Hay rumores sobre…
... un algún lugar del East Blue los Revolucionarios han establecido una base de operaciones, aunque nadie la ha encontrado aun.
Tema cerrado 
[Aventura] [ T2 ] Blood Rites
Arthur Soriz
Gramps
[Imagen: IBr3z0Z.png]

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8 de verano
año 724


El aire en Loguetown transmite una sensación peculiar esta mañana, como si cargara algo más que la sal del océano y los rumores del puerto. La brisa roza tus escamas albinas con un frescor que apenas notas... tu mente está ocupada con el bullicio a tu alrededor. Comerciantes gritan sus ofertas, marineros descargan barriles y un grupo de niños corre entre las multitudes riendo mientras juegan a ser cazadores de piratas. Es una escena que cualquier otro consideraría cotidiana... pero para ti, Ares, recientemente has sentido algo en tu ser que no está bien; no encaja.

En las noches juras escuchar llantos, gritos, quejidos... seguidos de un aroma que conoces muy bien y despierta en ti sensaciones que cualquiera consideraría... indeseables, para un Marine. Es la inconfundible fragancia metálica de la sangre.

Antes de que puedas ahondar en esa sensación, un joven marine se acerca con pasos apresurados. Su uniforme está impecable, pero su expresión delata nerviosismo. Se detiene frente a ti, cuadrándose con una precisión que intenta ser marcial, pero la forma en la que lo hace termina traicionando su inquietud. Su mirada sube apenas un instante para encontrarse con la tuya antes de descender al suelo, como si la intensidad de tus ojos fuera demasiado para sostener incluso con tu usual actitud burlona y aparentemente despreocupada.

Cabo McAfee, señor. — se presenta. Su voz es clara aunque algo tensa, y levanta una mano en un saludo formal. Al parecer, es nuevo o simplemente aún no se ha acostumbrado a tratar con quienes piensa son de mayor rango que él. Baja la mano rápidamente y continúa, con un tono que intenta ser profesional—. Me han enviado para informarle que se solicita su presencia en la base. Es sobre... ciertos incidentes recientes en la ciudad.

Notas que el joven vacila... como si no supiera cuánta información compartir. Sus ojos se mueven hacia la izquierda, luego a la derecha, escaneando las caras del gentío antes de regresar a ti. Finalmente, suelta lo que parece haber ensayado.

Hay rumores, señor. En el mercado sur. Personas que… desaparecen. Nadie parece saber por qué, pero los rumores son inquietantes. —hace una pausa, su mirada buscando señales de tu reacción. Quizás espera que te burles o minimices el asunto, pero se motiva a seguir—. Algunos dicen que hay sombras moviéndose donde no deberían, y otros… que han escuchado ruidos extraños por la noche. La última desaparición fue hace tres días, pero nadie quiere hablar directamente del asunto.

El joven respira hondo, como si soltar esas palabras le hubiera costado más de lo que debería. — Se ha pedido que cualquier información que averigüe, se informe a la base cuanto antes, señor.

El cabo se queda firme, esperando tu respuesta, aunque el leve temblor de su labio inferior delata que está a punto de cruzar el umbral entre la tensión y la incomodidad. Alrededor de ustedes la vida de Loguetown sigue su curso, ignorante —o quizás deliberadamente indiferente— a lo que sea que ha comenzado a gestarse en sus sombras.

Es evidente que McAfee ha cumplido su tarea, y ahora la decisión recae en ti... ¿te dirigirás de inmediato a la base para obtener más detalles de alguno de tus superiores, o aprovecharás la oportunidad para observar el mercado por ti mismo antes de reportarte?

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#1
Ares Brotoloigos
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Un día más en Loguetown. Y un día más de patrullaje por el puerto y las cercanías del mercado. Como siempre, el bullicio del lugar copa la zona, aunque no es capaz de distraer del todo la vigilancia del intimidante lagarto de la Marina. Era demasiado llamativo a plena luz del día, para bien o para mal, aunque ya estaba habituado. Algunos niños corretearon cerca de él, jugando en sus risas bulliciosas. Los ojos de Ares los siguieron durante unos segundos hasta que los traviesos se perdieron entre la multitud. El olor del puerto, de los marineros descargando las capturas de ese día no eran capaces de opacar el aroma mental que le llevaba asolando desde hacía varias noches.

