Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Común] Unión de otro universo
Katharina von Steinhell
von Steinhell
Ha pasado tiempo, más del que me gustaría admitir. Recuerdo que alguna vez fui fuerte; mi autoridad, incuestionable. Hoy en día, apenas soy una sombra marchita de lo que fui en mi pasado. Estoy sola frente a un mundo corrupto y sucio, desprovista de armas y herramientas útiles frente a los asesinos enviados por mi padre, despojada de mis derechos naturales por sobre los demás. Soy como un bebé que solo ruega por estar en los brazos de su madre: débil, inútil, vulnerable. Lo he perdido todo salvo mi orgullo, todo salvo mi dignidad. Quizás es insuficiente, pero con lo que me queda de mí misma sacudiré los cimientos de este mundo y postraré de rodillas a su gente, o lo reduciré a cenizas.
 
Por alguna razón, he acabado en esta ciudad aburrida y mediocre. Diría que el jardín de mi antiguo palacio es más grande y limpio que esta pocilga llamada Loguetown, lugar donde se reúnen pueblerinos e idiotas a hablar de sueños y esperanzas. He escuchado hasta el cansancio a una multitud de almas jóvenes afirmar que devorarían al mundo entero. Podría bajarlos de las nubes y que enfrenten obligatoriamente la dura realidad, pero mis palabras no deben ser utilizadas en meros esclavos sin cadenas. Nada, ni siquiera el insípido café que estoy bebiendo, es digno de mi atención.
 
La mesera que atiende esta cafetería se me acerca con una molesta cordialidad. No me he molestado en mirarla a la cara, tampoco es necesario. Su voz aguda e irritante me recuerda a los insectos que chirrían en los prados, y me pregunta si está todo bien, si necesito algo más. Le respondo con un elegante gesto de mano, el guante de lino bien ajustado a mis dedos. Mi respuesta le ha molestado. Puedo ver de reojo que ha fruncido el ceño y ha cruzado los brazos, una actitud completamente esperable de alguien que cree merecer un poco de atención de alguien como yo.
 
-Un “buenos días” o un “gracias, muy amable” habría estado bien. ¿Es que acaso no tienes modales? -me pregunta, su molesta voz quebrantando la tranquilidad de la mañana.
 
Suelto un suspiro, pesado como lo es esta mesera. Dejo con suavidad y delicadeza la taza de café sobre el platillo blanco y de cerámica. Es increíble que mis labios hayan tocado este material tan poco refinado.
 
-¿Hay alguna razón por la que debería mostrarte cordialidad? Te dedicas a vender y servir café, ¿qué méritos has logrado como para merecer mi atención? ¿Siquiera alguien te recordará como algo más que solo la mesera de la cafetería? -le pregunto, mis ojos cerrados y mis piernas cruzadas-. Vete y no me molestes, ya has amargado lo suficiente el insípido café que me has servido. Está asqueroso.
 
Escucho un sollozo y la chica desaparece de mi lado.
 
Por fin un poco de tranquilidad.
#1
Hunter D. Alpha
Kurogami no Alpha
Un momento de paz en un lugar diferente. Aunque he de decir que últimamente tenemos cierta mala racha con los lugares a los cuales tú sueles llegar, joven pirata. Lugares donde es un fastidio estar tan cerca del ojo público. Tan cerca de la marina y a su vez, tan cerca de tantas cosas. Tan cerca, que incluso sientes que algo muy especial está por ocurrir hoy. Por eso te muestras bastante sonriente y animado. Una combinación bastante agradable viniendo de lo que podríamos considerar una persona peligrosa. Claro, cuando es el momento de serlo. Hoy no es momento de ser ese ser bélico.
 
Bueno, al menos no por ahora.
 
Cabalgas, querido Alpha. Cabalgas sobre tu fiel y tranquila compañera plumífera. Sus pasos eran tranquilos pero distinguidos. El sonido que podía llegar a hacer los pasos de una súper ave era único. Para ti, eran como un deleite ya que te generaba cierto gusto escuchar sus pasos. Pero si nos fijamos un poco en la plumífera, podremos darnos cuenta que aún mantiene ese semblante orgulloso y siempre alerta. Que junto combinado a tus instintos, los hacen una dupla fantástica.
 
Una… dupla única.
 
Bueno, ya va siendo hora de buscar un poco de lo que te hace feliz a ti, joven pirata. Por supuesto me refiero a tu querido café.  Ya tu petaca estaba vacía y era momento de disfrutar un poco y recargar tu reserva. Buscando y buscando, llegaste hasta una cafetería. No una muy diferente a cualquier otra, pero cumplía con su función. Con mucha tranquilidad bajas de la plumífera. Le indicas que te espere en el sitio y que monte guardia. Te dispusiste a entrar sin hacer mucho ruido y escándalo. Aunque lo único que se podría escuchar de ti son los sonidos generados por la madera de tus getas. Justo allí, viste una escena bastante única. Una dama de cabellos dorados y alta elegancia habla de manera un tanto cruel con la mesera. Tu Ladeas un poco la cabeza y, curioso ante tal situación. La mesera deja la escena con lágrimas en los ojos y tú, te quedas mirando a la rubia.
 
