Rose D. Hestia
Vesta
Hace 4 horas
El sol estaba a punto de sumergirse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados, cuando Hestia, con la mirada fija en el pequeño bote anclado a la orilla, comenzó a recoger sus cosas. La brisa salada de la isla de Kilombo acariciaba su rostro, y su pequeña serpiente marina, Nessie, se enroscaba perezosamente sobre su hombro, como si compartiera la serenidad del momento. Aunque el lugar era tranquilo, Hestia sentía una mezcla de nervios y emoción en su pecho. Había hecho nuevas amistades esa mañana: los piratas Shirogami, capitaneados por Lance. Después de una charla amistosa y amena, había decidido reunirse con ellos en el otro lado de la isla para pasar el día. Sin embargo, no había anticipado la tormenta que esperaba al dar ese primer remolino de la barca hacia el océano abierto.
- Vamos, Nessie, será solo un viaje corto, no te preocupes - Susurró Hestia mientras alistaba los pocos suministros que había llevado. Su voz era suave, calma, sin la menor pizca de tensión. Aquella era la personalidad de Hestia amable, bondadosa y, sobre todo, insegura. Aunque le gustaba pensar que no tenía miedo, en el fondo siempre se sentía algo temerosa de los grandes cambios. Para ella, la aventura significaba dar un paso fuera de su zona de confort, lo cual, con el tiempo, había aprendido a aceptar. Después de todo, ¿quién podría decir que no a la oportunidad de conocer nuevos amigos y experiencias?
Pero la vida tenía un modo peculiar de cambiar las cosas. Hestia estaba apenas a unos metros de la costa, ya en plena travesía hacia el encuentro con Lance y su tripulación, cuando, al tratar de ajustar las velas del bote, un fuerte estornudo la sorprendió. Instantáneamente, su cuerpo reaccionó y su rostro se transformó, sus ojos se endurecieron y sus gestos se tornaron más decididos, más audaces. En cuestión de segundos, Hestia dejó paso a Vesta, su otra personalidad.
- ¡Esto no es nada! Vamos, Nessie, vamos a navegar con estilo - Exclamó Vesta con energía y valentía, su tono ahora más rudo y fuerte. Vesta era la opuesta de Hestia en todos los aspectos: mientras Hestia era cálida y calmada, Vesta era un torrente de energía, una personalidad ferozmente independiente, valiente y sin miedo a tomar riesgos. Aun así, en el fondo, ambas compartían algo en común, un sentido de orientación muy pobre, como si el rumbo nunca fuera su punto fuerte. Vesta, sin embargo, confiaba en que su audacia bastaría para sortear cualquier obstáculo.
A medida que avanzaba por el mar abierto, la isla de Kilombo ya parecía estar demasiado lejos, un punto distante en el horizonte. Vesta no lo notó al principio, tan centrada en su emoción y energía por el viaje, pero pronto la realidad se hizo evidente, no podía reconocer las rutas, ni identificar los puntos de referencia. De repente, la brisa comenzó a cambiar, y lo que parecía un viaje sencillo se transformó en un mar inquebrantable. La isla desapareció por completo en la distancia, y el agua frente a ellos no ofrecía ningún punto de guía.
- ¿Dónde está la costa? - Murmuró Vesta, mirando en todas direcciones, mientras la tormenta de dudas comenzaba a formarse en su mente. Aunque su personalidad más audaz no lo reconocía, Hestia comenzó a sentirse incómoda por dentro. Como si las fuerzas que controlaban el destino de su vida se estuvieran burlando de ella.
La noche cayó rápidamente, y el mar se volvió más oscuro y más vasto. La barca parecía estar a la deriva, sin rumbo fijo. Vesta intentó mantener la calma, pero los días comenzaron a arrastrarse sin que un barco pasara por allí. El sol se ocultaba todas las tardes, y cada mañana el panorama era el mismo: un océano interminable, sin tierra a la vista.
Hestia, al tomar el control nuevamente tras otro estornudo, sintió la presión del aislamiento. Ya no era tan relajada como antes; algo dentro de ella temía que estuviera completamente perdida, incapaz de guiarse por el mar. Nessie, su fiel serpiente marina, también comenzó a moverse con menos energía. La falta de raciones y la escasez de agua comenzó a ser un problema serio. Sin embargo, la joven gigante no quería admitir que se encontraba en peligro, su naturaleza tímida la mantenía en un constante estado de esperanza, como si su deseo de creer que todo se solucionaría con el tiempo fuera la única verdad que conocía.
A medida que el tiempo avanzaba, los suministros se agotaron y los días se hicieron más largos. La calma de Hestia se había transformado en una lucha constante contra el pánico. Se obligó a racionar las últimas gotas de agua con Nessie, quien parecía estar tan cansada como ella. Sin embargo, por mucho que intentara, el hecho de estar a la deriva en medio del océano parecía ser una ironía cruel, pues su pobre sentido de orientación ni siquiera le permitía ver una dirección clara en la que buscar.
La fatiga comenzó a invadirla y, finalmente, después de varios días sin descanso, Hestia y Nessie perdieron el conocimiento. La barca flotaba sin rumbo, arrastrada por las corrientes marinas. Hestia había dejado de luchar, sus ojos se cerraron y su cuerpo se sumió en un sueño profundo, mientras la serpiente marina descansaba a su lado, igual de agotada.
