando de trayectoria en el aire y lanzándome en picado hacia el espadachín oriundo de Arabasta. abía estado saltando de escombro en escombro en un poco productivo intento de no caer en el profundo azul —gesto que le honraba, todo fuese dicho—. Le alcancé antes de que se sumergiese en el mar, aferrando sus hombros y alzándome con él hacia el cielo.

—Que sean mejor unas alitas de pollo —bromeé en voz alta antes de elevarme de nuevo hacia las alturas para unirme a los demás.

Una vez en tierra y habiendo recuperado de nuevo mi forma humana, no pude evitar detenerme un instante para valorar la zona que nos disponíamos a dejar atrás. Uno de los emblemas de la isla, su faro, había sido devorado por las olas y la inquina de Broco Lee, mentiroso capitán de los Piratas Veganos. Parte del risco que lo acogía se había hundido junto a él. La zona nunca volvería a ser igual.

Y el mar... ¿cómo estaría Octo? Confiaba plenamente en sus capacidades, así que lo cierto era que no dudaba de que, habiendo estado en su medio ideal, hubiese salido con vida de cometido, pero ¿cómo estaría? Esperaba que bien, que sus heridas fuesen superficiales y no precisase demasiados cuidados por parte de Ray o quien se fuera a encargar de él.

De cualquier modo, después de que se hubo comprobado que todos los bucaneros habían sido correctamente apresados, con Meethook firmemente custodiado, nos pusimos en camino hacia el punto de encuentro: el muelle. Algunas miradas recelosas y un par de comentarios fuera de lugar obligaron a quienes estaban verdaderamente al tanto de todos los pormenores de la misión —yo no, por supuesto— a mostrar la carta de Murray, el principal responsable de la actuación de la Marina en Isla Kilombo, que confirmaba que estábamos allí por petición expresa suya. Aquello acalló cualquier crítica o acusación, aunque en sus ojos podía leer que el verdadero problema que atenazaba sus conciencias no era que estuviésemos allí o no, sino que su líder nos había buscado a nosotros para llevar a cabo un encargo de crucial importancia. Y lo peor es que no se podían dar por ofendidos o atacados, porque habían aprovechado la menor oportunidad que habían tenido para saltarse a la torera su cometido y sus obligaciones.

En cualquier caso, en cuanto llegamos al muelle y nos reunimos con el tiburón, exhausto hasta límites insospechados, nos topamos con una sorpresa. Por cómo hablaba de ella el tiburón parecía que quería servir como una especie de liberador para ella. Sí, cualquiera que conociese un poco al gyojin podría ver en su actitud que quería, por decirlo de algún modo, apadrinar al mink… ¿o era ella? En cualquier caso, el afán de nuestro compañero por eliminar el odio hacia lo diferente en el mundo, porque los diferentes seres vivos pudiesen convivir en igualdad independientemente de su apariencia o medio de vida, impregnaba profundamente cada una de sus acciones. Entre nuestras filas teníamos ya una oni y un gyojin, ¿qué nos impedía incorporar a una nutria? Claro que antes tendría que explicarnos por qué demonios no la consideraba una amenaza si, tal y como indicaba su estado y sus heridas, parecía haber peleado recientemente contra ella.

¿Que qué quedaba? Lo peor: el papeleo. Por suerte, confiaba en que entre Camille y Ray pudiesen satisfacer las necesidades burocráticas del gigante devora-papel que era la Marina. De no ser así, Shawn tendría que buscar mucho y correr aún más si pretendía un informe por mi parte. Eso sí, ¿tendríamos que partir directamente hacia Loguetown o nos ordenarían permanecer unos días en Kilombo?
#42
Tofun
El Largo
Parecía que todo había acabado. Quizás no de la mejor manera, pero al menos los inocentes no habían salido heridos (o no de gravedad), y los culpables sufrirían su merecido. Los daños colaterales a la naturaleza habían sido considerables; se habían cargado un acantilado y el faro. Los marines observaban con envidia al grupo que había demostrado su valía: Octo, Taka, Camille, Atlas y Ray, una escuadra de formidables soldados que, sin ayuda, habían enfrentado una situación delicada y vencido a uno de los mayores expertos en artes marciales del East Blue, Broco Lee.

