¿Sabías que…?
... existe la leyenda de una antigua serpiente gigante que surcaba el East Blue.
Tema cerrado 
[Común] [C- Presente]Tres flipados, una capitana pasota y un altercado de bar.
Takahiro
La saeta verde
«Vaya tres patas para un banco nos hemos juntado», dijo para sus adentros el marine, tras tenderle la mano al rubio, cuyo hombre había resultado ser Atlas.

—No te preocupes, hombre —el tono de voz del marine derrochaba optimismo y cierto humor—. Si no me han castigado a mi por darle un pelotazo en la cara a la capitana…, ¡Sin querer! —aclaró rápidamente—. No creo que lo hagan contigo. ¿Qué te van a poner a dar vueltas al campo de entrenamiento? ¿Flexiones? Eso se hace con la punta.

No tardaron mucho en poner rumbo a los barracones. Fue en ese momento cuando se dio cuenta que cada capitán tenía una zona reservada para sus marines, pues su antigua brigada estaba en la región contraria a la que se dirigían. Por un lado, le parecía bien, así no tendría que escuchar comentarios de alguno de sus compañeros los cuajaos, pero iba a echar de menos ver cada mañana a su amada Leclerc… Entretanto, el rubio le contó un poco sobre su vida y sobre como había llegado a ser marine, conversación que duró hasta la entrada en el barracón. Allí había bastantes camas, la mayoría asignadas. A excepción de cinco de ellas, que se encontraban prácticamente una al lado de la otra.

Takehiro soltó el petate sobre su cama y se estiró por completo, escuchándose un leve crujido de su espalda.

—Por cierto, Ray —trató de llamar su atención—. ¿Las duchas por donde quedan? —le preguntó, cogiendo una toalla y un jabón que había a los pies de la cama. El marine suspiró, pues nunca iba a entender porque para bañarse tenía una pastilla de jabón en lugar de un bote de gel. ¿Acaso no eran conscientes de lo difícil que era hacer espuma con eso? En fin… No le quedaba más remedio que ir a comprar champú, gel y una espuma en cuanto cobrara la próxima mensualidad.

La ducha le sentó como agua de mayo —literalmente—. Sentir como el agua fría le caía por la cabeza hasta los pies era una sensación maravillosa, tan solo equiparable a nadar en una costa de arena blanca con la mar en calma. Al salir de las duchas, el marine se puso su chándal color vino tinto, con la sudadera del mismo dejando ver parte de su torso desnudo y cogió un desodorante que estaba en una cama ajena.

—No creo que le importe —comentó voz alta. Tenía notas de café y chocolate, haciendo que fuera agradable al olerlo—. ¿Queréis? —preguntó a sus dos compañeros.

Poco después pusieron rumbo al comedor. Como era de esperar los grupos de marines ya estaban hechos: reclutas nuevos con reclutas nuevos, marines más veteranos con otros veteranos, algunos superiores entremezclados… Parecía el comedor de un instituto. Entretanto, el peliverde cogió una botella de agua bien fría y se sentó en la primera mesa libre con Atlas y Ray.

—En mi caso, por circunstancias de la vida, hace varios años que quería apuntarme. Pero no fue hasta hace un año que pude hacerlo.

En un intento de estrechar lazos de confianza les contó parte de su historia, de cómo pasó de ser el nieto vago de un empresario jubilado en Arabasta hasta ser un marine.

Pasada poco más de una hora, en la que sirvieron el almuerzo: Crema de calabaza, carne de rey de mar dura y correosa y una mezcla de verduras. Un sargento se acercó a su mesa.

—Al parecer, dios los crías y ellos se juntan —comentó, mientras los juzgaba con la mirada—. Sois los nuevos miembros del escuadrón Montpellier, ¿verdad?
#11
Atlas
Nowhere
Escuché en silencio la historia de Taka. Provenía de un lugar muy lejano, tanto que yo ni siquiera había oído hablar de él en mi vida. Era cierto que provenía de un pueblo muy pequeño y que mis vecinos tampoco eran las personas más curiosas o cultivadas del mundo. A decir verdad, dudaba que hubiera alguien más lejos de serlo. Eran buenas personas, eso sí. Humildes y trabajadores, se preocupaban siempre de que a nadie de la comunidad le faltase algo que llevarse a la boca en época de mayor escasez. Pero hasta ahí.

