Hay rumores sobre…
... un algún lugar del East Blue los Revolucionarios han establecido una base de operaciones, aunque nadie la ha encontrado aun.
[Aventura][Autonarrada - T1] Un Pez Dorado
Muken
Veritas
Muken había zarpado sin un rumbo fijo al mar, este el cual inmenso y misterioso, era algo que siempre lo había atraído, pero ahora, solo y a la deriva comenzaba a sentir el peso del alta mar. Los primeros días fueron los más difíciles el sol abrasador del mediodía lo dejaba exhausto, las noches frías y ventosas lo mantenían en vela. Su principal ingesta de alimentos eran caramelos, frutas y carne seca, provocando que el viaje sea aún más duro. Pero en esos momentos era cuando recordaba las historias que su abuelo le contaba de niño, sobre criaturas marinas y tesoros escondidos en las profundidades del océano, en esos momentos sentía una extraña mezcla de miedo y fascinación. A medida que avanzaba, el mar parecía cambiar de color y de humor, un día era un espejo tranquilo que reflejaba el cielo, y al siguiente, una bestia enfurecida que sacudía su pequeño barco.

Al pasar unos días una tormenta sorprendió a Muken, el viento aullaba, las olas se elevaban como montañas y el cielo se oscureció. Creyó que sería su fin, pero sacando su voluntad a flote logro aferrarse a los cabos de su barco logrando capear el temporal a duras penas y cuando la calma regresó, se sintió renacer, había superado su primer gran desafío, había enfrentado a la cruel y ferros naturaleza en su estado más salvaje y había salido victorioso. Tras esto los días siguientes transcurrieron de manera más tranquila provocando que él joven aprovechara para pescar y contemplar el horizonte, ahora ya más calmado.

Al amanecer de la segunda semana de su travesía por el mar, divisó en la lejanía una pequeña mancha en el horizonte. A medida que se acercaba, la mancha se transformó en un pintoresco puerto pesquero. Sus ojos se iluminaron al contemplar las coloridas casas de pescadores que se aferraban a la costa, y los barcos meciéndose suavemente en el agua. El olor a salitre y madera húmeda le hizo cosquillas en la nariz, despertando en él recuerdos olvidados de la infancia. Las gaviotas con sus graznidos chillones lo aturdían, haciendo que desee poder sacar su rifle y disparar cosa que no hacía ya hace un largo tiempo. Con un corazón lleno de anhelo por conocer una nueva isla, guio su pequeña embarcación hacia la ensenada ansioso por llegar y pisar tierra. Sin embargo, al mismo tiempo que avanzaba, una sensación de inquietud lo invadió. En su mente varias preguntas revoloteaban sobre la nueva isla y una de esta era si ¿Estaría preparado para enfrentarse a lo que encontrara en tierra firme?

Al pisar el puerto pesquero, las casas de colores vivos, aferradas a las rocas como mejillones, contrastaban con el gris monótono del mar. El sol naciente bañaba el puerto de una luz dorada, creando un efecto casi surrealista, sin embargo, a pesar de la belleza del lugar, Muken sintió un vacío en su interior. La emoción de pisar tierra firme se mezclaba con un profundo temor a lo desconocido, recordaba las historias que su abuelo le contaba de niño, sobre criaturas marinas y tesoros escondidos, pero también sobre la maldad de los hombres.

