Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
[Aventura] Ser marine nunca fue fácil [T2]
Irina Volkov
Witch Eye
Día 6 de verano.

Dan, avanzas a paso lento por el empedrado irregular de Logutown, tus pisadas resonando con un eco apagado en las callejuelas estrechas y húmedas. La brisa salada que soplaba desde el puerto parecía traer consigo una pesada melancolía. La ciudad estaba envuelta en una niebla densa que no solo ocultaba las esquinas, sino que también parecía adherirse a la piel como un manto húmedo. Las antorchas en las paredes parpadeaban con luz débil, proyectando sombras que bailaban como espectros. Era uno de esos días en que el tiempo parecía confabularse para oscurecer los ánimos, y el aire estaba impregnado de un murmullo inquietante, como si la isla misma estuviera al tanto de algún peligro inminente. A medida que te acercabas al "Trago del Marinero", notas cómo el bullicio que proveniente de la taberna comenzaba a superar el susurro del viento. Gritos, risotadas y cánticos desafinados se mezclaban con el sonido de vidrios rompiéndose. Era un lugar infame, y las historias que lo rodeaban daban tanto miedo como curiosidad. Algunos decían que los más temidos corsarios del East Blue habían cerrado tratos turbios en esas mesas, y otros aseguraban que allí se podían escuchar los secretos más oscuros de la isla, siempre y cuando supieras pagar el precio adecuado.

La taberna se alzaba como un edificio de madera descuidada y ennegrecida, como si los años de tormentas saladas y noches de jolgorio la hubieran desgastado sin misericordia. Sobre la entrada, un cartel colgaba torcido, con letras gruesas y desiguales que rezaban “Trago del Marinero”. La pintura estaba medio descolorida, pero el dibujo de un ancla rota con dos jarras cruzadas seguía siendo visible. Una lámpara de aceite iluminaba pobremente la entrada, rodeada de mosquitos que zumbaban inquietos. Si empujas la puerta de madera escucharás un chirrido que se perdía entre el estruendo interior. El aire dentro era pesado, cargado de sudor, humo de tabaco y el fuerte olor a ron derramado. La luz provenía de unas pocas lámparas de aceite y un gran candelabro de hierro que colgaba sobre el centro de la estancia, cubierto de hollín y cera derretida. Las paredes estaban decoradas con redes de pesca viejas, astas de ballena y algún que otro mapa marítimo ya amarillento y rasgado. En el centro de la taberna, una larga barra de madera desgastada servía como punto de reunión para los más ruidosos. El tabernero, un hombre robusto de rostro curtido y con un parche en un ojo, limpiaba un vaso con un trapo sucio, mientras lanzaba miradas de desconfianza a todos los presentes. Las mesas estaban dispuestas de forma caótica, algunas con patas cojas sostenidas por trozos de madera o botellas vacías. En ellas se sentaban piratas, comerciantes de moral dudosa y algún que otro marinero buscando ahogar sus penas. En un rincón oscuro, un grupo de figuras encapuchadas hablaban en susurros, mientras en otra mesa, unos hombres jugaban a los dados, discutiendo acaloradamente por un par de monedas.

El rincón más notorio era el del fondo, donde una especie de estrado improvisado albergaba a un músico con un violín desafinado que apenas lograba imponerse al ruido. Sobre una mesa cercana, una pelea parecía estar a punto de estallar, con dos hombres señalándose y amenazándose a gritos mientras el resto de los presentes los animaban con risas o apuestas. Lo normal es que sientas que el peso del día se intensificaba al entrar, sin embargo, si al final entras, notarás como hay varios hombres que te observan de forma lasciva, mientras que otros parecen sentir una presencia respetable en ti, curiosamente, como si les impusiera un poco tu aspecto.

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#1
Dan Kinro
[...]
Loguetown,
Día 6 de Verano de 724.

Dan Kinro avanzaba por las callejuelas empedradas de Loguetown, con el sonido de sus pasos amortiguado por la niebla espesa que se cernía sobre la ciudad. El viento salado del puerto traía consigo una sensación de melancolía extraña, y el aire estaba cargado de una inquietante espera, como si algo estuviera a punto de suceder. La ciudad, normalmente bulliciosa, parecía estar contenida, como si la niebla misma hubiera detenido el flujo de la vida. Al acercarse al "Trago del Marinero", el bullicio de la taberna comenzaba a filtrarse a través del ambiente denso, como un eco distante de un lugar donde todo podía estallar en cualquier momento.