En alta mar, Octojin logró capturar a la inconsciente Nutria, Timón, y la llevó al puerto para reencontrarse con su grupo. Mientras tanto, Vina y Greta se perdían en el horizonte junto con una decena de piratas veganos, apenados, desmotivados y decepcionados por la traición de su capitán.

El resto de los piratas veganos no causó problemas ni ofreció resistencia. De hecho, mostraron un comportamiento muy civilizado mientras eran escoltados hacia las prisiones del cuartel. Incluso los marines que los acompañaban parecían sorprendidos por su falta de ánimo; caminaban como zombies. El grupo de protagonistas no tuvo problema alguno en regresar al puerto junto con Meethook, quien, agradecido en innumerables ocasiones, les relató toda la historia.

Todo fue una pesadilla. Yo era el segundo al mando. Por aquel entonces, el veganismo no tenía tanta repercusión ni fama. Éramos solo cinco, pero lo seguíamos a rajatabla. Poco a poco, fuimos ganando adeptos y formamos una tripulación. Nos dedicábamos a una piratería legal, robábamos con honor y sin causar víctimas. Y, perdonad mi sinceridad, pero en ese entonces la Marina estaba corrupta hasta la médula. Crecimos, creció nuestra tripulación, y Broco y yo estábamos a la par: yo con la espada, él con sus artes marciales. Pero de pronto, algo empezó a cambiar. Broco comenzó a destacar, y no me sorprendía, el condenado entrenaba a todas horas... ya lo habéis visto. Pasaron los años y su actitud se volvió más elitista. Un día descubrí su secreto: lo vi comiendo carne en el almacén. Después investigué y encontré suministros cárnicos a bordo. Cuando traté de exponerlo ante la tripulación, me dio una paliza mortal. Huyendo, me tiré al mar mientras el resto de la tripulación lo retenía. Me entregué a Murray y le conté lo sucedido. Me ofreció ser el farero, y yo acepté. Quería discreción, no me importaba la soledad, especialmente cuando en la cárcel no estaba seguro. El odio de Broco era tal que, aun entre rejas, mi vida corría peligro. Y hasta hoy, habéis visto lo que ocurrió.

Casi se emocionaba al relatar la historia. Os agradeció decenas de veces más por vuestra ayuda y os invitó, con lo poco que tenía ahorrado, a consumir lo que quisierais en una de las tabernas del pueblo. Finalmente, os solicitó que le llevaseis hacia los escombros en la zona dónde se había derrumbado el acantilado. Por otro lado, Broco lee había sido recogido de las aguas, estaba muerto, su cuerpo estaba destrozado por los golpes, cortes y por la caida con derrumbamiento.



¡Felicidades! Tan solo quedan los detalles, vamos con un post de cierre de estancia en Kilombo y el comienzo del viaje hacia Loguetown. El viaje es gratis aunque tenéis que hacer tirada por si acaso los memes de que salga 1.
  • Podéis viajar por la noche o esperar a la mañana siguiente.
  • Podéis solicitar llevaros a la nutria con vosotros en el viaje si es vuestra intención.
  • Podéis aceptar la petición de Meethook, en cuyo caso tendréis que rolearla.
  • Podéis solicitar entregar el cuerpo de Broco para recibir su Wanted.
#43
Atlas
Nowhere | Fénix
Poco a poco la historia iba alcanzando su final. Con el paso de los minutos y las horas, la adrenalina que había circulado cual caballo desbocado por nuestras venas y arterias se iba reduciendo. Donde sólo había tensión, estrés y atención comenzaba a imperar un deje de agotamiento, ganas de volver a casa y afán de rutina. En el muelle la actividad no descansaba. Los tripulantes de la embarcación que nos había llevado hasta allí cargaban todo lo necesario para el viaje de vuelta, cuyo momento exacto no se había fijado aún. Había quienes opinaban que emprender el regreso cuanto antes era la mejor idea posible, mientras que otros abogaban por esperar a la mañana siguiente para poder partir descansados. En mi caso, lo cierto era que no me importaba una u otra opción, ya que me iba a echar a dormir ya nos quedásemos a pasar la noche en Kilombo o nos dispusiésemos a marcharnos.