Saludando con la mano a algunos pescadores Muken se dirigió a la zona principal del puerto, esto para rellenar cualquier papeleo o tramite que sea necesario para dejar su pequeño barco en el lugar por algunos días.  Tras esto se dirigió a un edificio que se encontraba en las cercanías, un lugar donde quedarse la cual le fue señalado por uno de los pescadores de la zona. Muken empujó la pesada puerta de madera de la posada, provocando el tintineo de las campanillas anunciando su llegada. En este se hacía presente un cálido aroma a pan recién horneado y el arroma a un muy buen vino tinto el cual envolvía automáticamente al joven. Detrás del mostrador una mujer de mediana edad con el cabello recogido en un moño lo miró con curiosidad - ¿Busca habitación, extranjero? -  Su voz era suave y melodiosa, por lo que calmado Muken asintió con un leve movimiento de cabeza, sintiendo una oleada de alivio. La posada era más pequeña de lo que había imaginado, con un fuego crepitando en la chimenea y una mesa llena de mapas y cartas náuticas, en una esquina un grupo de marineros jugaba a las cartas, mientras que, en otra, un anciano leía un libro junto a la ventana. El joven se sintió inmediatamente en casa. -En estos momentos solo tenemos dos habitaciones disponibles-, dijo la anfitriona, guiándolo hacia un pasillo. -Una con vistas al mar y otra que da al jardín. ¿Cuál prefiere? - meditándolo durante unos segundo Muken eligió la habitación con vistas al mar, deseando poder contemplar el horizonte infinito desde su ventana.  Al entrar en la habitación, se sorprendió al encontrar un viejo baúl de madera junto a la cama, con gran curiosidad, no dudo en abrirlo y encontró un diario amarillento, las páginas estaban llenas de una caligrafía elegante y de dibujos de barcos que nunca había visto. La anfitriona, al ver su interés, le explicó -Perteneció a un antiguo capitán que solía quedarse aquí. A menudo encontraba inspiración en las tormentas y en la belleza del mar.- la posadera observo atentamente al joven - Si quieres puedes quedártelo, el viejo capitán ya no ha vuelto y tal vez el próximo que encuentre esa libreta no la trate del mismo modo que tú lo haces. - tras esas palabras la señora se retira de la habitación dejando solo a Muken. Al quedar solo este se sentó en la cama y comenzó a leer el diario, este quedo fascinado por las aventuras escritas por el capitán el cual provocaba que se sintiera conectado con el pasado de la posada y con todos aquellos que habían dejado su huella en aquel lugar.

Desde la ventana de su habitación, observaba a los pescadores locales que se afanaban en sus labores. Entre ellos, una niña de ojos brillantes y cabello dorado llamaba su atención. Con una caña de pescar demasiado pequeña para su tamaño, luchaba por ser escuchada, mientras mostraba sus ojitos llenos de esperanza. Al acercarse, escuchó su súplica - ¿Podría alguien ayudarme a pescar un pez dorado para mi hermano? - los presentes no le prestaban atención, pero la joven niña no se daba por vencida. Muken, conmovido por la insistencia de la niña, decide intervenir y se acerca a esta. Con un cuaderno en la mano el joven le escribe un mensaje a la niña -No te preocupes yo te encontrare un pez dorado. - la niña con una sonrisa empezó a saltar de la alegría -sí, sí. mi hermano tendrá un pez dorado para su cumpleaños. - esta reacción duro unos segundos hasta que la niña se calmó -Muchas gracias por su ayuda señor, mi nombre es Penny y mi hermano se llama Markus. A él le encantan los peces dorados por eso le estoy buscando uno, pero no los consigo atrapar. - mientras escuchaba a la niña el joven escribía en su libreta, - Sabes donde aparecen esos peces dorados. - -Si, mi abuela me dijo donde atraparlos, pero ella ya no puede ir hasta ese lugar debido a su edad. - -bueno entonces guíame-. Muken empieza a caminar hacia el muelle, pero es automáticamente detenido por Penny -No, por ahí no es.- la cara del joven se sorprende al escuchar las palabras de la niña -El pez se encuentra en un pequeño lago que esta por el este de la isla.- tras escuchar eso la cabeza de Muken empezaba a doler mientras escribía - Hacia el Este, ¿queda lejos?- viendo hacia los lados la niña contesta -Más o menos, pero si nos apuramos llegaremos antes.- tras decir esas palabras Penny empieza a correr hacia el lado contrario del muelle.