-Interesante…- Susurras para ti mismo. Era primera vez que veías algo como esto. Una manera genuinamente única de demostrar elegancia. Algo decía que deberías acercarte a ella. Tu instinto te hace sentir que ella tenía algo. Su aroma… ¿Qué es este olor, Alpha? No logras identificarlo. Ella tiene algo.
 
Ella… huele a peligro.
 
El sonido de tus getas vuelve a hacerse presente. Avanzas con tranquilidad. Llegas hasta una mesa que está justo enfrente de ella. Aún no querías invadir su espacio personal. Pero aun así, te quedas observando fijamente desde la mesa. Buscaste cruzar tu mirada con ella. De lograrlo, una genuina y amable sonrisa se dibujaba en tu rostro. – Me agrada. – Dijiste, sin más. Una simple y genuina declaración. Luego de aquello la misma mesera que hace un momento había sido ofendida vuelve hacia ti. - ¿Puede ponerme un café doble bien cargado, por favor? Y algún postre para acompañar. – Le sonríes a ella, que al parecer queda encantada con tu atractivo.  Luego de que tu pedido es recibido, te tomas tu tiempo para llenar la mesa con tu mapa de East Blue y tus notas de navegación. Tenías cosas que gestionar y mucho en que pensar.
 
Pero la dama del frente, no te dejaba de intrigar.
#2
Katharina von Steinhell
von Steinhell
Insípido, corriente, vulgar.
 
Alguno pensará que me estoy refiriendo a esta isla pordiosera y, si bien esta afirmación es completamente cierta, no me refiero a Loguetown. El café que me ha traído la mesera carece de gracia, escasea de sabor. Me da la impresión de que solo han juntado los granos de café, los han molido y la mezcla diluida en agua. Ningún tratamiento especial, ningún curado diferenciador. Por eso es que la gente pobre continúa en su miserable estado de pobreza, pues no reúnen las características esenciales de quien se distingue en esta sociedad: un estado intelectual ampliamente superior.
 
  Levanto la mirada, mis ojos reflejando el hastío que invade mi interior. Descubro que un chico me mira como si fuera el animal exótico del zoológico. Le dedico una mirada fría y tajante, una mirada que penetraría hasta las más gruesas capas de acero. Y no es que lo haga por complacer al muchacho, sino porque una von Steinhell como yo jamás perdería un duelo de miradas, mucho menos con alguien aparentemente insignificante. Aun así, me arriesgaría a decir que las apariencias engañan. A diferencia de la mesera, llorona y considerablemente humilde, este chico rebosa… ambición. Puedo olerlo en él. ¿Y cómo no podría hacerlo? Una bestia reconoce a otra cuando la huele, cuando la ve.
 
Me pongo de pie, mis prendas siguiendo con coordinación grácil mis elegantes movimientos. Puede que lo hubiera perdido todo, que ya no viviese en un palacio ni tuviera sirvientes, pero quien nace en cuna de oro trae consigo un sello diferenciador único que lo distingue de la plebe. Me dispongo a abandonar este lugar cuando la mesera me interrumpe, sus ojos vomitando fuego y su lengua inquisidora acusándome de ladrona.
 
-¡Señorita, te estás yendo sin pagar el café! ¡Deja el dinero en el mostrador y vete! Ya no eres bienvenida aquí -me acusa, llamando innecesariamente la atención del público. Montar una escena así conmigo de protagonista… ¿Acaso no se da cuenta de que mi presencia ha costeado con creces el absurdo café que me ha servido?
 
-Soy influencer -le respondo, imitando el lenguaje vulgar de los jóvenes de hoy en día. La verdad es que no sé lo que significa, pero esta palabra mágica suele tener un efecto en la gente que atiende restaurantes y cafeterías-. No puedes cobrarme.
 
-¿Y a mí qué? ¡Paga o llamaré a la Marina! -me amenaza.
 
Debí haberlo imaginado: los pobres son inmunes a la magia.
 
-¿Cómo hace la locomotora? -le pregunto de inmediato. Otro conjuro verbal irremediablemente útil, incluso con los pobres.
 
-¿Ah? -me responde, intentando comprender el sentido de mis palabras.
 
Mientras la mesera piensa en lo que le acabo de decir, aprovecho la oportunidad y corro hacia la salida. Utilizar un vestido como este para un sprint es… incómodo, pero nada me detiene y en breves me encuentro en la salida. Escucho gritos a mi espalda, gritos que suplican mi detención, pero ya estoy lo suficientemente lejos como para ser atrapada.
 
O eso pensé.
#3


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