¿Sabías que…?
... existe una isla en el East Blue donde el Sherif es la ley.
[Aventura] [T1] Maldita ardilla
Raiga Gin Ebra
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El sol apenas se colaba entre las ramas del denso bosque de Dawn. Raiga caminaba con las manos en los bolsillos y una expresión de aburrimiento en el rostro. La verdad es que ya no sabía qué hacer para pasar el rato, y tenía una capacidad para aburrirse que ya detestaba. Había salido de la ciudad para explorar, pero después de una hora vagando entre árboles, arbustos y raíces traicioneras, el entusiasmo inicial había comenzado a disiparse. ¿No había nada de acción en aquella estúpida isla?

—Menudo planazo, ¿eh? —murmuró para sí, pateando una piedra y viendo cómo desaparecía entre las hojas— Lo que hace el aburrimiento…

Mientras se quejaba, algo llamó su atención: una pequeña ardilla que corría por el suelo a pocos metros de él, llevando una nuez en la boca. Era rápida y, con cada salto, parecía retarlo. Raiga entrecerró los ojos, notando cómo despertaba ese espíritu aventurero que le solía acompañar.

—¿Ah, sí? ¿Quieres guerra, pelusa con patas? —se burló, comenzando a seguirla.

La ardilla, al notar la presencia del mink, se detuvo un instante, como si estuviera evaluándolo, antes de lanzarse de nuevo al bosque a toda velocidad. Raiga apretó el paso, decidido a alcanzarla.

—¡Espera! ¡Esa nuez no puede ser tan buena! —gritó, esquivando ramas y saltando por encima de raíces mientras la perseguía.

Por más que lo intentara, la ardilla siempre parecía estar un paso adelante. De vez en cuando, se detenía lo suficiente como para que Raiga creyera que la tenía al alcance, solo para desaparecer de nuevo entre la vegetación. Vaya vacilona la amiga. Después de unos minutos de esta persecución absurda, Raiga perdió de vista al animal por completo.

—¡Maldita sea! —exclamó, respirando con dificultad y apoyándose en un árbol— ¿Qué tiene esa ardilla? ¿Superpoderes o qué?

Cuando finalmente se detuvo a mirar a su alrededor, se dio cuenta de algo preocupante: el bosque parecía completamente diferente. Las marcas y caminos que había usado como referencia ya no estaban. Todo se veía igual, y el cielo, antes visible entre las ramas, ahora estaba cubierto por nubes oscuras que anunciaban lluvia.

—Genial. Ahora estoy perdido. Y todo por una maldita ardilla. —Se pasó una mano por el cabello anaranjado, despeinándolo aún más, mientras intentaba orientarse.

Decidió caminar en línea recta, esperando encontrar algún camino o señal que lo guiara de vuelta a la ciudad. Sin embargo, después de un rato de andar, lo único que encontró fue más bosque. Las nubes comenzaron a abrirse y, como si el destino quisiera burlarse de él, empezó a llover. Primero unas gotas ligeras, luego una lluvia constante que empapó su kimono y chaleco en cuestión de minutos.

—¡Perfecto! ¡Ahora estoy perdido y mojado! ¿Qué más? ¿Un rayo? —gritó, alzando los brazos hacia el cielo como si desafiara a los elementos.

Mientras el barro se acumulaba bajo sus pies, Raiga tuvo una idea. Miró a su alrededor y vio un árbol particularmente alto, con ramas que parecían lo suficientemente fuertes como para soportar su peso.

—Si no puedo encontrar el camino desde abajo, lo haré desde arriba. —Se limpió las manos en el chaleco y comenzó a trepar.

El ascenso no fue fácil. Las ramas resbalaban por la lluvia, y un par de veces estuvo a punto de caer. En el proceso, se rasgó los pantalones al engancharse en una rama, pero finalmente logró llegar a una altura considerable. Desde allí, pudo ver más allá del bosque. En la distancia, las luces de la ciudad brillaban débilmente.

—¡Ahí estás, maldita civilización! —dijo, con una mezcla de alivio y frustración.

Bajó del árbol con cuidado, aunque no evitó caer en el último tramo, aterrizando directamente en un charco de barro.

—¡Esto no es posible! —gritó, levantándose con la cara cubierta de barro y empapado de pies a cabeza— ¡Si vuelvo a ver a esa ardilla, la convierto en sombrero!

Con las luces de la ciudad como guía, Raiga comenzó su camino de regreso. El barro se le pegaba a las botas y el agua seguía cayendo, empapándolo aún más. Cuando finalmente salió del bosque y llegó a los límites de la ciudad, la gente comenzó a mirarlo. Unos pocos se detuvieron y le ofrecieron ayuda.

—Oye, muchacho, ¿estás bien? —preguntó un hombre mayor con cara de preocupación.

Raiga, con su tono macarra y evidente malhumor, respondió sin perder su estilo.

—¿Que si estoy bien? —repitió, sacudiendo el agua de su cola esponjosa— ¿Qué te parece, abuelo? ¿Acaso parezco listo para una cita o qué? Estoy como una sopa con patas. ¡Déjame en paz, anda!

El hombre se alejó, sacudiendo la cabeza, mientras Raiga seguía caminando. Otros intentaron acercarse, pero su actitud agresiva y sus respuestas mordaces los hicieron desistir rápidamente.

—¡Claro que estoy bien! —le espetó a una mujer que intentó ofrecerle un paraguas— ¿Qué pasa? ¿Ahora la ciudad es una asociación de almas caritativas? ¡Dejadme en paz, que ya me las arreglo solo!

Finalmente, encontró refugio bajo un toldo cercano. Se quitó las botas llenas de barro y se dejó caer en una caja de madera, mirando la lluvia caer con una expresión de cansancio y fastidio.

—Maldito día. Todo por seguir a una ardilla —Sacudió los pantalones rasgados, como si eso fuera a arreglar algo—. El bosque está en mi lista negra, eso seguro. ¡Y las ardillas también!

A pesar de todo, no pudo evitar sonreír. La aventura, aunque un desastre, había sido… interesante. Y si algo sabía Raiga, era que los días aburridos eran peores que los días llenos de barro.

—Mañana será otro día. —Se acomodó en su refugio improvisado, dejando que la lluvia siguiera cayendo mientras planeaba su próxima locura.
#1


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