Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
Tema cerrado 
[Aventura] ¡Hoy es el día de Sumpa! [Parte 3 -T4]
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Día 17 Verano del año 724


La tensión en el aire era palpable, cada segundo transcurrido intensificaba la sensación de urgencia que te envolvía y a los niños en aquella habitación infernal. El espacio, aunque amplio, parecía empequeñecer con el peso de las presencias que habías sentido con tu Haki de Observación. Cientos de presencias. Estaban rodeados, y no eran solo niños. Los hombres que operaban este horror subterráneo se movían ahora hacia el comedor del sótano, y sus voces resonaban en los pasillos cercanos, cargadas de burla y seguridad. En ese instante, dos posibles rutas se presentaban ante ti.

Si sales por la puerta directa al comedor ...


Si decides salir por la puerta principal de la habitación, tendrías que enfrentar inmediatamente a diez hombres armados que estaban ya cerca del comedor. A través de tu Haki podías percibir su confianza y sus movimientos organizados. Cada uno de ellos llevaba cuchillos largos, palos reforzados, y al menos tres portaban armas de fuego rudimentarias, aunque funcionales. El pasillo hacia ellos era estrecho, lo que significaba que cualquier enfrentamiento sería frontal y extremadamente peligroso. Desde allí, podrías ver cómo los hombres hablaban entre ellos, riéndose mientras comentaban el descubrimiento de "la sirena". — ¡Una sirena de verdad! ¿Sabes lo que podríamos ganar con esa cosa? — Volvía a decir uno, golpeando una de las mesas con su machete. Estaba emocionado. — Tsk, olvídate de los niños por un momento. Esto es un boleto de oro. Los nobles pagarían un precio exorbitante por verla viva. — Eran dos tipos con el pelo blanco y parecían gemelos. Si optabas por este camino, sería una lucha directa, un enfrentamiento desigual que pondría a los niños en riesgo. Pero, si lograbs salir victoriosa, tendrías una vía rápida hacia la salida superior del sótano. ¿La desventaja? los hombres estaban preparados y podían hacer uso de los niños como rehenes en un abrir y cerrar de ojos. Además eran dos, pero se escuchaban muchos pasos arriba, es decir, serían varias luchas seguidas, cargando tú, con los niños.

Seguir por los túneles subterráneos ...


Por otro lado, había una opción más incierta pero que evitaba el enfrentamiento inmediato. Uno de los niños, un chico con cabello revuelto y ojos grandes, agarró tu manga, Asradi, con insistencia y señaló hacia el pequeño túnel por donde había entrado otro niño momentos antes. — Hay más abajo, señorita... por aquí podemos ir a los túneles. — Dijo, su vocecita rota pero llena de urgencia. El túnel era estrecho, oscuro, y descendía aún más en la red subterránea. El niño, que parecía haber explorado antes, agregó. — Esos túneles conectan con los otros lados. Los malos no van mucho por ahí porque dicen que se pierden...— Son niños "los malos" es un concepto tan ambiguo como extenso, pero es un dato importante, si es que es cierto. El pasaje, anclado en la pared, conducía a una intrincada red de túneles de piedra y tierra húmeda, un laberinto subterráneo que podría tanto servir como una vía de escape como convertirse en una trampa mortal. A medida que el niño hablaba, ibas captando ecos de presencias en esos túneles también, más niños. Quizás otros adultos. ¿Prisioneros? ¿Más captores? Era imposible saberlo sin adentrarse. Si tomabas esta ruta, dependería de la guía del niño y de tu propio Haki para evitar perderse y sortear los peligros que pudieran estar más adelante. La ventaja era la posibilidad de encontrar más niños y quizás una salida alternativa, pero la desventaja era clara, no había garantías, y bajar más te alejaba de cualquier ayuda exterior inmediata.

Los niños que te rodeaban esperaban en silencio, con ojos grandes y llenos de miedo. Cualquier movimiento en falso podía condenarlos a todos. La elección debía tomarse ahora.

La odisea de Kitiara, la madre de la niña ...


Mientras Asradi enfrentaba su dilema, la escena se desplazaba al cuartel de la Marina más cercano. La madre de la niña, jadeante y con los ojos desorbitados, irrumpió en el edificio, gritando y gesticulando desesperada. La sala estaba llena de marines ocupados en papeleo y asuntos menores. Una oficial con el uniforme impecable, de cabello recogido en un moño estricto, levantó la vista, claramente irritada por la interrupción. — ¡Por favor, ayúdenme! ¡Mi hija! ¡Se la han llevado! ¡Hay niños secuestrados en un sótano! — Exclamó la mujer, apenas logrando formar frases coherentes. La oficial frunció el ceño y dejó caer su pluma sobre la mesa con un suspiro exasperado. — Señora, cálmese. Primero, dígame dónde está su hija y quién la tiene. Luego, veremos si podemos enviar a alguien a investigar.— Parecía desganada. — ¡No hay tiempo! ¡Tienen a mi hija y a otros niños! Es en un sótano, en una tienda vieja cerca de la plaza—La oficial la interrumpió con un gesto de la mano.

