Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Común] Encuentros inesperados [Reunión de los Piratas Hizashi]
Kael
El Fantasma del Mar
Dias atrás, día 12 de Verano
Tras 2 días de viaje conseguí atracar en la pequeña isla de Kilombo. Acostumbrado al suelo de tierra del Bajo Oykot, los adoquines del suelo se sentían extraños bajo mis zapatos en comparación. Esta nueva isla según me habían contado en el barco viniendo aquí tenía forma circular. Se extendía ante mi ojo como un nuevo mundo que explorar, pero tenía que tener cuidado. Empezaba a ser buscado en Oykot, y no sabría cuanto tardaría en llegar la noticia de una isla a otra.

Había llegado como un polizón en uno de los barcos de piratas Veganos, un variopinto grupo pero la verdad que bastante simpáticos si los conocías lo suficiente. Además, con todo lo ocurrido los días anteriores lo único que sabía era que la Marina había puesto precio a mi cabeza y yo necesitaba una salida. Una salida que ellos consiguieron darme. En el reino de Oykot, había jugado mal mis cartas, y ahora esperaba que Kilombo fuera el lugar donde pudiera reiniciar mi vida, dejar todo eso atrás, dejar que las aguas se calmen. Y de paso ayudar a los piratas Veganos en todo lo posible.

Caminé por las estrechas calles de Rostock con mi capa oscura con capucha puesta mirando a todo el mundo con una mezcla de desconfianza y a la ciudad con una mirada de curiosidad. Podía encontrar patrullas de Marines se podían ver de vez en cuando, pero con la cantidad de gente que había llegado no desentonaba del resto. La vida aquí parecía más despreocupada que la que conocía en el reino, al igual que la geografía de la ciudad era muy distinto a lo que el conocía de una ciudad. Sin embargo, no podía permitirme bajar la guardia. Tomé nota de las miradas furtivas y los murmuros a mi alrededor. No se me daba bien ser demasiado visible, tenía que aprender a no llamar la atención.

Decidí caminar por las calles más vacías del pueblo en busca de una taberna que estuviera poco concurrida a esas horas. Encontré una que me llamó la atención lo suficiente como para atreverme a entrar. Empujé la puerta de madera, y el sonido del crujido se mezcló con risas y murmullos. El ambiente era cálido, impregnado de un ligero olor a mar y a cerveza. Sin embargo, apenas había clientes, cerca a la docena, lo que me pareció perfecto.

Me acerqué a la barra, miré toda la barra detrás del tabernero y sin encontrar nada que me llamase la atención, pedí una cerveza. Mientras esperaba mi bebida, me tomé un momento para observar. Las paredes estaban adornadas con mapas de mares y leyendas de piratas, mientras que en una esquina, un grupo de hombres jugaba a las cartas. Ninguno parecía prestarme atención, lo cual era un alivio. Tomé mi botella y busqué una mesa apartada en el rincón más oscuro de la taberna. Me senté con la espalda contra la pared y la mirada fija en la puerta, consciente de que cualquier movimiento sospechoso podría ser el fin de mi libertad.

Bebí a sorbos pequeños, sintiendo el amargo sabor de la cerveza recorrer mi garganta. Era solo una bebida, pero me tranquilizaba mientras elaboraba un plan para los días que venían. No podía quedarme aquí por mucho tiempo. La Marina no tardaría en rastrear los rumores de un fugitivo en una isla tan cercana a Oykot. Necesitaba la forma de desaparecer.

Cerré los ojos por un momento, sintiendo que tal vez, solo tal vez, había encontrado un lugar donde esconderme y vivir, al menos por un tiempo. La Isla de Kilombo me había recibido y de momento no llamaba lo suficiente la atención, eso era una buena señal.

Día 15 de Verano, aproximadamente las 21:00 PM
Llevaba ya varios días en Rostock. Entre la tripulación de los piratas Veganos y la taberna había conseguido pasar desapercibido lo suficiente para no llamar excesivamente la atención. Al menos por las zonas donde pasaba no había visto ningún cartel de Se Busca con mi cara. La taberna no era del otro mundo pero la bebida era barata, poco concurrida, y al tabernero no le importaba que estuviera ahí mientras tuviera dinero, además, hacía bulto en la taberna y eso atraía clientes.

Otra noche más, ahí estaba yo tapado con mi capa y la capucha, un vaso de cerveza, mis pensamientos y las pocas distracciones que ofrecía ver la gente entrar y de vez en cuando escuchar conversaciones aquí y allá.
#1
Drake Longspan
[...]
Día 15 de Verano, aproximadamente las 21:05 PM

Mientras tomaba un sorbo de aquella cerveza aguada, que poco tenía de gusto pero mucho de amargura en la garganta, me fijé mejor en el extraño del parche. Algo en su porte, en su maldita actitud de estar cómodamente fuera de lugar, me recordó a Byron Nikkei. Aunque claro, Byron no iba por ahí con plumas saliéndole del culo, como aquel infeliz al que estábamos esperando: Gavyn Peregrino. En verdad le caía bien, pero no tenía mucho dinero para seguir pagando sus rondas hasta que llegase e iba a tener que pedir prestado si no hacía acto de presencia.

Mis palabras iban cargadas de una mezcla de curiosidad y advertencia, esperando ver cómo respondía aquel tipo. No sabía si era aliado o enemigo, pero en una ciudad como Rostock, mejor no confiar en nadie hasta saber más.

