Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Común] Tráfico en el puerto
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragn avanzó con paso decidido hacia el puerto de Oykot, donde el aire salado se mezclaba con el murmullo constante de las olas y el bullicio de la actividad. El sol, ya alto en el cielo, hacía brillar las aguas mientras las velas de los barcos ondeaban perezosamente. En cada esquina del muelle, hombres y mujeres trabajaban con ritmo incesante, descargando barriles y cajas, tejiendo redes o asegurando cabos. A medida que se acercaba, las miradas de los presentes se alzaban hacia él. Algunos detenían sus tareas, inclinando la cabeza en un gesto respetuoso, otros sonreían con franca admiración. Ragn era una figura imposible de ignorar, su porte robusto, su andar firme y la expresión serena pero determinada en su rostro hablaban tanto de fortaleza como de sabiduría. Era uno de los salvadores de Oykot, un hombre que había devuelto la esperanza a su gente en los días más oscuros. Los más jóvenes, reunidos cerca de los tenderetes de pescado fresco, lo observaban con un brillo especial en los ojos, como si con solo mirarlo pudieran absorber una fracción de su valentía. Los ancianos asentían desde sus sillas de madera, reconociendo en él no solo al héroe, sino al protector que jamás había olvidado sus promesas. Incluso los mercaderes, ocupados en sus intercambios y cuentas, alzaban la voz para saludarlo desde sus puestos, entre cestos repletos de mariscos y especias exóticas. Era una gozada esta gente y su gratitud eterna.

Ragn no buscaba ser el centro de atención, pero no podía evitarlo. Cada gesto de respeto, cada mirada de gratitud, era un recordatorio de que sus actos habían dejado una marca indeleble en la comunidad. A su paso, el ambiente parecía cobrar una energía renovada, como si su sola presencia insuflara ánimo a quienes lo rodeaban. Al llegar al primer puesto de venta, donde las telas cubrían cajas repletas de víveres frescos, Ragn se detuvo un momento, inhalando profundamente el aroma del mar mezclado con el de los productos del puerto. Este lugar, con su constante movimiento y vida, era el corazón palpitante de Oykot, y él, por un instante, se permitió sentir orgullo de haber contribuido a que siguiera latiendo. Se detuvo en un puesto donde una anciana vendía hierbas y especias dispuestas en pequeños montones aromáticos sobre una tela colorida. Los olores lo envolvieron, romero, tomillo, pimentón ahumado. Era un recordatorio de los platos de su infancia, cuando los días eran más sencillos y la guerra un concepto lejano. La mujer, de rostro curtido por el sol y las mareas del tiempo, lo miró con una mezcla de afecto y solemnidad. No hubo necesidad de palabras, él tomó lo que necesitaba, dejando más monedas de las necesarias en la cesta.

Ragn continuó su recorrido, recogiendo productos aquí y allá, pan recién horneado, verduras brillantes y jugosas, pequeños frascos de miel local. Cada puesto que visitaba era un recordatorio de la vida que había ayudado a reconstruir. Recordaba cómo, en los días más oscuros, el puerto había estado desierto, los barcos abandonados y las redes rasgadas. Ahora, en cambio, era un hervidero de actividad, un testimonio de la resiliencia de su gente. Cuando terminó de abastecerse, se detuvo un momento al final del muelle, dejando que el viento marino le acariciara el rostro. Desde allí, podía ver el horizonte donde el cielo y el mar se encontraban en un abrazo infinito. Este lugar, con todas sus cicatrices y su belleza imperfecta, era su nuevo hogar. Y aunque la gente lo llamaba héroe, él sabía que era simplemente un hombre que había hecho lo que debía. Mientras regresaba por el camino de adoquines que lo llevaba de vuelta al corazón de Oykot, Ragn sintió una calma profunda. El puerto seguía vivo, y con él, su ciudad y su gente.