No era la primera vez que tenía “pesadillas” o sueños de ese estilo. Se había despertado más de una vez en más de una noche creyendo haber escuchado lamentos o gritos, seguido de esa sensación y sabor metálico en sus fauces. Un sabor que conocía realmente bien. Por inercia, Ares chasqueó la lengua, en un gesto molesto y frunciendo el ceño. Había muchas cosas de su pasado que todavía le perseguían, pero había aprendido a convivir con eso. O, al menos, eso era lo que él creía. Dispuesto a intentar aclarar sus pensamientos, fueron unos pasos apresurados los que le distrajeron de tal menester. Una de las “cejas” de oni y humano se enarcó de inmediato cuando un joven marine se aproximó hacia él. Aunque no fue eso lo que le hizo detallar ese gesto, sino que se cuadrase delante suya tratándose de un cabo. Al fin y al cabo, él todavía era un mero recluta. Tenía que empezar a ascender en el escalafón de la Marina si pretendía conseguir sus objetivos.

Fuese como fuese, no le corrigió. Tendría que aprender, visto lo visto.

¿Incidentes? — Es curiosidad e intriga lo que se dibuja en la mirada carmesí del diablos, a medida que recorre, visualmente, la efigie del chico. No porque le agrade lo que ve, sino más bien porque lo nota inquieto. Vacilante.

Mal comienzo, desde su punto de vista. Un agente gubernamental no debería vacilar y mucho menos en algo tan rutinario como dar un informe o un aviso. Ares suspiró quedamente, armándose de paciencia, aunque escucha con interés el resto de la información, denotando que el muchacho, al menos, ha sido lo más discreto que ha podido.

¿Personas que desaparecen? ¿Sombras? — El escamado ser niega con la cabeza, con un aire incrédulo. — Generalmente suele haber otras personas detrás de esas sombras. Gracias por el aviso. Ya me encargo yo a partir de aquí.

Podía ser un bruto, pero no era desagradecido. Además, notaba al otro tan nervioso que hasta le estaba resultando un fastidio. Le hizo un gesto con un ladeo sutil de cabeza, señal de que se podía retirar. Y él mismo se quedó pensativo un instante. ¿Debería acudir de inmediato? Seguramente lo primero que hiciesen sería darle las típicas pautas informativas cuando se trataba de desapariciones.

Iría a la base, sí. Pero antes daría un par de vueltas por el mercado. De hecho, se giró para encaminar sus pasos hacia dicha zona. Lo mejor que podía hacer, considerándolo él, era echar un primer vistazo solo para asegurarse de que, inicialmente, estaba todo en orden. O para ver si notaba, escuchaba o veía algo extraño y que tuviese que ver.

En todo caso, en cuando terminase un par de rondas por la zona, se dirigiría a por más información a la base.

Por lo que no tardó en mezclarse entre todo el gentío, esta vez de manera más sigilosa, a pesar de su estatura y su apariencia, pero mucho más atento que antes, en lo que dirigía sus pasos hacia los límites donde el mercado sur se encontraba para echar un vistazo inicial.
#2
Arthur Soriz
Gramps
El bullicio del mercado sur de Loguetown era un caos organizado, una vorágine de actividad donde los gritos de los vendedores compitiendo por la atención de los compradores se mezclaban con la cacofonía del sonido de cajas de madera golpeando el suelo, el crujido de los pasos sobre los adoquines y el tintineo de monedas cambiando entre manos. El aire estaba impregnado con una mezcla embriagante de olores... el aroma dulce y cítrico de las frutas, la salinidad del pescado recién traído del puerto y lo ahumado del carbón que ardía en las parrillas de los puestos de comida.

Sin embargo... a pesar de la algarabía constante algo se sentía extraño. Tal vez eran las miradas esquivas de los vendedores o cómo los clientes parecían apresurar sus pasos cuando pasaban cerca de tu figura, no sabías si era debido a ti o a que eras un Marine.

Fue en ese momento cuando notaste al anciano en un puesto de frutas, con apenas un par de cajas llenas de naranjas y manzanas que lucían expuestas de manera bastante ordenada. Sus movimientos eran lentos, cuidadosos, quizás porque tampoco es que su negocio se moviera demasiado... pero no fue eso lo que te llamó la atención. Sus ojos, cansados y con bolsas debajo de estos te miraban directamente. Había algo en esa mirada, una mezcla de preocupación y necesidad, como si quisiera hablarte pero titubeara en hacerlo. Sus manos temblaban levemente mientras arreglaba las frutas y a cada movimiento de su cabeza parecías detectar un intento por decirte algo.

Aún así guardaba en silencio, su boca apretada como si temiera que hablar fuese una muerte asegurada.