Mientras Taka hablaba, no pude evitar evadirme de forma involuntaria y cuestionarme qué demonios habría más allá del pequeño mundo que conocía. Los periódicos siempre hablaban de regiones recónditas cuyos nombres no recordaba, de terrenos inhóspitos y salvajes controlados por malvados piratas; monstruos de los océanos terriblemente poderosos. ¿Habría que ser igual de monstruoso para poder ver aquello?

Sin embargo, deseché rápidamente aquellas ensoñaciones en cuanto fui consciente, una vez más, de cuánto habría que hacer para alcanzar los escalafones que me permitiesen hacer según qué cosas en la Marina. No, yo estaba allí para vivir cómodo y tranquilo y, por qué no —al menos después de los horrores que había podido ver en las Islas Gecko—, aplicar la justicia que fuera posible dentro de mi pequeño y cómodo ámbito.

Mis reflexiones se vieron interrumpidas cuando otro marine se aproximó a nuestro reducido grupo. Su indumentaria revelaba que era un sargento y, por qué no decirlo, exhibía una poco amigable expresión impregnada de una para nada agradable autosuficiencia. Ya de entrada no me había caído demasiado bien, pero cuando abrió la boca me cayó aún peor. No sabía por qué, pero en el poco tiempo que llevaba allí había descubierto que había algunas personas que, a pesar de no haber escalado demasiado en la jerarquía de la Marina, parecían disfrutar en cierto incomodando a los más nuevos. Como si no tuviésemos bastante con adaptarnos a una poco familiar rutina militar —al menos así era mi caso—, para colmo aparecía algún imbécil con la intención de pisarte la cabeza para hundirla un poco más en el fango.
Conté hasta cinco en mi fuero interno para intentar calmarme un poco, porque ya desde el primer día había descubierto que ir de listo con un superior no podía traer nada bueno:

—Sí —me apresuré a contestar, no sin dejar una involuntaria pausa antes de añadir—: señor. Mi nombre es Atlas y ellos son Ray y Taka. No llevamos demasiado tiempo aquí, así que...

—Desde luego, las últimas remesas de reclutas están dejando mucho que desear —me interrumpió—. Dicen que en el último grupo que llegó antes que vosotros había cinco o seis que se pasaban casi todas las noches sollozando. Hay gente que debería tener prohibido hacer según qué cosas, como alistarse en la Marina sin valer para ello. Decidme, ¿qué tipo de reclutas sois vosotros?

Lo cierto es que la fría pasivo-agresividad con la que el tipo se acababa de dirigir a nosotros, sin siquiera presentarse, me descolocó un poco inicialmente. ¿A qué demonios estaba jugando ese sujeto?

—Esperamos ser del tipo que destaque por hacer las cosas bien y cuyos esfuerzos se vean recompensados... Tal vez incluso con algún ascenso —mentí descaradamente, al menos en lo tenía que ver conmigo. No obstante, aquel tipo se había mostrado tan insolente que aquella contestación, no abiertamente ofensiva pero con bastante espacio para la interpretación, me había salido del alma.
#12
Ray
Ray
El recién llegado se presentó como Atlas, afirmó haber sido la última persona en incorporarse al Cuartel General, y medio bromeó acerca del castigo que le esperaba por llegar tarde. Era curioso cómo, sin quererlo, el destino le había llevado hacia los dos menos serios de entre todos los nuevos reclutas. Si no se incluía a sí mismo, claro. Hacía apenas unos momentos que conocía a ambos, pero desde luego ya tenía una cosa clara: ninguno de los tres eran marines al uso, o al menos no como Ray tenía en la cabeza antes de alistarse. Porque desde luego que su Capitana tampoco lo era.

El rubio echó a andar, y sin pensarlo mucho los dos soldados rasos le siguieron. Atlas les contó su historia, hablándoles acerca del pequeño pueblo del que procedía y de su aventura de camino al Cuartel General. Una historia, a decir verdad, no excesivamente diferente de la suya. Aunque con menos penurias, por supuesto.