Hacía tiempo que no sabía nada del desplumado, y dando sorbos a esa "cerveza" reflexionó sobre sus posibles finales: En el fondo del mar, devorado por un rey del mar, o peor aún, en una base de la marina. Aburrido, clavó su vista en el tuerto, concretamente en su parche. Ese tipo le sonaba de algo, y no sabía de qué demonios era: Quizás le debía dinero, quizás se golpearon alguna vez, el caso es que para Drake Longspan esa persona llamaba su atención. Girando su cuerpo del a barra, apoyo ambos brazos estirándolos de lado a lado ocupando casi media zona él solo.

No le quitaba la vista de encima, como si el humano de brazos largos quisiese hacerle saber que lo estaba escudriñando, que lo tenía en su visión. Drake se sentía observado... O igual era casualidad, y simplemente el muy cabrón tenía ganas de pelea. Con el alcohol nunca se sabía. Dio un último sorbo a la cerveza y dejó la jarra en la barra con más fuerza de la que pretendía, provocando un pequeño goteo de cerveza en la madera astillada, pobre madera, tener que humedecerse con semejante brebaje.

«Si Gavyn no aparece pronto voy a tener que sacarle las plumas yo mismo de su maldito pellejo...»

Por lo poco que conocía a Gavyn Peregrino, le parecía el tipo de persona con la que, o acababas enredado en algún desastre, o te sacaba de uno, pero siempre lo hacía, algo que lo descolocaba un poco. Y por si fuera poco, ahora tenía a este tipo de un solo brazo con toda la pinta de haber venido de la mismísima guerra como si el East Blue le debiera algo.
Drake tenía claro es que si aquel bastardo sabía algo de Gavyn, no se iba a andar con rodeos. Se levantó, acudiendo hasta el tipo con una sonrisa torcida, esa que no llega a los ojos y que normalmente precede a algún puñetazo.

Oi. ¿Sabes algo?

El humano de brazos largos arrugó su nariz mirando a Kael, su rostro parecía indicar que sospechaba y no se fiaba de él. ¿Por qué? Ni Drake lo sabía. Esperó a que dirigiese su único ojo hacia su rostro para continuar hablando.

Aquí no suelen gustar mucho los tipos que se sientan en las esquinas como si fueran los dueños del lugar. Da por pensar que ocultan algo. Y tú, amigo mío, tienes toda la pinta.

¿Qué podría salir mal? Con suerte, le diría algo útil antes de que la jornada de noche se torciera aún más.
#2
Byron
Que me lo otorguen
Finalmente estaba allí, esperaba llegar más pronto contratando a aquel taxista de mar, pero parecía que quería impresionarlo con sus capacidades al volante, si no, Byron no era capaz de entender el garbeo alocado que había vivido y el como se desviaba para surcar las olas más grandes que basto mar le ofrecía, el viaje que tuvo que durar un día, terminó extendiendo su duración hasta límites insospechados. Aun así, había llegado, y con una cara descompuesta debido al singular viaje, tuvo que agradecer preso de sus propios modales y educación, pero definitivamente esa forma de surcar los mares, no sería repetida por el Solarian en lo que le quedase de vida. Le hizo un gesto amistoso con la mano, y le encendió el cigarro que había puesto en sus labios con las cerillas que solía guardar en su camisa, como gesto de agradecimiento.

Tras aquella despedida carente de significado, Byron posaba sus pies sobre la clara arena de la playa de la isla Kilombo, con su maletín cargado de millones bajo su brazo, y con su nueva espada atada a la cintura. Con un semblante cargado de satisfacción y nostalgia miró el camino que conducía a aquel pueblo que en su momento detestó por su tranquilidad, pero que le había otorgado los encuentros más maravillosos que había tenido el placer de vivir. Ese sentimiento nostálgico inundaba su pecho, al pensar que hoy, volvería a reunirse con Drake y Vesper, y con suerte, si aún no había zarpado, con la magnética Jun, quizás ahora que tenía el dinero para un barco, la podía convencer para convertirse en su camarada.

- Quien me iba a decir a mí que al final te sentiría como mi segunda casa...- Murmuró mientras el atardecer comenzaba a esconderse tras su espalda. - Esto me trae cálidos recuerdos, me pregunto que caras pondrán... Ah, y tengo que tener otra comida con la rubia sin pierna jeje... Bueno, lo primero es lo primero.- Y cargó su maletín sobre el hombro para ponerse en marcha.

El simbólico atardecer que dio comienzo a su nueva vida, ahora se encontraba saludando de nuevo al muchacho, una bonita forma de cerrar el círculo, después de todo, si aquel eterno viaje había servido para llegar con aquella estampa había valido la pena.

Caminó lentamente adentrándose en el pueblo, conocía esas calles, y la extraña sensación de calidez de la llegada al hogar, era claramente visible en el rostro de aquel chico. Poco a poco las luces se abrían paso en su camino, dejando atrás la luz natural al haber terminado su descenso el astro rey. Los rostros conocidos de los comerciantes cerrando sus puestos hasta el siguiente día era algo que lo enternecía de alguna forma, nada había cambiado en aquellos 3 largos meses que Byron había estado fuera recaudando dinero, y aunque no quisiese admitirlo, era algo que le encantaba.