Señora, usted no puede venir aquí gritando y esperando que movilicemos a la Marina sin pruebas claras. Podría ser un malentendido. Quizás su hija se perdió entre la multitud. ¿Avisó a las autoridades locales antes de venir aquí? — Con todo su papo. La madre golpeó la mesa con las palmas abiertas, su rostro desencajado por la frustración. — ¡No es un malentendido! ¡La vi llevársela! ¡Vi las astillas de su juguete! ¡Una mujer me ayudó, una sirena! ¡Por favor, no puedo perder más tiempo! — La mención de una sirena hizo que algunos marines en la sala alzaran la vista con curiosidad o burla. La oficial dejó escapar una risa seca, claramente escéptica. — ¿Una sirena? ¿De verdad espera que crea eso? Señora, mi consejo es que vuelva a casa y espere noticias. Si su hija no aparece en las próximas horas, entonces hablaremos. Ahora, por favor, salga de aquí.— Desesperada, la madre no encontró otra opción. Cuando la oficial y los demás marines volvieron a ignorarla, aprovechó un momento de descuido. Cerca de la entrada había un soporte con armas de bajo calibre. En un acto de desesperación absoluta, tomó una pistola y salió corriendo antes de que alguien pudiera detenerla. Los gritos de alarma estallaron detrás de ella, pero la mujer ya estaba fuera, corriendo de regreso hacia la tienda. Con el arma temblando en su mano y el corazón latiendo desbocado, su único pensamiento era volver al sótano. Ella iba a recuperar a su hija, con o sin ayuda de la Marina.

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#1
Asradi
Völva
Personaje


Asradi sentía como el corazón le latía a mil por hora. El descubrimiento de aquella red de secuetro de niños le provocaba náuseas e indignación a partes iguales. Era consciente, por otro lado, que las decisiones que tomase iban a ser decisivas. No solo para ella misma, sino también para esas criaturas que ninguna culpa tenían. Sentía las miradas de los niños, su desesperación y su confianza hacia ella misma, como si fuese un bote salvavidas al cual aferrarse. La única que parecía haber ido en su busca. No podía creerse que hubiese tal cantidad de niños y niñas desaparecidos y la Marina ni tan siquiera hubiese movido un dedo. O, al menos, eso era lo que ella creía.

Asradi tomó aire y acarició la cabeza de uno de los niños que tenía más cerca. Todavía mantenía su Haki de Observación activo, por lo que podía, al menos, sentir y percibir lo que sucedía alrededor. Las presencias en dirección al comedor. Y también las más lejanas a través de la red de túneles.

¿Qué hacer? Ambas opciones eran complicadas. Ambas tenían sus pros y sus contras. Mientras la sirena estaba intentando dilucidar cual sería la mejor, una manita se cerró en torno a la suya. Fue ese gesto el que le hizo bajar la mirada y encontrarse con eses ojazos preciosos que la miraban con una mezcla de temor y seguridad. La seguridad que ella les daba por el simple hecho de estar allí y preocuparse por ellos. ¿Cuánto tiempo llevarían ahí metidos los pobres?

Finalmente, tomó una decisión tras escuchar las palabras de uno de los niños.

Entonces usaremos los túneles. — Corrían el riesgo de perderse, pero quería confiar en su orientación, en su Haki de Observación y en el hecho de que los niños pudiesen guiarla, aunque fuese parcialmente, por usar dichas conexiones subterráneas.

El llevarlos directamente hacia la salida, por el otro camino, también conllevaba sus riesgos. Y los tipos podrían usar a los niños como escudo o como rehenes. Todavía más.

Buscaremos al resto de niños, todos los que podamos, y buscaremos una salida. — Tenía que haber alguna en algún lado. Solo esperaba poder encontrarla y que a los niños no les pasara nada.

Era arriesgado también, pero era la opción más “segura” que tenía ahora mismo.

Voy a necesitar también vuestra ayuda. Vosotros conocéis los túneles, ¿verdad? — Miró a los niños que estaban con ella. — Si colaboramos todos, podremos salir de aquí.

Captaba también otras presencias aparte de los niños. ¿Se tratarían de más guardias? Era un riesgo, pero era un todo o un nada.

Tras decidirse, por fin comenzó a organizar a los pequeños y unos cuantos minutos después, ya se habían metido todos por el agujero de la habitación en la que se encontraban ahora mismo.

No sabía en qué iba a acabar aquello, pero esperaba al menos poder ayudar y sacar de allí a la mayoría. O a todos los que pudiese.

