Hay rumores sobre…
... una isla que aparece y desaparece en el horizonte, muchos la han intentado buscar atraídos por rumores y mitos sobre riquezas ocultas en ella, pero nunca nadie ha estado en ella, o ha vuelto para contarlo...
[Aventura] T1 | Iniciando la exploración: La olvidada Yotsuba
Angelo
-
07:47. Proximidades de la costa de Yotsuba.

Tal vez se haya dilatado en el tiempo mucho más de lo que hubieras deseado, pero al fin ha llegado la hora. Desde que te uniste a la Armada Revolucionaria, es posible que te hayas sentido ciertamente ocioso. Jamás lo has exteriorizado, claro, pero ha sido imposible evitar impacientarte. Para alguien como tú, acostumbrado a la disciplina de un regimiento formal y a la rutina digna de un guardaespaldas, las vías de los rebeldes se te antojan erráticas. No hay una organización evidente, aunque has colaborado lo suficiente como para saber que la cadena de mando existe. Es difusa y a veces resulta difícil discernir quién es jefe de quién, a veces sin siquiera saber si alguno de tus superiores está presente, pero sabes que es precisamente la omisión de información y lo elusivo de tus contactos lo que hace tan escurridiza a la Armada.

Casi podrías haber pensado que se habían olvidado de ti a estas alturas, y es que llevabas por lo menos un par de semanas a la espera de órdenes. Dónde y haciendo qué, es algo que solo te corresponde a ti contarme. El caso es que, tras la desesperante ausencia de contacto, al fin te llegó un mensaje. Ocurrió con tanto disimulo que por poco te pasó desapercibido, justo mientras estabas en el mercado para conseguir algo que comer ese día. El tendero, tras saludarte con la familiaridad de un viejo amigo pese a no conocerle de nada, te entregó una bolsa con un poco de pan, queso y —te darías cuenta más tarde— un sobre. Su contenido era corto y conciso:

Cita:
Al atardecer en los muelles, junto a la lonja. Pregunta por Valentino.
-V.

Y eso hiciste, o eso quiero creer, porque de lo contrario no estaríamos aquí.

Siguiendo las escasas indicaciones, te reuniste con los que se convertirían en tus compañeros durante las próximas... ¿Horas? ¿Días? ¿Semanas? Tampoco es que te hubieran explicado qué es lo que tenías que hacer, pero bueno, todo llegaría. El grupo estaba compuesto por cinco personas contándote a ti: tres hombres y dos mujeres. Valentino, si es que es era su verdadero nombre, era un hombre entrado en años de poblada barba que capitaneaba un pequeño velero, suficientemente sencillo como para poder hacerlo por su cuenta. No era ni muy alto ni muy bajo, pero tenía una constitución esbelta. Su cabeza no estaba muy poblada, pero había indicios entre los pocos mechones de que alguna vez había contado con un buen matojo.

Os iba dando indicaciones a medida que llegabais, informándoos sobre qué cajas teníais que llevarle hasta la bodega del barco.

—¡Más vale que os deis un poco de brío si queréis cobrar! El anuncio ponía expresamente que se abstuvieran vagos y críos, así que arreando que no tenemos toda la tarde.

Por supuesto, en ningún momento os explicó nada de lo que iba todo aquello. Ni siquiera tras zarpar. La noche se os echó encima cuando quisisteis daros cuenta, navegando sin un rumbo claro para vosotros. El resto de individuos que te acompañaban parecían casi tan confusos como tú, e incluso uno de los otros hombres se acercó a Valentino para preguntarle de qué iba todo eso. «¿De qué va? De llegar hasta Ciudad Orange y vender todo esto, ¿de qué si no? Os pago para que carguéis, no para que preguntéis», fue su respuesta, lo que tan solo pareció generar aún más confusión en tus compañeros.

Sin embargo, la cosa cambio en el momento en que una isla empezó a divisarse en el horizonte. Para ti, que pocos oficios conoces más allá del arte de soltar guantazos y pintar sobre lienzos, resultaría imposible saber de cuál se trataba. Más tarde, justo cuando el pequeño velero se detuviera a unas docenas de metros de la costa, Valentino os revelaría que estabais en Yotsuba.