El contraste era más que claro... mientras los otros vendedores te ignoraban descaradamente, este hombre te observaba con una intensidad que resultaba rara, preocupante. Era claro que sabía algo, algo que probablemente estaba relacionado con esa sensación incómoda que flotaba sobre el mercado. Pero no iba a decirlo en voz alta, no a menos que tú tomases la iniciativa de acercarte por tu cuenta.

A tu alrededor el mercado seguía su curso. Las risas de unos niños corriendo entre los puestos, el regateo enérgico de una mujer que discutía el precio de un pescado, el grito lejano de una gaviota que planeaba sobre el puerto. Pero todo eso parecía difuminarse mientras tus ojos se encontraban con los del anciano de manera constante... no te quitaba la mirada de encima en ningún momento, incluso cuando su labor era acomodar frutas y nada más.

Las únicas ocasiones en las que desviaba la mirada de ti era cuando tenía que recoger alguna fruta que se le caía al suelo por torpeza en su constante distracción.

El tiempo era tuyo... pero también lo era la decisión. ¿Te acercarías al anciano para intentar sacar la información que claramente guardaba, o preferirías seguir mezclándote entre la multitud, observando los detalles y buscando alguna otra pista? Las posibilidades eran infinitas tan temprana comenzada la investigación... bien podrías ignorar todo esto y dirigirte a la base como te habían dicho, pero tal vez perderías la oportunidad de averiguar algo importante si decidías dejarte llevar por las miradas furtivas de la gente y los susurros a tus espaldas.
#3
Ares Brotoloigos
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Como no, el mercado sur era como un termitero plagado de zumbidos y de movimiento que iba de aquí para allá. La gente comerciaba, hablaba, se peleaba, discutía o, simplemente, paseaba de un lado a otro mientras disfrutaban del buen día que hacía en ese momento. En medio de todos ellos, Ares patrullaba la zona como había decidido. Daría un par de vueltas para ver si atisbaba algo extraño o que le llamase la atención. ¿Sombras que se llevaban a la gente? Generalmente eses eran cuentos de viejas o de borrachos. O de las dos cosas. Aunque sí era consciente de que habia seres, personas, con ciertos poderes. Pero era eso, detrás siempre había un motivo. Siempre había alguien. Los monstruos, al fin y al cabo, no eran ni más ni menos que las propias personas.

A primera instancia, todo parecía tranquilo dentro del caos diario que solía ser ese lugar. Pero si comenzaba a notar gestos o actitudes extrañas. Como algunos vendedores o viandantes le desviaban la mirada. No era algo anormal para él, estaba habituado al fin y al cabo. Y, generalmente, no le daba más importancia que esa. Pero teniendo en cuenta la situación y lo que estaba sucediendo, el diablos estaba más en alerta de lo habitual. Fue gracias a eso que fue capaz de atisbar, de sentir, una mirada más intensa que le llamó la atención. Un anciano en un puesto de frutas que, disimuladamente, parecía decirle con la mirada que se acercase. Era como si titubease para hablarle de manera directa.

Tras mirar disimuladamente a un lado y a otro, el lagarto de la Marina se aproximó de manera casual, mientras sacaba un par de monedas con las que comenzó a jugar con ellas entre dos de sus garras.

Esas manzanas tienen buena pinta, anciano. — Comenzó la conversación con aires de empezar algo que le llevase a lo que el hombre tuviese que decirle. Y, al mismo tiempo, a disimular con respecto a quienes pudiesen estar cerca.

Incluso tomó una de las frutas, como si la inspeccionase con el mayor de los intereses.
#4
Arthur Soriz
Gramps
La mirada del anciano no se apartó de la tuya incluso cuando empezaste a acercarte. Estaba siendo demasiado obvio a vista de los demás que preferían ignorarte adrede. Pero era tal la desesperación del viejo que parecía obviar por completo el hecho de que podrían estar vigilándolo entre las sombras... pensando que su vida ya estaba de todas formas llegando a su fin natural por lo que podía darse el gusto de arriesgarse un poco más.

Tus palabras le despertaron una pequeña sonrisa casi imperceptible, agradecido que hayas aceptado su descarada invitación a acercarte. Suspiró ligeramente, como si estuviera cansado cuando en realidad ni una gota de sudor se derramaba de su frente. Estaba claro que ya tenía costumbre de hacer ese tipo de trabajo... años y años encima de sus hombros como para agotarse por simplezas así. No se veía como un hombre frágil, pero sus leves temblores en las manos no eran producto de la edad... sino del miedo que sentía por lo que estaba sucediendo recientemente en Loguetown. Y al parecer sería tu exclusivo trabajo averiguar qué demonios estaba pasando.

Son frescas, joven. Llegaron con el último barco mercante esta mañana. —respondió con voz ronca, el tipo de voz que había visto años de gritos al viento y charlas bajo techos con goteras.