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#2
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El túnel parecía tragarse a Asradi y a los once niños que eran ya que la seguían con pasos temblorosos y respiraciones entrecortadas. El ambiente era pesado, cargado de humedad y un hedor que se hacía cada vez más penetrante. Las paredes del túnel eran de tierra compactada, con raíces sobresaliendo de vez en cuando como garras retorcidas que parecían querer aferrarse a los intrusos. El espacio era claustrofóbico. Aunque los niños, debido a su tamaño, lograban moverse con cierta facilidad, para la sirena, con su altura y su complexión, cada paso era una prueba de resistencia. Las paredes se estrechaban gradualmente, forzándote a avanzar agachada, con tus brazos chocando a veces contra las raíces o las piedras del suelo. A pesar de ser una criatura del océano, acostumbrada a la vastedad del agua, el confinamiento de aquel lugar era un tormento psicológico. Tu respiración se tornaba más pesada con cada metro recorrido, como si el mismo túnel le estuviera robando el oxígeno. Pero no era solo el espacio lo que hacía de aquel recorrido una pesadilla. Los insectos. Por momentos, pequeñas criaturas chasqueaban sus patas sobre las paredes y el suelo. Escarabajos negros y brillantes parecían observar desde las sombras, mientras algunas cucarachas enormes se cruzaban por el camino, moviéndose rápido en dirección contraria. Asradi, sientes cómo una de ellas se subía por su brazo en algún momento, y tienes que contener cualquier posible grito ... Por la esquina de tu ojo, logras vislumbrar un grupo de arañas del tamaño de tu palma que se arrastraban entre las raíces enredadas sobre el techo del túnel. Uno de los niños, un pequeño que apenas parecía tener cinco años, comenzó a sollozar en silencio al ver cómo una lombriz gruesa y gelatinosa se movía lentamente frente a él.

El túnel se volvía más angosto conforme avanzaban, obligándo a gatear en algunos tramos. Tu cola, aunque flexible, rozaba constantemente con las paredes, arrancándole trozos de piel que quedaban adheridos a las irregularidades del suelo. El aire estaba cargado de polvo y partículas de tierra que se metían en tu nariz y garganta, provocándole un ardor insoportable. Los niños se esforzaban por seguirte, pero algunos tropezaban, y el sonido de sus pequeños gemidos hacía que la situación pareciera aún más desesperada. La claustrofobia y el horror del lugar solo empeoraban con la falta de luz. La única fuente de iluminación era el tenue brillo de una linterna que uno de los niños había traído consigo, y que ahora tú sostenías con una mano firme. Pero incluso esa luz parecía menguar ante la oscuridad sofocante del túnel. Sientes tu cuerpo sudar y es por que hay una temperatura media de unos treinta y nueve grados, lo que te hace asquear aún más el lugar [Debilidad al calor].

Tras lo que parecieron horas, pero que en realidad fueron unos treinta minutos de tortura, el túnel comenzó a ensancharse. Por fin, llegáis a una pequeña abertura en el techo. Uno de los niños, con las piernas temblorosas, señaló hacia arriba. — Es por ahí. Al otro lado hay una sala grande. — Tendrías que ayudar a los niños a trepar primero, asegurándote de que todos pasaran a través de la estrecha abertura. Cuando te toca a ti, tendrás que hacer un esfuerzo titánico, sintiendo cómo las aletas y tu espalda rozaban las paredes del conducto de aire. Con cada movimiento, el túnel parecía querer atraparte, como si fueras incapaz de dejarte ir. Finalmente, con un último empujón, logras salir. Caes al suelo con un leve jadeo, levantando polvo a su alrededor. La sala en la que ahora se encontraban era un espacio amplio, de unos 20x20 metros, con un techo alto que parecía proporcionar un alivio inmediato después de la opresión del túnel, aunque la calor no dimsinuye. Las paredes eran de un cemento desgastado, llenas de grietas y manchas de humedad que se extendían como venas oscuras. En el centro de la sala había una larga mesa de madera, rodeada por varias sillas, muchas de las cuales estaban volcadas o rotas. En un rincón, un tablero de corcho lleno de notas y fotografías colgaba torcido, como si hubiera sido abandonado en medio de una reunión importante.

El lugar tenía toda la apariencia de una sala de reuniones improvisada, aunque ahora estaba desierta. El eco de sus movimientos y respiraciones resonaba en el aire, dándole al ambiente un carácter casi fantasmagórico. El mareo comenzó a instalarse en ti casi de inmediato. Era un efecto extraño, como si el aire de aquel lugar estuviera contaminado de alguna manera. Un leve zumbido en tus oídos te hizo tambalear, y tienes que apoyarte en la mesa para no perder el equilibrio. Los niños, aunque exhaustos, se agruparon a tu alrededor, preocupados por tu estado. Uno de los más grandes, una niña de unos doce años, se le acercó con expresión alarmada. — ¿Estás bien, señorita? Te ves... rara. — Y no es para menos, entre la calor, el mareo y la confusión... Parece que estar embarazada. El ambiente de la sala estaba cargado, y el aire que respiraba tenía un sabor metálico que le raspaba la garganta. Quizás era el cansancio. Quizás algo más. Pero una cosa estaba clara: debían seguir adelante, y rápido. Algo en aquel lugar no era normal, y quedarse allí más tiempo no era una opción segura.