La taberna se alzaba ante ella como un refugio del caos, un edificio de madera envejecida, con el cartel colgando torcido, como si hubiera resistido más tormentas de las que podía contar. Cuando empujó la puerta, un crujido resonó en el aire, y Dan se vio envuelta de inmediato por la atmósfera densa del lugar: humo de tabaco, olor a ron derramado, y risas ruidosas que no lograban disimular la violencia latente en el ambiente. Las lámparas de aceite apenas iluminaban los rostros de aquellos civiles que estaban apiñados en todas esas mesas desordenadas, algunos jugando a los dados, otros riendo a carcajadas. En el fondo, una pelea comenzaba a tomar forma entre dos hombres, mientras el resto se emocionaba al ritmo de los gritos.

La joven Kuja no era ajena a ese tipo de lugares. Sabía lo que significaba estar rodeada de esa gente: un conjunto de almas perdidas y desperdigadas, buscando una razón para seguir adelante. Pero lo que no iba a tolerar era que alguien intentara marcarle el paso a ella. Su mirada recorrió la habitación, evaluando a cada persona con la precisión de un marinero que observa el horizonte antes de zarpar. No se apresuró, pero tampoco pensó en retirarse. Sabía que las cosas podían estallar en cualquier momento, y en ese tipo de lugares, las peleas eran solo una distracción. Para la chica Kuja, lo más importante era que todo el mundo supiera quién estaba allí.

A lo lejos, varios hombres la miraban, algunos con el brillo de la curiosidad en los ojos, otros con respeto. Dan los observó a su vez, sin dejarse intimidar. No le importaba la mirada lasciva de los borrachos, ni la actitud desafiante de los matones que se sentían con poder por la cerveza en la mano. 

No, ella no era de esas. Su presencia, su postura, su forma de caminar… todo eso hablaba por ella. 

Podía oler el miedo a lo lejos, aunque nadie aún se atreviera a mostrarlo abiertamente.

La tensión en el aire crecía, y no tardó en empezar a incomodarla. ¿Por qué no estallaba ya algo? No le gustaba esperar. La impaciencia de Dan era tan grande como su habilidad para meterse en problemas. Un pequeño suspiro escapó de sus labios, como si ese fuera el único resquicio de calma en medio del caos. Pero solo por un segundo. Porque sin pensarlo mucho más, se levantó y caminó con paso firme hacia la barra.  Posiblemente algunos ojos se posaron sobre ella en cuanto sus botas hicieron eco en el suelo. La atmósfera cambió al instante. Los hombres que antes la miraban con desdén o curiosidad podrían notar que no estaban ante una persona cualquiera.

Dan no dijo nada al principio, dejando que el silencio se alargara por unos segundos. Su presencia lo decía todo. No iba a ser una más en ese lugar, no iba a dejar que los borrachos marcaran el ritmo de su noche. La gente, siempre tan pendiente de cualquier signo de debilidad, se quedó esperando.

Finalmente, con una sonrisa torcida y una mirada desafiante, Dan rompió el silencio con voz firme, como si su sola pregunta pudiera mover montañas.

Aye, ¿qué está pasando aquí?

La marine no se inmutó. Podía sentir cómo la tensión se acumulaba alrededor, cómo todo el lugar aguardaba la chispa que desataría el caos. Pero ella sabía que eso no era lo que quería. No hoy. Hoy, ella estaba allí para divertirse, y si alguien pensaba que la iba a dejar en paz, ya se equivocaba.

Nae, nae nae. No me hagáis esperar… — murmuró, su tono cargado de una ironía mordaz mientras observaba a la multitud.

Tan sincera... y tan bocas.

Sabía que lo que estaba a punto de suceder no sería tan sencillo como una pelea cualquiera. Ella no era de las que se quedaban atrás. Y si algo iba a estallar en esa taberna, quien sabe, hasta se divertiría.