Fue entonces que su mirada se enterró en la tuya con la clara intención de decirte de una vez lo que quería soltar, pero su garganta parecía cerrarse, aún con el terror de que lo fueran a descubrir. — Es un buen día para cuidar de los tuyos, eso es seguro... — murmuró, apenas lo suficientemente alto para que lo oyeras, podría ser tan solo un comentario suyo al saber que eras un Marine o ese mensaje llevaba algo más de fondo.

Luego hizo una pausa, tragando saliva y dejando que sus hombros cayeran en aparente cansancio pareciendo que se le caía una de las frutas que acomodaba. Fingiendo torpeza se inclinó rápidamente para no dejar que cayera al suelo, 'trastabillando' y por ende terminando en 'caer' contra ti aunque era tan ligero su peso que no te movió ni un centímetro.

Cuando pudo erguirse, primero sonrió levemente con su ver entrecerrado asintiendo con la cabeza un par de veces a modo de agradecimiento, sentiste algo ligero meterse en tu bolsillo y susurró entonces al estar tan cerca de ti asegurándose de que oídos curiosos no fuesen capaces de escucharlo ni ojos ladinos leer sus labios. — Si buscas respuestas, las sombras suelen moverse al caer la tarde... especialmente en ese callejón... ten cuidado, joven.

Sus ojos se desviaron hacia una dirección concreta, pero lo hizo con tal sutileza que era evidente que no quería llamar la atención. Tras decir esto, habló una vez más pero en un tono de voz más elevado, sonoro, descarado...

¡Uy, lo siento! Mis piernas ya no son las de antes como verás... perdona, no fue mi intención caerme contra ti, gracias por atraparme. Toma, llévate esta manzana de regalo, si te gusta ya podrás comprarme después, ¿está bien?

El anciano se irguió casi de inmediato como si no hubiera dicho nada fuera de lo común... y volvió a organizar las frutas en silencio. Su expresión no delataba nerviosismo, pero sus ojos se movían inquietos, escaneando los alrededores como si buscara asegurarse de que nadie más hubiera captado lo que acababa de decir.

Si decidías revisar aquello que el anciano había puesto en tu bolsillo minutos atrás, verías que se trataba de una simple mariposa dorada de papel. Su significado... honestamente no lo sabrías con exactitud, creías sentir cierta familiaridad con esta, pero nada que pudieras tener en la punta de tu lengua ahora mismo.

Ya tenías un buen lugar para encontrar más posibles pistas. El día aún estaba en pañales, faltando unas horas para que el sol le diera su merecido lugar la luna ... pero en el fondo de tu cabeza sabías que tenías aquella orden de ir a la base. ¿Qué harías entonces con tal chance, investigarías un poco más por tu cuenta ignorando órdenes directas de un superior u optarías por ser más precavido y seguir la cadena de mando corriendo el riesgo de que el rastro se enfriara? Lo bueno de todo esto, es que puedes comerte una manzana mientras meditas tu siguiente acción.

Mariposa Dorada
#5
Ares Brotoloigos
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Efectivamente, en cuanto se aproximó al anciano, revisando una manzana de las muchas que tenía, empezó el pequeño teatrillo a ojos de las demás personas que recorrían el mercado sur, y que iban y venían. Mercaderes, piratas, maleantes, gente de a pie, civiles y personas que también se ganaban el pan de manera honrada día a día. Ares examinó, casi con ojo crítico, la manzana que había tomado como si se la fuese a comprar o algo parecido.

La verdad es que sí lo parecen. — Contestó el diablos en cuanto a la frescura de las frutas en cuestión.

Por otro lado, el mismo Ares se había colocado de manera estratégica. Justo al frente del anciano con lo que su alto e intimidante cuerpo opacaba el del buen hombre que se dedicaba a ganarse la vida vendiendo frutas en el mercado sur. Y con el que, ahora, el de escamas albas también intercambiaba una mirada más intensa y compenetrada. Ese viejo tenía información, en mayor o menor medida, pero la tenia. Y siempre era bien ir un paso por delante. El siguiente comentario le hizo sonreír de medio lado, dejando ver parte de sus afilados dientes. El movimiento posterior del viejo le hizo ponerse en alerta. Más bien, logro captarle con el otro brazo cuando el hombre se dejó caer un poco hacia delante, como si se hubiese tropezado o sus viejos huesos le hubiesen jugado una mala pasada.