Por su parte, Meethook mostraba verdadero interés en invitarnos a cenar como agradecimiento por haberle protegido. Repasando aquellos momentos en la actualidad, puedo darme cuenta de la desidia y la falta de espíritu que me caracterizaron en determinadas épocas o situaciones de mi vida. ¿Que por qué digo eso ahora? Pues porque lo cierto era que en aquella ocasión, de nuevo, no me importaba si aceptábamos el ofrecimiento del medio hombre o no, así como su petición de acompañarle una vez más al faro. ¿A qué? Pues no me lo preguntéis, porque tampoco me preocupaba demasiado. Tal vez fuese un poco cansado regresar hasta ese punto, pero por otro lado podía entender que el tullido quisiese ver al menos una última vez la zona en la que había estado su hogar, más bien celda, durante tanto tiempo. En cualquier caso, lo que propusiesen los demás me parecería bien. Dudaba mucho que pudiese aparecer otro Broco Lee para ponernos entre la espada y la pared.

Lo que por otro lado me pareció una idea maravillosa fue la propuesta de Octojin. Había forjado una suerte de vínculo con el mink nutria, el cual no había averiguado aún —yo, al menos— si era macho o hembra. Simple curiosidad, vaya... En cualquier caso, el habitante del mar parecía haber descubierto que mantenían a la criatura presa, cautiva como una suerte de arma secreta que emplear como arma arrojadiza sobre sus enemigos en determinadas situaciones. No sería yo quien me opusiese a la petición del corpulento marine, más aún después de las conversaciones que habíamos mantenido en el pasado al respecto de la convivencia entre razas y el malentendido que había tenido lugar durante la retirada de escombros del ala este del cuartel. Sí, un matiz sombrío asomó en mi mente por un momento antes de que mis compañeros fuesen exponiendo sus opiniones.

Parecía haber bastante unanimidad en que lo mejor era marcharnos cuanto antes, llevarnos a Meethook de una buena vez e intentar conseguirle un hogar junto a nosotros a la nutria. Las cosas que podían salir mal eran demasiadas, pero si por algo nos caracterizábamos —en mi caso paradójicamente— era por optar por los caminos menos transitados y más difíciles de recorrer. Alguien tenía que abrir camino, ¿por qué no podíamos ser nosotros? Después de cumplir exitosamente una misión como aquélla estábamos en una situación inmejorable para, poco a poco, comenzar a empujar en pos de lo que considerábamos debería ser la institución a la que pertenecíamos. Teníamos que intentar comenzar a mover la manivela de la caja de música a nuestro son para que sonase bien, para que entonase justicia.

Mis compañeros hablaban, los tripulantes se afanaban por continuar con su trabajo cuanto antes y, en definitiva, los preparativos parecían estarse ultimando la partida, cuando vi pasar la caja. Era transportada por cuatro marines, que se miraban entre sí sin tener demasiado claro qué hacer. Fue justo en el momento en que reparé ellos que a uno de ellos se le escapó el asa por la que la sostenía, deslizándose la tapa y quedando al descubierto lo poco que quedaba de Broco. En ningún momento había estado entre mis intenciones que acabásemos con su vida. Detenerle, sí; que seguramente para ello habría acabado en condiciones más que mejorables, también; pero el hecho de que hubiese pasado a mejor vida pesaba fuerte en mi conciencia.

—Tal vez nos lo deberíamos llevar —dije a mis compañeros en tono distraído, sentado a medio tumbar sobre una de las grandes cajas de madera que estaban aún por cargar en el navío—. No sé, a lo mejor Meethook quiere darle un entierro o despedirse a alguien con quien pasó mucho tiempo. Sé que el final entre ellos no fue el mejor, pero quizás conserve algún recuerdo bueno al que quiere hacerle un homenaje, ¿no os parece? Además, no sabemos si Murray o algún otro superior querrá confirmar que efectivamente se trata del capitán de los Piratas Veganos.