Os adentrasteis mínimamente, lo suficiente como para encontrar un pequeño pedazo de tierra llano junto a la vegetación costera donde poder montar un campamento.

—Pasaremos la noche aquí. Id montando las tiendas mientras preparo el fuego —os pidió, poniéndose a ello—. Ah, y al que vuelva a hacer preguntas antes de tiempo lo amarro a una piedra y lo lanzo en mitad del mar.

Terminasteis de preparar todo y el silencio se cernió sobre vosotros, tan solo acompañados por el crepitar de la fogata y el olor del estofado que se había puesto a preparar Valentino. Fue entonces, mientras cocinaba, que el buen hombre se dirigió a vosotros.

—La tarea es sencilla, pero no por ello irrelevante. Se está trabajando aún en la logística, pero Yotsuba es un punto clave en el East Blue y queremos trasladar algunos equipos hasta aquí. Como supongo que sabéis, todo lo que hay aquí son ruinas y maleza, así que dudo que encontréis nada aprovechable ahí afuera. Tampoco espero que lleguéis hasta Shellstown, ni es el objetivo de vuestra misión. —Se acercó el cucharón a la boca y sorbió un poco de estofado, sonriendo con satisfacción tras saborear un poco—. Necesitamos ir adelantando el trabajo para cuando el grueso de operativos lleguen aquí. Adentraos en la isla y explorad un poco. Vuestra tarea es localizar algún lugar lo suficientemente oculto y discreto como para que montemos un puesto avanzado. Lo demás ya vendrá, pero centraos en eso. Yo me marcharé por la mañana y volveré dentro de dos días. Tal vez con más trabajo, ya veremos. Os he dejado algunas mochilas con provisiones suficientes para este tiempo. El cómo trabajéis y os distribuyáis, es cosa vuestra. Si queréis servir a la causa, os toca poner de vuestra parte. —Se encogió de hombros—. La Armada no es ninguna guardería.

Dicho esto, no cruzaría muchas más palabras con vosotros. Os apremiaría a que cenaseis rápido y os acostaseis, ya que todo empezaría bien temprano.

Los primeros rayos de Sol han asomado en el horizonte hace poco menos de una hora. Para cuando te despiertes, si es que has conseguido dormir algo, Valentino ya estará despierto y terminando de recoger sus cosas para marcharse. Tienes unos minutos para hablar con él si quieres hacerle alguna pregunta, aunque te da la sensación de que no va a serte de mucha ayuda. ¿Quién sabe? Tal vez solo sean imaginaciones tuyas.

Tus compañeros se levantarán más o menos a la vez que tú. Por lo poco que hayáis hablado o, en su defecto, que les hayas escuchado hablar, sabes que se llaman Raymond, Luke, Serena y Jude. En general, todos parecen en condiciones físicas aceptables salvo Serena, a quien has visto que le costaba un poco lidiar con algunas de las cajas. En general, es la que menos te encaja allí, como si fuera... ¿Demasiado refinada para ser una rebelde? No sé, las apariencias engañan a veces de todos modos. Si quieres hablar con ellos o hacerles alguna pregunta, eres libre de ello. En cualquier caso, parece que vas a tener que tomar la iniciativa porque parecen un poco perdidos.

Notas
#1
Nassor
-
Isla Yotsuba, 12 de verano, año 724.
Campamento base, algún momento del amanecer.

La manera de trabajar de la Revolución a veces parece errática. Caótica, incluso. Sin embargo, poco a poco empiezo a ver el método detrás de la locura. En cierto modo, la meta final no es muy diferente a la vida con la tribu. Los jóvenes que aún no han afrontado el rito de paso son mantenidos en la ignorancia. Desconocen qué les espera y sólo han aprendido lo básico de las tareas que les aguardan en el futuro, cuando superen su rito y sean aceptados como miembros adultos de la tribu. Esto es parecido, salvo porque al ser soldados en una guerra contra el mundo, todo adquiere un mayor nivel de secretismo y paranoia. Al principio me tomó por sorpresa la falta de contacto con superiores, adiestramiento formal o información. Ahora entiendo que estoy siendo puesto a prueba, al igual que el resto de reclutas que me acompaña.

