¿Sabías que…?
... Oda tenía pensado bautizar al cocinero de los Mugiwaras con el nombre de Naruto, pero justo en ese momento, el manga del ninja de Konoha empezó a tener mucho éxito y en consecuencia, el autor de One Piece decidió cambiarle el nombre a Sanji.
[Aventura] [A-Presente | T1 Autonarrada] Los grandes problemas de los más pequeños
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
1 de Verano del año 724, Loguetown.

La madera restalló en el momento en que las espadas de entrenamiento chocaron entre sí, haciendo que el eco del golpe se extendiera por todo el patio de armas. Seguido de esto se escuchó un agudo quejido y el ruido que produjo una de las armas al caer al suelo, repiqueteando contra este hasta que quedó inmóvil. El recluta cae de culo y sus dos compañeros arrastran los pies al retroceder levemente, intimidados por el oponente que se mantiene firme ante su superioridad numérica. La mirada carmesí de la oni va saltando de uno a otro alternativamente, atenta a cualquier movimiento que hagan mientras que el tercero aún se debate entre ponerse en pie y seguir arriesgándose o quedarse en el suelo hasta que el combate finalice. De todos modos, su espada había salido volando hasta quién sabe dónde.

Aquella mañana tras la inspección, habían indicado al pelotón de reclutas que cogieran las armas de práctica y se colocasen por parejas; tocaba entrenamiento de combate. En el caso de Camille, dados su tamaño y fuerza, le habían asignado a tres oponentes: un trío de reclutas con los que había tenido algo de trato en las últimas semanas. No era la primera vez que se sometía a ese tipo de ejercicios: los sargentos aprovechaban para enseñarles a los reclutas a trabajar en equipo para batir a enemigos más fuertes, acostumbrando a Camille a combatir en inferioridad numérica en el proceso. Para la morena se había convertido en un ejercicio emocionante, ya que le brindaba un desafío real y eso era de agradecer. Después de todo, ninguno de ellos habría sido capaz de darle pelea en un duelo individual, así que salían ganando todos.

Dio un paso al frente y los dos reclutas que aún quedaban en pie se prepararon para protegerse.

—Es suficiente por hoy —anunció repentinamente el sargento, interrumpiendo todos los combates.

Ahora que se ponía interesante... —masculló Camille, chasqueando la lengua y bajando la espada al relajar la postura. Sonrió levemente y se acercó hasta el recluta que había caído para tenderle la mano—. Buen combate.

Casi le costó más esfuerzo agacharse para que llegara a estrecharle el brazo que tirar hasta ponerle en pie. Tras esto, todos dejaron las armas de entrenamiento en su correspondiente contenedor y marcharon a asearse un poco y comer antes del cambio de turno en las guardias. Por desgracia, aquella tarde le tocaba a ella sustituir a su compañero, de modo que era probable que no hiciera nada productivo o interesante en lo que restaba de día. Es por esto que, una vez terminó sus quehaceres y se acercó a la hora del cambio, acudió a los barracones para rebuscar entre sus cosas y llevarse consigo los libros y mapas que la capitana Montpellier le había prestado. Aprovechaba los ratos muertos para aprender cuanto podía sobre navegación desde que su superior le dijo que intuía ciertas cualidades en ella que la convertirían en toda una navegante. No sabía hasta qué punto lo decía en serio o simplemente para obligarla a aprovechar su tiempo en algo productivo. Fuera como fuese, sería mejor estudiar un poco que pasarse toda la tarde mirando a las musarañas.

Aquella tarde le tocaba estar junto a la entrada de la base. Normalmente esa guardia se hacía dentro de una caseta de seguridad situada en el interior a un lado del portón pero, dado su tamaño, había cogido la costumbre de colocar fuera una mesa y una silla lo suficientemente grandes para que le sirvieran. Así no tendría que estar encogida en esa lata de sardinas que era la garita de vigilancia. El punto negativo de hacer eso era que no podía ver las transmisiones de la monitorización de los den-den mushis, pero para eso tenía un compañero.

Una vez lo tuvo todo dispuesto, tan solo quedaba ponerse a leer y esperar que el tiempo pasase rápido.

Bueno, vamos con ello...