Con la intención de reunirse con sus compañeros avanzaba hacia un destino claro, solo se le ocurría un lugar donde poder encontrar al primero de estos, Drake, en aquella hogareña taberna donde compartieron aquellos bentos de atún. Sonrió para sí, emocionado pensando en la cara que pondría aquel enorme hombre cuando le viese cumplir su promesa, y encima, ganándose una matrícula de honor en su desempeño, pues había logrado más de lo que él mismo pudo imaginar.

Finalmente la noche se hizo totalmente presente con su enorme luna bañando el tranquilo pueblo. Frente al muchacho de cabellos violetas la pequeña puerta de madera carcomida por los años de uso de aquel establecimiento que tanto le había dado. El murmullo que se escuchaba a través de aquellas paredes evidenciaban el ambiente animado de aquella familiar cantina, suspiró envolviéndose de estos, soñando con que Drake allí se encontrase, y con un perfil bajo, con la cabeza semi agachada por no querer mirar, abrió la puerta.

Allí se encontraba, con su gigantesco porte, hablando con un encapuchado en una esquina. No pudo evitar desprender una alegría contagiosa con sus resplandecientes ojos violetas, es más, su rostro cargado de ilusión levantó las miradas del resto de hombres y mujeres que disfrutaban su particular velada en aquel lugar, extrañados como si hubiesen visto a un loco. El muchacho no pudo evitar dejarse llevar, y gritando su nombre, lanzó el maletín a la cabeza de aquel compañero de faena desde la otra punta de la sala.

- ¡DRAAAAAAAAAAAAAKEEEEEEEEEEEEEEEEEEE, CUMPLÍ PERRO!- Dijo fuera de sí.

El objeto golpeó su duro rostro, abriéndose con el impacto, dejando caer unos cuantos billetes por toda la sala cuál confeti festivo, las caras de los allí presentes eran un perfecto ejemplo de estupefacción. Se acercó corriendo, lanzando miradas de pocos amigos a los presentes, dejando claro que, si alguno se atrevía a tocarlo, no dudaría a empuñar el resplandeciente acero que colgaba en su cintura. Parecía haberles quedado claro por su forma de asentir a su mirada.

La tabernera intentó llamar su atención coquetamente mientras Byron se acercaba rápidamente, la apartó con un guiño y un susurro fugaz en su oído "recoge todo y luego nos vemos", sinceramente, no tenía ningún tipo de intención de hacer algo con ella, pero alguien tenía que recoger el desastre que había creado. Sin perder tiempo se puso a su altura, visiblemente feliz, ignorando al hombre junto a él, que debido al impacto del golpe, había visto descubierta su capucha.

- ¡Tenemos para un buen barco Drake! ¡Te dije 14.500.000 berries, pero al final conseguí 26.000.000, no está nada mal! ¿¡Soy brillante verdad!? Venga dilo, díselo a tu capitán gigante sin sesos.- Dijo con una pose orgullosa cruzándose de brazos.

Esperando su respuesta se dio cuanta, no de forma inmediata, pero el rostro de su "acompañante" le resultaba familiar. Afiló la vista, rebuscando en su mente, en sus recuerdos cercanos, el que tenía frente a él, era el psicópata del reino de Oykot. No dudó, y raudo desenvainó su brillante acero, mirándolo fijamente, sin perder de vista ninguno de sus movimientos.

- Tú... ¿qué demonios haces aquí? ¿buscas otra matanza ahora en esta isla?- Masculló mirándole el brazo ya sano, que hacía días le había rajado.- No me hagas volver a hacerlo.
#3
Jun Gunslinger
Nagaredama
Durante los últimos cuatro días, el mundo de Jun había sido consumido por una horrorosa pesadilla.

Aunque de por sí la joven se la pasaba jugando a rozar el abismo del caos, disfrutando de la adrenalina y el peligro, esta vez la vida la sorprendió dando un vuelco brutal y repentino, dejándola en un estado de confusión y desesperación del que parecía imposible escapar. El control, algo que siempre creyó tener bien agarrado de las riendas, se le escurrió entre los dedos como fina arena.

Tras haber recibido la peor noticia del mundo, Jun entró en un pánico constante de no saber que hacer. Se sentía paralizada, completamente inútil. La ansiedad la debilitaba, la impotencia la consumía y marchitaba por dentro. 

Todo había comenzado unos pocos días atrás, justo cuando parecía que la vida finalmente le daba una tregua y empezaba a sonreírle. En vez de eso, la tragedia pateó la puerta como un ariete y entró sin avisar. Juri, su mejor amiga, la persona más importante para ella, cayó repentinamente en un estado comatoso tras esa estúpida incursión fallida en la base de la Marina. No hubo advertencias, ni heridas visibles, ni un enemigo a quien culpar. Nada tenía que ver el Sargento Lovecraft, por mucho que Jun deseara hacerle responsable del accidente. Un momento Juri estaba bien, brillante y locuaz como siempre, y al siguiente, su cuerpo había colapsado en el suelo, inerte, sin mostrar señales de vida, como si algo invisible y maligno le hubiera arrebatado el aliento. Aquella desgracia fue tan repentina e inexplicable como desgarradora. A pesar de todos los intentos por traerla de vuelta, su amiga permanecía atrapada en un sueño profundo del que nadie, ni siquiera los mejores doctores de la isla, podían despertarla.

Jun se esforzaba por comprender lo que había sucedido, aunque en vano, y esa falta de respuestas la volvía loca. La quietud, algo que normalmente detestaba, se había apoderado de ella y la mantenía presa, encadenada a la desesperación. La impotencia le ardía como una bala incrustada en la carne que no lograba arrancarse. Sus sueños se desmoronaban ante ella como un frágil castillo de naipes. Todo lo que habían planeado, la promesa de surcar los mares y desatarse en una vida de aventuras y libertad junto a su hermana del alma, se desvanecía dividiéndose en tantos pedazos como estrellas brillaban en el cielo.

