Manon S. Du Soleil
Mao/Drine
18-11-2024, 03:58 AM
(Última modificación: 18-11-2024, 04:00 AM por Manon S. Du Soleil.)
Día 20 de Verano, año 724.
Estaba al tanto del motivo por el cual estaba visitando Isla Kilombo, la actividad de la isla había aumentado repentinamente y la marina había notado esto, por algún motivo los actos criminales en la isla iban en aumento, así como los problemas y las desgracias ¿Era posible pensar que la isla estaba maldita? Porque no veía ningún motivo de peso para que las personas se interesen en este lugar, bueno, si, había motivos de peso para que los criminales y los piratas se interesen en esta isla que solo contenía una cifra reducida de habitantes, una base de la marina y un faro habitado solo por una persona, o eso me habían dicho los lugareños cuando intenté sacarles información en medio de una charla amena y me arrojaron miradas desconfiadas. Está bien, la gente de esta isla se encontraba particularmente traumatizada por lo que estaba sucediendo ¿Qué estaban haciendo mis compañeros marines?
Me quedé pensando que atraía a tantos criminales aquí, supuse que lo que había deducido antes, la cantidad de habitantes en la isla y la inacción de la marina eran buenos para cualquiera que quisiera pasar desapercibido, además de que, al parecer, los controles que se hacían de las embarcaciones que tocaban puerto eran… Bueno… Me daba la sensación que no muchos. Si. Sabía que había muchos buenos marines, conocía a algunos, pero también era muy consciente de que otros estaban en sus puestos solo por el sueldo y no tenía la intención de poner como prioridad la seguridad de las personas. Fruncí el ceño mientras apuñalaba con el tenedor una frutilla que se encontraba al costado de mi porción de torta de mousse de chocolate; el tenedor resbaló un poco, haciendo que el metal chirríe ligeramente contra la cerámica del plato; comí la fruta con violencia mientras pensaba.
Ah, cierto ¿Dónde estaba? La mayoría de la población prefería un buen bar donde tomar cerveza o cualquier otro tipo de alcohol, como si fuese el líquido vital que alimentaba al mundo; seguro que alimentaba las penas de muchos, lo había visto; en mi caso, prefería tomar un chocolate batido con crema en la parte superior, y comer una torta de mousse del mismo sabor, en un bonito café con mesas al aire libre, suficiente para mantenerme atenta a las cosas que sucedían allí y, siendo sincera, me encanta ver cómo las personas prosperan: Los niños jugando, las parejas paseando, los anciano dándole de comer a las aves, los criminales ocultándose en los callejones donde, al parecer, les convenía mantenerse. Los soles en mis ojos brillaron con anhelo al ver a las familias con niños pequeños, era una vida que me había planteado, pero prefería mi trabajo en este momento, tenía mucho que hacer, mucho que inventar.
Y sinceramente no había nadie que me siga el ritmo hasta ahora.
Recogí los hombros, sorbiendo de mi chocolate batido con una bombilla, encantada con el ambiente agradable que se gestaba allí, me hacía recordar a los días en que jugaba con mis amigos y mi hermano. De pronto sentí un golpe en la cabeza, más exactamente en mis cuernos y, luego, un silbido le siguió al impacto, por suerte estaba lo suficientemente lejos del tenedor, pero casi me ahogaba con la bombilla, levanté la mano para tantear uno de mis cuernos y quitar la cosa gomosa de este: Una pelota. Giré mi cabeza, siguiendo la aparente trayectoria del objeto agresor hasta un grupo de pequeños que me miraban con expresiones aterrorizadas, pálidos como el papel. Debía ser no solo porque acababan de darme un pelotazo, sino porque, inclusive si estaba, en este momento, fuera de mi uniforme de la marina, aún tenía un tamaño lo suficientemente llamativo como para intimidar, al menos a la mayoría de los seres pequeños.
Y los niños tienden a ser especialmente pequeños. Es por eso que cuando me levanté con una sonrisa de oreja a oreja, acercándome a los niños, estos salieron corriendo con un varios gritos espantados, escondiéndose en los alrededores. Excepto una niña pequeña que se quedó mirándome con fascinación, parecía ser la más pequeña del grupo, me señaló con un dedo y luego a la pelota.
. – Rompió nuestra pelota.
Parpadeé, cambiando a una expresión desconcertada y luego me reí abiertamente, poniéndome de cuclillas frente a ella, no podía estar a su altura, pero al menos hacerme más pequeña.
. – No creo que eso funcione así, pequeña, la pelota que me arrojaron chocó contra mis cuernos, es algo injusto que me llames la atención cuando yo solo estaba allí. –Dejé caer la pelota pinchada a un lado– ¿Qué tal si te hago una más bonita? Soy una artesana muy hábil, pero con una condición.
Los ojos de la niña de cabello negro en dos trenzas y tez oscura centellearon intensamente.
. – ¡Si! Dígame señora de los cuernitos.
. – ¿Qué tal si me dices quien pateó la pelota y por qué?
Esta vez la niña se mostró más escéptica, llevándose un dedo a los labios para pensar.
. – Es que los demás creyeron que sus cuernitos no eran reales… –Replicó, balbuceando, un poco más tímida– Así que Allison quiso demostrarlo y pateó la pelota ¡Yo dije que no sería bueno! Pero no me hacen caso… –Bajó la mirada y luego la subió hacia mis cuernos negros– Yo creo que tiene cuernitos bonitos…
. – ¿A sí? ¿Quieres tocarlos? –No solía dejar que nadie, NADIE, toque mis cuernos, sin embargo, algunos niños eran encantadores, como esta pequeña.