El contacto con Valentino fue... extraño. Al principio tenía mis dudas. Valoré que fuese un error, pero los otros estaban tan confusos como yo. ¿Podíamos cinco personas haber cometido el mismo error? No lo creía. Tal vez la Revolución esperaba de nosotros que viajásemos como trabajadores en aquel barco con alguna meta, me dije. Tal vez había algo que teníamos que descubrir, o alguien nos esperaba en Orange Town. Me centré en mis tareas a bordo y aguardé con paciencia. No tuve que esperar mucho, hecho que me sorprendió. El mismo día que dejamos Goa atrás, al atardecer, llegamos a una isla de aspecto desolado. Valentino nos dijo que se llamaba Yotsuba. El East Blue no es mi mar. Desconozco este nombre o qué ha podido ocurrir aquí, pero no parece que ningún ser humano, gyojin u otra especie inteligente viva en este lugar. Al menos no sobre su superficie.

Mientras Valentino preparaba la cena, yo monté mi tienda. Las tiendas de campaña que habíamos traído con nosotros eran diferentes a las que usábamos en la tribu. Más simples, más pequeñas. Aún así, el trabajo resultaba demasiado similar como para no traer recuerdos. Viejas vivencias junto a las fogatas de los oasis, tanto buenas, como malas, como neutras. Las historias contadas junto al fuego por los ancianos, el sonido de la música, los enfrentamientos con mi hermanastro... sentí una nostalgia amarga, sabiendo que, aún con todo lo malo, me dolía saber que era una época que jamás volvería. Nunca volvería a ser considerado miembro de la tribu. En cierto modo, nunca lo fui. Nunca se sintieron cómodos con un medio humano entre ellos.

Terminé el primero. Era evidente que era el que más experiencia tenía montando tiendas de entre los reclutas. Probablemente aquella gente había vivido toda su vida con un techo sólido sobre sus cabezas. No les culpaba por no saber hacer algo que no habían necesitado, pero sentía lástima por ellos. La gente de las ciudades era más blanda. Igual que los líderes de la tribu se habían ablandado al volverse parte de la nobleza de Arabasta, mientras el resto de nuestra... de la gente mantenía la herencia ancestral. En cualquier caso, en cuanto terminé empecé a inspeccionar el terreno circundante y preparar otras tareas. Ayudé en silencio a los otros a terminar y no contesté más que con gestos a sus palabras. No estaba con ánimos para hablar, ni había venido a hacer amigos.

Valentino nos explicó al fin nuestra tarea una vez reunidos al fuego. Como bien dijo, las órdenes eran sencillas. Todo cuanto teníamos que hacer era encontrar un lugar apropiado para instalar un puesto avanzado. Escuché en silencio y valoré sus palabras. Teníamos dos días antes de su regreso y en algún momento no especificado, vendrían más operativos al lugar que escogiésemos como puesto avanzado. Necesitaríamos un sitio discreto, con acceso a agua potable, comida y al resguardo del viento. También necesitaríamos que se pudiese vigilar desde ese sitio los alrededores. Probablemente lo mejor sería algún lugar junto a una elevación de algún tipo. En el caso ideal, tal vez un punto al pie de una loma, resguardado por rocas o por estribaciones de la propia colina. Valentino no había especificado cómo de grande tenía que ser, pero siendo un puesto discreto de un ejército como el nuestro, asumí que no muy grande. Cualquier movimiento numeroso de gente requiere un nivel de logística que hace imposible mantenerlo un secreto. No sin una preparación mayor a la que nosotros podíamos proveer, al menos. Una vez terminé mi plato, me limité a decir "gracias por la cena" y me retiré a dormir. Valentino tenía mucha razón en algo. Éramos soldados, no estábamos en una guardería. Teníamos que tener claras nuestras prioridades y objetivos.