Personaje
Virtudes y Defectos
Datos Bélicos
Inventario
Resumen
#2
Irina Volkov
Witch Eye
La atmósfera del "Trago del Marinero" se tornó densa como la niebla exterior en cuanto Dan cruzó la puerta. Su presencia parecía haber roto el caótico flujo habitual del lugar, congelando las risas ebrias y los murmullos nerviosos en un silencio expectante. La taberna entera, un microcosmos de borrachos, matones y perdedores, quedó atrapada en la pausa antes de una tormenta. Todos sabían que algo iba a suceder, lo sentían en el aire, cargado de tensión y olor a ron derramado. Un hombre grande y barbudo, claramente acostumbrado a imponer respeto a través del volumen de su voz y el tamaño de sus músculos, fue el primero en reaccionar. Desde su mesa al fondo, se levantó tambaleándose, con una sonrisa torcida que revelaba dientes manchados de tabaco. —¿Qué está pasando aquí? —Repitió en tono burlón, imitando las palabras que Dan había soltado al entrar. La carcajada que siguió a su burla fue un intento de reafirmar su dominio, un intento que, sin embargo, no logró contagiar a todos los presentes. Algunos rieron por inercia, otros se mantuvieron en silencio, y unos cuantos observaron la escena con miradas calculadoras, midiendo las posibilidades de que aquello terminara en sangre. El hombre avanzó hacia Dan, tambaleándose lo justo para evidenciar que llevaba unas cuantas copas de más, pero aún con esa confianza torpe y agresiva de quien está acostumbrado a que nadie le lleve la contraria. A cada paso, su voz resonaba más fuerte. —Pues mira, pajarito, aquí no pasa nada que no queramos que pase. Y tú... —Se detuvo frente a ella, lo suficientemente cerca como para invadir su espacio personal, con el ron impregnando cada palabra que salía de su boca—, tú no pareces la que manda en este lugar.

El silencio se hizo más pesado. Algunos comenzaron a girar sus sillas para mirar mejor, mientras otros, más prudentes, se inclinaban hacia las sombras, atentos pero sin intervenir. El tabernero dejó de limpiar un vaso con su trapo sucio, observando con el ceño fruncido desde detrás de la barra. No parecía dispuesto a interferir, pero tampoco ignoraba el potencial peligro. El hombre barbudo levantó una mano, como si fuera a subrayar sus palabras con un gesto de dominio, pero algo lo detuvo. Tal vez fue la mirada que recibió, directa y firme, como si Dan no viera un gigante, sino una molestia pasajera. No se escuchó respuesta por su parte, pero la falta de retroceso, ese pequeño acto de desafío implícito, pareció ser suficiente para que el ambiente se electrificara. Un par de hombres en la mesa más cercana empezaron a murmurar entre ellos, apostando discretamente sobre cuánto tardaría el barbudo en perder los estribos. Antes de que el hombre pudiera reaccionar del todo, alguien más decidió añadir leña al fuego. Un joven borracho, con más ron que juicio en las venas, golpeó su mesa con ambas manos y se levantó tambaleándose. —¡Venga ya! —Exclamó, mirando hacia Dan con los ojos desenfocados y un tono exagerado.— ¿Quién demonios se cree que es esta? ¡Esto es una taberna, no un desfile de marineros!

La risa de algunos llenó el vacío, aunque era más tensa que auténtica. Otros se limitaron a mirar, sin saber si reír sería una idea prudente. El barbudo, con el rostro ahora rojo de ira, parecía decidir si centrar su atención en Dan o en el joven borracho que acababa de abrir la boca. Desde una esquina oscura, un hombre delgado con una capa deshilachada observaba con interés creciente. En sus manos giraba un vaso de ron, mientras una sonrisa vaga se dibujaba en sus labios. Era evidente que estaba evaluando no solo a Dan, sino a toda la situación. Otros, como el tabernero, optaban por mantenerse fuera del alcance de lo que claramente estaba a punto de explotar. Mientras tanto, en un rincón cercano, el desafinado violinista intentó reanudar su interpretación, pero sus dedos temblorosos no lograron arrancar más que un par de notas antes de detenerse nuevamente. La taberna entera parecía contener la respiración. Los jugadores de dados retomaron su partida a medias, aunque lanzaban miradas rápidas hacia el centro de la escena, como si estuvieran listos para apartarse si las cosas se torcían.En medio de todo, Dan permanecía impasible, su postura relajada pero sólida. Era imposible saber qué pasaba por su mente, pero su mera presencia había alterado el orden natural del "Trago del Marinero". Algunos parecían tomarlo como un desafío, otros como una advertencia, pero ninguno podía ignorarla.

El barbudo frunció el ceño, su mano aún a medio alzar, mientras los murmullos crecían de nuevo. La tensión seguía acumulándose, como una tormenta que espera una chispa para desatarse. Nadie sabía qué sucedería a continuación, pero todos sentían que, fuera lo que fuera, no sería algo pequeño. En lugares como este, la violencia era la moneda corriente, y bastaba una palabra mal colocada para que todo estallara.

La taberna esperaba, y mientras tanto, la noche en Loguetown seguía extendiendo su manto de incertidumbre.
#3
Dan Kinro
[...]
Dan Kinro no podía evitar que una sonrisa confiada se dibujara en su rostro al ver al barbudo dar un paso atrás, como si se estuviera planteando lo que acababa de decir.

