Hay rumores sobre…
... que en una isla del East Blue puedes asistir a una función cirquense.
[Aventura] [T4] Enseña las zarpas, Teruyoshi
Octojin
El terror blanco
La taberna bulle de vida. Un par de mesas se vacían a tu alrededor mientras el tabernero va repartiendo platos cargados de carne y humeantes sopas. Te has ganado el derecho a estar aquí, a relajarte y recibir miradas de asombro y respeto. Más de uno te observa con disimulo, curioso por esa fama que has acumulado recientemente. Pero, claro, no te conformas con algo tan insulso como una mirada de reojo. Tú quieres más. No solo una cena, sino también algo de aventura, algo que desafíe tu instinto y, por qué no, algo de gloria. La vida es eso, ¿no?

Mientras te relajas y das un mordisco a un jugoso trozo de carne al que te han invitado, tus oídos captan una conversación de dos tipos en la barra. Uno de ellos, un hombre corpulento con el brazo vendado, sorbe una cerveza espumosa mientras el otro, de aspecto más enjuto y con una cicatriz en el pómulo, se inclina hacia él y le murmura con un aire conspirativo.

—Dicen que en el Diente Oeste buscan rivales —murmura el de la cicatriz—. Kenji está desesperado porque su alumno, Ryu, necesita entrenar antes de la gran competición. Parece que quiere medirse con alguien de nivel. Al final ningún alumno es rival para él, y buscan cómo hacer que siga creciendo.

El tipo corpulento asiente, chasqueando la lengua.

—Ese chaval es un animal, pero se le nota la falta de experiencia. Creo que ahora estaban trabajando la estrategia, dicen que es su punto débil. Un combate con alguien bueno podría hacerle bien... pero me temo que nadie de por aquí tiene agallas para enfrentarse a él.

Las palabras rebotan en tu mente, y un sentimiento familiar se apodera de ti: la curiosidad y la emoción de un buen combate. Seguro que lo has oído en algún momento. El dojo en el Diente Oeste, se dedica al Taekwondo, así que quizá pudiera ser una buena opción. ¿Te imaginas la velocidad de sus patadas? ¿La fuerza en esos golpes certeros? Sin duda sería algo interesante, ¿no?

Sin embargo, mientras te lo piensas, algo más capta tu atención. En el tablón de anuncios de la taberna, entre carteles de recompensas y avisos de eventos, hay una cantidad inusual de letreros de "Fuera Piratas". En algunos de esos carteles puedes leer sobre rumores de un asentamiento pirata al norte de la isla, en el que, por lo visto, hay una buena cantidad de tipos excéntricos y, en su mayoría, gente poco fiable.

¿Fuera piratas? No parece ser una frase genérica, puesto que has visto gente con pintas de pirata en la propia taberna. Parece ser algo más concentrado en un área de la isla. La presencia de los piratas parece ser una preocupación para los habitantes, aunque la relación entre el asentamiento y la villa parece complicada. ¿Serán realmente peligrosos o solo otra panda de idiotas buscando un rincón de descanso?

Dos opciones empiezan a formarse en tu cabeza. Podrías dirigirte al Diente Oeste, presentar tus credenciales y retar a Ryu Hughes, el prodigio del Taekwondo, ganándote respeto y, quién sabe, quizás algo más si el maestro del dojo se fija en ti. O bien podrías dirigirte al norte y desentrañar lo que pasa con esos piratas que parece que son odiados por allí.

Sin duda, te esperan dos caminos, y ambos parecen más interesantes que cualquier plato en esta taberna. ¿Qué me dices?

Holaaa
#1
Teruyoshi
Teru
El mink paseaba su mirada rasgada de un lado a otro de la taberna, disfrutando de la buena acogida que tenía por parte de los comensales mientras se deleitaba con los últimos bocados de un buen trozo de carne que le habían invitado. Estaba sentado a solas en una de las mesas de la sala,  donde todavía reposaban platos y vasos vacíos como testigos del buen atracón que se había dado. Gracias a su victoria sobre las bestias salvajes que amenazaban la mercancía de los lugareños, había conseguido que los habitantes de la villa ya no lo vieran como un simple extranjero más. Ahora incluso lo miraban con interés y curiosidad. Cómo debía ser.

