Hay rumores sobre…
... que existe un circuito termal en las Islas Gecko. Aunque también se dice que no es para todos los bolsillos.
[Aventura] [Autonarrada] [Tier-1] ¡Beyblade! ¡Gira para ganar!
Lobo Jackson
Moonwalker
Reino de Oykot,
Día 9 del verano 10:10 am
Parte Sur de la isla

          Habían transcurrido dos días desde el extraño entrenamiento de baile con sus nuevos compañeros revolucionarios. Los marineros, tras posar junto a él con todas sus fuerzas y caer desmayados, decidieron tomar unos días libres para recuperarse puesto que, a pesar de todo, necesitaban estar frescos para realizar el oficio que les daba de comer. Lobo Jackson no se opuso, sabía que no era buena idea ser demasiado estricto con quienes le daban su apoyo por la bondad de su corazón, y no por la obligación de un contrato.

Y aun así, Harold había permanecido a su lado. El joven marinero se había convertido en un amigo inseparable, completamente decidido a aprender todo cuanto pudiera del estiloso mink. Se dejaba llevar por la emoción que le producía una dedicación sobrehumana tal, que emborronaba la fina línea que la separaba de la obsesión, fuerza con la que aquel peludo guerrero se consagra a mejorar su estilo de combate.

Juntos habían regresado al almacén, que se había ido llenando de mercancías variadas y que les servía refugio para entrenar sin molestar a la familia de Harold, y por supuesto, para no llamar la atención de los fisgones de turno.

- ¿Qué tienes planeado hacer? - Le preguntó Harold, con la curiosidad reflejada en su ilusionada mirada de ojos brillantes.

Lobo Jackson dudó en responder durante un momento, ¿cómo podría explicarle la angustia que carcomía sus nervios y le producía esa extraña ansiedad que sólo los artistas sienten? Reflexionó en silencio bajo la luz que penetraba a través de la pequeña claraboya sobre la entrada del almacén, ordenando sus pensamientos con la aguja de la brújula que dirigía la pasión de su corazón.

- Quiero ser mejor-gara. - Respondió el mink. - O más bien… Deseo ser mejor de lo que soy ahora-gara, salir de esta meseta de creatividad muerta-gara. -

Harold le miró extrañado. - No comprendo, ¿de qué meseta estás hablando? -

- De la misma que me mantiene atrapado en esta constante mediocridad-gara, la que me busca en sueños y me ridiculiza-gara, esa que me hace sentir que todo cuanto hago no vale la pena y resulta inútil-gara, y que no hace falta que me esfuerce en intentar mejorar porque este es mi límite-gara, todo cuanto soy y seré-gara. - Explicó el lobo con una melancolía tintada de frustración.

- ¡Ah! Yo tuve una exnovia así de insufrible. - Bromeó Harold, arrancando una sonrisa de Lobo Jackson. - Pero estoy seguro de que si sigues practicando lograrás superar lo que sea que te esté haciendo mal, así lo creo yo. -

- Gracias, amigo mío-gara. - Le contestó. - Para eso es que hemos venido aquí-gara, para encontrar la inspiración que me ayude a salir de este abismo sin creatividad para alcanzar el siguiente nivel-gara. -

- ¿Cómo lo harás? -

- Bailando. - Respondió sin titubear, con una decisión tan repleta de seguridad que ni siquiera su muletilla se atrevió a mancillar.

Y así fue como durante la siguiente hora, Harold acompañó a Lobo Jackson en la búsqueda de esa misteriosa idea que se aparece frente al artista cuando menos la espera, atrayendo a ese misterioso ente que deposita la creatividad en las mentes atentas y se empeña en evitar a las desesperadas.

Pero completamente agotados tras esos sesenta minutos de movimiento sin parar, se sentaron en una de las cajas que había junto a ellos. Por una alegre casualidad, fruto de un golpe mal dado por la rodilla del mink, descubrieron que contenía mas de un centenar de botellas de vino rosado. Harold tomó una y, tras contemplarla con ojo analítico, la destapó con una gran sonrisa.

- ¿Ah? ¿Por qué la abres-gara? -

- Porque sé qué cargamento es este. Se trata de uno de los que viene desde Loguetown para abastecer a los restaurantes de Alto Oykot. De vez en cuando tenemos que ayudar a bajar las cajas y, bueno, es normal que a veces se rompa o pierda alguna botella. - Explicó amablemente justo cuando consiguió sacar el corcho con una pequeña navaja. - Además, con la de pasta que están ganando con ellas no van a echar una en falta. -

Harold dio un largo trago y luego compartió la botella con el mink, quien también participó de la muestra de camaradería. El aroma que escapaba a través de la boca de la botella era afrutado y fresco, con notas de frambuesas aderezadas con cáscara de melón que la nariz del lobo no tardó en captar. Después llegó el sabor, ¡oh! Qué sorpresa se llevó el paladar del mink cuando aquella ligera sensación cítrica y refrescante se deslizó suavemente hasta su gaznate, con un final ligeramente seco que le resultó muy agradable.

- ¡Vaya! Ya veo por qué se vende tan bien-gara. - Dijo el lobo poniéndose en pie y dando un pequeño bailecito, colmado de alegría. - Este vino es tan bueno que me anima a bailar y bailar-gara. -

Se dejó llevar por la energía renovada a causa del alcohol y la alegría, dando varios pasos de baile frente a Harold que, contento, seguía bebiendo de dicha botella. El mink sentía que podía dar vueltas y vueltas, cosa que hizo replegando los brazos hacia su cuerpo, aprovechando la fuerza centrípeta que creaba la inercia y que le hizo acelerar en su giro.

- ¡Ohhhhhh! - Exclamó el marinero. - Estás girando muy rápido. -

- Podría ir todavía más deprisa si quisiera-gara. - Afirmó el lobo.