No se preocupe, abuelo, la Marina está para eso. — Fue lo único que le susurró tras haber escuchado el murmullo del otro hombre. Los ojos de Ares se posaron, entonces y de reojo, en el susodicho, con una mezcla de intriga.

¿Qué más podría saber ese anciano aparte de lo que ya le acababa de decir? Quizás no era gran cosa, pero era un algo por donde empezar. La atención de Ares y, por ende, sus ojos rojizos, también se desviaron hacia dicha dirección, memorizando el callejón en concreto. Mas acto seguido, esa misma mirada se posó de reojo en el mismo hombre cuando notó como algo le era introducido en el bolsillo. Ares no metió la mano inmediatamente, consciente de que todavía había bastante gente en la zona. Aprovechó, eso sí, el momento en el que el anciano generó aquella disculpa disimulada, para encogerse de hombro. Fue el mismo Ares quien metió, ahora, la mano en el bolsillo, pero no la sacó de inmediato. Fue más bien un gesto de aparente reposo.

Se agradece, pero tampoco tiene porqué regalarme nada. — Aunque sí terminó por aceptar la manzana que el hombre le entregaba. A cambio, el mismo Ares le regaló aquel par de monedas con las que había estado jugando antes.

El diablos había aprovechado también para perfilar y notar, con los dedos, lo que el otro le había metido en el bolsillo. Y se lo había resguardado en la palma de la mano, pudiendo contemplarlo disimuladamente.

Una mariposa dorada.

Ares la miró por unos segundos más, antes de volver a meter dicho objeto de nuevo en el bolsillo.

Que tenga una buena venta. — Se despidió, finalmente, del anciano mercader y se alejó de la zona.

Ahora le embargaban dos dudas. Regresar a la base y presentarse ante el llamado de sus superiores o ignorar tal hecho y comenzar a investigar por su cuenta. En realidad, el diablos de alba piel escamada ni tan siquiera lo dudó. Era verdad que, seguramente, le cayese un buen sermón por no haberse presentado, ignorando una orden directa de un superior. Pero es que le iba a caer igual por llegar tarde.

Además, según el comunicado del cabo McAffee, tendría que informar sobre lo que averiguase. Así que mejor continuaba hacia la investigación directamente, y no daba más vueltas de lo necesario en un ir y venir que podía evitar. Primero seguiría el rastro que todavía estaba fresco, y ya luego informaría a la base. De todas maneras, Ares miró unos segundos al cielo. Todavía quedaban bastantes horas para que el atardecer y, por ende, las horas nocturnas cubriesen Loguetown. Pero no quería perder de vista aquel lugar.

El diablos frunció ligeramente el ceño. Así que hizo lo primero que se le ocurrió. Buscó a alguien más de la Marina que anduviese patrullando por la zona cercana y le daría el aviso para que comunicase lo que estaba haciendo a su superior. No era lo mismo, Ares lo sabía, pero era mejor que nada. Ya luego que le echasen la bronca de lo que fuera.

No estaba dispuesto a perder el rastro de una posible presa. En ese aspecto, era como un sabueso.
#6
Arthur Soriz
Gramps
Lady Luck te sonreía este día, porque en tu búsqueda de otro Marine que estuviera patrullando por allí, te cruzaste con uno que parecía estar apurado en dirigirse a la base por la que tú también tendrías que estar a estas alturas del día. Al verte, alzó una mano a modo de saludo, aproximándose a ti y saludando de forma respetuosa con ese característico gesto militar. Acto seguido te habló, en un tono de voz tranquilo.

¿Está yendo a la base también, señor? — preguntó. Tu mirada le dejó claro que esa no era tu idea. Se encogió ligeramente de hombros, como si le diera igual hacerte el favor de informar aquello, a fin de cuentas no sería a él a quien le echarían la bronca después así que no tenía nada que perder. La charla obviamente sería corta, tu idea era tan solo decirle que informara de tus andanzas y las intenciones que tenías sin más. Y en parte parecías notar que comprendía tu necesidad de seguir averiguando, no pudiendo ser capaz de dejar que un rastro se enfríe como si nada.

Además, tu sola mirada ya lo empezaba a intimidar un poco... ese ver carmesí y escamas albinas carentes de pigmento alguno te daban una apariencia casi fantasmal que seguramente le helaría la sangre a cualquiera que te viera.

Suerte con su investigación, tenga cuidado.

Tras decir esto se empezó a retirar, su paso tan apresurado como antes de que lo detuvieras en dirección a la base de Loguetown.