Y allí, sin más, en espera de que finalizasen los preparativos, aguardé hasta el momento de la partida.
Resumen
#44
Octojin
El terror blanco
Octojin observaba a la nutria con gran atención. Timón seguía inconsciente, pero su respiración era más regular y calmada, y su expresión parecía tranquila, una señal de que, quizás, comenzaba a mejorar. Las atenciones médicas de la tripulación y el descanso estaban haciendo efecto, aunque todavía quedaba camino por recorrer para su completa recuperación. El gyojin sentía un peso en su pecho mientras la miraba; la había sometido por la fuerza, pero con la intención de salvarla de un destino cruel. Todo apuntaba a que había sido una prisionera, manipulada por aquellos piratas que ahora yacían detenidos, esperando a entrar en el lugar en el que siempre deberían haber estado: la cárcel.

Alzando la mirada, Octojin se dirigió a su equipo, reuniendo a Camille, Atlas, Takahiro y Ray. Estaban exhaustos tras el combate, cubiertos de polvo y salpicados de sudor y sangre, pero seguían erguidos y dispuestos a escuchar. El olor allí era intenso, y no precisamente porque el escualo tuviera un desarrollado olfato, seguro que cualquier humano torcía el gesto si se acercaba por allí. La mezcla de sudor, sangre —la mayor parte seca, aunque algún hilo de sangre caía aún por el hombro del tiburón, herido por la nutria—, y de más restos emanados por la brigada hacía que no fuese demasiado recomendable pasar cerca.

—Timón está estable —comenzó a decir, con la voz profunda y serena—. Por ahora, sigue inconsciente, pero parece que está mejorando. He estado pensando en todo lo que hemos vivido hoy, en lo que he oído mientras estábamos ahí abajo. Y no me cabe duda de que esta nutria ha sido retenida contra su voluntad.

Sus compañeros guardaron silencio, asintiendo ligeramente. Todos sabían por lo que había pasado el tiburón, especialmente Atlas y Camille, así que seguro que al menos ellos dos sabían lo que iba a pronunciar a continuación.

—Sé que algunos pueden verla como una enemiga, por cómo luchó contra nosotros. O contra mí mejor dicho. Bueno, nadie vio cómo luchó, a excepción de mi. Pero fue una rival dura, eso se lo concedo. Estaba en un estado alterado, ese que reciben los minks en los días de luna llena —comentó a la par que señalaba la luna—, pero creo que ella es una víctima. La sacaron de una jaula y la utilizaron como un arma. No quiero que termine castigada por algo que ha sido forzada a hacer —Octojin hizo una pausa, respirando hondo—. Me gustaría ofrecerle una oportunidad, una vez despierte. Si ella quiere… tal vez podría unirse a nuestra brigada.

Aunque aquellas palabras podían parecer venir de alguien totalmente enajenado, que no atendía a razones, no era el caso. El gyojin había tenido tiempo para pensarlo. Tanto parte del combate como la parte posterior. Y estaba totalmente seguro de lo que estaba diciendo. La nutria no era un pirata, y si estaba con ellos era solo porque se encantaba en contra de su voluntad.

—Y antes de que preguntéis… Sí, lo estoy. Estoy seguro de esto. La libertad es algo que todos merecemos. Y si le damos una oportunidad, podría encontrar su propio camino junto a nosotros. Después de todo, hemos sido nosotros quienes la hemos liberado de las cadenas que la retenían.

Tras un momento de silencio, ciertamente tenso para el habitante del mar, llegaría el momento de pronunciarse. El escualo esperaba que toda su brigada se pusiera de su lado. No tenían razones para desconfiar del juicio de Octojin, o al menos eso creía él. Además, comprendían que, en el fondo, todos ellos habían tenido que superar prejuicios y problemas para estar donde estaban. La libertad y las segundas oportunidades eran valores fundamentales en su equipo. O debían serlo.