Vio al barbudo levantarse, como un toro en medio de la arena, moviéndose con una confianza inquebrantable, como si su tamaño fuera suficiente para intimidar a cualquiera. Dan no paró ni un segundo en su avance, la mirada fría, la postura recta. Era la única que podía marcar el paso en ese lugar, y lo sabía. Los murmullos se apagaron por un instante. El aire se cargó de tensión, algo estaba a punto de estallar.

El hombre, creyendo que su tamaño era lo único que necesitaba para imponer respeto, soltó una burla que la Marine no dejó pasar.

¿Tú te crees que esto es una especie de concurso de machitos o qué? — dijo con voz llena de desprecio mientras avanzaba. Dan Kinro, sin apartar la mirada, rió con suficiencia.


¡Aye! No te ofendas, pero no tienes ni idea de lo que significa ser un verdadero hombre. Tienes los músculos de un cerdo, pero no sé si compensas en algo más.

Insinuó con una sonrisa desafiante. El hombre intentó mantener su presencia imponente, pero Dan simplemente no se movió ni un centímetro, su postura desafiante como un muro que no se iba a mover. La taberna entera estaba siendo testigo de lo que sucedería a continuación, con algunos de los presentes mirando nerviosos, pero otros, en el caso de que comprendiesen el poder o la presencia de un marine, podrían comenzar a sentir la presión de aquella circunstancia.

Escúchame bien, yo soy una marine. ¿Y tú? ¿Quién coño eres? ¿Un borracho que intenta imitar a los grandes? ¡Nae! Me da igual lo que hagas con tus músculos, esto no es un circo. Si sigues insistiendo con tu mierda, voy a demostrarte lo que de verdad significa ser una marine. ¿Crees que en mi puesto no tengo que lidiar con imbéciles como tú todo el tiempo? ¡Aye! Soy Dan Kinro, y en un tiempo, voy a ser vicealmirante de la marina, así que si quieres seguir jugando a ser el rey del barrio, yo te voy a bajar los humos y tú te comerás unas semanas en el cuartel, "Small Dick Energy".

Los murmullos en la taberna se hicieron más bajos, mientras algunos seguían observando el choque de voluntades. Dan no iba a dejarse intimidar por nadie, mucho menos por un tipo que se creía que el tamaño de su cuerpo le daba poder.

La sangre de aquella marine bombeaba a mil por hora, le gustaba el conflicto, aunque se justificase en hacerlo por una buena causa, era feliz poniéndose a prueba y no podía evitar sentirse excitada ante la situación.

Sin esperar respuesta, le chocó con su hombro y siguió avanzando hasta el joven borracho, con más alcohol que sangre fluyendo en su interior. Negando con la cabeza y con la mano en el cinturón se acercó a él, como si fuese una sheriff dentro de una película de Western.

Nae. Si sigues con esa bocaza, me temo que lo único que te va a quedar es un dolor de cabeza y un par de dientes menos. Nae, estás mejor sentado.

Dan, sin esperar respuesta, volvió la vista hacia los demás en la taberna, ella, como siempre, no tenía ni el más mínimo interés en seguirle el juego al borracho. En su mente ya había decidido lo que ocurriría si el imbécil no le decía lo que quería escuchar.

Qué siga la música. Y tú, siéntate, si te portas bien solo hablaremos.

La chica se sentó en un taburete cerca de aquel joven borracho, con las piernas abiertas haciendo casi mansplaining y colocando la funda de su katana en medio.

Información y Resumen
#4
Irina Volkov
Witch Eye
La tensión que impregnaba el "Trago del Marinero" no hacía más que intensificarse. La escena que se desarrollaba ante los ojos de los presentes era tan fascinante como alarmante, y el ambiente parecía contener el aliento colectivo de la taberna. El barbudo, que hasta hacía poco se había mostrado como el dominante natural de ese entorno, ahora retrocedía, no físicamente, pero sí en su compostura, claramente intentando procesar la humillación pública a la que lo había sometido esa joven marine. Su rostro oscilaba entre la furia y el desconcierto, con las venas de su cuello palpitando como si fueran a estallar. La taberna entera estaba expectante. No había risas, apenas murmullos entre los que tenían más experiencia con este tipo de confrontaciones. Nadie se atrevía a intervenir, pero todos sabían que estaban presenciando algo inusual. Era como si el equilibrio de poder del lugar se hubiera puesto patas arriba, y nadie sabía aún cómo manejarlo.