Estaba al tanto del motivo por el cual estaba visitando Isla Kilombo, la actividad de la isla había aumentado repentinamente y la marina había notado esto, por algún motivo los actos criminales en la isla iban en aumento, así como los problemas y las desgracias ¿Era posible pensar que la isla estaba maldita? Porque no veía ningún motivo de peso para que las personas se interesen en este lugar, bueno, si, había motivos de peso para que los criminales y los piratas se interesen en esta isla que solo contenía una cifra reducida de habitantes, una base de la marina y un faro habitado solo por una persona, o eso me habían dicho los lugareños cuando intenté sacarles información en medio de una charla amena y me arrojaron miradas desconfiadas. Está bien, la gente de esta isla se encontraba particularmente traumatizada por lo que estaba sucediendo ¿Qué estaban haciendo mis compañeros marines?
Me quedé pensando que atraía a tantos criminales aquí, supuse que lo que había deducido antes, la cantidad de habitantes en la isla y la inacción de la marina eran buenos para cualquiera que quisiera pasar desapercibido, además de que, al parecer, los controles que se hacían de las embarcaciones que tocaban puerto eran… Bueno… Me daba la sensación que no muchos. Si. Sabía que había muchos buenos marines, conocía a algunos, pero también era muy consciente de que otros estaban en sus puestos solo por el sueldo y no tenía la intención de poner como prioridad la seguridad de las personas. Fruncí el ceño mientras apuñalaba con el tenedor una frutilla que se encontraba al costado de mi porción de torta de mousse de chocolate; el tenedor resbaló un poco, haciendo que el metal chirríe ligeramente contra la cerámica del plato; comí la fruta con violencia mientras pensaba.
Ah, cierto ¿Dónde estaba? La mayoría de la población prefería un buen bar donde tomar cerveza o cualquier otro tipo de alcohol, como si fuese el líquido vital que alimentaba al mundo; seguro que alimentaba las penas de muchos, lo había visto; en mi caso, prefería tomar un chocolate batido con crema en la parte superior, y comer una torta de mousse del mismo sabor, en un bonito café con mesas al aire libre, suficiente para mantenerme atenta a las cosas que sucedían allí y, siendo sincera, me encanta ver cómo las personas prosperan: Los niños jugando, las parejas paseando, los anciano dándole de comer a las aves, los criminales ocultándose en los callejones donde, al parecer, les convenía mantenerse. Los soles en mis ojos brillaron con anhelo al ver a las familias con niños pequeños, era una vida que me había planteado, pero prefería mi trabajo en este momento, tenía mucho que hacer, mucho que inventar.
Y sinceramente no había nadie que me siga el ritmo hasta ahora.
Recogí los hombros, sorbiendo de mi chocolate batido con una bombilla, encantada con el ambiente agradable que se gestaba allí, me hacía recordar a los días en que jugaba con mis amigos y mi hermano. De pronto sentí un golpe en la cabeza, más exactamente en mis cuernos y, luego, un silbido le siguió al impacto, por suerte estaba lo suficientemente lejos del tenedor, pero casi me ahogaba con la bombilla, levanté la mano para tantear uno de mis cuernos y quitar la cosa gomosa de este: Una pelota. Giré mi cabeza, siguiendo la aparente trayectoria del objeto agresor hasta un grupo de pequeños que me miraban con expresiones aterrorizadas, pálidos como el papel. Debía ser no solo porque acababan de darme un pelotazo, sino porque, inclusive si estaba, en este momento, fuera de mi uniforme de la marina, aún tenía un tamaño lo suficientemente llamativo como para intimidar, al menos a la mayoría de los seres pequeños.
Y los niños tienden a ser especialmente pequeños. Es por eso que cuando me levanté con una sonrisa de oreja a oreja, acercándome a los niños, estos salieron corriendo con un varios gritos espantados, escondiéndose en los alrededores. Excepto una niña pequeña que se quedó mirándome con fascinación, parecía ser la más pequeña del grupo, me señaló con un dedo y luego a la pelota.
. – Rompió nuestra pelota.
Parpadeé, cambiando a una expresión desconcertada y luego me reí abiertamente, poniéndome de cuclillas frente a ella, no podía estar a su altura, pero al menos hacerme más pequeña.
. – No creo que eso funcione así, pequeña, la pelota que me arrojaron chocó contra mis cuernos, es algo injusto que me llames la atención cuando yo solo estaba allí. –Dejé caer la pelota pinchada a un lado– ¿Qué tal si te hago una más bonita? Soy una artesana muy hábil, pero con una condición.
Los ojos de la niña de cabello negro en dos trenzas y tez oscura centellearon intensamente.
. – ¡Si! Dígame señora de los cuernitos.
. – ¿Qué tal si me dices quien pateó la pelota y por qué?
Esta vez la niña se mostró más escéptica, llevándose un dedo a los labios para pensar.
. – Es que los demás creyeron que sus cuernitos no eran reales… –Replicó, balbuceando, un poco más tímida– Así que Allison quiso demostrarlo y pateó la pelota ¡Yo dije que no sería bueno! Pero no me hacen caso… –Bajó la mirada y luego la subió hacia mis cuernos negros– Yo creo que tiene cuernitos bonitos…
. – ¿A sí? ¿Quieres tocarlos? –No solía dejar que nadie, NADIE, toque mis cuernos, sin embargo, algunos niños eran encantadores, como esta pequeña.