Con Penny como guía de la aventura, Muken y la niña se adentraron en la espesura del bosque. -Por esta razón los pescadores ignoraban a la niña en el puerto, fui timado y de la peor forma. - comenzó a pensar el joven, mientras observaba la vegetación exuberante y salvaje la cual creaba un laberinto natural que los envolvía por completo. Cada rama crujía bajo sus pies, cada hoja susurraba secretos al viento, el sol luchaba por penetrar entre las copas de los árboles, proyectando sombras alargadas que danzaban en el suelo, mientras la niña con los ojos brillantes de emoción iba a la zaga de Muken, su pequeña figura una mancha de color entre el verdor. Tras horas de caminata, se encontraron con un río caudaloso que bloqueaba su paso, sus aguas turbias se arremolinaban furiosas, formando remolinos que amenazaban con arrastrar cualquier cosa a su paso. Contemplando la situación el joven uso algo de su ingenio y determinación y construyeron una balsa improvisada utilizando ramas y lianas que se encontraban en todo su alrededor. Con el corazón en un puño, se deslizaron por la corriente, sorteando rocas y troncos. Una vez lograron cruzar el rio estos se encontraron con un nuevo desafío el camino esta vez se volvió más escarpado, tenían que escalar una empinada ladera, aferrándose a las raíces de los árboles y a las pequeñas repisas de roca, el esfuerzo era grande, para una recompensa que prometía no ser la gran cosa. A medida que ascendían, el aire se volvía más fresco y el canto de los pájaros más melodioso, de vez en cuando, una ardilla juguetona saltaba de rama en rama, observándolos con curiosidad. Finalmente, al alcanzar la cima, se encontraron en un claro soleado y allí, como un espejo que reflejaba el cielo, se extendía el lago, sus aguas cristalinas invitaban a sumergirse en ellas, y la superficie, lisa como un cristal, reflejaba la imagen de los árboles circundantes, la niña con un grito de alegría corrió hacia la orilla y sumergió los pies en el agua fría. Muken después de tan larga travesía mostro una sonrió, habían llegado el lago encantado, con sus promesas de aventuras y misterios, estaba ante ellos.

El lago se extendía ante ellos como un espejo gigante, reflejando la bóveda celeste y los árboles que lo circundaban, sus aguas, cristalinas y tranquilas, invitaban a sumergirse en sus profundidades, la orilla cubierta de una suave alfombra de hierba, descendía suavemente hacia el agua formando una pequeña playa de arena blanca. Al acercarse al agua Muken se sintió envuelto por una sensación de paz y tranquilidad, el aire estaba lleno de los aromas de la naturaleza: el dulce perfume de las flores acuáticas, el barro húmedo y el ligero olor a pescado. En la superficie del lago, un grupo de patos mandarines nadaba plácidamente, sus plumas iridiscentes brillando bajo los rayos del sol, sus elegantes cabezas, con sus crestas verdes y naranjas parecían pequeñas coronas, de vez en cuando uno de ellos zambullía la cabeza en el agua para buscar alimento, dejando tras de sí una serie de círculos concéntricos. En las ramas de los árboles que rodeaban el lago, garzas grises se posaban pacientemente observando el agua en busca de peces, sus largas patas y sus picos afilados las hacían parecer estatuas de piedra, con un movimiento rápido y preciso una de ellas se abalanzó sobre el agua atrapando un pequeño pez entre sus garras. En las profundidades del lago, un mundo oculto bullía de vida, bancos de carpas koi nadaban en círculos sus escamas multicolores creando un espectáculo de luces hipnótico, sus movimientos eran elegantes y coordinados, como si bailaran al ritmo de una melodía invisible, entre las rocas y las plantas acuáticas se escondían truchas arcoíris listo para escapar a la menor señal de peligro, sus escamas brillaban con todos los colores del arcoíris, haciendo que parecieran joyas vivientes. En las zonas más tranquilas del lago, los peces betta, con sus aletas fluidas y sus colores vibrantes, establecían sus territorios machos de diferentes colores se mostraban desafiantes desplegando sus aletas y agitando sus colas en un intento de intimidar a sus rivales. "Por las noches, cuando el cielo se cubría de estrellas, el lago se transformaba en un espectáculo aún más mágico. Miles de luciérnagas iluminaban la orilla, creando un ambiente casi onírico. Su suave resplandor se reflejaba en el agua, formando un camino de luz que invitaba a seguirlo." Muken y la niña se sentaron en la orilla, maravillados por la belleza del lugar mientras observaban el ir y venir de los animales no podían evitar sentir una profunda conexión con la naturaleza. El lago parecía un lugar sagrado, un refugio donde todas las criaturas vivían en armonía. -Según una antigua leyenda, en las profundidades del lago habita un pez dorado mágico, capaz de conceder cualquier deseo. Se decía que este pez era el guardián del lago y que solo se mostraba a aquellos que eran puros de corazón. - Muken y la niña intercambiaron una mirada y tras una leve sonrisa se prepararon para iniciar su búsqueda, con una caña de pescar en mano, Muken y la niña se adentraron en el lago, lanzaron sus líneas una y otra vez esperando sentir la emoción de una captura, pero el pez dorado parecía esquivo. Mientras pescaban observaron con fascinación a las criaturas que habitaban el lago, las carpas koi se acercaban a la orilla como si quisieran jugar con ellos. Las truchas arcoíris saltaban fuera del agua intentando atrapar los insectos que volaban cerca y las luciérnagas los acompañaban en su búsqueda, iluminando su camino, pero a medida que pasaba el tiempo, Muken y la niña se dieron cuenta de que encontrar al pez dorado no era solo una cuestión de suerte, era necesario tener paciencia, perseverancia y un profundo respeto por la naturaleza.