Las orejas puntiagudas del mink se alzaron de inmediato tras captar algo, girándose hacia la conversación que parecía más interesante de forma automática. Estaban adiestradas, tras años de práctica, para estar siempre atentas a los chismes más jugosos. Si había algo que le gustara más al mink que una buena comida o una buena pelea… era un buen salseo, por lo que en cuanto sus oídos felinos detectaron una conversación que combinaba las dos cosas, no dudó un segundo y se puso en movimiento.

Teruyoshi se levantó de su mesa con su peculiar gracia felina, como si todo cuanto pisara fuera suyo. Dejó el hueso en uno de los platos vacíos, impoluto tras el exhaustivo repaso que le había dado, y avanzó entre el gentío directo a la salida mientras las palabras de aquellos tipos aún resonaban en su cabeza. Teruyoshi ya tenía ganas de encontrarse con el tal Kenji y Ryu. Hasta ahora, no se había topado con nadie en esta villa que mereciera la pena y ya era hora que eso cambiase… sino iba a terminar sintiéndose muy decepcionado con la fama del lugar.

Lo más imponente que había encontrado hasta ahora era el anciano Kato, del que no había vuelto a saber nada tras cumplir la tarea que le encomendó, y con la madre del pequeño Sunōfurēku… de la que sabía aún menos. Ese pequeño tigre siempre tendría un hueco en su corazón felino, pero rápidamente desechó aquellos pensamientos. No era momento de sentimentalismos, sino de acción.

Por el camino, Teruyoshi dedicó saludos con su habitual confianza a aquellos que se paraban a mirarlo. Incluso dio un par de palmaditas en la espalda a uno a modo de saludo… aunque fue solo una excusa para limpiarse la zarpa de forma disimulada en la chaqueta del tipo. Parecía ensimismado leyendo uno de los muchos carteles que había colgado por todo el local, a los cuales el mink gato no les prestó un mínimo de atención, ya que Teruyoshi no entendía ni papa de lo que ponía ahí. Teruyoshi nunca había aprendido a leer y no iba a molestarse en preguntarlo.

Normalmente, recurría a alguna de sus habituales triquiñuelas para averiguar qué ponía en esas cosas, pero en este momento su atención estaba centrada en algo mucho más interesante que unos sucios papelajos lleno de garabatos. Al fin tenía una oportunidad para codearse con los luchadores de la isla, por lo que no tenía tiempo que perder en aquellas minucias.

- Veamos… y ahora a porrr el colmillo - dijo en un murmullo, clavando la mirada en la imponente montaña que se alzaba en la lejanía, mientras se pasaba una zarpa por la oreja de forma inconsciente tras darle un pequeño lametón.

Teruyoshi estaba emocionado ante la perspectiva de un buen combate y su cuerpo así lo manifestaba. Pequeños síntomas o delataban, como sus pupilas, normalmente rasgadas, estaban ahora dilatadas de pura emoción, al igual que podía observarse como su cola se movía dando tumbos de un lado a otro de forma brusca. Si alguien se hubiese detenido a observarlo, incluso habría notado cómo una fina capa de relámpagos cruzaban su pelaje azabache, formando a la vista una especie de mini tormenta que acompañaba cada uno de sus movimientos, ya que se puso a realizar unos cuantos estiramientos a modo calentamiento antes de empezar su camino.

- Seguro que esta vez merece la pena - pensó mientras comenzaba a trotar por las calles, emocionado por la sensación de una nueva aventura, en dirección a su nuevo objetivo.

Cosas varias
#2
Octojin
El terror blanco
Parece que has tomado una decisión. Aunque a decir verdad, tras oír la primera opción, todos sabíamos que ibas a ir en ese camino. El camino de la gloria, lo podríamos llamar, aunque claro, luego tiene que hacer justicia al nombre, pero de eso ya te encargas tú.

