Donatella Pavone
La Garra de Pavone
Hace 6 horas
(Última modificación: Hace 2 horas por Donatella Pavone.)
Pueblo de Rostock, Isla Kilombo, Día 11 del Verano de Año 724…
El calor del verano era un recordatorio implacable de los desafíos que Donatella Pavone enfrentaba en su interminable misión. Desde que había llegado al pueblo tras separarse del anciano mercante que la había rescatado del naufragio, la vida había sido una serie de pequeños pasos hacia la supervivencia. Los días habían transcurrido en un ciclo de caza y cálculo. Cada bandido que capturaba y cada moneda que ganaba eran un paso más hacia la reconstrucción de los recursos que había perdido en el mar.
El pueblo de Rostock, aunque pequeño y algo monótono, resultaba ser un lugar donde la acción nunca se detenía. Era un hervidero de viajeros, bandidos y oportunistas, un lugar donde la justicia se manejaba con las manos, y Donatella sabía cómo hacerlo mejor que nadie. La vida de caza no era nueva para ella, pero el peso de su misión, la búsqueda de su hermano Gianni (así le llama a Mayura), hacía que cada día en Rostock fuera un recordatorio de que el tiempo apremiaba.
La rutina de ese día comenzó como cualquier otra, explorando los lugares donde los rumores fluían como el vino. Las tabernas del pueblo eran el epicentro de los secretos, y Donatella sabía bien cómo escuchar. Mientras se sentaba en una esquina oscura de uno de estos establecimientos, su oído captó una conversación que cambió el curso de su día. — ¿Has oído hablar del loco que se cree un pavo real? — Preguntó un hombre de cabello despeinado y dientes amarillentos, inclinándose hacia su compañero. — Dicen que ha estado rondando por aquí, causando problemas. Aparentemente, dice ser de alguna familia importante. Un Pavone o algo así. — Continuó el mismo hombre en un tono alto y despreocupado.
Donatella se congeló al instante, su mente enfocándose inmediatamente en el nombre de su familia. La sangre le hervía al pensar que su hermano podría estar tan cerca. ¿Sería posible? ¿Gianni, el traidor, había encontrado refugio en este pequeño pueblo? Se levantó lentamente de su asiento, cuidando no llamar la atención, y se dirigió hacia el hombre que había hablado. — Disculpa… Ese hombre del que hablas, ¿qué sabes de él? — Interrumpió con un tono firme, pero sin agresividad. El hombre la miró con sorpresa al principio, pero pronto notó la seriedad en los ojos ámbar de Donatella, poniéndose lo suficientemente nervioso como para tragar saliva antes de responder. — Solo sé lo que dicen los rumores. Anda por los bares del pueblo, pavoneándose como si fuera alguien importante. Dice que viene de una familia de nobles, que tiene sangre azul. Pero si me preguntas… parece más un idiota que otra cosa. — concluyó el nervioso sujeto, brindándole a la cazadora todo lo que necesitaba saber pues eso bastó para encender la determinación de Donatella.
Agradeció brevemente al hombre y salió de la taberna con paso rápido. Si había una posibilidad, por pequeña que fuera, de que este "pavo real" fuera su hermano, tenía que encontrarlo. El día entero se convirtió en una búsqueda intensa, bar por bar, callejón por callejón. Cada vez que describía al hombre del que hablaban, las respuestas eran inconsistentes. Algunos lo describían como alto y carismático; otros como un bufón molesto. La confusión e inconformidad le provocaban rechinar los dientes.
Finalmente, en una taberna en los límites del pueblo, Donatella encontró a su supuesto "pavo real". Estaba de pie en el centro de la sala, con un grupo de borrachos aplaudiendo y riendo mientras el hombre, vestido con ropajes coloridos y una capa que intentaba emular plumas, hacía una ridícula reverencia. Su rostro, aunque desconocido para Donatella, tenía un aire de impostura que la llenó de rabia. — ¡Tú! — gritó, su voz cortando el bullicio como un cuchillo perfectamente afilado captando inmediatamente la atención del hombre, quien sorprendido por el tono autoritario de Donatella no pudo evitar y levantar la mirada hacia ella.
La taberna quedó en silencio mientras ella avanzaba hacia él, sus botas resonando con cada paso. El hombre retrocedió instintivamente, chocando con una mesa detrás de él. Trató de recuperar su compostura, pero la intensidad de Donatella solo le permitía temblar y sudar. — ¿Quién eres tú para usar el nombre de mi familia? —preguntó, su voz baja pero cargada de peligro. Extendió una mano hacia el cuello del hombre, levantándolo lo suficiente para que lo viera directamente a los ojos. No era Gianni, lo supo al instante, pero eso no hacía menos ofensivo el hecho de que este impostor estuviera profanando el nombre de los Pavone, después de todo una heredera al trono debía cuidar el nombre de su familia, aun en una isla tan mediocre como esta.
— ¡No soy yo! ¡Lo juro, no soy yo! ¡Me pagaron para hacerme pasar por él! ¡No sabía que era algo serio! — El hombre balbuceó, exclamando y suplicando por su vida. Donatella lo soltó, dejándolo caer al suelo como un saco de patatas. Los murmullos comenzaron a llenar la taberna nuevamente mientras la gente trataba de entender lo que acababa de suceder. La caza no había resultado como esperaba, pero había aprendido algo valioso. Si alguien estaba pagando a este hombre para hacerse pasar por su hermano, significaba que había interés en Gianni. Alguien sabía algo, y Donatella estaba decidida a seguir el rastro.
Antes de irse, se inclinó hacia el hombre que aún temblaba en el suelo. — Dime quién te pagó y dónde puedo encontrarlo. Si me mientes, te aseguro que no será tan fácil la próxima vez. — El hombre asintió rápidamente, aunque no pudo revelar ningún detalle útil pues la transacción había sido anónima. Donatella se levantó, ajustando su capa y saliendo de la taberna con la misma intensidad con la que había entrado. La búsqueda de su hermano continuaba, y aunque este día no le había dado las respuestas que esperaba, le había dado un nuevo rumbo, y para La Garra Pavone, eso era más que suficiente.