El sol, un disco cobrizo que se hundía lentamente en el horizonte, teñía el cielo de un rojo intenso que se desvanecía en tonalidades de púrpura y añil. Las sombras alargadas de los árboles se extendían como tentáculos sobre la superficie plácida del lago creando un escenario melancólico que presagiaba lo que estaba por venir. De entre los matorrales, emergió una figura colosal un oso negro con un pelaje lustroso y brillante como el carbón que contrastaba con el crepúsculo, sus ojos dos esferas ámbar que brillaban con una luz interna escrutaron el lago con una intensidad que helaba la sangre, su rugido gutural que sacudió los árboles y resonó en el corazón de los jóvenes provocando que se levanten del miedo, mientras observaban la llegada del oso el cual se lanzó al agua. El impacto fue ensordecedor el agua antes quieta y cristalina se agitó con violencia formando olas espumosas que se desbordaron sobre la orilla. El oso con una fuerza descomunal revolvió el fondo fangoso liberando una nube de sedimentos que turbaron el agua, pero no eran simples sedimentos de sus garras afiladas como dagas goteaba una sustancia viscosa y brillante, un veneno oscuro que se esparció por el lago como una mancha de aceite. El olor a azufre y podredumbre era tan intenso que ardió en las fosas nasales de los jóvenes, era un olor a muerte, a decadencia, que impregnaba el aire y corrompía la belleza natural del lugar. Los peces antes tan ágiles y vibrantes, ahora flotaban inertes en la superficie, sus escamas otrora iridiscentes se habían vuelto opacas y deslucidas, como escamas de pescado seco, sus ojos antes llenos de vida estaban ahora vidriosos y vacíos fijos en un punto indeterminado. Las libélulas que hasta hace poco revoloteaban alegremente sobre el agua ahora se mantenían a distancia, sus alas temblorosas, sus cuerpos delgados y frágiles se balanceaban en el aire, como si sintieran el peligro que se cernía sobre el lago, incluso las aves que normalmente cantaban sin cesar habían enmudecido, ocultándose entre la vegetación acuática. El veneno se propagaba rápidamente dejando a su paso una estela de destrucción, las plantas acuáticas antes verdes y exuberantes, se marchitaban y morían.