Abandonas la taberna con la confianza que solo un mink de tu calibre puede exudar. El aire fresco de la noche te golpea el rostro mientras te alejas del bullicio y las luces cálidas del interior. El camino hacia el Diente Oeste se abre frente a ti, un largo sendero que se extiende bajo un cielo salpicado de estrellas. A tu alrededor, todo parece tranquilo, casi demasiado.

No sé yo si es la mejor idea ir de noche. Pero qué sabré yo, solo soy un humilde narrador. Las farolas alumbran las zonas cercanas a la taberna, como si hiciesen de flechas que apuntan a ella, llamando la atención de cualquiera que pase por allí. Sin embargo, por el resto de la zona, la luz es algo más pobre.

A medida que avanzas, el sonido de tus pasos sobre el suelo de tierra se mezcla con el canto distante de grillos y el murmullo suave del río que bordea parte de la ruta en la lejanía. Hay una tenue luz, insuficiente para ver con claridad, pero suficiente para que no te tropieces con las piedras del camino, que por otro lado, son varias. La calma resulta extraña, pero no del todo incómoda. Lo único bueno es que te permite concentrarte en lo que realmente importa: llegar al dojo y demostrar tu valía. Seguramente tengas tiempo de pensar qué dirás y cómo. Aunque claro, quizá estamos dando por hecho que vamos a llegar.

No tardas mucho en notar que el trayecto será más complicado de lo que imaginabas. Aunque el sendero está despejado y la vegetación se retira hacia los bordes, el camino es largo. A cada paso, las montañas parecen alzarse más altas y distantes, casi burlándose de ti. El Diente Oeste está mucho más lejos de lo que habías calculado, y el esfuerzo que requerirá alcanzarlo comienza a hacerse evidente. 

Sigues el camino, pero pronto tus sentidos felinos te ponen en alerta. El aire parece cargado de algo que no puedes identificar al principio. Tus orejas se mueven con un ligero temblor, buscando captar sonidos fuera de lugar, y tu nariz detecta un olor peculiar: almizcle, tierra húmeda y algo más… una presencia. 

Miras a tu alrededor, ralentizando el paso. En la penumbra, más allá de los árboles que flanquean el sendero, puedes distinguir formas moviéndose entre los arbustos. Ojos que reflejan la luz de la luna te observan desde la distancia. Una manada de bestias se encuentra cerca, aunque por ahora no muestran intención de acercarse. Alguna que otra criatura asoma un hocico curioso, pero mantienen la distancia. 

Qué tensión, de repente. Las criaturas son grandes, de aspecto robusto y musculoso, probablemente depredadores. Aunque no parecen interesadas en ti por el momento, sabes que podrían cambiar de opinión en cualquier momento. Esto te lleva a detenerte en una bifurcación del camino. 

A tu derecha, el sendero bordea el río. Es más largo y serpenteante, pero parece relativamente seguro. El agua actúa como un límite natural que las bestias probablemente evitarán. A tu izquierda, el camino directo te lleva hacia las montañas, pero pasa peligrosamente cerca de la zona donde los animales parecen haberse reunido. No hay duda de que será más rápido, pero también más arriesgado. 

Tus ojos felinos brillan en la oscuridad. Me imagino que podrás tomarte unos segundos para tomar una decisión. Una que marcará el resto de tu travesía. ¿Bordearás el río y te tomarás el camino largo pero seguro, o te aventurarás por el sendero directo, arriesgándote a llamar la atención de las bestias? Es tu instinto quien tendrá la última palabra.
#3
Teruyoshi
Teru
43 de Verano, Año 724

El gato trotaba por la oscuridad como si viajara con una antigua nakama. El mink siempre se había sentido abrazado por las sombras, seguro a su amparo, por lo que caminar entre las mismas lo hacía sentirse casi más seguro que hacerlo a plena luz del día. Quizás era debido a sus raíces felinas, siempre empujándolo a tener hábitos nocturnos, o simplemente por la confianza que le otorgaba su pelaje azabache, que lo transformaba prácticamente en una sombra viviente cada vez que se deslizaba entre ellas.