Una vez sus compañeros se pronunciasen y emitiesen entre todos un veredicto, se volvería hacia Meethook, que se encontraba a una distancia prudente, observando con una mezcla de emoción y tristeza el mar que lamía los restos del acantilado derrumbado. Su historia había sido la información que los marines hubieran necesitado al principio. Parecía que toda aquella aventura iba de víctimas. Unos y otros que confiaban en quien no debían, que eran traicionados y que tenían que luchar por sus propias vidas.

El tiburón se acercó a él y le colocó una mano en el hombro. No una cualquiera, una de un tipo de más de cuatro metros que quería transmitir una confianza en ese gesto, y lo consiguiese o no, el detalle estaba ahí.

—Tu historia habla por sí sola. Siento mucho todo lo que has tenido que sufrir, pero forma parte de ti. ¿No crees? Mejor haberte dado cuenta en su momento que haberlo hecho ahora. Tu camino se separó cuando debía hacerlo, aunque ojalá pudieras haber evitado todo lo que te pasó —aquello era una reflexión en alto de Octojin, que comprendía la necesidad de Meethook de cerrar aquel doloroso capítulo.

Los ojos del magullado hombre reflejaban un torrente de emociones mientras miraba los escombros. Sin duda ansiaba ir allí, algo quería hacer, seguro. ¿Quienes eran ellos para negarle aquel acto? Nadie.

—No sé qué pensáis vosotros, pero creo que es hora de que Meethook se despida de su hogar durante los últimos años —respondió con un suspiro—. Seguro que solo quiere recuperar lo que pueda de esos escombros, aunque solo parezcan restos, son algo que le harán recordar muchos años. Seguro que lo necesita para darle un cierre a todo esto. ¿Qué pensáis?

Esperando la respuesta de sus compañeros, el gyojin permanecería cerca de la nutria. Y una vez todos se pronunciasen, se agacharía junto a ella, contemplando su respiración tranquila. Esperaba que, al despertar, encontrase el mismo deseo de libertad que él sentía por ella.

—Saldrás de esta, lo prometo —murmuró el tiburón, poniéndose de pie y dirigiéndose después hacia el borde del muelle para ojear el mar.

Mientras unos marines avanzaban hacia la embarcación desde el acantilado, Octojin mantuvo los sentidos alerta. Sus ojos se movían con rapidez y precisión en la oscuridad de la noche. Los marines parecían estar transportando el cuerpo del capitán de los piratas veganos, Broco Lee. Aquel al que sus compañeros habían vencido en batalla. Aún tenía que preguntar los detalles y empaparse de aquellas técnicas usadas por el temeroso pirata, que por lo visto había puesto en jaque a la brigada.

Atlas había propuesto llevárselo para darle un entierro digno, algo que no podía ser rechazado por el escualo, después de todo, ya no daría más guerra y todo el mundo merecía descansar en paz, independientemente de su vida anterior. Además, el rubio, con buen criterio a los ojos del tiburón, comentó que quizá sus superiores quisieran cerciorarse de que habían vencido al tipo correcto, así como decidir qué hacer con él. Ante tal exposición de los hechos, el gyojin se limitó a asentir. Viendo bien que llevaran lo que quedaba de su cuerpo en el barco y sus superiores decidiesen. Un marrón menos para ellos, que después de todos en los que se habían visto envueltos, era una buenísima noticia y una liberación tremenda.

— No quiero oír hablar de vegetales en una larga temporada —finalizó con una sonrisa, esperando que alguno de sus compañeros siguiera la broma y el ambiente volviese al que solía ser cuando sus vidas no corrían tanto peligro.

resumen
#45
Takahiro
La saeta verde
Todo parecía haber acabado finalmente. El cuerpo en tensión de Takahiro se había relajado y, donde hasta ese entonces no había sentido nada, en ese momento comenzó a notar cansancio y como algunos de sus músculos presentaban pequeños dolores parecidos a las agujetas después de un vasto entrenamiento, pero tenía todo el sentido del mundo. Había esquivado cañonazos, se había lanzado por un precipicio al mar, atacado un barco desde abajo, subido un acantilado bastante peligroso y también se había enfrentado a un pirata con unas capacidades físicas impresionantes.