Durante la eternidad de tres noches, el mundo perdió sus colores. Para Jun, las vibrantes luces de Rostock se habían apagado, reemplazadas por una oscuridad abrumadora. Su cuerpo, normalmente ligero y veloz, se sentía pesado, casi como si el mismo mundo estuviera intentando aplastarla bajo el peso de la culpa y la impotencia.

Resignada a lo que creyó era su única opción, deambuló por las oscuras y angostas calles de Rostock como un gato callejero. El viento salado que venía del mar le lamía el rostro, y parecía burlarse de ella, recordándole la libertad que había llegado a acariciar con las puntas de los dedos y que ahora se esfumaba como polvo. Pero la joven no iba a continuar atrapada en esa parálisis emocional. Si algo había aprendido de la vida, era que la acción siempre superaba a la espera y la indecisión. Jun necesitaba lluvia, y a las nubes iría a buscar. De una forma u otra, conseguiría su tormenta. Con tal de salvar a Juri, desataría un maldito huracán.

Ajustó a su cintura el bolso de piel y dio vuelta en una esquina, con un destino en mente: La taberna. Ese lugar, donde su destino había chocado literalmente con el de Drake Longspan, sería su punto de partida. Esperaba encontrarlo allí. Estaba decidida a aceptar la propuesta que el gigante le había hecho semanas atrás en los acantilados del Faro de Rostock, cuando se arrodilló ante ella bajo un atardecer pintado de oro. En aquel entonces, Jun había dudado. No era alguien que tomara decisiones o asumiera compromisos para con los demás a la ligera. Su naturaleza libertina y salvaje la hacía evitar cualquier forma de atadura. Pero ahora las cosas eran diferentes, y ya no se trataba de ella o de su propia libertad; ahora necesitaba algo más, la urgencia crecía. Debía salvar a su amiga, y si para conseguir ayuda tenía que doblegar su orgullo, actuar en favor de otros, o sacrificar su propia vida, lo haría sin pensarlo dos veces.
#4
Gavyn Peregrino
Rose/Ícaro
Estaba realmente cansado de esta isla, deseaba poder irme pronto, parecía pasar de un problema a otro en todo momento, desde el encuentro que tuve con el bribón de ojos dorados hasta el desencuentro con los mafiosos en la taberna, aunque, en ese caso, realmente solo había quedado en el fuego cruzado, usualmente tendía a no mantenerme durante demasiado tiempo con las personas, simplemente me llevaba a tener problemas, ya fuese por mi especie, mi personalidad, mi boca, que era uno de los mayores motivos por los cuales me metía en problemas, aunque, también me había sacado de ellos en ciertos momentos. Este no era el caso, parecía que estaba volando en círculos, sin mencionar que las despedidas no eran lo mío, prefería simplemente desaparecer en la oscuridad de la noche: Fácil, sencillo, sin complicaciones ni confusiones innecesarias, sin que pareciera que había algo.

Me mantuve oculto, tan oculto como me era posible con el par de alas blancas enormes que portaba en mi espalda, era difícil pasarlas por alto, quien tuviera consciencia de cómo eran los Skypiean también sabría que no era habitual que sus alas tuviesen el mismo tamaño que las mías, mucho menos serían funcionales, no les era posible volar, a diferencia de a los Solarian o los Lunarian, era como si llevase un letrero luminoso sobre mí. Aun así no me desharía de las alas por nada del mundo, volar siempre lo mejoraba todo, siempre hacía que mi perspectiva de todas las situaciones cambiase por completo ¿Cómo no podía ser feliz en el cielo? Es por eso que, aunque fuese para devolver aquello que no era mío, montar el viento era completamente gratificante, me ayudaba a olvidar… Hasta qué debía tocar el suelo y regresar a la intolerable realidad.

Tenía tiempo, por supuesto, no estaba obligado a ir rápidamente hacia la taberna, pero también sentía… Algo, un no sé que ¿un presentimiento? Quizás era el hecho de que había visto que tan burlón e irritante podía ser Drake, casi tanto como yo aparentemente, así que eso significaba que se metería en problemas tan fácilmente como esperaba. Me mantuve a varios metros del suelo, agitando las alas lentamente mientras mis intensos ojos ámbar peinaban el área con una despreocupación que no debería poseerme, buscando la taberna que el brazos largos me había mencionado con tanto ahínco, el lugar de reunión que estipulamos, ese lugar que describió de forma vaga… Ese lugar que me costó encontrar porque la mayoría de las tabernas eran muy similares en un lugar como Rostock, y ser navegante no me hacía automáticamente un erudito en todas las islas.

Especialmente en las islas en las que no había puesto un pie en mi vida hasta el día de ayer.

Chasqueé la lengua, localizando una taberna que coincidía con la exigua descripción que tenía en mente, verifiqué donde podía descender para llamar lo menos posible la atención y encontré un edificio de dos pisos con una terraza llena de plantas altas, era el lugar perfecto, al menos con mi estatura. Bajé silenciosamente sobre el techo, de allí me deslicé velozmente a un callejón cercano y me asomé antes de salir al notar que no habían demasiados transeúntes. La entrada del bar no era nada del otro mundo, lo que me resultó curioso fue ver pasar a un hombre de cabello lila con un maletín bajo el brazo, parecía estar vibrando de la emoción cuando entró prácticamente, no sería difícil robarle, era llamativo ver a alguien aferrado protectoramente a un maletín entrar en una taberna, sin embargo, la espada en su cinturón cumplía su función como disuasorio, sin duda. Bueno, al menos con los ladrones que tenían dos dedos de frente.