Y eso me lleva al momento actual. Cuando me desperté con las primeras luces del alba, Valentino ya se estaba preparando para irse. Me levanté y le saludé con un gesto seco de la cabeza. Eché mano de mi petate y saqué mi cafetera y mi bolsa de café - Voy a preparar café. Si me da cinco minutos, le prepararé algo para comenzar el viaje - aceptase o no, empecé a preparar el café. No tenía las herramientas (ni era el lugar) para preparar con calma y esmero un buen café de grano recién molido, pero me aseguré de hacerlo con el mismo cuidado y diligencia como si siguiera sirviendo en Arabasta. Conocía el valor de una buena taza antes de comenzar un día largo de trabajo. Si Valentino había esperado, le serviría una parte. También le ofrecí al resto de mis compañeros. Yo me quedé con mi propia taza y una manzana como desayuno. No necesitaba más. Prefería ahorrar mi parte de las provisiones por si teníamos que pasar más tiempo en la isla. No necesitaba comer mucho para estar listo para el trabajo.

Dejé que Valentino se fuera sin hacerle más preguntas. Había sido parco en explicaciones, pero sus instrucciones eran claras. Si no había explicado más, sería porque tenía motivos. O bien porque no había peligros tan grandes esperándonos, o porque esperaba que supiésemos valernos por nuestra cuenta. O una mezcla de las dos. Cabía la posibilidad de que simplemente fuese un superior duro o irresponsable, pero tenía la convicción de que, como mínimo, no era el segundo caso. En cuanto terminé mi desayuno, me lavé la cara con agua fresca del marca y lavé mi taza. Me acerqué a mis compañeros y empecé a ajustarme mis vendas de entrenamiento a las manos - Voy a ponerme en movimiento ya, es mejor comenzar el día pronto. Por favor, que alguno lave mi cafetera cuando acabéis de desayunar - iba a disponerme a irme, cuanto me fijé en sus actitudes vacilantes. Maldije para mis adentros, sin dejar que mi rostro trasluciera mi opinión. Aquellos reclutas estaban tan verdes que me hacían parecer un veterano.

- Si no sabéis qué hacer, tal vez queráis organizaros en parejas. Simplemente recorred la isla e id dejando marcas que os permitan reconocer el camino de vuelta. Tomad nota de sitios que estén al abrigo del viento y ocultos de la vista del mar por vegetación o por colinas. Y, si os perdéis, buscad el mar y simplemente seguid la línea de la costa. Volveré aquí al mediodía para comer e intercambiar lo que hayamos visto.

Detestaba tener que tomar un rol tan activo. La ineptitud de aquella gente me frustraba. Les entendía, pero no por ello me frustraba menos. Eran, seguramente, gente de ciudad o pueblo que no había tenido que sobrevivir en la naturaleza y que tal vez ni siquiera habían empuñado armas jamás. Sin embargo, Valentino tenía razón. Aquello no era una guardería y si querían seguir en la Revolución, deberían aprender a valerse por sí mismos - Si no os sentís seguros, tal vez queráis ir los cuatro juntos - añadí, antes de irme definitivamente. Me puse mi petate con mi parte de las provisiones a la espalda y eché a andar hacia el interior de la isla, en busca de alguna colina o loma que cumpliese los requisitos que me había marcado: un lugar resguardado, oculto y con agua potable y comida cerca. La comida probablemente no sería un problema, no estábamos en el desierto. El agua... bueno, eso ya se vería. En el peor caso, mientras fuese agua dulce, podríamos al menos filtrarla y cocerla.

Personaje

inventario y V&D
#2
Angelo
-
Aunque por un instante parece dudar un poco, Valentino accede a tu proposición con un simple asentimiento y deja sus cosas a un lado para sentarse con vosotros. Notas que no se acomoda demasiado, lo que te hace pensar que no piensa entretenerse. Da la impresión de ser alguien bastante comprometido con los tiempos.

—Lo que menos esperaba ver entre vuestras cosas era una cafetera, la verdad —comenta al aire alegremente, aunque evidentemente se centra en ti al hablar. El resto de tus compañeros se ríen un poco por el comentario y el ambiente se relaja un poco, pese a sus evidentes nervios.