El océano, que en su comienzo parecía un aliado en el que confiar, ahora se sentía como un vasto vacío sin esperanza. La vida de Hestia y Vesta pendía de un hilo, como un sueño lejano que se desvanecía con cada ola que chocaba contra la barca. Ninguna señal de tierra. Ningún sonido más allá del susurro de las aguas. Solo el mar, la criatura más antigua y eterna, que arrastraba todo a su paso, incluidos los sueños.
La suerte estaba echada, y el destino de Hestia y Nessie estaba ahora en manos del océano, al igual que las vidas de tantos otros que alguna vez navegaron sin saber qué les depararía el futuro.
- Vamos, Nessie, será solo un viaje corto, no te preocupes - Susurró Hestia mientras alistaba los pocos suministros que había llevado. Su voz era suave, calma, sin la menor pizca de tensión. Aquella era la personalidad de Hestia amable, bondadosa y, sobre todo, insegura. Aunque le gustaba pensar que no tenía miedo, en el fondo siempre se sentía algo temerosa de los grandes cambios. Para ella, la aventura significaba dar un paso fuera de su zona de confort, lo cual, con el tiempo, había aprendido a aceptar. Después de todo, ¿quién podría decir que no a la oportunidad de conocer nuevos amigos y experiencias?
Pero la vida tenía un modo peculiar de cambiar las cosas. Hestia estaba apenas a unos metros de la costa, ya en plena travesía hacia el encuentro con Lance y su tripulación, cuando, al tratar de ajustar las velas del bote, un fuerte estornudo la sorprendió. Instantáneamente, su cuerpo reaccionó y su rostro se transformó, sus ojos se endurecieron y sus gestos se tornaron más decididos, más audaces. En cuestión de segundos, Hestia dejó paso a Vesta, su otra personalidad.
- ¡Esto no es nada! Vamos, Nessie, vamos a navegar con estilo - Exclamó Vesta con energía y valentía, su tono ahora más rudo y fuerte. Vesta era la opuesta de Hestia en todos los aspectos: mientras Hestia era cálida y calmada, Vesta era un torrente de energía, una personalidad ferozmente independiente, valiente y sin miedo a tomar riesgos. Aun así, en el fondo, ambas compartían algo en común, un sentido de orientación muy pobre, como si el rumbo nunca fuera su punto fuerte. Vesta, sin embargo, confiaba en que su audacia bastaría para sortear cualquier obstáculo.
A medida que avanzaba por el mar abierto, la isla de Kilombo ya parecía estar demasiado lejos, un punto distante en el horizonte. Vesta no lo notó al principio, tan centrada en su emoción y energía por el viaje, pero pronto la realidad se hizo evidente, no podía reconocer las rutas, ni identificar los puntos de referencia. De repente, la brisa comenzó a cambiar, y lo que parecía un viaje sencillo se transformó en un mar inquebrantable. La isla desapareció por completo en la distancia, y el agua frente a ellos no ofrecía ningún punto de guía.
- ¿Dónde está la costa? - Murmuró Vesta, mirando en todas direcciones, mientras la tormenta de dudas comenzaba a formarse en su mente. Aunque su personalidad más audaz no lo reconocía, Hestia comenzó a sentirse incómoda por dentro. Como si las fuerzas que controlaban el destino de su vida se estuvieran burlando de ella.
La noche cayó rápidamente, y el mar se volvió más oscuro y más vasto. La barca parecía estar a la deriva, sin rumbo fijo. Vesta intentó mantener la calma, pero los días comenzaron a arrastrarse sin que un barco pasara por allí. El sol se ocultaba todas las tardes, y cada mañana el panorama era el mismo: un océano interminable, sin tierra a la vista.
Hestia, al tomar el control nuevamente tras otro estornudo, sintió la presión del aislamiento. Ya no era tan relajada como antes; algo dentro de ella temía que estuviera completamente perdida, incapaz de guiarse por el mar. Nessie, su fiel serpiente marina, también comenzó a moverse con menos energía. La falta de raciones y la escasez de agua comenzó a ser un problema serio. Sin embargo, la joven gigante no quería admitir que se encontraba en peligro, su naturaleza tímida la mantenía en un constante estado de esperanza, como si su deseo de creer que todo se solucionaría con el tiempo fuera la única verdad que conocía.
A medida que el tiempo avanzaba, los suministros se agotaron y los días se hicieron más largos. La calma de Hestia se había transformado en una lucha constante contra el pánico. Se obligó a racionar las últimas gotas de agua con Nessie, quien parecía estar tan cansada como ella. Sin embargo, por mucho que intentara, el hecho de estar a la deriva en medio del océano parecía ser una ironía cruel, pues su pobre sentido de orientación ni siquiera le permitía ver una dirección clara en la que buscar.
La fatiga comenzó a invadirla y, finalmente, después de varios días sin descanso, Hestia y Nessie perdieron el conocimiento. La barca flotaba sin rumbo, arrastrada por las corrientes marinas. Hestia había dejado de luchar, sus ojos se cerraron y su cuerpo se sumió en un sueño profundo, mientras la serpiente marina descansaba a su lado, igual de agotada.
El océano, que en su comienzo parecía un aliado en el que confiar, ahora se sentía como un vasto vacío sin esperanza. La vida de Hestia y Vesta pendía de un hilo, como un sueño lejano que se desvanecía con cada ola que chocaba contra la barca. Ninguna señal de tierra. Ningún sonido más allá del susurro de las aguas. Solo el mar, la criatura más antigua y eterna, que arrastraba todo a su paso, incluidos los sueños.
La suerte estaba echada, y el destino de Hestia y Nessie estaba ahora en manos del océano, al igual que las vidas de tantos otros que alguna vez navegaron sin saber qué les depararía el futuro.