El agua turbia y contaminada comenzó a agitarse con violencia y de las profundidades emergió una sombra colosal. Era un pez dorado, pero no era un pez común y corriente, su tamaño era comparable al de un barco pequeño y sus escamas brillaban con una luz dorada bajo el sol poniente, sus aletas tan grandes como velas se extendían por varios metros y su boca lo suficientemente grande como para tragar a un hombre entero se abrió en un rugido sordo. Escondidos detrás de unas ramas los dos jóvenes observaban la situación -Creo que la bolsa para llevar al pez dorado quedo muy chica- comento Penny, mientras Muken sacaba su arma de fuego. Los dos animales comenzaron a luchar, uno creería que la ventaja estaba de lado del oso el cual contaba con más armas en su arsenal, sin embargo, el pez dorado tenía un fuerte golpe de cabeza y con la cola no se quedaba atrás, aparte que sus escamas eran lo suficientemente resistente como para aguantar las poderosas garras y dientes del oso. La pelea no parecía tener fin, pero Muken ya estaba en posición con su rifle a distancia, coloco su ojo en la mirilla y apunto al ojo izquierdo del oso, el tirador estaba seguro de lograr el tiro y de esa forma darle más ventaja al pez para que pueda terminar con el oso, el cual cada vez le ganaba más terreno al pez. Con su concentración al máximo Muken inhalo una bocanada de aire para luego exhalar lentamente, para terminar, apretando el gatillo. Un fuerte estruendo se escuchó en el lago el cual fue seguido por un fuerte rugido, el tiro había dado en el blanco y ahora al oso le faltaba un ojo. Aprovechando la situación el pez dorado ataco con todo, pudiendo a si dar un golpe fatal a su oponente, el oso sin vida cae al agua y el pez dorado se lo come, al igual que el líquido fangoso que afectaba el lago.  –Al parecer la historia es verdad, el pez dorado es el guardián del lago. - un silencio se hizo presente ante los dos, pero este no duro –Y se acaba de comer un oso de un solo bocado, viste eso, eso fue genial. La abuela tenía razón, el pez dorado es el guardián el lago. Cuando se lo cuente no lo podrá creer. - Penny se encontraba exaltada por el momento, mientras que el corazón de Muken latía sin parar, se notaba que la inocencia de la niña no la dejaba ver el terrible peligro que acaban de pasar.

Muken decide volver a la aldea y le hace una señal a Penny para empezar el descenso de la montaña, pero antes de empezar la caminata el joven se agacha y recoge una escama brillante que se encontraba en el suelo –Esto…- con rapidez Muken empezó agarrar escamas brillantes que se encontraban en el suelo –Estas recogiendo escamas brillantes, yo te ayudo. - Tras un largo rato recolectando escamas brillantes el joven dio el alto pues ya eran suficientes escamas. Empezando a descender la joven niña comenzó a relatar nuevamente todo lo sucedido en la cima a Muken como si este no hubiera estado ahí. La cabeza del joven no daba más del dolor, no estaba acostumbrado que le hablaran tanto. Al llegar a la posada el Muken se despide de Penny y le dice que vuelva en dos días que iba a tener una sorpresa para ella, esta con una sonrisa asintió y se fue del lugar, ahora en busca de otro regalo para su hermano. Después de un merecido sueño Muken sale de la posada en busca de materiales, algo de madera, pegamento y una que otra cosa más, para luego encerrarse en su habitación.

Han pasado dos días desde que Muken y Penny volvieron de la montaña, en la entrada de la posada una joven niña y niño esperan al joven Muken el cual sale de su habitación con una caja gigante. –Hola Muken, este es mi hermano. Le conté todo lo que nos pasó en el lago y no me cree. Cuéntale tú lo que paso, porque dice que yo solo miento y que estoy creando historias fantasiosas igual que mi abuela, cosa que no es real. - colocando la caja en la mesa Muken les pide a los niños que abran la caja la cual junto a esta tenía un mensaje escrito –Este pez dorado no puede conceder deseos o proteger lagos, pero siempre estará alado de ustedes. – una vez la caja está abierta los niños pueden ver una estatua bastante grande de un pez dorado. – No es mucho, pero espero que les guste. - Tras ver al pez dorado creado por Muken los dos niños se sorprendieron y no dudaron en darles las gracias y salir corriendo a mostrarles a su abuela el regalo que le había dado el joven. La pesca había terminado mal, pero, aunque no hayan podido atrapar lo que buscaban el resultado al final parecía bueno y con esto echo ahora solo quedaba ver que nos traería el futuro. –Mi primera aventura aunque algo caótica resulto algo divertida, espero que la siguiente sean tan emocionante como esta.-

[Imagen: anime-peque%C3%B1o-ni%C3%B1o-sujetando-u...032977.jpg]
#1
Moderador Bon Clay
OKAMA WAY
AVENTURA COMPLETADA CON ÉXITO


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#2


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