Dicho y hecho, vuestro superior —¿O contacto? No tienes muy claro aún lo que es Valentino— apura el café cuando se lo ofreces y no tarda en retomar lo que estaba haciendo para marcharse. Los cinco podéis ver cómo rehace sus pasos por el camino que seguisteis la noche anterior, regresando junto al pequeño velero. En cuestión de minutos podrás verlo zarpar, aunque quizá hayas estado más pendiente de terminar tu escaso desayuno y prepararte que de lo que dejara de hacer o no el hombre. Raymond, que parece el más avispado y activo de tus cuatro compañeros —tampoco es muy difícil—, asiente ante tu petición de lavar la cafetera al terminar y apura su desayuno. El resto hacen lo propio y, un poco perdidos, se centran en recoger hasta que decides casi marcharte. Cuando les das indicaciones, parecen escucharte con una mezcla de admiración y respeto, como si les estuvieses descubriendo la localización del One Piece.

—Es una idea estupenda —añade Raymond, que se gira al resto de sus compañeros un poco más decidido ahora que parece saber cómo empezar—. Creo que lo mejor sería movernos en parejas, así podremos cubrir más terreno. Dos días no suenan como si tuviéramos demasiado tiempo para esto...

Y tiene razón, dos días es bastante poco para lo que sería una expedición al uso, tú lo sabes bien. Sin embargo, tal y como os dijo Valentino, no hace falta que profundicéis demasiado en la isla. Un sitio cercano a la costa desde el que poder operar, resguardado de cualquiera que observe desde el mar y con lo necesario para ser autosuficiente; con algo de suerte no os debería llevar mucho tiempo. Tú mejor que yo sabes lo que es prioritario encontrar: que el sitio esté oculto es vital, claro, pero una fuente de agua dulce próxima podría ser crítica si se trata de pasar desapercibido. Cuantos menos viajes tengan que darse los operativos en el puesto avanzado, mejor.

Dicho esto, abandonas vuestro pequeño campamento y te dispones a explorar Yotsuba, aunque no puedes evitar sentir una pequeña inseguridad respecto al sino de tus compañeros. La tarea no es para tanto, lo sabes bien. Ni siquiera tienen que preocuparse por conseguir provisiones, de eso ya se ha encargado Valentino, pero... En fin, ya se apañarán, ¿no? Sea como sea, echas a andar y te vas adentrando en la isla.

No sabes mucho de Yotsuba, como tú mismo decías antes. El nombre te es completamente desconocido, pero tampoco hay que ser un lince para saber que allí debió asentarse alguien en el pasado. Un pasado no muy lejano. Los caminos han sido devorados por la maleza y la espesura del bosque, pero están ahí. Los carteles han sufrido la inclemencia de los temporales y se encuentran derribados, podridos y llenos de moho, pero también están ahí. Sí, no tienes ni idea de por qué ya no vive nadie allí, pero eso tampoco importa mucho ahora. Te vas abriendo paso a través del bosque. Desde la costa has podido apreciar que Yotsuba es una isla plagada de desniveles, con colinas y pequeños cerros aquí y allá. No da la impresión de que vaya a ser difícil dar con un lugar oculto aquí, pero encontrar una fuente de agua será otro cantar.

A medida que avanzas es posible que sopeses diferentes opciones. Por un lado, si lo que buscas es una fuente natural de agua, lo más probable es que los caminos te lleven hasta alguna. Como alguien que ha vivido en el desierto, sabes que las sociedades tienden a establecerse cerca de este recurso natural... pero precisamente por esto, también sabes que es la opción más insegura para vuestro objetivo. Aun así, si encuentras un río o arroyo tal vez puedas seguirlo hasta un lugar más apartado, ¿no? Por otro lado, si bien en un terreno más elevado o escarpado no tendrás problemas para encontrar un lugar oculto, sabes que irás un poco a ciegas para dar con una fuente de agua.

Lo primero te llevará menos tiempo casi con total seguridad, pese a los inconvenientes. Lo segundo, es bastante probable que te lleve a encontrar una zona más parecida a lo que quieren que busquéis, pero tardarás bastante más. Tienes presente que has acordado reunirte con tus compañeros al mediodía y, por desgracia, no tenéis den den mushis ni ningún método evidente para comunicaros a distancia. Por no saber, no sabes ni dónde estarán ellos ahora mismo, pero Raymond tenía razón: dos días es muy poco tiempo.

En fin, tú eliges. ¿Cuál será la decisión de nuestro guerrero de las dunas?
#3


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