A cada paso que daba en dirección a la montaña bajo el cielo estrellado, se deleitaba imaginando su combate con el joven Ryu. En su mente dibujaba como sería el enfrentamiento con el luchador, pensando en las distintas maneras en las que lo derrotaría… porque claro, en la cabeza del orgulloso felino no cabía la posibilidad de perder ante un aprendiz. Desde que había pisado este lugar había esperado una oportunidad así, por lo que nada más escuchar la noticia se había dejado llevar por sus impulsos, para variar, y se había lanzado a la aventura sin pensar mucho en el tema… Un error que no tardó en jugarle una mala pasada.

- Crrreí que tarrrdaría menos - confesó en voz alta cuando tras un rato al trote apenas había recortado distancias con el Diente Oeste. - Pero no perrrderé antes de empezarrr - prosiguió, dándose ánimos para continuar avanzando. La obstinación era parte del carácter del mink, por lo que no iba a rendirse ante el primer imprevisto. No era su estilo.

Siguió avanzando por el sendero, acompañado únicamente del sonido de su respiración y el canto de los grillos, hasta que comenzó a notar algo extraño en el ambiente. Al principio, el mink pensó que al final el tedio de seguir viendo el Diente Oeste igual de lejos que cuando había empezado su viaje podía ser el causante. Después de todo, los cambios drásticos de humor no eran tan raros en él. Solía moverse por impulsos y no era inusual que se aburriera de algo que tan solo hacía unos instantes lo emocionaba. Sin embargo, no tardó en darse cuenta que era otra cosa. Había algo en el aire, algo que despertaba sus instintos más animales, alertando a Teruyoshi de que algo no andaba bien.

El mink se centró en sus sentidos, escudriñando con sumo cuidado sus alrededores. Cuando el aire varió de dirección y llevó hasta él el inconfundible aroma de un animal salvaje. Teruyoshi, quien se había criado junto a su padre cazando bestias como supervivencia y entrenamiento, reconoció de inmediato aquel olor a almizcle. Fue la primera señal que le avisó que no estaba solo. El mink se detuvo en el camino, buscando el amparo de las sombras mientras sus ojos analizaban con sumo cuidado los alrededores, intentando localizar aquello que había despertado sus instintos.

- Cabrrrones - pensó al notar que la espesura estaba plagada de animales.

Teruyoshi en cualquier otra situación no hubiese dudado en demostrarle a aquellas bestias quién era el verdadero rey del lugar, sin embargo, para desgracia de su entretenimiento, sabía que no podía perder energías en un combate innecesario. Si quería llegar a su encuentro con el tal Ryu en plenas condiciones no podía arriesgarse a terminar malherido por un grupo de bestias, por lo que tras reprimir sus ganas de patear culos, comenzó a pensar en cómo atravesar la zona sin alertar a las bestias.

Primero pensó en pasar usando su excelentes dotes de sigilo, aunque rápidamente descartó la idea. Si se tratara de humanos en lugar de bestias, no habría duda de que podría pasar desapercibido, pero aquellas bestias, dados sus hábitos nocturnos, seguramente se desenvolvían bien durante la noche. Lo más probable era que sus sentidos estuvieran afinados para ello y Teruyoshi venía apestando a un montón de olores humanos que lo alertarían, por lo que si no quería perder el tiempo luchando contra ellas en este momento, menos aún deseaba verse abordado por la espalda cuando menos lo esperara. Tenía que idear otra cosa.

- ¿Y si los distrrraigo con algo? - pensó mientras realizaba su característico gesto de lamerse la zarpa y pasársela por la oreja.

Miró a su alrededor, buscando algo que pudiera usar. Quizás una piedra lo suficientemente grande como para lanzarla y crear un reclamo que le permitiera a él pasar a toda velocidad. Su rapidez no era ninguna nimiedad, pero justo cuando consideraba esta opción, se presentó ante él otra posibilidad diferente.

A su derecha, un nuevo sendero se abría paso. Era mucho más estrecho y tortuoso, bordeando el río que pasaba por la zona. El mink en un inicio también descartó esa idea, ya que a pesar de que la zona parecía mucho más tranquila que el camino que debía de tomar, tampoco se podía fiar. Las fuentes de agua potable solían ser zona de caza para depredadores. Prácticamente todos los animales necesitaban pasar por una zona así tarde o temprano, por lo que no había nada que asegurara al mink su paso por ahí sin problemas… ¿o sí?