Pronto llegaron a los barracones, donde Taka le preguntó por la situación de las duchas:

- ¿Ves la puerta que hay allí al fondo? - Inquirió el peliblanco. - Pues justo detrás a la derecha.

Tras pensar durante apenas un momento en que estaba lleno de sudor y barro el joven sonrió y se dirigió de nuevo a sus compañeros:

- Yo también voy a pegarme una ducha, creo que lo necesito. - Hizo un gesto de olerse la axila y puso cara de asco de forma bastante teatral. - ¿Nos vemos en el comedor en veinte minutillos?

Tras la ducha Ray se sentía como nuevo. A decir verdad era un auténtico placer en verano ducharse después de hacer ejercicio. Los músculos se relajaban y soltaban la tensión acumulada, la sensación de pegajoso calor se mitigaba considerablemente y, además, uno mismo recuperaba su brillo natural. Se encontró con Atlas y Taka en la salida de las habitaciones y se dirigieron al comedor, como habían quedado en hacer, no sin que antes el peliverde utilizara sin ningún pudor un desodorante que encontró por ahí sin preocuparse para nada de a quién pertenecería.

Dentro de la enorme estancia el bullicio reinaba. Múltiples grupos de marines de diferentes rangos comían y bebían, charlaban, reían y gritaban. No tardaron en encontrar una mesa libre en la que sentarse. Atlas cogió una bebida que parecía ser de limón por el color, mientras que Taka y él eligieron sendas botellas de agua.

El otro soldado raso fue el primero en comenzar a hablar de su pasado cuando el rubio les preguntó. Al parecer venía de muy lejos, una isla desértica en otro mar llamada Arabasta. Ray fue el que siguió, cerrando el círculo de historias. Les habló un poco sobre su infancia en el orfanato y sobre cómo le habían dicho que apareció en el mismo cuando era tan solo un bebé. También sobre sus penurias económicas desde que alcanzó la mayoría de edad hasta que, tras su intervención al apresar a aquel ladrón en el mercado, el marine que se había convertido en su benefactor le propuso entrar a formar parte del cuerpo militar.

Cuando llegó la hora de la cena Atlas rechazó comer nada. Al fin y al cabo tampoco había gastado calorías entrenando, así que era lógico. Taka, por su parte, comió abundantemente y con aparentes ganas. El peliblanco, acostumbrado a no tener nada que llevarse a la boca y por tanto capaz de aguantar largas temporadas con muy escaso sustento, ingirió con gusto una pequeña ración tanto de crema de calabaza como de carne. No estaba habituado a pegarse atracones ni a llenar el estómago hasta los topes, por lo que no solía hacerlo para evitar encontrarse mal después.

Poco después fueron abordados repentinamente por un Sargento que, con una mirada bastante poco educada, les dirigió lo que podría interpretarse como una pequeña puya, aludiendo a la poca convencionalidad de los tres y a que, casualmente, les hubiese tocado formar parte del equipo de la oficial menos convencional del Cuartel. Atlas respondió con lo que sonaba a todas luces a una mentira improvisada en aquel momento para que les dejara en paz. Ray no pudo evitar que se le escapara una pequeña carcajada y, con una mirada tranquila pero seria y firme, dejando salir todo lo intimidante de su porte, añadió:

- Somos la clase de marines que no se dejan guiar por qué rango ocupa alguien para medir su valía. La clase de marines a los que les preocupa más ayudar a la gente que las formalidades o los convencionalismos.

No pretendía ni mucho menos mostrarse hostil con su superior, tan solo dejarle ver que no era alguien a quien pudiera menospreciar ni mangonear, y por extensión sus amigos tampoco. Era plenamente consciente de que su simple presencia y sus palabras muchas veces influían en la gente de una forma especial, y trató de ejercer algo de esa influencia, por pequeña que fuese, sobre el Sargento buscando el respeto que había mostrado no tenerles simplemente debido a su bajo rango.
#13
Takahiro
La saeta verde
Habría estado mintiendo si dijera que no hizo un gran esfuerzo por tener la boca callada. Hubiera jurado que lo intentó con todas sus fuerzas, pero su lengua viperina tenía más poder del que he creía, ya que si quedaba callado se iba a envenenar y atragantar con su propia bilis. Su respuesta debía ser ingeniosa e insignificante, pero al mismo tiempo hiriente. ¿Qué podría ofender a alguien como él? No lo sabía. A personas como ese tipo tan solo le dolería ver a los que cree inferior a él por encima, y conseguir un ascenso en ese momento era imposible.