El grito que resonó desde dentro de la taberna cuando estuve frente a la puerta me sobresaltó, lo suficiente para que mi mano se quede a un cuarto de camino de la perilla metálica ¿Se trataba de un conocido del brazos largos? Un amigo probablemente, con la familiaridad con la que vociferaba sus logros y preguntas ¿O quizás era parte de su personalidad? Retrocedí un paso, no es como si necesitase prepararme mentalmente como para interactuar con otras personas, solo que alguien con una personalidad tan desbordante requeriría de una buena parte de mi paciencia, probablemente. Giré la manija de la puerta, entrando en el lugar desenfadadamente, llevándome las manos a los bolsillos y presenciando al mismo hombre de pelo lila apuntando con una espada a un encapuchado al azar mientras los berris en formato billete revoloteaban alrededor de la mesa y el gigante de pelo negro estaba inclinado en la dirección en la que cayó el maletín.

¿Había recibido un proyectil monetario?

Apreté los labios para no reírme, acercándome a la mesa mientras esquivaba las otras y evitaba golpear cualquier objeto con mis alas.

. – Hm, nunca creí que en tan solo dos horas pudiera perder tanto respeto por una persona, pero cada encuentro es único ¿No? Ya no creo que sea necesario exorcizarte, quiero decir, con todo este dinero podrías pasar al más allá más pronto que tarde. –Miré del hombre de pelo lila a Drake en sucesión– ¿Amigo tuyo? Supongo. O están intentando insertarte la economía ajena de la forma más violenta posible.

Alcé una ceja que lo decía todo “¿Los fantasmas tienen amigos?
#5
Muken
Veritas
Navegando durante semana por fin Muken llegaba a puerto, hace tres semanas atrás el tirador había salido de Loguetown, con todos los materiales a bordo el joven tomo marcha al mar hasta su siguiente objetivo. Durante el viaje paso por distintos problemas y uno de ellos fue la perdida de la protección mayor del navío, golpes constantes con las olas había echo pedazos de apoco el navío del tirador. Una vez en la isla el joven se dirigió a los carpinteros del lugar, el barco necesitaba arreglo urgente, pero para eso necesitaba a profesionales, no le tomo mucho llegar a la carpintería, uno de los encargados revisaría su navío, por lo que con el tiempo libre que tenía Muken decidió ir a comer a un bar de la zona para pasar el rato.

Al ingresar Muken se dirigió directo a la barra donde pido un whisky, algo fuerte para poder calentar el cuerpo, pero debido a la falta de ingesta decente que llevaba el joven, esto debido que durante un par de días largos se la paso comiendo solo leche y fruta, el agua caliente lo prende enseguida. No pudo evitar observar a una encantadora chica de pelo rojo y sin mas se acerco a esta, tras una breve charla los dos jóvenes empiezan a compartir algo en el lugar. Ella le conto que era una navegante que estaba de paso junto a su tripulación, se quedarían unos días antes de volver a salir al mar. La charla continua pacíficamente durante un buen rato, pero de repente un sujeto empezó a gritar de la nada tras golpear una mesa con lo que parecía un maletín con bastantes billetes. Mujeres, dinero y alcohol ese es el lema que seguía Muken para llevar una buena vida y tras ver esa cantidad de billetes el joven tirador se empezó a imagina cuantas fiestas podrías patrocinar con esa cantidad.

Mientras estaba en su mundo una leve mirada lo saco de su trance, el instinto de Muken no pudo evitar salir a flote incluso con algo tan simple. Solo necesito una pequeña mala mirada y una supuesta amenaza para sacar sus dientes a relucir. - A quien crees que le muestras tus ojitos de perra mala y tu puta empuñadura Anciano. – comento el joven mientras colocaba a una de las Vaiolet sobre la mesa -Solo porque tengas un poco de billetes de tu jubilación no significa que te me vengas hacer el gallito. – la chica a su costado se alejo un poco del joven, este levanto la voz un poco, pero no tenía la intención de atacar, o por lo menos no en el momento. (Defecto: Bocazas: Eres incapaz de dejar una ofensa sin respuesta, lo que amerita discusiones acaloradas durante la historia).

La tensión en el ambiente se sentía y se podía cortar con tijera, pero eso no duro mucho ya que en un segundo la puerta del lugar se abrió y uno de los carpinteros que había ido a revisar el pequeño navío del joven volvió para dar su veredicto, Muken tomo nuevamente a Vaiolet y la guardo, dejo de lado la discusión que recién había empezado y se dirigió junto al carpintero. Su cara de enojo se había ido tras la llegada del carpintero y ahora solo tenia una mirada de preocupación, el miedo de que algo le hubiera sucedido a “Corazón Libre” carcomía su alma. Las malas noticias no tardaron en llegar, el navío que había sido construido por él y su abuelo había llegado a su límite, las fuertes olas y el desgaste del tiempo le habían pasado factura. Con lagrimas en los ojos el joven lleva sus manos a su bolsillo y le entrega un puñado de monedas de oro, lo que era el costo de la revisión.  