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#3
Asradi
Völva
Personaje


Asradi había decidido ir delante de la mayoría de los niños, básicamente para ser ella quien estuviese al frente por si algo sucedía o se encontraban con cualquier cosa a medida que avanzaban. Pero en lo que eso sucedía, el lugar iba haciéndose cada vez más claustrofóbico y, no solo eso, sino que el calor comenzaba a aumentar en lo que parecían ir descendiendo. De vez en cuando, la sirena miraba hacia atrás. Los niños se movían más o menos con soltura en aquel ambiente, aunque se notaba que estaban cansados y torpes. Seguramente desnutridos. Ella estaba ya acusando los efectos de las temperaturas que iban subiendo por momentos, notando como tenía la frente plagada de sudor donde algunos de sus oscuros mechones se pegaban a la piel debido a dicha humedad. En eses momentos, se maldijo a sí misma. Asradi estaba habituada a mares más fríos y no soportaba bien las temperaturas demasiado altas. Y eso, ahora mismo, casi parecía un horno que se estuviese empezando a encender. Solo esperaba poder resistir lo suficiente. Al menos hasta sacar o ayudar a los niños.

Porque todo eso lo hacía por ellos.

Durante el trayecto, a pesar del sofoco y del asqueo de los insectos que se iban encontrando a medida que avanzaban, intentaba insuflarles palabras de ánimo a los pequeños. El lugar era angosto y para ella le era más complicado moverse. Sentía los roces y algunos arañazos en sus brazos, en su abdome y en su cola, al tener que ir casi arrastras. Pero lo hacía con el suficiente cuidado. No por ella, sino para no hacer un mal movimiento que pudiese lastimar a alguno de los niños. Prefería lastimarse ella, dentro de lo que cabía.

Fuese como fuese, tras un trayecto angosto al que a ella le pareció eterno, terminaron llegando a lo que parecía ser una salida. No la que esperaban como tal, pero al menos sí la salida de aquel entramado tunel por el que se habían metido.

¿Por aquí? — La sirena apuntó con la linterna que, anteriormente, uno de los niños le había dado, hacia el lugar en cuestión.

Allí arriba, en lo que parecía ser una abertura en el techo del tunel, salía algo de luz. Asradi asintió, confiando en el sentido de orientación y conocimiento de los pequeños al respecto de ese lugar.

Dejó, de momento, la linterna en el suelo y procedió a aupar a los niños uno a uno hacia dicha abertura. Solo cuando se aseguró de que estuviesen todos bien ahí, fue ella la que siguió. Volvió a sujetar la linterna, esta vez entre los dientes, para poder sujetarse con manos y brazos y auparse ella misma hacia dicho lugar. Una vez conseguido esto, Asradi se tuvo que sostener con las manos en el suelo, jadeante, por el esfuerzo. Ese calor la estaba matando, por así decirlo. En realidad solo le dificultaba todavía más las cosas. Como si no estuviese ya en una situación peliaguda. Inicialmente, no se fijó en el lugar, tratando de recuperarse lo más rápidamente posible. Notaba el escozor en sus brazos debido a la fricción de cosas que había rozado o clavado mientras avanzaba por el tunel.

¿Qué es...? ¿Qué es este lugar? — Asradi, finalmente, se adelantó un poco, pero tuvo que sujetarse de lo primero que encontró. Eso fue una larga mesa. Cerró los ojos con algo de fuerza, sintiéndose repentinamente mareada. Ese zumbido en los oídos y esa sensación opresora en el ambiente... No era normal, esas náuseas no eran normales, aunque supuso inicialmente que serían a causa del calor.

Solo cuando escuchó la voz de una de las niñas, hablarle directamente, fue que tomó aire y fuerzas de flaqueza para asentir. Debía ser fuerte por ellos.

Sí... Sí, estoy bien, no os preocupéis. — Les sonrió de manera suave, solo para no alarmarles. Cuando alzó la vista, en el momento en el que ese mareante velo le dió unos segundos de respiro, fue que se fijó en el interior. Había muebles y sillas tirados, volcados. Una mesa larga y sucia, también con signos de abandono, así como el ambiente polvoriento y cargado. El calor que hacía tampoco ayudaba a eso.

Por inercia, miró un momento a los niños.

¿Solo vosotros conocéis este lugar? ¿Habéis visto a alguno de los malos alguna vez por aquí? — Se atrevió a preguntar.

Su mirada se posó, directamente, en el corcho, buscando entre las notas y fotografías algo que les pudiese dar alguna pista. Tanto de donde estaban como si de habría alguna salida de aquel lugar, o algo que les conectase con el resto de galerías.

De todas maneras, mientras esperaba respuesta de los niños, Asradi extrajo algo de su pequeña mochila. Un par de vendas y uno de sus mejunjes. Notaba el antebrazo casi en carne viva, al haberse raspado durante el angustiante trayecto hasta ahí, y como algo de sangre bajaba por la piel.

¿Habéis ido más allá de esto? — Preguntó, mientras se hacía una cura de primeros auxilios. No podía arriesgarse a que se le infectasen las heridas y que eso, a la larga, fuese una desventaja para ella y para los pequeños.

También aprovechó para echar un vistazo más crítico a los niños.

Sé que debemos seguir, pero si alguno se ha lastimado, que me avise para hacerle algunas curas. — Lo primero eran ellos, después de todo.