- ¿De veras? -

- De verdad de la buena-gara. -

Entonces Harold le pasó la botella al peludo bailarín, quien le miró con extrañeza.

- Yo creo que si te bebes lo que queda de esta botella podrías ir todavía más, más rápido. - Afirmó el marinero.

- ¡Jajaja! ¿Así lo piensas-gara? - Viendo por dónde quería ir su amigo, asintió. - Puede ser, ¿qué podemos perder por probar-gara? -

A lo largo de los siglos, el alcohol ha sido la amante de poetas, bardos, músicos y artistas por igual, acariciando sus oídos con ideas que derrochan ríos de creatividad, otorgándoles la oportunidad de crear una obra maestra desde la que impulsarse al estrellato.

Para otros, el alcohol se convierte en una ventana por la que observar el transcurso de la vida como espectadores ajenos a su ajetreo, desentendidos de lo mundano. El vidrio de dicha ventana es el prisma que tinta la visión del artista, que le permite retratar desde ese lugar privilegiado un mundo único que sólo ellos, y nada más que ellos, son capaces de comprender.

Un mundo que tratan de explicar con el color y las formas, con la dulzura de las palabras, el ritmo de sus canciones y el cuidadoso hilvanado de sus poéticas palabras. Todo se junta en la misma voluntad compartida de mostrar a los demás lo que ven, tal y como lo ven.

Para Lobo Jackson, el licor hacía que su cuerpo se sintiera más relajado, suelto y vigoroso. Cada trago de aquel vino se deslizaba por su garganta como si cada gota fuera un niño risueño que baja riendo por el tobogán. Un calor repleto de alegría que se origina desde su vientre y se transmite al resto de su cuerpo como un motor que, encendido, ya no desea apagarse.

Como una dinamo, el cuerpo del mink empezó a dar pasos sobre el mismo lugar, pivotando sobre sus talones e impulsándose con la punta de sus pies. Una vuelta, otra vuelta, otra vuelta, y otra más. El mundo a su alrededor comenzaba a transformarse en una mezcla de colores azules, grisáceos, castaños y dorados.

Él era el centro de aquel pequeño universo de cajas y Harold el satélite que se mantenía atraído hacia su ser.

- ¡Qué rápido! - Exclamó el recluta. - ¡Sí que puedes hacerlo! -

- Aún puedo ir más rápido-gara. -

- ¿Más? ¡Entonces sigue! ¡No te detengas! -

Lobo Jackson sentía la tensión en sus músculos, la fuerza de su impulso y el tremendo sentido del equilibrio que debía ejercer para no perder su lugar en el centro del almacén. Todo empezaba a volverse un borrón a su alrededor, pero a pesar de todo sabía dónde estaba y lo que hacía. No se dejaba guiar por sus ojos sino por su corazón, un corazón que bombeaba sangre sin parar y le instaba a seguir acelerando.

- ¡Más! ¡Más! ¡Más-gara! -

Entonces Harold presenció algo impresionante: frente a él, su ídolo del baile había adoptado una expresión que reflejaba la intensidad del ejercicio que su cuerpo realizaba, pero al mismo tiempo, era pletórico en su belleza. Un espejismo de su ánimo y voluntad desbordante, sumido en un trance canalizado con la danza.

- ¡Más! -

Los ojos de Harold apenas podían seguir la velocidad de ese giro, similar a un borrón azul cobalto. Pero cuando creía que no podía ser más sensacional, un repentino destello deslumbró sus retinas, y luego otro, y otro y otro más. Un centenar de relámpagos comenzaron a recorrer aquel torbellino, más parecido a un huracán que a un lobo, que deslumbraban el almacén con destellos de color azul blanquecino.

- ¡Increíble! - Gritaba Harold, dejándose llevar por la sobrecogedora emoción que henchía su corazón. - ¡Nunca he visto algo igual! -

El remolino se ralentizaba poco a poco, gradualmente perdiendo la luminosidad de sus relámpagos y su naturaleza difuminada hasta que se apagaron por completo. De aquel giro desorbitado tan sólo quedó un mink que daba vueltas hasta que se detuvo, completamente agotado, tomando aire a bocanadas con la lengua fuera y las manos apoyadas en sus rodillas.

- ¡Lobo! - El recluta se apresuró en socorrer al mink, colocándose a su lado. - ¿Estás bien? -

Jackson no respondió, tan solo levantó la mirada y le dedicó una gran sonrisa antes de caer de bruces en el suelo. Alarmado, Harold le ayudó a sentarse en el suelo, recostando su espalda contra una de las cajas.

- Lo he conseguido-gara- Dijo el mink entre ligeros jadeos.

- ¿Girar muy rápido? Sí, lo he visto, ¡fue alucinante! -

- No… - El mink levantó su rostro, completamente iluminado por el orgullo. - He conseguido encontrar la inspiración-gara. -

- ¡Oh! - Respondió el otro, sin saber muy bien qué decir. - Y… ¿Y qué te ha inspirado? ¿Girar? -

De nuevo, Lobo Jackson asintió. - Sí… Tengo una gran idea para una nueva técnica-gara… Un giro absoluto que llegará a alcanzar las estrellas-gara. - Se puso en pie y, a pesar de los temblores que recorrían cada fibra muscular de su cuerpo y le hacía castañear los huesos, su voluntad ejercía absoluto dominio sobre todo ello. - Algo revolucionario-gara… Algo que tenga mi nombre, mi marca-gara… Lo llamaré… -

- ¡El Giro del Rey! -
#1
Moderador Condoriano
Condoriano
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Maravillosa y cautivadora danza. Una lástima que seas revolucionario, podrías actuar para los mismísimos almirantes si lo quisieras.
#2


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