El joven se ha cerco nuevamente a la mesa y tomo asiento. Levanto su vaso y le dio fondo blanco a su bebida, leves lagrimas cayeron de sus ojos mientras colocaba el vaso nuevamente en la mesa, para luego gritar - ¡Cantinero un buen navío hoy se ha ido y tengo pensado despedirlo a lo grande, saque toda la carne y ron que tenga, hoy se festeja el retiro de “Corazón Libre”! – tras esas palabras Muken se acerco a la barra por mas alcohol y claro a pagar toda la carne y el ron que saldría a la venta. El joven quería despedir a su compañero de la mejor forma.
#6
Baltazar Bonez
Dr.Bonez
La suerte era algo efimero, una secuencia de acciones que le daban  a una persona, u  beneficio en base a las consecuencias positivas recibidas. Bueno, claramente en esos días ese no era El caso de Bonez, ya que en todos sus intentos de poder ganar en alguno de los establecimientos ilegales en donde se efectuaban apuestas, la suerte no le había sonreído durante te un buen tiempo. Haciendo que terminará ahogando su mala racha en alcohol, perdido en un bar de mala muerte mientras maldecía por lo bajo por la cantidad de Berrys que se habían escurrido por sus dedos.

No obstante la suerte tiende a ser caprichosa y así como su humor había cambiado por la mala suerte, su rostro cambió cuando depronto, pudo divisar a un conocido an aquel bar. Nadie se podía confundir con aquellas pupilas tan características y esos ojos dormilones que le caracterizaban tan irónicamente.

Aquel hombre era Vesper "Doctor Hiena". Un hombre que habia conocido en un bar haciendo apuestas con otra chica de cabellos coloridos y de bastante intensidad. Era un tiro de suerte poder encontrarse con alguien como el en un bar al azar de aquella ciudad. Pero aún más suerte fue que  a su lado se encontraban unos cuantos piratas jugando unas manos de Poker. 

Cabe decir que las habilidades de las cartas jugaron maravillas a favor de Bonez. Además, teniendo a una Hiena rabiosa al lado no hubo mucha queja cuando esos tipos perdieron sus Berrys. Algo que le devolvió el ánimo ya que habia recuperado lo perdido y ganado un poco de margen el.cual se gasto en alcohol con su compañero.

Después de unas horas, con monedas en los bolsillos y alcohol en el cuerpo, Bones y Vesper se dirigieron hacia otro bar en donde poder seguir aquella fiesta. Eso sin darse cuenta que pronto la suerte golpearla de nuevo, en El momento en el que Bonez abrió la puerta de la cantina con una botella de sake en mano, seguido por Vesper.

Hey..V...*hic* Vesper, creo que este es un buen lugar para seguir con la fiesta. Después de todo la buena suerte esta de nuestro lado. Dice entrando al lugar de manera despreocupada antes de que su oído se agudizar cuando Byron empezaba a hablar de14 y 26 millones de Berrys, lo cual atrapo la atención de Bonez, el cual se acercó como si no pudiera ignorar aquel nivel de dinero, cual abeja a la miel.

Caballeros, si tienen 26 millones en sus manos yo podría ayudarles a triplicar su....... De la nada, al levantar la mirada para ver sus caras, el chico denpiel ceniza se quedo quieto, ya que entre esos extraños podía ver caras que se le hacian bastante conocidas, aunque al estar alcoholizado termina por hacerle dudar, haciendo que entrecerrados los ojos mientras miraba a Jun y después a Drake antes de llamar a la Hiena.

¡Vesper! Estos tipos se me hacen conocidos ¿No los habremos estafado en alguno de los otros *hic* bares? Pregunto Bonez mientras que de un segundo a otro por fin reacciona al ver  esos rostros.

¡D-Drake!, ¿¡Jun!? ¡G-Gavyn! .Dice confundido al ver que ahora la suerte hacia que se encontraran gracias a los deseos de la suerte, haciendo que algunas personas se girarán cuando Bonez puso el grito en el cielo.
#7
Vesper Chrome
Medical Fortress
La vida en ocasiones era bastante dura, tanto así que en esta noche me frecuentaría otros bares, pues estar en el gran perezoso me llenaba de una increíble nostalgia, pues al final de cuentas decidí que partiría de la isla dejando todo atrás, estuve demasiado tiempo varado aquí, conociendo personas, creando lazos, armando relaciones que quien sabe si un pirata como yo podrá sostener durante mucho tiempo, era penoso, pero era cierto así que era momento de hacer lo que mejor se hacer, largarme a beber y ponerme tan pedo que olvide porque me llaman La Hiena.
 

Así fue como llegue a ese bar de mala muerte, y como todo borracho no pude evitar comenzar apostar en cuanto vi un juego, y es que, aunque no soy amante a los juegos, no puedo mentir, tengo la necesidad de verme siendo el mejor en todo lo que aparentemente veo, y puede que sea egoísta, pero soy el puto Vesper Freezeman Chrome. Siempre he buscado la perfección en mis acciones, en mis operaciones, en mis técnicas, y dudo que eso pueda cambiar en algún momento. El grupo de personas jugando me acepto rápidamente, pues quien en sus sanos cinco sentidos no aceptaría a alguien que estaba dispuesto apostar lo que traía encima.
 