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#4
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El aire se hacía más pesado a medida que avanzabas por el túnel. Los niños caminaban detrás de ti en fila, sus pasos resonando de forma tenue contra las paredes húmedas. El ambiente era opresivo, con un calor sofocante que te dificultaba avanzar. Cada metro que recorrías te exigía más esfuerzo, y tu cuerpo empezaba a acusar los roces y arañazos que las paredes rugosas dejaban en tu piel. La luz parpadeante del túnel no ayudaba, y las sombras que proyectaba hacían que cada paso pareciera más incierto.Uno de los niños pequeños tropezó con una raíz que sobresalía del suelo, pero otro de los más grandes lo sostuvo antes de que cayera. Era evidente que estaban agotados, pero ninguno se quejaba. Su fortaleza, a pesar de su situación, resultaba admirable. Mientras avanzabas, sentías cómo pequeños insectos cruzaban por tus manos y, en ocasiones, trepaban por tus brazos. Una cucaracha particularmente grande apareció en el camino, provocando que una de las niñas soltara un pequeño gemido de terror antes de cubrirse la boca rápidamente.

El túnel se estrechaba más con cada metro, obligándote a avanzar casi a rastras. El sudor empapaba tu frente, mezclándose con el polvo que flotaba en el aire y se pegaba a tu piel. A pesar de todo, seguías adelante, asegurándote de que los niños no se quedaran rezagados. Finalmente, tras lo que parecieron horas, llegaste a una abertura en el techo. Desde ahí, un tenue rayo de luz iluminaba el suelo del túnel. Uno de los niños señaló hacia arriba, murmurando que ese era el lugar por el que debían salir. Uno a uno, los niños comenzaron a trepar con tu ayuda. Te aseguraste de que cada uno estuviera a salvo antes de subir tú misma, usando todas tus fuerzas para impulsarte hacia la nueva sala. Una vez dentro, apoyaste las manos en el suelo y tomaste aire, intentando recuperarte del esfuerzo. El espacio al que habías llegado era amplio, al menos veinte metros por lado. Una mesa larga y sucia ocupaba el centro, rodeada de muebles volcados y sillas rotas. Las paredes estaban manchadas de algo que parecía moho, y el aire era pesado, cargado de un calor casi insoportable. Uno de los niños se acercó a ti, tirando suavemente de tu brazo para llamar tu atención.

Aquí no vienen mucho los malos... pero a veces sí.— Otra niña, más valiente, señaló hacia un corcho clavado en la pared. Había papeles pegados, notas garabateadas y un mapa. Te acercaste para examinarlo mejor, observando las palabras y rutas marcadas. Una de las zonas estaba etiquetada como "Zona de Procesamiento". Al leerlo, un escalofrío recorrió la sala.Antes de que pudieras estudiar más a fondo el mapa, un ruido metálico resonó desde el túnel. Era un sonido grave y pesado, como si algo o alguien estuviera acercándose con intención. Los niños, asustados, corrieron a esconderse detrás de la mesa y los muebles. El silencio solo duró unos segundos antes de que una figura emergiera del túnel.Un hombre alto y corpulento apareció, sujetando una maza de púas que arrastraba ligeramente contra el suelo. Su rostro estaba marcado por una cicatriz que cruzaba desde su frente hasta su mandíbula, y su sonrisa era cruel, llena de burla.— Vaya, vaya... parece que los ratones han encontrado un nuevo agujero.— Su voz resonó en la sala mientras daba un paso adelante. Golpeó el suelo con la maza, provocando un eco ensordecedor. Su mirada se clavó en ti. — ¿Qué clase de héroe tenemos aquí? Esto va a ser divertido.— El hombre levantó su arma con una facilidad que resultaba inquietante. El ambiente se tensó de inmediato, y el sonido de los niños conteniendo la respiración se volvió evidente. Estaba claro que no había más opción que enfrentarlo.

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#5
Asradi
Völva
Personaje


Cuando se pasó una mano por la frente, la notó empapada de sudor, intentando con ello despejar parte del mismo y algunos mechones oscuros que se le habían pegado debido a ello. Los niños parecian estar bien. Asustados y demás, pero bien dentro de lo que cabía. Era como si el viaje a través de aquellos túneles no les hubiese afectado. No a primera vista, al menos. Así que, de momento, la sirena estaba tranquila con ello. Lo que le estaba costando era enfocar bien. Se pasó ambas manos por la cara, intentando espabilarse. Esas náuseas que le habían asolado desde hacia un buen rato. Era cierto que era un trapo cuando se trataba de exceso de temperaturas, pero no pensó que le fuese a afectar tan de repente. Asradi tomó aire para centrarse, y sonrió a uno de los niños que le había ido a tirar, muy suavemente, del brazo para llamar su atención.

A veces... — Murmuró. — Entonces tendremos que darnos prisa y tener cuidado. Ahora bien... En el momento en el que nos encontremos con uno de los malos, quiero que lo primero que hagáis sea buscar un refugio. — La prioridad, para ella, era la seguridad de esas criaturas.

Tras dedicarle una caricia en la mejilla, Asradi se intentó sobreponer un poco del mareo, y fue a inspeccionar lo que la niña también le señalaba. Acortó la sirena distancias con el corcho y ahí pudo ver la cantidad de papeles pegados y enganchados al mismo.

¿Cómo que zona de...? — Asradi se quedó helada. ¿Zona de procesamiento? ¿Estaba leyendo bien?