Si bien su razonamiento anterior era válido, pronto se dio cuenta de que no se había fijado bien en la disposición del sendero. No había visto que podía usar el agua como una barrera natural frente aquella manada de bestias. Si bien, algunas quizás podrían cruzar el trecho de un salto, tal como él mismo sería capaz de hacer, pero al menos el río le daría un margen de reacción si le atacaban desde ese lado… sin embargo, eso no quitaba que pudiese haber otro grupo distinto de bestias en ese lado y verse acorralado igualmente.

El hilo de pensamiento comenzaba a abrumarlo. Ninguna opción parecía completamente buena ni correcta, y esa indecisión le estaba causando un dolor de cabeza de la leche. Finalmente, decidió dejar de pensar y actuar. Tanto comerse la cabeza sin resolución solo estaba haciéndole perder un tiempo valioso, algo que no quería permitirse. Se negaba.

- Prrrobemos porrr ahí - se decidió dirigiéndose finalmente hacia el camino estrecho, confiando en que el río le proporcionaría al menos algo de cobertura.

Decidido a no perder más tiempo, reanudó la marcha desviándose de su camino inicial, aunque avanzando con mayor cautela. El aviso que le había dado el entorno le dejó claro que no debía volver a cometer el mismo error. Hecho que intentaría fervientemente… al menos mientras se acordase.

- Espero que no sea mucho más largo - fue su último pensamiento mientras marchaba una vez más bajo el cielo estrellado.

Resumen
#4
Octojin
El terror blanco
Bueno, parece que ya has tomado una decisión. La verdad es que te ha costado, eh. Menos mal que solo te he puesto dos caminos, en el momento que te meta en un scape room te peta la cabeza.

Ahora en serio, has tomado la decisión más sensata. Te adentras en el sendero que bordea el río, confiando en que su murmullo constante y la frescura del agua te mantendrán en un entorno relativamente seguro. Es más largo, sí, pero no se puede tener todo en la vida. Tus zarpas pisan el suelo cubierto de hojas secas con una delicadeza que parece innata, mientras el río serpentea a tu lado, reflejando los destellos plateados de la luna. La corriente es suave, casi melódica, y crea una armonía con los grillos que llenan el aire con su canto nocturno. Desde luego, es un sonido ideal para dormir, en mitad de la naturaleza y formando parte de ella. Pero no hemos venido a eso, desgraciadamente.

A medida que avanzas, el paisaje cambia ligeramente. La vegetación se hace más densa en algunos tramos, con raíces que sobresalen como trampas naturales que acechan a los más despistados. Por fortuna, tu agilidad felina y tu estado alerta es suficiente como para evadirlas y pasar como si nada. Qué envidia de esa agilidad felina, la verdad, conozco a algún tiburón al que le vendría bastante bien. Las sombras de los árboles producto de la luz de la luna se extienden sobre el agua, proyectando formas que se deforman y retuercen con el movimiento del río. Un par de luciérnagas se cruzan en tu camino, con sus diminutas luces parpadeando como si fueran estrellas fugaces a nivel del suelo. Joder, qué bonito está siendo todo, yo me quedaría embobado y me distraería con cada cosa que ocurre.

Tu paso es sigiloso, casi imperceptible, mientras mantienes las orejas en constante movimiento. Estás alerta, pero no hay señales de peligro inminente, pero claro, no sabes si será un espejismo de lo que realmente vaya a ocurrir. De hecho, a lo lejos, junto a la orilla, divisas una figura pequeña y redondeada. Al acercarte con cautela, distingues a un pequeño tejón dormido, acurrucado entre unas raíces que parecen abrazarlo. Su respiración es tranquila, y sus movimientos apenas perceptibles cuando el aire frío de la noche lo obliga a acomodarse mejor. Debe estar en el séptimo sueño, y tan cómodo que ni se da cuenta de tu presencia. Es bastante adorable, para qué mentirnos.