No es a nosotros a quienes tienes que convencer, Octo—le dijo Takahiro, haciendo referencia a la situación de la nutria—. Todo dependerá de la cantidad de detalles que demos en el informe que nos pedirán sobre la misión. Si es verdad que estaba siendo utilizaba en contra de su voluntad, seguramente pueda quedar libre, sobre todo si aclaramos que nos ha ayudado en cuanto se ha librado de sus carceleros —le guiñó un ojo al hombre-pez.

Si bien Takahiro estaba en contra de todo aquello que rozaba la piratería y el crimen organizado, confiaba en el buen criterio del gyojin. Él mejor que nadie sabía como trataban a las minorías raciales en el mundo, así que, si iba a luchar porque liberaran al mink, le apoyaría con todo lo que pudiera ¿O es liberarla? No tenía claro si era un mink hembra o macho. Tras ello, el cuerpo se le relajó aún más, la poca tensión que le quedaba desapareció de pronto. Tan solo tenía ganas de volver al cuartel de la marina y tumbarse en su cama a descansar; sobre todo después de escuchar la historia del medio-hombre, que había contado como había pasado de ser un pirata a un lisiado.

¡De eso nada, anciano! —saltó a decir el peliverde ante la petición del antiguo pirata de acercarse a los restos del faro—. Tu historia suena real, pero, aunque voy a pecar de insensible…, no me fío de ti ni un pelo —confesó Takahiro—. Entiendo que traicionaras a Broco por ir en contra de vuestros ideales, pero ¿y al resto de tu tripulación? —le preguntó, clavando la mirada sobre el ojo de Meethook—. Has tenido tiempo suficiente para hacer la maleta antes de irte. Si por mi fuera irías esposado y de camino a una cárcel —Y era cierto aquello que había dicho. Si bien en apariencia parecía un viejo indefenso, al cual le faltaban distintas partes del cuerpo, no sabía si aquello era una simple estratagema para escapar y darles esquinazo aprovechando la buena voluntad de sus amigos. ¿Qué razón tendría para volver al faro? ¿Coge algún objeto valioso? ¿Quizá algún recuerdo de juventud? Era posible. Pero también podían ordenarles a quienes se encarguen de restaurar el faro que si encuentran cualquier pertenencia del anciano que se la enviaran por mensajería—. Aunque si el resto queréis que el viejo vaya al faro a saber por qué razón… —hizo una leve pausa—. No pondré objeciones. Aunque yo optaría por recibir atención médica y poner rumbo a Loguetown esta misma noche. Tengo ganas de besar mi cama.

Al poco tiempo, un grupo de marines trajeron el cuerpo de Broco Lee. No cabía duda alguna, estaba muerto. Aquel fantástico luchador había perecido al intentar llevarnos a todos con él después de que su secreto fuera desvelado. Atlas propuso llevarlo con ellos para darle un entierro digno, algo con lo que Takahiro estaba completamente de acuerdo. Todo ser vivo merecía recibir santa sepultura, ya fuera un pirata, un marine o la mascota de cualquier persona. Era un símbolo de respeto hacia la vida y una advertencia que decía a todos los seres vivos que la muerte era lo único inevitable.

Le tengo tanto asco al verde que puede ser que me tiña hasta el pelo, Octo —bromeó—. Algo me dice que mi dieta va a volverse cien por cien carnívora hasta que se me olvide esto.
Resumen
#46
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
El alivio que sintió la oni al ver que Octojin se encontraba sano y salvo fue mayúsculo, disipándose al divisarlo la tensión que aún se mantenía acumulada en ella. Con aquella última confirmación parecía que todas sus preocupaciones de aquel día tendrían permiso para desvanecerse, aunque lo cierto es que aún les quedaban algunas pequeñas cosas que solucionar. La primera de ellas y más evidente, es que debían asegurarse de llevar a Meethook sano y salvo hasta Loguetown. Quizá sus principales enemigos hubieran sido derrotados y dispersados, pero nada les garantizaba que alguno de los tripulantes de los Piratas Veganos siguiera guardándole cierto recelo al farero. ¿Quién sabe? Tal vez alguien más supiera de la farsa de Broco Lee previamente y viera en el difunto capitán una oportunidad de la que aprovecharse. Cuando descubres una ratonera, es difícil saber a ciencia cierta cuántas alimañas puede albergar en su interior. Por otro lado, el sino del mink al que el gyojin había tenido que enfrentarse bajo el agua estaba aún por decidir, aunque Camille no se sentía con la potestad de decidir nada sobre esto.