—Para que uste… *hip* sepan, el primero que haga tram… *hip* le corto un brazo. — Estaba claro que en este grupo no habría nadie que intentara algo tan tonto como eso delante de mí, aunque no me conocen o las cosas que he hecho, suelen sentirse intimidados por la mirada vacía que suele tener mi cara, los ojos que parecen tener la capacidad para tragarse el mismo infinito. Entre mano y mano fui ganando un poco de dinero, no es que soy un excelente jugador, para nada, sino que esta gente tiene miedo de utilizar algún tipo de trampa. Pocos minutos después habían llegado más personas llenando el local y entre aquellos que entraron mis ojos se posaron en aquella figura que a ciencia cierta podía reconocer, es tez, esos tatuajes, imposible no reconocer al Doctor Bonez.
 

—¡¡¡Doctaaa Strangeeee!!!— Lo vi y como si hubiera visto a un hermano de toda la vida le pedí que se acercara a la mesa, en donde no hicimos mas que ganar y ganar partidas, Bonez era inteligente, y yo daba una intimidación mas potente que un Arcanine nivel 100, Después de unas horas, con monedas en los bolsillos y alcohol en el cuerpo, Bones y yo nos dirigimos hacia otro bar en donde poder seguir aquella fiesta. Eso sin darnos cuenta que pronto la suerte golpearía de nuevo, en El momento en el que Bonez abrió la puerta de la cantina con una botella de sake en mano, seguido por mi como quienes se conocían de toda una vida.
 

¡Vesper! Estos tipos se me hacen conocidos ¿No los habremos estafado en alguno de los otros *hic* bares?
 

En cuanto escuche las palabras de Strange, me apresuré rápidamente a golpear aquel que se veía mas contento que todos, quizá ese nos daría problemas, pero con esta borrachera al único que puedo distinguir es al mismo Bonez, con un sprint me acerqué a la barra. —No te preo… *Hip* les parto su madre. — Le dije a Bonez antes de detener mi sprint justo en frente de Drake, este tipo por alguna razón me parecía demasiado grande y la silueta de quien tiene al lado me parece demasiado conocida.
 

—¿Ricitos de Plata? — Observe con los ojos entrecerrados al tipo que me parecia conocido, pero por aquel estado de ebriedad no podia distinguir demasiado bien su rostro, sin embargo esa sonrisa burlona no podia olvidarla desde aquella primavera queria pelear con este hombre para demostrar quien era verdaderamente mas fuerte. 
#8
Kael
El Fantasma del Mar
La taberna se estaba llenando de gente nueva. Eso era muy bueno y muy malo al mismo tiempo. Los parroquianos de siempre sabía uno de que pie cojeaba, algunos literalmente, pero que viniera tanto cliente nuevo y además tanto cliente joven... eso no era muy buena señal.

Uno de ellos tenía la pinta de ser el típico cliente (Vesper) que entra en un bar para olvidar sus penas con alcohol y se dedica a jugar a las cartas. Allí reconoce a otro individuo (Doctor Bonez) y lo invita a unirse a él. La buena fortuna parece sonreírles mientras juegan y ganan dinero juntos. Sin embargo, la relación con su antiguo compañero de juego los lleva a otra taberna, donde Vesper se enfrenta a un viejo rival aludiendo a un rencor del pasado. Estos podrían llegar a dar problemas.

Otro chico más joven (Muken) empieza una discusión con un anciano fanfarrón, revelando el carácter impulsivo de Muken. Menuda manera de llegar a un sitio nuevo, por todo lo alto.  Un chico con alas blancas que se siente fuera de lugar y prefiere desaparecer en la oscuridad, mi tipo favorito de cliente, no suelen dar problemas.

Y enfrente de mí, ocupando media barra con sus largos brazos, había un hombre que se atrevió a dirigirme la palabra. Para un descanso que tenía en mi turno y me tocaba tener que lidiar con personas que se creían más de lo que eran.Y para complicarlo más todavía, al poco llegó un chico con el pelo color violeta. ¿De qué me sonaba ese hombre? Estaba a muchos kilómetros de Oykot en un lugar nuevo, es por poco probable que le conociera, pero tampoco tendría que ser un cliente de la taberna habitual, podría reconocer la cara si así lo fuera.

Como si fuera una especie de flashback, llegó a mi mente el evento de días atrás. La misión del barco que había hecho cambiar tantas cosas en mi vida y por la cual acabé en esta isla. Recordé estar allí, en medio de un montón de gente y de repente que 3 personas, bueno, 2 personas y un panda concretamente decidieran sincronizarse y atacar a la vez. Era una de esas personas, el que había conseguido cortarme el brazo y aquí estaba delante de mí, desenvainando su espada amenazante.

Cita:- Tú... ¿qué demonios haces aquí? ¿buscas otra matanza ahora en esta isla?- Masculló mirándole el brazo ya sano, que hacía días le había rajado.- No me hagas volver a hacerlo.

Por suerte para mí, y desgraciadamente por desgracia para él, muchas cosas habían cambiado desde entonces. Me levanté de mi asiento y me acerqué a él, con el acero de su espada a centímetros de mi pecho.