De repente se le revolvió el estómago y los sudores comenzaron a ser fríos. Esperaba que ese papel fuese de algo más antiguo que de lo que estaba pasando ahí con los niños. Es que no quería ni pensarlo. Por inercia, continuó buscando más pistas, intentando sacar algo en claro de aquel mapa. Pero antes de que pudiese volver a centrarse en dicho trozo de papel un sonido pesado y metálico le alertó. Alguien se acercaba.

Asradi se tensó de manera notoria, y miró de inmediato a los niños.

Escondéos. — Les susurró, instándoles a que se apurasen a hacerlo. Fue la misma sirena la que buscó interponerse en el camino desde el túnel en concreto. Apretó los dientes cuando, momentos después, un tipo corpulento y con un arma de tamaño más que considerable que arrastraba según caminaba.

Los ojos de Asradi se entrecerraron. El tipo era realmente intimidante, lo que provocó que la sirena tragase saliva unos momentos. ¿Serviría de algo dialogar con él? Podría intentarlo. Podría... Aunque tal esperanza se fue al traste cuando le vió elevar su arma.

No tenemos nada contra tí, solo déjanos marchar. Los niños no tienen culpa de nada. — Asradi mantenía su postura y, de hecho, activó su Haki de Armadura solo por si acaso. Por si tenía que enfrentarse sí o sí con ese tipo.

Pero visto lo visto y por los aires que el moreno estaba tomando, no había más opción.

La coloración oscura no tardó en cubrir el cuerpo de la sirena, preparándose para lo que pudiese venir. Pero contrariamente a lo que se pensase, Asradi no atacó físicamente, sino que lo hizo con su voz. La sirena tomó aire, entreabrió los labios y un cántico brotó de ellos. Más que un cántico, parecía ser alguna especie maldición, porque el aire vibró a su alrededor y como si fuese una especie de onda expansiva e invisible, se dirigió hacia aquel tiparrón.



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Ataques y Mates





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#6
Ragnheidr Grosdttir
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La figura corpulenta se detuvo apenas un instante al escuchar tu voz. Aquel hombre tenía una presencia abrumadora, de estatura imponente, con hombros anchos y un brazo que sostenía una especie de garrote metálico lleno de muescas, como si hubiera sido usado más de una vez para propósitos violentos. Vestía ropas harapientas, sucias y manchadas, pero sus ojos eran lo que realmente intimidaba. Eran oscuros, fríos, y su mirada transmitía una mezcla de determinación y desprecio. El sonido metálico de su arma al arrastrarse por el suelo resonó con un eco desagradable en la sala vacía. Cuando hablaste, sus pasos se detuvieron. Por un breve momento, una chispa de duda pareció cruzar su rostro, como si estuviera procesando tus palabras. Sin embargo, su expresión pronto se torció en una sonrisa sardónica.

¿Marchar? —Dijo con voz grave, áspera, casi un gruñido. Su tono estaba cargado de burla. Clavó sus ojos en ti, ignorando deliberadamente a los niños que ya se habían escondido. La sonrisa en su rostro se amplió, mostrando dientes amarillos y torcidos. —¿Crees que vas a salir de aquí con vida, mucho menos con ellos? Eres valiente, sirena, pero también una necia. — El hombre no parecía dispuesto a negociar. Cuando levantó su garrote, el movimiento fue lento pero deliberado, como si estuviera evaluando cuánto tiempo te quedaría antes de que decidiera atacar. Fue entonces cuando el cántico que salió de tus labios llenó la sala. El ambiente cambió al instante. La vibración invisible de tu voz se sintió como una ola en el aire, haciendo que el polvo en la sala se levantara ligeramente del suelo y que los papeles en el corcho temblaran. El hombre detuvo su movimiento, sus pupilas se dilataron por un instante, y su rostro mostró algo que no había mostrado hasta ahora: desconcierto.

Sin embargo, no era un enemigo cualquiera o por lo menos, un civil más. Aunque el cántico pareció afectarle, apretó los dientes con fuerza y se tambaleó unos pasos hacia atrás, logrando mantenerse en pie. Golpeó el suelo con su arma, como si intentara anclarse a la realidad. —¡Maldita bruja! —Espetó, con voz entrecortada. Su resistencia era evidente, pero no perfecta. La onda de tu cántico le había alcanzado de lleno, y ahora sudor frío recorría su frente mientras trataba de recomponerse. No obstante, su orgullo y su ferocidad parecían estar manteniéndolo de pie. Se inclinó hacia adelante, con su garrote listo para atacar, pero había algo más en sus movimientos: estaban torpes, como si su cuerpo no respondiera del todo bien. La onda de tu cántico había debilitado su postura, pero no lo suficiente para que dejara de ser un peligro. Ahora, era un juego de estrategia. El hombre estaba tambaleándose, vulnerable pero todavía armado. Para tu sorpresa y aparentemente, la de él, algo sucede. —¡Qué te has pensado! — Un aura imponente recorre todo su cuerpo. Sus músculos crecen, tensándose sin fin, la tonalidad de su cuerpo se vuelve más oscura. Puedes observar cómo agarra su garrote de pinchos e incluso, de la presión, modifica el mango. — Shincsus ... — Susurra. Después, se lanza peligrosamente hacia ti, intentando golpearte con el mazo en las costillas.


