Dan Kinro
[...]
Ayer, 06:41 PM
Base de la Marina G-31, Loguetown. 2 de Verano del año 724
Era temprano en la mañana en la base G-31 de Loguetown. El sol apenas asomaba por el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. Dan Kinro ya estaba despierta, como siempre.
No podía quedarse quieta mucho tiempo. Desde que había llegado a la Marina, su rutina no le permitía descansar como lo hacían los demás. De todas formas, ella no se quejaba. Estaba acostumbrada a estar siempre alerta, siempre en movimiento.
Dan se levantó de la cama con agilidad, con su característico acento escocés resonando en su cabeza mientras se estiraba. "Wenodías", murmuró para sí misma, sonriendo levemente al ritmo de sus pensamientos. Se vistió con rapidez, ajustando su uniforme con precisión junto a su bandana negra y blanca, aunque con su propio toque relajado, como si siempre estuviera a punto de salir a la guerra.
Salió de su habitación y caminó por los pasillos de la base, observando cómo los primeros rayos de sol iluminaban el edificio, creando sombras alargadas en las paredes.
— Guid marnin’. — dijo, saludando a los marines que cruzaba en su camino.
La mayoría apenas levantaba la vista, absortos en sus tareas. Pero Dan no podía evitar sonreír ante la monotonía del lugar. Sabía que a muchos de esos hombres y mujeres no les interesaba nada más allá de lo que les ordenaban hacer, y a Dan eso no le parecía correcto, era una deshonra.
De repente, un pequeño movimiento a lo lejos captó su atención. En un rincón del patio principal, un hombre extraño estaba ajustando unas piezas de equipo. Su piel escamosa brillaba bajo los primeros rayos del sol. Dan no pudo evitar fijarse en él. Mientras caminaba hacia su dirección, no dejaba de observar su figura.
El hombre estaba concentrado, manipulando una de las armas con una precisión que solo los más experimentados lograban, y eso que eran solo unos guanteletes. Su rostro estaba marcado por unas facciones que, a decir verdad, no pasaban desapercibidas. Lo que más le llamó la atención a Dan fueron sus ojos, tan agudos, pero con una profundidad que parecía provenir de algún lugar lejano y oscuro. Se acercó un poco más, sin perder detalle de los movimientos del sujeto.
— Nae, nae, no me puedes decir que no te pareces a una de esas serpientes de Amazon Lily. — Comentó Dan con una sonrisa traviesa, sin intentar esconder su asombro.
La chica de la tribu Kuja lo miraba de arriba hacia abajo, como si lo estuviese evaluando.
— Aye, te ves como una de esas guardianas de la selva, con las escamas y todo. Kiririri~
Dan no pudo evitar soltar una pequeña risa, divertida por la comparación que acababa de hacer.
— Guid, no es nada personal, pero tienes un aire muy... peculiar. Es como si tus escamas fueran un reflejo de alguna criatura antigua. ¿Sabes? Esas que se encuentran en la selva, con esos ojos penetrantes. Aye, casi me da la sensación de estar mirando una de esas serpientes.
Dan Kinro hablaba con tono amigable pero era obvio que su sinceridad podría ser considera incómoda, pese a hablar sin ninguna intención de ser grosera, pero más bien intrigada por la rareza de la figura frente a ella.
El hombre no respondió de inmediato, pero Dan no esperaba que lo hiciera. A veces, las personas eran tan difíciles de leer... La forma social no era lo suyo.
Sin embargo, continuó observándolo con curiosidad.
— Nae me malinterpretes, me recuerdas a las serpientes de Amazon Lily, pero de una forma que lo hace más... místico, más imponente.
Dan se cruzó de brazos mientras lo observaba más de cerca. La condenada cría no podía callarse.
— Lo siento, ¿me permites preguntarte algo más? Tu piel, las escamas, ¿es algo que has tenido siempre o... es algo más de tu historia?
La joven espadachín continuó, con su voz llena de fascinación. Aunque su tono era ligero, había una evidente fascinación por el extraño ser delante de ella. En su mente, las posibilidades eran infinitas, y siempre le había gustado descubrir más sobre las personas que consideraba... especiales.
— Oye, oye, te lo digo en serio, si tú fueras una de esas guardianas de la selva, me vería perfectamente buscando a alguien como tú para intercambiar historias. Son tan enigmáticas esas criaturas, dijo mientras sus ojos brillaban con esa chispa que siempre tenía cuando algo le parecía interesante. Son muy poderosas.
Con una última mirada curiosa hacia el hombre escamoso, Dan se dio media vuelta, dispuesta a continuar su jornada. Sin embargo, no pudo evitar sonreír de nuevo, como siempre lo hacía cuando encontraba algo que despertaba su interés.
Antes de retirarse, añadió de forma irónica al silencio.
— Aye, bueno, sigues siendo raro... pero no me molestes mucho, ¿eh?
Su mente ya se encontraba en otro lugar, lista para seguir adelante con las cosas que tenía que hacer. Pero sabía que siempre volvería a pensar en esa peculiar figura.
¿Quién sabía qué secretos ocultos podía tener alguien tan misterioso?