Escuchó cuanto Takahiro tuvo a bien decirle al respecto y, casi tan para sorpresa de ella como del resto de sus compañeros, no pudo sino coincidir con las palabras del peliverde.

Por mi parte sabes que no me voy a oponer a nada de eso, Octo. Por lo que cuentas, es bastante probable que Timón no haya tenido elección en toda esta situación. —Su mirada se dirigió entonces al espadachín y luego de vuelta a Timón y al escualo—. Pero nuestra opinión de poco importará si los mandos no están de acuerdo con nosotros. Espero que tengan en cuenta su inestimable ayuda.

Las últimas palabras salieron de su boca con complicidad, tras lo que dirigió su mirada a Meethook y luego al resto de sus compañeros a medida que iban exponiendo sus puntos de vista. Nunca en su vida aceptaría al gratitud de un pirata, ni siquiera de uno que hubiera sido indultado. No se trataba de una cuestión de bandos, sino de principios. Sí, tal vez el farero no hubiera hecho nada para merecer acabar en aquel estado tan deplorable, mucho menos por haber intentado avisar a los que consideraba sus compañeros del engaño de Broco Lee. Sin embargo, el camino de la piratería había sido una elección que había tomado con convicción, de modo que debía acatar las posibles consecuencias con todo lo que ello conllevaba. No diría, sin embargo, que su opinión respecto a él fuera la misma que al principio. Había pasado de ser una persona que había vendido a sus compañeros por salvar su propio pellejo, a una que se había jugado la vida para librar de las mentiras de su capitán a sus hermanos de armas. Eso era algo que Camille podía llegar a respetar.

Suspiró un poco. No es que le hiciera especial gracia regresar hasta las ruinas del faro, mucho menos sin saber qué quería encontrar allí el ex-pirata. Sin embargo, podía entender la necesidad que pudiera albergar en él de despedirse del que había sido su hogar durante tanto tiempo. Ella misma sabía lo que era que dañasen tu casa; los recuerdos de la destrucción del Ala Este del G-31 eran aún muy recientes.

No debería retrasarnos mucho —concedió finalmente la recluta, sin mirar al farero—. Podemos acercarnos allí un momento, tal vez sea conveniente revisar si hay algo salvable de todos modos. Podría ser útil para el informe. —Su mirada se clavó entonces en Meethook, muy desde arriba, con toda la altura que la oni poseía—. Pero me temo que retrasar nuestro objetivo es inadmisible, más aún aceptar esa invitación. Deberíamos partir esta misma noche, antes de que puedan surgir nuevos problemas.

Poco después de eso, algunos marines pasaron portando consigo la caja en la que habían guardado el cuerpo inerte de Broco Lee. Su estado era lamentable, pero no tanto como para que el capitán pirata hubiera quedado irreconocible. Llevarlo con ellos hasta Loguetown sería conveniente, ya que así podrían confirmar con los mandos que efectivamente, el capitán de los Piratas Veganos había perecido a manos de la Marina. Un hecho que no había sido su intención en un principio pero que, a su vez, parecía haber sido la única opción posible. Tras ver su potencial en combate, tratar de capturarlo con vida podría haber sido un peligro para Meethook, los tripulantes de la nave marine y ellos mismos.