Tú, en cambio, ahora tenías carta abierta para hacer lo que quisieras. Tenías una ubicación en la que podías deducir que aparecerían más de esas supuestas 'sombras' que mencionó el anciano. Lo curioso era que tampoco había sido demasiado descriptivo, probablemente porque sabía que el resto de las personas ni se te acercaban por el miedo que tenían de ser las próximas víctimas de estas desapariciones si mencionaban el haber visto algo al respecto.

Las horas podrían ir pasando, lo que antes era un mercado bullicioso y repleto de mercaderes se iba vaciando hasta quedar pareciendo un pueblo fantasma; tan solo algunas personas yendo y viniendo con suficientes agallas como para no creer en supersticiones tontas. Y ese callejón seguía tan vacío como el momento en el que ese anciano te lo mostró. Pero como susurros fantasmales, algo hacía que las escamas de tu nuca se pusieran en punta, la piel de gallina si fuese posible tenerla así.

Pronto esos susurros cesaron cuando los pasos de alguien acercándose se hicieron presentes. Un hombre borracho, que trastabillaba ocasionalmente apoyándose contra las paredes de los edificios a su paso para no caer de bruces al suelo. Notabas desde lejos que ya se empezaba a desabrochar el pantalón para orinar en ese dichoso callejón. Se fue adentrando en las sombras, como si estas lo cubrieran cual manta oscura por encima.

Lo tenías a la vista, escuchabas el claro sonido de líquido saliendo a presión, cayendo contra una de las paredes y salpicando el suelo. Notabas cómo las sombras... tal y como describió el viejo, parecían moverse con una apariencia casi líquida... sinuosa que abrazaban más y más la corpulencia del individuo en estado de ebriedad.

¿Huh...? ¡MMMGH! ¡AYUD-...! — no pudo ni terminar. Lo que pareció ser un grito ahogado casi inmediatamente fue interrumpido, estabas presenciando el accionar de esta gente... o seres, no sabías exactamente qué eran.

Y de pronto lo pudiste sentir, el aroma característico de la sangre fresca invadiendo tus fosas nasales, como una invitación descarada a acercarte, casi como si lo estuvieran haciendo adrede... sin cuidado.

Contenido Oculto
#7
Ares Brotoloigos
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Tras haber intercambiado unas cuantas palabras con el otro marine que se había encontrado y que, casualmente, tenía prisa por regresar a la base, Ares le contó un poco de qué se trataba la situación y a qué superior tenía que avisar. Esperaba que lo hiciese, en verdad. Era consciente, mucho, de que luego se ganaría una buena bronca por no haber ido él mismo a informar, pero no era ningún pusilánime como para preocuparse ahora por eso. Tenía cosas mucho más importantes entre manos. Y cuando descubriese algo de lo que estaba sucediendo allí, menos tiempo perderían y ma´s efectivo sería el informe posterior.

Ares volvió a su patrullaje inicial por el mercado sur, pero esta vez no perdía de vista, de manera más disimulada a veces, el callejón que aquel anciano le había señalado. De vez en cuando atendía algunas peticiones cercanas de algunos viandantes, pero siempre y cuando no le alejasen de la zona. Aprovechaba también para ir vigilando el ir y venir de la gente. A medida que las horas iban pasando, el mercdo se volvía menos bullicioso y las gente se iba yendo, dando paso a un lugar casi fantasmagórico a medida que se aproximaba la hora del crepúsculo. Solo quedaban cuatro o cinco gatos por la zona, por decirlo de alguna manera. Él incluído. De repente, lo que había sido un mercado lleno de vida, ahora solo era una plaza con un aire más lúgubre de lo que debería ser, por mucho que las sombras del atardecer comenzasen a llenar el lugar.

Pero él no estaba inquieto, sino más bien acechante. Según lo que aquel anciano le había dicho, esas “sombras” debían de ser más activas a medida que los claroscuros del atardecer llenasen la zona. Algunos pasaban y se iban, otros se quedaban. Y a medida que sus ojos se posaban en ese callejón, de alguna manera podía sentir eses susurros que le erizaban las escamas de la nuca. ¿Era miedo? No, era una sensación de adrenalina, de anticipación. De cuando un animal está al acecho. Se relamió, por instinto, los labios. Y fue aproximándose hacia la zona, lenta y cautelosamente.

A ver si miras por donde vas. — El marine gruñó cuando un tipo que tenía más alcohol en vena que sangre se medio chocó contra él. Ares no le dijo nada más y dejó que siguiese de largo, pero no le quitó la mirada de encima por algún motivo.