En el fondo de la taberna, el violinista volvió a intentar tocar algo, un par de notas tímidas y titubeantes que murieron rápidamente. El ambiente no dejaba espacio para la música. Mientras tanto, la figura encapuchada junto a la barra inclinó la cabeza hacia un lado, revelando una pequeña sonrisa burlona que apenas asomaba por debajo de la capucha. No parecía asustada, más bien, divertida, como si observara un espectáculo cuyo desenlace ya conociera. Al otro lado de la sala, el joven borracho, que había abierto la boca en el peor momento posible, tambaleaba entre la confusión y la resaca, claramente sin comprender del todo lo que acababa de suceder. Algunos de sus amigos intentaron tirar de su camisa, intentando convencerlo de que se sentara y dejara de llamar la atención. Pero él, con la terquedad típica de quienes han bebido demasiado, se soltó y dio un paso al frente, tratando de mantener el equilibrio. —¡Yo... yo no le tengo miedo a nadie! —Balbuceó, su voz cargada de más inseguridad que valentía. El comentario fue recibido con miradas de incredulidad y silenciosas maldiciones por parte de los demás. Nadie quería verse involucrado en lo que estaba por venir, pero tampoco podían apartar la vista. Era como ver a un cordero caminando voluntariamente hacia la boca del lobo.

En la barra, el tabernero soltó un suspiro profundo y tomó otro vaso para limpiarlo, un gesto automático que delataba su resignación. Sabía que lo mejor que podía hacer era mantenerse fuera del camino y esperar que el daño a su local no fuera demasiado grave. Sus ojos, sin embargo, seguían atentos a cada movimiento, preparado para intervenir solo si las cosas se salían completamente de control. Mientras tanto, algunos en la sala comenzaron a moverse de manera casi imperceptible, cambiando sus posiciones para tener una mejor vista de lo que ocurriría a continuación. Unos pocos incluso se inclinaron hacia adelante en sus sillas, como si no quisieran perderse ni un segundo de la acción. Había algo en el aura de la marine que mantenía a todos en vilo, una mezcla de autoridad y peligro que les impedía apartar la mirada. El ambiente entero estaba cargado, como una tormenta a punto de desatarse. Cada movimiento, cada palabra, parecía un potencial detonante. Y mientras los murmullos volvían a surgir, tímidos y tensos, el "Trago del Marinero" seguía siendo el escenario de un espectáculo que nadie, ni siquiera los más curtidos entre los presentes, sabía cómo terminaría.

El grandullón al que has ajusticiado verbalmente, retrocede dos pasos. Tiene toda la cara sudada, luchando interiormente por qué decisión tomar.
#5
Dan Kinro
[...]
El grandullón, con su rostro sudoroso y la rabia acumulada, retrocedía como si la realidad de su humillación le pesara más que los insultos, pero no podía deshacerse de esa mirada de la marine.

El chico borracho, sin embargo, parecía querer hacer algo que ni él mismo entendía, alzando su voz en un intento de intimidar. Pero Dan, que ya había tenido suficiente de bravatas vacías, no dejó de mirar al joven con una calma inquietante. Era como si ya hubiera visto todo aquello mil veces antes.

¿No le tienes miedo a nadie? ¡Aye, qué bien! — dijo Dan, dejando escapar una sonrisa afilada mientras se cruzaba de brazos dejando reposar la funda en su muslo. No parecía sorprendida, más bien aburrida. Sus ojos recorrieron rápidamente el local, encontrándose con el tabernero que parecía resignado a la situación. Luego pasó al encapuchado en la esquina, que no dejaba de sonreír, y las comisuras de los labios de Dan Kinro se alzaron con un destello de diversión.

Su mirada se detuvo un instante en el encapuchado antes de volver al chico, como si esa pequeña interrupción fuera suficiente para que la joven marine se sintiera más que cómoda con la situación. La chica hizo una pausa, disfrutando del momento, y luego miró de nuevo al tipo borracho, que seguía dando pasos vacilantes hacia ella. Un brillo en sus ojos de color ámbar le dijo que ya tenía suficiente.

Sin dejar de mirar al encapuchado e intercalando su vista con la barra le volvió a hablar.

¿Has visto algo raro últimamente? — preguntó en tono bajo, como si estuviera más interesada en la respuesta del chico que en el propio enfrentamiento. Sus ojos volvieron a clavar su mirada en el encapuchado, una sonrisa traviesa en su rostro, antes de volver al chico. Como si esperara que le dijera algo de valor, algo que le diera una razón para no aburrirse aún más. Para complicar la cosa todavía más, su dedo señaló brevemente al encapuchado, como si le diera el pase para que el chico viera lo que ella ya había notado.