Será mejor que lo llevemos con nosotros, sí. Era un gran luchador, y eso es algo que puedo respetar pese a que estuviéramos en los lados opuestos de la justicia. Quizá me equivoque, pero yo también creo que merece un sitio donde ser enterrado. —Se ajustó la odachi en el cinto, asegurándose de que estuviera bien sujeta, y empezó a caminar hacia el barco—. Iré preparando con el equipo de navegación la salida, si os parece bien. Estará todo listo cuando acabéis con la visita al faro.

Y tras esto se separó de sus compañeros, preparada para regresar a casa.

Resumen
#47
Ray
Kuroi Ya
Todo había salido bien finalmente. No sin una más que considerable cantidad de esfuerzo por parte de todos los miembros de la brigada, pero habían derrotado a Broco y llevado a Meethook sano y salvo hasta el muelle donde el navío que les había traído hasta Rostock desde Loguetown aguardaba para hacer el camino inverso. Y para colmo Octojin parecía haber hecho una nueva amistad de forma más que sorprendente. Su amigo el gyojin, una vez se hubo asegurado de que el mink nutria al que se había enfrentado estaba estable y su vida ya no corría peligro les propuso llevarla con ellos. Estaba convencido de que los Piratas Veganos le habían estado obligando a combatir por ellos en contra de su voluntad y que no tenía culpa de lo sucedido en lo más mínimo. Todos los demás se mostraron de acuerdo con el tiburón, al fin y al cabo ninguno de ellos había estado bajo el agua junto a ellos, nadie más sabía lo que había vivido.

- Por mi parte tampoco hay ningún problema, Octo. - Le contestó también el peliblanco. - Ya sabes que confiamos en ti, si nos estás diciendo que estás convencido de que no estaba actuando por voluntad propia te creo. Y si es así estoy de acuerdo en que es de justicia darle la oportunidad de vivir en libertad y de hacer las cosas como quiera hacerlas.

Por otra parte el farero, habiendo ya liberado todo el estrés acumulado en las últimas semanas por el miedo a ser asesinado por su antiguo capitán, les contó toda su historia. Cómo él fue en su momento el segundo de a bordo de Broco y ambos eran inseparables hasta que Meethook descubrió su más oscuro secreto y se lo contó al resto de la tripulación. Llevado por la ira el capitán estuvo a punto de matarle, por lo que este se vio obligado a entregarse al Capitán Arganeo como prisionero.

Una vez hubo terminado de contarles su historia el tullido les pidió volver al faro una última vez, además de sugerir invitarles a algo. En ese sentido hubo una marcada división de opiniones entre los distintos miembros de la brigada. Algunos estaban a favor, otros en contra y otros se mostraban poco convencidos al respecto. Y a decir verdad... Ray estaba en contra. No confiaba en el farero, quien hasta entonces tan solo había hecho lo que le habían dicho porque su supervivencia dependía de ello. Pero ahora que su vida ya no corría peligro... No dejaba de ser un pirata que se había visto obligado a entregarse a la justicia. Tal vez ahora quisiera intentar escapar. No podían correr ese riesgo, pues al fin y al cabo la misión que se les había asignado era escoltarle hasta Loguetown, no derrotar a Broco. Y eso aún no lo habían hecho.

- Creo que vamos a tener que declinar tu oferta, Meethook. - Le respondió con tono firme pero amable. - Se nos ha ordenado que te escoltemos hasta Loguetown, y es lo que haremos. Ya hemos perdido suficiente tiempo.

Por último salió el tema de qué hacer con el cuerpo del enemigo al que habían vencido, el capitán pirata Broco Lee. Se propuso llevarlo también hasta Loguetown por dos motivos. Para entregarlo a las autoridades y para darle un entierro digno, cosa con la que el joven de cabellos plateados no podía sino estar de acuerdo. El corsario habría sido un delincuente cruel y despiadado, sí, pero también tenía sus derechos, y era posible que tuviera algún ser querido que quisiera disponer de sus restos mortales. ¿Qué clase de defensores de la justicia serían si no velaban también por los derechos de los criminales? Desde luego no del tipo que todos ellos habían mostrado en muchas ocasiones que querían ser.

Resumen
#48
Tofun
El Largo
Seguimos aquí.
#49


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