- Hice lo que hice por intentar salvar al pueblo de Oykot de lo que fuera que tendría ese barco. Vosotros en cambio robasteis todo el cargamento sin saber si quiera que tendría dentro, ¿verdad?. Sólo sería un trabajo más para vosotros, y sin embargo el pueblo de Oykot es el que sería castigado por ello, después de todo tu estás aquí y por lo que he visto te pagaron bastante bien por arruinar la vida a muchas personas. Cuéntame, ¿acaso sabes que transportaba aquel barco? ¿o eres un simple ignorante que responde a la calderilla que te suelta el que pague mejor? Vamos, cuéntame antes de que decida cambiar de opinión y devolverte el regalo que me hiciste aquel día.
#9
Drake Longspan
[...]
El hombre apenas tuvo tiempo de procesar las palabras antes de que algo pesado y contundente lo golpeara directamente en la cara. El impacto fue seco, y Drake, cuya tolerancia al dolor era admirable, simplemente parpadeó y se tambaleó ligeramente hacia atrás en su asiento, mientras el maletín rebotaba en la mesa y se abría de par en par, esparciendo billetes por doquier. Los pedazos de papel flotaron en el aire como si se tratara de una lluvia surrealista de fortuna inesperada, captando las miradas de todos los presentes en la taberna.

El encapuchado, por su parte, retrocedió un poco, instintivamente llevándose las manos al rostro mientras su capucha caía, revelando una identidad que hasta entonces había pasado desapercibida para la mayoría. Drake Longspan, por otro lado, permanecía inmóvil, con su rostro impasible, aunque con la ligera marca del maletín empezando a hincharse en su pómulo izquierdo. Llevó una mano al lugar del golpe y, con un tono de voz que sonaba más a resignación que a molestia, gruñó:

Tú y tus entradas dramáticas, cabrón... ¿Era necesario tirarme el maletín?

Su mirada, sin embargo, se suavizó al escuchar la cifra pronunciada por Byron, incluso mientras el capitán atravesaba la taberna como un huracán, amenazando a cualquiera que intentara siquiera mirar los billetes desparramados. El carpintero levantó una ceja al escuchar la cantidad final.

¿Veintiséis millones? — repitió, incrédulo, mientras tomaba la jarra de cerveza y se la llevaba a los labios, dando un largo sorbo antes de dejarla caer de golpe sobre la mesa, el ruido resonando como un martillo.

No está mal para alguien tan cabezón como tú... Aunque, claro, podrías habérmelo dado sin joderme la cara.

Mientras hablaba, Drake Longspan comenzó a recoger algunos de los billetes cercanos, de manera casi casual, como si esto fuera un evento cotidiano. Sin embargo, no pudo evitar sonreír levemente al ver la expresión de Byron Nikkei, claramente orgulloso de su logro. A regañadientes, y tras un suspiro que parecía durar una eternidad, finalmente añadió:

Vale, vale, eres brillante, capitán... Brillante como un puto faro en mitad de la noche. Satisfecho ahora, ¿eh? — dijo con cierto sarcasmo, pero con una pizca de afecto en su tono. — Qué sepas que he adelantado gran parte del trabajo.

Sin embargo, la tensión en la taberna no pasó desapercibida. Los ojos de Byron, cargados de intensidad, se habían clavado en el encapuchado. Drake Longspan giró lentamente la cabeza, siguiendo la mirada de su capitán. Entonces, lo vio: el hombre que, hasta hace unos momentos, había estado sentado frente a él, ahora descubierto. Los ojos del humano de los brazos largos se entrecerraron mientras reconocía la figura.

Mierda... — murmuró para sí mismo, mientras veía a Byron desenvainar su espada con la misma rapidez que un relámpago.
Drake, acostumbrado a situaciones tensas, se levantó de su asiento con calma, colocando su enorme mano en el hombro de Byron para detenerlo.

Eh, tranquilo, pollito. Vamos a resolver esto con un poco de cabeza, ¿vale? — dijo, su voz grave resonando como un trueno apagado. Luego, dirigió su mirada al hombre frente a ellos, que permanecía inmóvil, su rostro parcialmente cubierto por las sombras de la taberna. — Tú, amigo, tienes cinco segundos para explicarte. ¿Qué haces aquí, y por qué demonios tendría que importarme que Byron quiera rajarte otra vez?

El humano de brazos largos, quien hasta entonces había estado sentado con una jarra de cerveza en la mano, miró todo el intercambio con la ceja arqueada. Su enorme figura ocupaba más de lo que parecía físicamente posible para un rincón tan pequeño, pero no parecía ni incómodo ni preocupado. Sin embargo, la tensión entre Byron y Kael era tan espesa que podía cortarse con un cuchillo, y eso, en su experiencia, solo significaba que las cosas estaban a un par de palabras mal escogidas de descontrolarse.

Soltó un profundo suspiro y, dejando su jarra sobre la mesa con un sonido pesado, se levantó. El crujir de la madera bajo su peso hizo que más de uno en la taberna mirara de reojo, y algunos incluso retrocedieron un paso al ver a la imponente figura del hombre de cabello trenzado y mirada severa ponerse de pie.

¿En serio? — gruñó, con un tono bajo y grave, pero lo suficientemente alto como para que ambos lo escucharan — ¿Esto es lo que pasa después de semanas sin vernos? Byron, tiras un maletín lleno de dinero a mi cabeza como si fuera tu saco de boxeo personal, y ahora apuntas tu espada como si quisieras jugar al héroe. Y tú — dijo, señalando a Kael con un dedo tan grande como para parecer una daga — ¿Vienes a una isla que ni te corresponde para soltar sermones? Mierda...

Drake Longspan se tomó otra ceveza de cuajo antes de pedir veinte rondas de chupitos del licor más fuerte de la taberna.

Es hora de que arreglen sus diferencias como hombres, Rohahaha.

#10


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