Y, sin dar tiempo para que respondiera, Dan, sin levantarse del asiento, agarrando la funda y señalando hacia el frente en dirección al encapuchado, acortando la distancia de manera simbólica entre ambos. Ya había tenido suficiente de esa típica escena de bar y película de misterio, pero había algo en este tipo, en su actitud, que la hacía querer llevarlo hasta el límite. No iba a dejar que hablara por hablar sin hacerle ver lo ridículo que estaba siendo.

Nae. ¿Es qué acaso está lloviendo aquí para que lleves capucha?

Resumen
#6
Irina Volkov
Witch Eye
La pregunta de Dan cayó como una piedra en un estanque. Aunque su tono era ligero, casi burlón, la frase rompió el débil hilo de ruido que mantenía el ambiente de la taberna. Ahora todas las miradas estaban divididas, algunos seguían observando al chico tambaleante, otros dirigieron su atención al encapuchado, que hasta ese momento parecía contentarse con ser una sombra en la esquina. El hombre encapuchado, al escuchar las palabras de Dan, alzó lentamente la cabeza. Con unos ojos brillaban con un destello agudo, inteligente, y su sonrisa, lejos de desaparecer, se amplió, como si la marine hubiera dicho exactamente lo que esperaba. No se movió de inmediato, manteniendo una postura relajada, pero claramente consciente de que era el foco de atención ahora. — ¿Lloviendo? —Respondió con una voz baja, ronca, que atravesó la taberna como el filo de una daga. Su tono era calmado, pero había un subtexto peligroso en sus palabras, como si estuviera midiendo cada sílaba con cuidado. El hombre se inclinó ligeramente hacia adelante, dejando que la luz escasa de las lámparas de aceite revelara más de su rostro, una barba corta, desordenada, y una cicatriz fina que cruzaba su mejilla izquierda. Los más atentos en la taberna se tensaron al ver la cicatriz. No era una marca cualquiera, esa clase de heridas solían tener historias detrás, historias que normalmente implicaban cuchillas, sangre y una capacidad alarmante para sobrevivir. Algunos apartaron la mirada, como si temieran atraer su atención.

Quizá prefiera la capucha para no ver caras aburridas —Contestó el encapuchado, dejando escapar una leve risa. Pero su mirada se fijó directamente en Dan, como si todo lo demás en la taberna hubiera dejado de importar. Su respuesta no era un desafío abierto, pero tampoco una retirada. Era como si estuviera tanteando el terreno, probando cuánto podía estirar la cuerda antes de que la marine decidiera tirar de ella. Porque tampoco es que tuviera mucho temple la marine. El joven borracho, mientras tanto, pareció percatarse de que ya no era el centro del espectáculo. Su tambaleo lo llevó un paso hacia atrás, su valentía se había reducido drásticamente al sentir que el foco de atención se desviaba hacia el encapuchado. Uno de sus amigos tiró de su brazo, y esta vez no ofreció resistencia, dejándose caer de vuelta en una silla con un gruñido. En el fondo, el tabernero frunció el ceño, claramente incómodo con el giro que estaban tomando las cosas. Comenzó a secar otro vaso, como si el movimiento mecánico pudiera disipar la tensión. El encapuchado volvió a sonreír, como si disfrutara del peso de las miradas, y luego inclinó levemente la cabeza hacia Dan. Había algo en su porte, en la forma en que parecía controlar el espacio a su alrededor, que sugería que no era un desconocido en este tipo de situaciones.

Y tú, marine, ¿qué haces aquí, en un lugar como este? No pareces del tipo que viene a tomar una copa tranquila. — Sus palabras, aunque suaves, llevaban una carga sutil de provocación, una invitación a un juego que solo ellos dos podían entender del todo. — Diré más. — Suspiró. — ¿Qué tienes, quince años? Tampoco pareces la clientela que Vinchensso querría aquí. — Esbozó otra sonrisa. Lo cierto es que si comparabas "estéticas" la de Dan parecía bastante más aniñada que la de la mayoría. La taberna entera estaba atrapada en ese momento, como si el tiempo se hubiera ralentizado. Nadie sabía cuál sería el próximo movimiento, pero todos, desde el tabernero hasta el borracho tambaleante, sentían que estaban a punto de presenciar algo significativo. La atmósfera, ya tensa desde que Dan había entrado, ahora estaba al borde de romperse, y todo dependía de cómo respondieran esos dos, cuyas miradas ahora eran como espadas cruzadas en un duelo silencioso.

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#7
Dan Kinro
[...]
Y tú, marine, ¿qué haces aquí, en un lugar como este? No pareces del tipo que viene a tomar una copa tranquila...