Pero un simple tejón no puede hacer que desistas de tu avance, ¿verdad? Así que sigues avanzando con el sigilo que te caracteriza, moviéndote con gracia entre las ramas bajas y los arbustos que en ocasiones parecen querer entorpecer tu paso. Cada tanto, el sonido de un pez saltando rompe el silencio del río, y seguramente la inercia del sonido haga que observes el agua como si una parte de ti quisiera zambullirse en ella, pero el tiempo apremia.

El camino se alarga más de lo que esperabas, pero es algo que sabías al tomar esta decisión. A veces, en la vida, conviene tomar el camino largo pero seguro. Aunque nunca se sabe si es cien por cien seguro... El cielo, aún oscuro, parece teñido por un leve resplandor que anuncia el amanecer en unas pocas horas. Tienes la suerte de que tus ojos se ajustan con facilidad a la penumbra, y aunque seguramente no sientas miedo, hay algo en el silencio que te mantiene en guardia en todo momento. Un crujido a tu izquierda te pone tenso, pero solo es una rama que se ha partido bajo el peso de alguna criatura pequeña. Quizá un zorro nocturno, que desaparece entre los matorrales antes de que puedas distinguirlo bien. De cualquier manera, no parece que sea una amenaza y, desde tu posición, ya le has perdido el rastro. Sin duda es interesante la cantidad de animalejos que aparecen por la noche.

Tras lo que parecen treinta minutos de marcha constante, comienzas a notar un cambio en el terreno. El sendero se eleva gradualmente, llevándote hacia una colina que domina el área y desde la que crees que tendrás una vista mejor de todo lo que te rodea. A medida que asciendes, el río se convierte en un murmullo distante, y el aire fresco de la noche se vuelve más frío y seco. Ya nada lo cubre, así que empezarás a sentir algo de frío, sin duda. Tus patas se afirman en el suelo, ahora más firme, mientras alcanzas la cima y el dojo aparece ante tus ojos.

Por fin. Lo que cuesta llegar al maldito dojo. Pero ahí está, luciendo majestuoso ante ti. El Diente Oeste es imponente incluso bajo la tenue luz de las estrellas. Desde lo alto de la colina, puedes apreciar la construcción que, aunque sencilla, tiene un aura de disciplina y tradición. El dojo está rodeado por una hilera de troncos perfectamente alineados, iluminados apenas por la suave luz de unas lámparas de aceite, probablemente puestas ahí para ahuyentar a las bestias que decidiesen romper los propios troncos o acercarse al dojo. Los troncos parecen dispuestos para ejercicios de entrenamiento; cada uno tiene marcas de golpes y cortes que atestiguan los años de uso constante. Vaya, no parece una mala manera de entrenar, ¿verdad?

El edificio principal está hecho de madera oscura y tiene un tejado que se curva hacia arriba en los extremos, dándole un aire tradicional que combina perfectamente con el entorno montañoso. La verdad es que es bastante sorprendente cómo el dojo puede parecer una fuente de disciplina con tan solo mirarlo. Una brisa fresca recorre el área, haciendo crujir levemente las ramas de los árboles que rodean la estructura. Todo está sumido en una quietud casi abrumadora, el tipo de silencio que solo se encuentra en la noche profunda.

A ojo, calculas que faltan dos o tres horas para el amanecer. Hace algo de frío, y tienes muchas opciones para invertir ese par de horas hasta que la gente salga del dojo. Podrías aprovechar ese tiempo para descansar, pero algo en tu interior te dice que no sería mala idea explorar un poco también. Tal vez inspeccionar el dojo desde fuera, buscar señales de actividad reciente o incluso probar esos troncos de entrenamiento para calentar antes de tu encuentro con alguno de los aprendices. Tienes muchas opciones, así que elige sabiamente la que más te apetezca.

Por otro lado, podrías simplemente quedarte allí, en silencio, disfrutando de la vista. Desde la cima de la colina, el paisaje se extiende como un lienzo oscuro salpicado de luces distantes, y el sonido del río, aunque lejano, sigue siendo un recordatorio de tu recorrido hasta aquí.

La noche te pertenece por ahora. ¿Cómo prefieres aprovecharla?



#5


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