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#7
Asradi
Völva
Personaje


Para bien o para mal, había logrado captar la atención de aquel tipo. Era realmente intimidante, hasta el punto de que la sirena tragó saliva unos momentos. Por fortuna, los niños ya se habían escondido y, aunque eranparcialmente visibles, el hombre los había ignorado deliberadamente, al menos por ahora, para centrarse en ella. Prefería que fuese así y que no cargase contra los infantes.

Las palabras, llenas de desprecio, terminaron por arrancarle un fruncimiento de ceño. Todavía se sentía bastante mareada. Era como si, a medida que descendían por los túneles, el calor fuese a más. Notaba el cuerpo perlado de sudor, aún por donde la coloración oscura de su Haki le rodeaba y protegía.

Quizás el necio aquí seas tú. — Si, el otro era grande y fuerte con respecto a ella. Pero nunca se debía subestimar a nadie. Era verdad que estaba fuera de su elemento, en desventaja. Y peor aún, con esas náuseas que todavía no era capaz de quitarse de encima.

Como si fuese a caer de un momento a otro, a juzgar por el suave temblor que, de vez en cuando, acuciaba su cuerpo. El sudor en su frente era molesto. De momento, su primer aviso parecía haber funcionado. El hombre la miraba ahora con un deje de confusión. Asradi sí era consciente del poder que tenía su voz y se aprovechaba de eso. Todas la sirenas tenían un don al respecto, parecidos pero nunca iguales, probablemente. Cada una tenía lo suyo. Eran habitantes del mar, por algo estaban, también, en las leyendas de las gentes de la superficie.

Una sonrisa suave, cargada de condescendencia, apareció en los labios de la sirena.

Sí, bruja... Quizás deberías tener más cuidado al respecto. Ya sabes la fama que tenemos las sirenas. — Y la sonrisa se le amplió dejando ver, esta vez, la hilera de dientes afilados que había dejado mostrar a propósito, solo para intimidarle o para dar más peso a sus palabras. No quería mostrar ni un solo signo de debilidad frente a aquel tipo, aunque no se encontrase demasiado bien ahora mismo.

Asradi entornó los ojos cuando, finalmente, el otro se dispuso a atacar. Pero lo que no se esperó fue que una pequeña sombra la intentase ayudar. Intentase protegerla. A ella.

¡No! — Sin pensar en posibles consecuencias para sí misma, la sirena se fue contra la niña que se había interpuesto. La abrazó contra su cuerpo y le dió la espalda al contrario para interponerse entre la ofensiva contraria y la niña. Por fortuna, el Haki de Armadura hubo absorbido parte de aquel golpe, aunque se le escapó un jadeo de dolor cuando el mazo sí terminó por lastimarla. Notó el chasquido suave en su espalda, aunque la oscura coloración había absorbido la mayor parte del impacto.

La pelinegra apretó los dientes, con esa creciente sensación de rabia y náuseas crecer al mismo tiempo. No quería dar un espectáculo de sangre delante de un puñado de niños. Tras asegurarse de que la pequeña estaba bien y entera, le sonrió de manera suave.

Ve con los demás... — Le susurró, dándole un pequeño empujoncito para instarla a que le obedeciese.

En el momento en el que la infante se alejó, obedientemente, aunque preocupada por lo que acababa de suceder, la sirena se volvió hacia el moreno, como un peligroso tiburón acechando. Esta vez fue un “grito” lo que dirigió, como la vez anterior, hacia el hombre, en dos tonadas arrasadoras. Como si el mismo mar se rebelase contra él.

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#8
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El gigantón ancló sus rodillas en el suelo y con las manos en los oídos. El grito resonó en el túnel como un trueno atrapado entre paredes de piedra, haciendo vibrar el aire y el suelo por igual. Los hombres armados que acababan de llegar se detuvieron en seco, algunos por el puro impacto del sonido, otros con una mezcla de desconcierto y alarma evidente en sus rostros. Uno de ellos, más joven, dejó caer su arma, llevándose las manos a los oídos con un gemido ahogado. El líder de la escuadra no mostró la misma debilidad, pero incluso él entrecerró los ojos, claramente afectado por la intensidad del ataque sonoro. Miró al moreno herido que ahora yacía de rodillas, tambaleándose, como si el mismo grito le hubiera derribado la última pizca de resistencia que le quedaba. El hombre seguía consciente, pero estaba lejos de poder levantarse, respirando con dificultad, como si una fuerza invisible le hubiera aplastado contra el suelo.