El tipo fue tambaleándose hacia las cercanías del callejón mientras se iba desabrochando el pantalón. Seguramente para orinar. Si fuese otro callejón, a Ares le daría reverendamente igual, pero se había metido precisamente en ese. Movido, quizás, por el instinto, el diablos se fue aproximando. Y fue ahí donde, al mismo tiempo, fue notando que las sombras se movían. Pero no como debería ser lo habitual, sino de una manera más “líquida”. Como si tuviesen vida propia. Para cuando se quiso dar de cuenta, aquel grito de ayuda se entrecortó.

¡JODER! — El aroma de la sangre no tardó en golpearle las fosas nasales en cuanto se adentró al callejón. Al mismo tiempo se llevó, por inercia, una de sus garras a las nudilleras que pendían de su cinturón. No se las puso, pero fue un acto reflejo en ese momento.

Aquello casi parecía ser una invitación para acercarse. Y eso era lo que iba a hacer. No podía ser descuidado de todas maneras, no sabía con lo que iba a encontrarse ahí.

¿Monstruos? Él podía ser uno si así fuese necesario. Solo el charco de sangre y el aroma de la misma fue lo que le dió la bienvenida en cuanto su efigie se perdió entre la negrura de aquel callejón. Sus ojos rojizos inspeccionando, milimétricamente, todo el lugar que pudiese ver.

No estoy para juegos, es mejor que des la cara. — Su voz, su amenaza, resonó como un funesto eco.
#8
Arthur Soriz
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El callejón te envuelve como una mandíbula oscura y húmeda que te cubre por completo dejándote saber que lo que te rodeaba no era algo normal, casi que escapaba de este mundo o tu comprensión. Ese callejón en donde siquiera el sonido de los grillos que antes interrumpían con esmero tus pensamientos no parecían querer meterse ahí. El aroma a sangre mezclándose con el hedor agrio de orina y el moho de las paredes. Un charco a tus pies refleja las últimas luces anaranjadas del atardecer al caer la noche, creando destellos enfermizos que parecieran parpadear desde el suelo.

Tus ojos rojizos se adaptan rápido a la penumbra. De pronto, un sonido apenas audible corta el silencio. No es un gemido ni un grito, sino un murmullo inhumano que serpentea entre las paredes. Es imposible discernir su origen... parece rodearte, como si el callejón mismo estuviera susurrando a tus oídos. Tu instinto te advierte que no estás solo. Tus garras se tensan en un reflejo preparado para atacar. Y entonces, algo cambia en el suelo frente a ti... un tenue destello dorado. Por un momento, parece ser un reflejo errático pero al parpadear de nuevo reconoces la silueta de una mariposa. Su luz es delicada, efímera, pero lo suficiente para destacar en el tenebroso entorno.

Se posa en una pared cercana inmóvil como un presagio antes de desaparecer en las sombras. Apenas tienes tiempo para reaccionar cuando un siseo súbito quiebra el aire, y una bomba de humo dorado explota frente a ti.

La nube te envuelve en un instante, cargada de un aroma embriagante y empalagoso, un dulce tan intenso que ahoga el olor a sangre, sustituyéndolo por completo. El humo es denso... casi táctil, y se aferra a tus fosas nasales penetrando hasta tu garganta. Por un momento, la realidad parece tambalearse. Las sombras ya inquietantes comienzan a retorcerse en formas más definidas, mientras tus sentidos rugen con fuerza, sintiéndote atacado aunque no hay indicios de daño alguno en tu cuerpo.

Cuando finalmente el humo comienza a disiparse, lo que te recibe es un callejón extrañamente vacío. Las sombras que antes parecían moverse se han desvanecido. Lo único que queda es un charco de sangre rojo y oscuro donde las sombras se habían congregado antes.

Tu corazón late con fuerza, tus sentidos aún en máxima alerta. No están lejos. Lo sabes, lo sientes. Esos instintos que te han mantenido vivo tantas veces te empujan a buscar, y entonces lo notas... casi imperceptible en medio de la penumbra y el caos, un rastro de gotas de sangre.

Las pequeñas manchas trazan un camino que serpentea entre las callejuelas, alejándose de la plaza. Sus bordes frescos indican que son recientes, pero al mismo tiempo parecen ir en declive, como si la herida que las causó estuviera perdiendo fuerza.

Era tu chance de descubrir dónde se encontraba aquel grupo que parecía estar secuestrando gente a troche y moche. Si sigues el rastro, cada paso que dabas sobre el adoquinado se siente como un desafío silencioso hacia lo desconocido, un duelo contra el peligro que sabes que acecha al final de ese camino. Pasarían los minutos, tal vez unos quince a veinte cuando llegas a lo que parece ser una pared sólida. Pero el aroma de sangre sigue vigente, fresco. No te cuesta mucho tiempo darte cuenta que, sin lugar a dudas, esta era una pared falsa.