Dan Kinro dejó escapar una ligera exhalación mientras entrecerraba los ojos, sopesando las señales que tenía frente a ella. Era difícil de describir, pero había algo en ese hombre que la hacía detenerse un segundo más de lo habitual antes de tomar una decisión. No era sólo la cicatriz, ni la forma en que sus palabras resonaban con un filo oculto, era su presencia, como si el aire alrededor de él se hubiera enfriado apenas perceptiblemente.

Era raro.

Posiblemente alguien respetado...

Posiblemente alguien temido...

Posiblemente un peligro.

Sus ojos captaron el brillo metálico de las pistolas que colgaban de su cintura y pierna derecha, y su postura cambió ligeramente, sutilmente preparada para cualquier cosa. No era el primer tipo peligroso que veía, pero algo en este le recordaba a un depredador paciente, alguien que sabía cuándo esperar y cuándo atacar.

Lo que la desconcertaba aún más era el ambiente en la taberna. Donde antes había habido tensión, ahora había una calma casi irreal. La gente seguía con sus conversaciones en voz baja, el borracho parecía haberse resignado a su silla, y hasta el tabernero había dejado de mirar con nerviosismo. Era como si el encapuchado tuviera un efecto sedante en el lugar, pero no del tipo que tranquilizaba. Era más bien la calma inquietante antes de que todo se fuese a venir abajo.

Estoy patrullando.

Dan no sabía mentir.

La chica ajustó su banda en la frente, como si eso la ayudara a centrarse. Dio un paso hacia adelante, sus botas resonando en el suelo de madera, y se acercó al hombre. Su mirada no vacilaba, fija en los ojos afilados que la observaban con una mezcla de interés y burla.

Se detuvo justo frente a la barra, entre el encapuchado y el resto de la taberna. Sin apartar la mirada de él, levantó la mano para llamar al tabernero.

Aye, el licor más fuerte que tengas.

Su tono era tan directo como siempre, pero había una pizca de desafío en su voz. Sabía que sus rasgos aniñados no ayudaban, pero no iba a dejar que eso la pusiera en desventaja. Antes de que el tabernero pudiese vacilar por un momento, aclaró la garganta con un gesto impaciente.

 — ¿Qué pasa? ¿No tienes?

La chica recogió el vaso de algo oscuro y probablemente lo suficientemente fuerte como para encender fuego y lo tomó y, sin titubear, le dio otro sorbo aún más largo antes de dejar el vaso sobre la barra con un golpe seco.

Tengo suficiente edad para beber, gracias por preocuparte. — Dijo, dirigiéndose al encapuchado, junto a su mirada ahora acompañada de una pequeña sonrisa irónica. Luego inclinó la cabeza, sin apartar sus ojos de color ámbar de los suyos.

Y ahora que sabes eso… ¿cuál es tu nombre? Parece qué gracias a ti se han calmado. ¿Quieres un trago? — preguntó, su tono bajo pero directo. No era un desafío, pero tampoco una invitación a la evasión, además, le estaba invitando a una copa. Era una pregunta simple, pero cargada de intención. Dan estaba tanteando el terreno, probando cuánto podía saber antes de que las cosas se torcieran.

Resumen
#8
Irina Volkov
Witch Eye
El encapuchado escuchó las palabras de Dan con una atención que parecía inusual, sus ojos afilados analizando cada gesto, cada palabra. Cuando la marine terminó de hablar, él no respondió de inmediato. En cambio, su sonrisa se suavizó apenas, transformándose en algo más enigmático. Era un gesto pequeño, apenas perceptible, pero suficiente para mostrar que su interés había sido captado, aunque hiciera todo lo posible por no mostrarlo abiertamente. Sientes el peligro en aquel hombre y no sabes por qué. No es el tipo que necesita alzar la voz ni sacar las armas para imponer respeto. Todo en él, desde su postura relajada hasta el brillo calculador en sus ojos, grita experiencia, control, y una confianza ganada a pulso. Pero también hay algo más, algo que se oculta bajo la superficie, un matiz que ni siquiera él parece querer dejar entrever del todo. — Mi nombre… —Dijo finalmente. —Mi nombre… —Repitió, haciéndose el misterioso, con un tono que parecía deslizarse entre las sombras del lugar. — ...es Winslow Crow. — Al decir su nombre unos susurros se exendieron por la taberna. Desde luego le conocían, eso estaba claro.