—¿Perdón? —inquirió el peliverde, clavando sus preciosos ojos marrones sobre los del sargento—. ¿Puedes repetir tu pregunta? Es que con el escroto del oficial que ha ascendido a sargento en la boca no he logrado entenderte bien.

Y lo hizo. Ofendió a un superior. Si bien era cierto que el rango de sargento tan solo estaba un escalón por encima del suyo, una ofensa era una ofensa. ¿Suspensión de sueldo? ¿Cien vueltas al campo de entrenamiento? ¿Una sanción disciplinar? En aquel momento todo le dio igual. La calma y la tranquilidad que sentía dentro de él lo merecía.

—Eres un insolente —le dijo—. El capitán Bradley se enterará de esto y le hará saber a tu capitana que…

—¿Así que de él es el pelo que tiene entre los dientes? —le interrumpió nuevamente el peliverde, mostrando una sonrisa burlona que era incapaz de quitar de su cara.

Finalmente, el sargento alzó el brazo y le abofeteó en la cara. Su primer impulso habría sido el de levantarse y darle de hostias hasta no poder más. Incluso levantó la mano para que ninguno de sus compañeros hiciese algo al respecto. No obstante, tan solo le mostró una sonrisa y se apoyó chulesco sobre su silla.

—¿¡No vas a hacer nada!? —le increpó de nuevo el sargento.

—Podemos decir, que la capitana Montpellier se entrará de esto y le hará saber a su capitán que le gusta meterse con aquellos que tienen un rango inferior —le dijo—. Agresión a un soldado raso sin previo aviso, mientras se encontraba comiendo y disfrutando de su tiempo libre con sus amigos. Que bonito va a quedar eso en tu expediente, ¿verdad, chicos? —les guiñó un ojo a Ray y Atlas.

Fue en ese momento, cuando un teniente que no conocía de nada entró en la sala y lo vio todo.

—¿Qué demonios está ocurriendo aquí? —preguntó, colérico.
#14
Atlas
Nowhere
Pues sí, le había cruzado la cara con todas las de la ley. Ray había optado por ser algo más comedido para no meterse en más problemas de la cuenta, pero el del pelo verde no tenía ni un pelo en la lengua —justo al contrario de lo que sucedía con el oficial, según el soldado raso—. El bofetón retumbó en todo el comedor, provocando que todos los grupos cercanos enmudeciesen al instante y centrasen su atención en nosotros. El lugar donde la cara de Taka había sido golpeada relucía con un candente rojo. Mi mirada atravesó al sargento, pero un gesto del hombre del desierto frenó cualquier pensamiento que pudiese acudir a la cabeza de alguno de los dos.

El recién conocido parecía tener experiencia en situaciones como aquélla, porque se las había ingeniado para, sin dar un paso atrás en su actitud, dar la vuelta a la situación y convertir una falta de respeto a un superior —que seguía existiendo— en una agresión a un subordinado. Tal vez le pudiese caer una buena reprimenda, de hecho era probable, pero aquello había dejado de ser una simple... ¿insubordinación? Desconocía si esa era la palabra, porque realmente nadie había desobedecido una orden. De cualquier modo, una voz autoritaria irrumpió en la tensa conversación unos instantes después.

En cuanto reconocí los galones del nuevo invitado me levanté y adopté una pose marcial. Fue puro instinto y a decir verdad no tenía demasiado claro por qué lo había hecho. Bueno, tal vez fuera porque no quería asociar un defecto de forma o una falta de respeto a un superior al castigo que con toda seguridad se me aplicaría por no acudir al entrenamiento de aquel día. El teniente, pues así le reconocí en cuanto pude identificar sus insignias, me devolvió una mirada severa cargada de desaprobación:

—¿No hay bastantes problemas ya como para que os pongáis a hacer el imbécil en medio del comedor?