Estabas frente a la entrada de la 'guarida' de estas figuras sombrías. La decisión era tuya... continuar por tu cuenta, o informar al cuartel de tus hallazgos tal y como te habían ordenado en un principio.
#9
Ares Brotoloigos
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Fue casi un visto y no visto. El destello dorado de una mariposa fue lo primero que captó la atención de Ares. Por inercia, las garras de su mano diestra se tensaban y destensaban, como si fuese un preludio a una batalla, a una situación que le alteraba la sangre de pura adrenalina. Sus ojos carmesíes, ahora con la pupila más afilada debido a que sus ojos se habituaban a la penumbra del lugar, siguieron el revoloteo de ese extraño y llamativo insecto hasta que, de repente, desaparece como si fuese tragada por la misma penumbra.

De repente todo se silencia y el diablos permanece en una postura en guardia, en el más completo de los silencios también. Incluso su respiración se ralentiza cuando los susurros vuelven a sonar acuciantes en su cabeza y en sus pabellones auditivos. Como si, con ello pudiese centrarse más en todo lo que sucedía en aquel lugar. La punta de su cola escamosa, moviéndose de forma muy sutil y rítmica, casi como la de un felino que estuviese al acecho y a punto de saltar. Pero el sorprendido, en ese instante, fue él.

Mierda. — Siseó para sí antes de soltar un gruñido, casi un rugido, de frustración y rabia al mismo tiempo.

Una bomba de humo fue lanzada de, a saber donde, soltando un espeso humo dorado que no tardaría en cubrirle por completo. Ares se giró sobre sí mismo, como un depredador especialmente peligroso en ese momento. Había fruncido los labios por puro instinto y ahora se podían ver los reflejos de todos y cada uno de los dientes afilados que recorrían toda su mandíbula. Fue un siseo el que se escapó de dicho lugar a modo de respuesta. ¿Qué clase de humo era ese? No por el color en sí, sino más bien por el olor que le penetra las fosas nasales hasta casi afianzarse en su pecho. Como si casi pudiese tocarlo o tuviese textura.

Por puro instinto, la primera reacción del diablos fue moverse lo suficientemente rápido como para intentar salir de esa zona oscurecida parcialmente por la bomba de humo. Para cuando Ares lo consigue y, al mismo tiempo, el humo de por sí comienza a disiparse, nota que no hay nadie en los alrededores. Pero sabía, en su fuero interno, que aquella mariposa dorada era una pista. Una pista que no debía de perder en ningún momento. No iba a regresar al cuartel, lo tenía clarísimo. No hasta que averiguase qué estaba pasando en ese lugar. Todos sus sentidos estaban en alerta, su cuerpo y su mirada, avizores por cualquier movimiento que pudiese haber. Pero lo que llamó su atención fue el charco de sangre que había aparecido justo en el mismo lugar donde las sombras se habían congregado antes. Por lógica y teniendo en cuenta lo que había pasado y lo que había visto, supuso que esa sangre sería del pobre tipo que solo había entrado a mear al callejón.

Le había salido bien cara la meada.

El diablos se acuclilló apenas para pasar una de sus manos por sobre el espeso y oscuro líquido. Incluso se llevó una pequeña cantidad a la boca, saboreándola. Como si aquello le sirviese no solo para seguir el rastro, sino para reconocerlo de alguna manera. Para cuando sus ojos se fijaron al frente, pudo atisbar el sutil rastro.

Sin mediar palabra, Ares se puso en pie y comenzó a seguir aquel rastro de sangre, serpenteando entre las callejuelas aledañas también y alejándole cada vez más de la plaza.

A esas alturas, ya tendría que estar informando en la base, pero no iba a ir hasta que terminase con todo aquello. Hasta que él mismo aclarase la situación. No confiaba en tener que regresar y que el rastro se perdiese. Era terco y testarudo en ese sentido. Un don o un defecto, dependiendo de la situación o quién lo considerase. Ares continuó hasta que, al cabo de una quincena de minutos, aproximadamente, se topó en lo que parecía ser un callejón sin salida o, más bien, una pared.

¿Y ahora qué...? — Musitó para sí, frunciendo el ceño de inmediato.

Pero el aroma de la sangre seguía fresco. Y podía oler que continuaba más allá. Lo que significaba que había un camino o algo detrás de aquella pared que, ahora, concluía que era falsa. Sin dudarlo tan siquiera, comenzó a palpar la zona, buscando un interruptor o cualquier cosa que le pudiese permitir el continuar y abrir o deslizar esa pared.
#10
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