Hizo una pausa deliberada, dejando que el nombre se asentara en el aire, como si quisiera medir el peso de sus palabras en la reacción de Dan. El leve movimiento de sus labios, como si estuviera a punto de decir algo más, quedó suspendido. Finalmente, dejó caer un comentario con una tranquilidad que parecía cargada de dobles intenciones. — Marine, ¿eh? No eres como los que suelo encontrar por aquí. Tienes algo... diferente. — Sus palabras eran simples, pero había algo en la forma en que lo dijo, en la mirada que se sostuvo un segundo más de lo necesario, que hacía que el aire se sintiera aún más denso. Crow dejó caer una moneda sobre la barra, suficiente para cubrir un trago fuerte, pero no se lo pidió al tabernero. En lugar de eso, inclinó la cabeza ligeramente hacia Dan, con sus ojos entrecerrados como si estuviera evaluándola aún más de cerca. — Si algún día necesitas encontrarme… —Dijo mientras se giraba hacia la puerta, ajustando su capucha con un movimiento lento. — Pregunta por el cuervo. No todos tendrán la respuesta, pero los que importan, sí. — ¿Qué estaba pasando? ¿Estaba coqueteando? desde luego daba la sensación.

Con eso, Crow comenzó a caminar hacia la salida, sus pasos firmes resonaban en la madera como un latido en la tensión que había dejado atrás. No se volvió a mirar, pero algo en su partida dejó la sensación de que aquello no sería un simple encuentro pasajero. La taberna parecía respirar de nuevo cuando la puerta se cerró tras él, como si la atmósfera se hubiera liberado de un peso invisible. (Puedes contestar antes de que esto suceda, sin problema⁣)

La moneda que había dejado sobre la barra seguía allí, reluciendo bajo la tenue luz de las lámparas de aceite, como un recordatorio de que, aunque él se había ido, su presencia aún permanecía. Si la tomabas, podrías ver un extraño grabado con el rostro del tipo y su nombre. ¿Su propia moneda? ¿pero quién demonios era?

#9
Dan Kinro
[...]
Dan Kinro alzó una ceja mientras giraba la moneda entre sus dedos, el metal frío y grabado captando la luz tenue de las lámparas de aceite de la taberna. Su mirada permanecía fija en Winslow, pero no había hostilidad en ella, solo curiosidad. No podía evitar sentirse intrigada por aquel hombre, alguien que parecía capaz de manipular el ambiente con su sola presencia. Sin embargo, no iba a dejar que su interés pareciera más de lo que era. Había una línea que no cruzaría, pase lo que pase, no va a mostrarse impresionada.

Bueno, o eso pensaba ella.

Winslow Crow, ¿eh? Bonito nombre pa' alguien que parece más un fantasma que un cuervo. — soltó, su tono mezcla de burla y curiosidad genuina. No sabía mentir, así que sus palabras salían directas, como un golpe bien dado. — Aunque si tienes tu propia moneda, supongo que ya no eres cualquier cosa. ¿Qué haces aquí entonces, en un agujero como este? Porque la taberna no es un lugar para repartir autógrafos, ¿nae?

Tamborileó los dedos sobre la barra, pero no apartó la mirada de él, intentando descifrar qué podía haber detrás de aquella capucha y aquella sonrisa que parecía tan segura de sí misma. Sus ojos brillaban con esa luz de alguien que quería entender pero que, al mismo tiempo, estaba más que lista para cualquier cosa que pudiera salir mal.

Aye, cuéntame algo, Crow — dijo finalmente, dejando la moneda sobre la barra con un pequeño giro.

Intentó no sonar intimidante, realmente no le gustaría escalar una pelea con alguien que fuese capaz de calmar a una muchedumbre tan turbulenta.

¿Esa calma que se siente aquí, es porque tú estás acostumbrado a las tormentas o porque prefieren no cruzarse contigo?

Dan se inclinó hacia adelante, apoyando un codo en la barra, en una postura que parecía relajada, pero cualquiera que la conociera sabría que estaba más alerta que nunca. Su nodachi descansaba a su lado, y aunque no tenía intenciones de usarla, su mano libre se mantenía a una distancia cómoda de su empuñadura.

Había algo en la forma en que él la miraba que la mantenía en guardia, pero no con el tipo de nerviosismo que la hacía retroceder. Ni de coña, Dan Kinro no retrocedía. Ella mantuvo su voz baja, lo suficientemente suave para ser privada, pero con el filo necesario para cortar cualquier excusa evasiva.

Vamos, me has dejado con la intriga. Nae, nae, nae... ¿Qué es lo que hace alguien como tú aquí jugando al hombre misterioso?

Sin darse cuenta, estaba mostrando su hermosa sonrisa, pero era más por la emoción de saber con quien estaba tratando y si era fuerte qué un intento de llevárselo al huerto.

Resumen
#10


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