La mirada del mando pasaba de uno a otro, deteniéndose especialmente en las facciones del sargento, a quien parecía exigirle algún tipo de explicación detallada de lo que estaba sucediendo. El hombre pareció captar el mensaje tácito que se desprendía de la mirada de la última incorporación a nuestro tremendamente tenso grupo.

—Ha sido un malentendido, señor —comenzó a decir de forma atropellada—. Me había parecido ver una conducta poco apropiada por parte de estos reclutas, así que he venido a reprochárselo. Al parecer no había ocurrido tal cosa y, de manera poco afortunada, la contestación del soldado raso no ha sido la más apropiada. No me he podido contener, mis disculpas —concluyó en dirección al teniente.

No nos miraba, pero todo hacía ver que, sin dirigirse a nosotros, el sargento nos estaba proponiendo una suerte de empate o tablas. Si había habido un error por parte de ambos y las dos partes lo asumían, si ello implicaba no permitir que el problema fuese escalando hasta llegar a los superiores, tal vez todos nos ahorraríamos bastantes problemas. En mis oídos tendentes a la tranquilidad y la calma aquello sonaba como música celestial. No obstante, no sabía si mis compañeros serían más orgullosos y estarían dispuestos a comerse una sanción o a saber qué para que aquel tipo se llevase también su merecido.
#15
Ray
Ray
Para sorpresa de Ray la reacción del peliverde fue tremendamente menos comedida que la suya. El joven marine encontró la ocurrencia de su compañero ingeniosa y divertida, no pudiendo reprimir una media sonrisa, pero tampoco pudo evitar pensar que Taka no era realmente consciente de dónde se había metido. Aunque la forma rígidamente jerárquica y vertical de estructurarse de la Marina no podía distar más de su forma de pensar, el peliblanco sabía que había ciertos límites que no se podían traspasar. Mostrarse ligeramente insolente y no dejarse amedrentar era una cosa, humillar a un superior directo era otra muy diferente. Algo que podía tener serias consecuencias.

Siguiendo la escalada de la situación, de nuevo el joven se vio sorprendido por la sonora bofetada a mano abierta con la que el Sargento replicó a la contestación de Taka. Ray vio como Atlas, a la par que él, adoptaba una pose en la que parecía dispuesto a abalanzarse sobre su superior en cualquier momento, pero el chico de cabello verde parecía tener otros plantes. Con un gesto de su mano les indicó que se abstuvieran de implicarse en aquella situación, algo a lo que ambos hicieron caso. Si Taka creía poder salir de aquel embrollo sin su ayuda, ¿quién era él para impedirlo?

La respuesta que dio entonces al Sargento fue a su vez ingeniosa y temeraria. Doblando su apuesta y sin perder su chulería afirmó que la Capitana Montpellier se enteraría de lo sucedido, así como de la injustificada agresión por parte de su superior. Tanto Atlas como Ray asintieron, tratando de dar apoyo a la versión de su compañero. A decir verdad era una estrategia realmente buena, y el control de impulsos que exhibió al no hacer el menor amago de devolver el golpe impresionó al peliblanco notablemente.

En ese preciso instante un teniente se acercó, echando una reprimenda a ambos lados por su conducta y exigiendo una explicación. El Sargento, tratando de salvar los muebles después de que la situación se hubiera vuelto en su contra debido a su falta de autocontrol, se apresuró a disculparse y a afirmar que todo había sido debido a un error de juicio por su parte. Todo esto sin siquiera mirar en su dirección, en una muestra más de lo poco que le importaban las personas que se hallaban por debajo de él en el escalafón.

Ray, pese a que hubiera sido fácil dejarlo estar y aceptar aquel empate que su superior proponía, no fue capaz de callarse. Con tono firme pero no elevado, buscando que el teniente no se sintiera ofendido ni intimidado por él, afirmó:

- El Sargento dice en parte la verdad, señor. Ha creído ver algo inapropiado donde no lo había, pero a todas luces su comportamiento ha sido lo único inapropiado. La respuesta de mi compañero ha podido no ser la más afortunada, pero la respuesta ha sido absolutamente desproporcionada y muestra un profundo desdén por todas aquellas personas que ocupan un rango más bajo que él en el escalafón de la Marina. No solo ha agredido a un compañero marine sin mediar provocación valiéndose de la supuesta autoridad que su mayor rango le otorga, sino que como seguramente ha podido observar acto seguido ha tratado de provocarle para que respondiera de igual forma y así poder acusarle de insubordinación y tratar de borrar su mala praxis. No creo que tales acciones, que sin duda atentan contra el espítitu de la justicia y, por lo tanto, de la misma Marina, puedan quedar sin castigo, señor.