¡Formación! — La voz del líder resonó, firme pero con un tinte de urgencia. Sus hombres intentaron reagruparse, aunque el caos que había generado el impacto inicial dificultaba la coordinación. Algunos miraban hacia la sirena con una mezcla de fascinación y temor, como si no supieran exactamente a qué se enfrentaban. El rumor de la leyenda se palpaba en el ambiente; las historias de sirenas no eran desconocidas, pero enfrentarse a una en carne y hueso, especialmente bajo estas circunstancias, era otra cosa. Desde el lado opuesto del túnel, más hombres comenzaron a moverse hacia la escena, bloqueando aún más las posibles salidas. La abertura lateral, aunque estrecha, no pasó desapercibida para algunos de ellos. Uno de los soldados la señaló, pero antes de que pudiera decir algo, el líder alzó una mano para detenerle. — No subestimen a esa cosa —Dijo el líder con un tono severo, sus ojos fijos en la figura de la sirena. Su evaluación era fría, analítica, pero también cargada de una prudencia palpable. Hacía un gesto a sus hombres, indicando que mantuvieran la distancia y no se acercaran sin una estrategia clara.

El ambiente estaba cargado. Entre el eco del grito que aún parecía retumbar en las paredes y la respiración pesada de los presentes, la tensión aumentaba con cada segundo que pasaba. Los hombres evaluaban la situación, sus armas listas, pero sus movimientos estaban llenos de dudas. Había algo en la forma en que las sombras danzaban en las paredes, algo en el aire sofocante y húmedo del túnel, que parecía advertirles de que cualquier paso en falso podría ser fatal. Al fondo, cerca de la abertura lateral, un niño hizo un leve ruido al moverse, tratando de mantener su escondite, pero el eco traicionero del túnel lo delató. Uno de los soldados giró bruscamente la cabeza hacia ese lado, sus ojos escudriñando la penumbra.

El líder no apartaba la vista de la sirena. Era evidente que estaba considerando sus opciones, su mente calculando si perseguirla valía el riesgo que implicaba. Los hombres, aunque armados y en superioridad numérica, no avanzaron de inmediato. Se sentía en el aire: ellos, al igual que el líder, estaban midiendo a su oponente. La pausa era tan densa como el calor que seguía aumentando en el ambiente.

Puedes atacar, si lo haces, les pondré nivel a los enemigos, eso sí, son muchos. Si decides movilizarte, siempre puedes volver por el angosto túne, sola, porque no dará tiempo a los niños a escapar. O caminar por un camino cercano, que te llevará a un laberinto de pasillos.
#9
Asradi
Völva
Personaje


Por desgracia, Asradi no pudo respirar aliviada en cuanto el gigatón terminó por hincar las rodillas en el suelo. El eco de su voz, vibrante y peligroso, todavía resonaba en el interior de aquella estancia. Lo peor de todo es que, por desgracia, se había colado y escuchado en el resto de algunos de los túneles cercanos y el sonido de pasos y de más gente acercándose a toda prisa no había tardado en comenzar a escucharse. Los ojos celestes de la sirena se posaron, primeramente, en el tipo. Con un poco de suerte estaría inmovilizado durante un rato más. Y, por otro lado, el mareo que sentía todavía continuaba pero, por fortuna, esas náuseas ya no eran tan acuciantes como al principio de todo.

La pelinegra tomó aire y lo primero que hizo fue echar un vistazo rápido hacia donde, sabía, estaban escondidos los niños. Solo cuando volvió la vista al frente fue que apretó la mandíbula al ver que ya habían aparecido más matones. Los notaba titubeantes, quizás el eco de su voz les había afectado a medida que se hubiesen aproximado al lugar. Pero la mirada y la atención de la sirena se posó en el que parecía ser el líder de aquel grupo, al notarlo bastante más entero que los demás.

Esta cosa puede hacer que estes túneles se derrumben si os acercáis a los niños. — En realidad era un farol, pero iba a intentar tirar de su carisma para ganar algún tipo de favor o de beneficio si le era posible. No por ella, sino por los infantes que ninguna culpa tenían. — Nosotros caeremos enterrados, pero vosotros no os libraréis tampoco de ello.

Al fin y al cabo, ya habían comprobado de una manera u otra lo que la sirena podía hacer con su propia voz. Lo peor de todo, es que se le estaban terminando las opciones. Podía pelear, pero no estaba segura ni de cuantos eran ni de cuánto aguantaría. Y había un túnel cerca suya, pero no estaba dispuesta a irse sin los niños. Ese era uno de sus mayores defectos. Era incapaz de dejar tirada a la gente que la necesitaba, aunque luego ella sufriese las consecuencias.

Lo mejor que podéis hacer es dejarnos marchar. La Marina está de camino, les he avisado y les he dado la localización de este lugar. — No lo había hecho como tal, pero sí se lo había encargado a la madre de aquella niña a la cual, por desgracia, todavía no había visto. Quizás se encontrase en otro complejo de túneles. — A juzgar por el tiempo que ha pasado, no creo que tarden demasiado en llegar. ¿Preferiríais que os ejecuten? O peor todavía, pasar el resto de vuestras vidas entre rejas. Y, al fin y al cabo, este negocio tiene más desventajas que compensaciones económicas.

Mantenía la mirada fija y puesta sobre el que parecía ser el líder. A pesar del mareo que sentía y de que todavía notaba la vista algo nublada y borrosa, parecía mantenerse firme. O, al menos, lo suficiente como para no mostrar signos de flaqueza ante toda esa gente. No era el momento ni tampoco lo recomendable. Era consciente de que, en el instante en el que mostrase un signo de debilidad, cargarían a por ella.

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