Pero sentía que aún necesitaba algún ingrediente especial ... ¿Dónde encontrarlo?
#1
Panda
JANAI
Panda volvio a Oykot, en su nuevo barco a motor, el poderoso Strem Raft era una lancha super rápida e intrépida, que combinada con sus habilidades de navegante y su conocimiento de los mares del East Blue, hacían que aquel oso pudiera llegar al instante a cualquier isla. Cosa que le venia perfecto, ya que también como buen mercader debía llevar mercancías de un lado a otro a cada rato. Quien diría que aquel humilde panda que empezó su viaje con una gran deuda hoy podría darse tales lujos.

Su interés en Oykot era el centro de comerciantes, donde cada mañana muchísimos compradores llegaban de todos lados del mundo. en esta ocasión especial, panda traía unas cuantas recetas de cocina avanzadas, que sin duda interesarían a cualquier chef habilidoso. Asi como numerosos kits, mapas de todos los mares, logs pose, si algo hacia panda en su tiempo libre era trabajar como perro para sacar mayores ganancias.

En eso Panda escucha que muchas personas, incluso mercaderes, saludan a un hombre bastante fortachón, de melena dorada y bien guapo, sin duda debe ser algún tipo de celebridad local. De hecho observándolo bien, panda pudo reconocer que se trataba de un pirata que había visto en los carteles de se busca junto con tantos otros. Su recompensa rodaba los 42 millones, por lo que panda no seria tan tonto como para meterse con el. Panda en cambio era un humilde pirata sin wanted aun y que a penas era reconocido en alguna que otra isla, más por sus habilidad en los negocios que por su forma de pelear, pero aun tenia un largo camino que recorrer. La verdadera pregunta era ¿Cómo un pirata se volvió querido en Oykot? Eso sin duda era un misterio para el.

En cuanto Ragn se acercara a su puesto, Panda exhibiría con mucho interés sus productos.

-Buenas caballero, ¿le interesaría comprar algo?, de seguro alguien tan respetado como usted pueda apreciar estas valiosas mercancías recién traídas de Demonthooh, puede observar sin compromiso alguno, adelante.
#2
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragn se detuvo frente al puesto de un panda, intrigado por la inusual combinación de energía y profesionalismo que el mercader irradiaba. Su figura robusta y su melena dorada brillaban bajo el sol del puerto, y aunque su mirada parecía siempre alerta, había en él una calma que inspiraba confianza. ¿Era un mink? tenía que serlo. Por muy afable que parecieran, Ragn tenía en su historial múltiples luchas con bestias de aquella raza. Una raza que admiraba y respetaba por su fiereza en batalla.

El puesto estaba meticulosamente organizado, brillantes log poses dispuestos en una elegante fila, mapas detallados que prometían secretos de mares lejanos, y kits de herramientas cuya calidad incluso un navegante experimentado podía reconocer al instante. Pero lo que captó la atención de Ragn fueron los pergaminos enrollados con recetas culinarias, cada uno con sellos intrincados que insinuaban conocimientos raros y valiosos. Sin decir una palabra al principio, Ragn tomó uno de los pergaminos con cuidado, evaluando el producto con una atención que revelaba su aprecio por el detalle. Su mirada se dirigió al panda, que lo observaba con una mezcla de respeto y expectación. El revolucionario alzó una ceja, como si estuviera midiendo al mercader tanto como sus productos.

Finalmente, Ragn habló, su voz grave pero tranquila

Interresante selecssión. No esperrrar encontrrrar algo tan rrrefinado aquí. Notarr que sabes lo que hasses, Panda. Dessirr que venirrr de Demonthooh… No serrr un lugar al que se llegue fássilmente. Rreconossco el mérrrito. ¿Cuánto pedirrr? — Señaló los pergaminos al tiempo que sacaba una bolsa de oro que ejó en la mesa. Aunque sus palabras eran pocas, había en su tono un reconocimiento tácito del esfuerzo detrás de aquel negocio. Por un momento visualizó a aquel Panda en la revolución. Un compañero con el que afrontar guerras como la de hace unas semanas en Oykot. Pero preguntar algo así era tan descabellado ... Que lo hizo. — Tú serrr fuerrrte. No parreserrr vendedorrr. ¡Parreserr guerrero! — Acompañó con un gesto de manos elocuente. — ¿Nunca pensarr en unirr a revolussión? — Y lo soltó, quedándose tan pancho.
#3


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