Era posible que se metiera en algún lío por lo que acababa de decir, pero no era más que la verdad. Había entrado en la Marina para hacer del mundo un lugar más justo, y desde luego era de justicia que en aquella situación el Sargento pagara por lo que había hecho.
#16
Atlas
Nowhere
¿En qué momento se había tragado Ray un diccionario? Tal vez lo trajese comido de casa, pero tuve que reprimir una carcajada cuando de su boca comenzaron a manar palabras como desdén o praxis. El discurso improvisado era tan demoledor como correcto en su forma, resultando en cierto modo apabullante para quienes habíamos estado allí y habíamos presenciado lo que había sucedido. Para aquel teniente que acababa de llegar debía resultar abrumador. El mando dejó que Ray concluyese sin dejar de mirarnos a todos alternativamente. No era un tipo viejo, pero se veía en las arrugar de expresión de sus ojos que su primer año en la Marina había quedado muy atrás.

Incluso cuando Ray ya había dejado de hablar, el teniente dejó que el silencio se extendiese durante no menos de treinta largos segundos en los que sus ojos sondeaban en lo más profundo de nuestras almas, asomándose por las pupilas como si tuviese la intención de descubrir nuestros más profundos e inconfesable secretos. Mentiría si dijese que no resultó terriblemente incómodo. Cuando creía que en cualquier momento se liaría a golpes con todos y cada uno de nosotros para completar el círculo de violencia que se había iniciado en la mesa, finalmente adoptó una postura más relajada y centró su atención en el sargento:

—En efecto, sargento, la capitana Montpellier se enterará de todo lo sucedido hoy aquí. Pero también lo hará el capitán Bradley. Y me encargaré de que ambos sean conscientes de todo lo que ha sucedido aquí —sentenció, haciendo especial hincapié en el todo que acababan de pronunciar sus labios—. Este tipo de conducta es inaceptable para cualquier marine independientemente de su rango, pero más todavía para alguien con su experiencia. Si llega a mis oídos que vuelve a pasar algo parecido yo mismo me encargaré de las sanciones disciplinarias, y créanme que si llega ese momento se preguntarán por qué demonios fueron tan imbéciles.

En cuanto el teniente reemprendió la marcha el sargento nos dio la espalda y se marchó sin siquiera volver a mirarnos. Mejor. No abrí la boca hasta que le perdí de vista.

—No sé si eres un valiente o un inconsciente —dije en voz baja a Taka—. O las dos cosas. Sí, seguramente sean las dos cosas. Menos mal que no nos ha salido mal la jugada, pero hemos estado a punto.

Aquellos tipos, seguramente tan peculiares como yo, eran lo más parecido a unos amigos que había podido hacer desde que había abandonado mi hogar. Tan extraños como sinceros —al menos en apariencia—, algo me decía que la relación que acabábamos de iniciar perduraría mucho más tiempo del que en ese momento éramos conscientes. Tal vez incluso en otra vida, en otro lugar, tiempo y espacio completamente diferentes. Pero bueno, demasiado divagar.

—¡Eh, tú! —exclamó Shawn desde la puerta al tiempo que me señalaba—. No creerías que te ibas a librar, ¿no? Ven aquí ahora mismo, que vas a hacer el entrenamiento de esta mañana para ir a la par que tus compañeros y luego lo vas a repetir para que no se te olvide.

No tenía demasiado claro cómo iba a jugar yo solo a atrapar la bandera, pero seguro que aquel condenado tenía una perversa y tremendamente exigente idea en mente que iba a sufrir con todo mi ser. A decir verdad, no dejaba de resultar bastante llamativo que aquel tipo, que no me conocía en absoluto desde antes de mi llegada a Loguetown, me hubiese escogido como su objetivo de semejante modo. ¿Acaso no tenía nada mejor que hacer, el muy desgraciado?

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#17
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