Y así, sumergida en la sabiduría de hombres y mujeres mucho más inteligentes y cultos que ella, fueron transcurriendo las primeras horas de la tarde sin mayores incidentes. De vez en cuando interrumpía su lectura para atender a los civiles que se acercaban para realizar alguna gestión, otras para echarse a un lado y dejar pasar a quienes traían prisioneros o suministros a la base, pero lo cierto es que la mayor parte del tiempo no tenía ni que moverse del sitio. Esto cambiaría cerca de las 19:00, cuando el sol estaba empezando a caer casi imperceptiblemente para dar paso a la noche en unas horas.

Los chillidos de una niña hicieron que alzase la mirada de los libros y mapas, observando cómo una pequeña figura se aproximaba corriendo hacia la entrada de la base. Cerró el libro que tenía en la mano y se puso en pie, dejando sus cosas a un lado. Tanto ella como varios de sus compañeros que se encontraban por allí se acercaron a ver qué ocurría, aunque la oni se quedó más atrás para evitar que la chiquilla se asustase. No sería la primera vez, y aunque le frustraba un poco podía llegar a entenderlo. Por ello sería la más sorprendida cuando comenzó a hablar y escuchó sus palabras.

—No, no... Tiene que venir ella, la señora súper grande —aclaraba la chica de rizos castaños mientras señalaba en su dirección—. Solo ella puede ayudar, por favor... Si no se da prisa Phinn correrá peligro. Por favor, por favor...

Camille se abrió paso entre sus compañeros y se puso en cuclillas frente a la niña, inclinándose todo lo posible para ponerse a su altura.

¿Ese Phin es amigo tuyo? —la niña asintió—. ¿Qué clase de peligro corre? ¿Qué le ha pasado?

—Phinn se puso a trepar muy muy alto y ahora no sabe bajar desde donde está. Se va a caer... si no vamos rápido se caerá —contestó entre sollozos con gesto de alarma y preocupación.

Está bien... enséñame dónde está tu amigo.

Cogió a la chiquilla en brazos, que soltó un corto chillido de sorpresa antes de quedarse sobre sus hombros. Camille le echó una mirada a sus compañeros y uno de ellos asintió, restándole importancia con una mano: la cubriría mientras estuviera fuera. Tras sonreírle con gratitud, la oni y la pequeña salieron a toda prisa del cuartel. Sophía —que así se llamaba la niña—, fue dándole indicaciones para saber a dónde debía dirigirse. Tras unos minutos de carrera llegaron a una pequeña plaza en la que había un pequeño grupo de niños, algunos mayores que otros, alrededor de un gran árbol. Dejó a la cría en el suelo junto a ellos y se acercó.

¿Dónde está Phinn? —preguntó la marine, momento en el que todos los muchachos señalaron hacia la copa del árbol.

La mujer abrió más los ojos, con sorpresa e incredulidad. Después sus labios se tornaron en una sonrisa y segundos después se rio un poco. El sentimiento de alarma que se había apoderado de ella durante los últimos minutos se desvaneció por completo, sustituido ahora por una mezcla de alivio y diversión. Suspiró para terminar de dejar de salir sus preocupaciones y volvió a mirar hacia las ramas del árbol. Entre ellas, tumbado sobre una de las más altas, se encontraba un gato de pelaje negro descansando muy cómodamente. Debía llevar un buen rato ahí tirado y, a juzgar por la preocupación de los chiquillos de la plaza, no habían sido capaces de que les hiciera caso y bajase con ellos.

¿Es vuestro el gato, Sophía? —inquirió, ante lo que la niña asintió—. Está bien, déjalo en mis manos. Vuestro amigo estará a salvo en un momento.

Supuso que para un humano corriente, más aún para unos niños, la altura a la que se encontraba Phinn era una considerablemente alta. Para ella, lo cierto es que necesitaba poco más que estirarse para coger al gato. Quizá por eso habían ido a buscarla expresamente. Alargó los brazos hacia arriba y, tras unos pocos maullidos y quejas desganadas, atrapó al gato y lo bajó hasta los brazos de la niña, quien lo achuchó con tanta energía que Camille casi temió porque fuera a asfixiarlo.

La próxima vez evita soltarlo por la calle para que no se suba donde no debe, ¿vale? Los gatos son muy independientes en ese sentido así que hay que tener un ojo sobre ellos.

Sophía asintió con una sonrisa y todos los niños, que debían ser amigos suyos o familiares, empezaron a corear y saltar a su alrededor con alegría, lo que le sacó una sonrisa mientras se ponía en pie. Tras quedarse un rato más con ellos para asegurarse de que todos se recogían a su hora y no preocupaban a sus respectivos padres, la oni se puso en camino hacia la base nuevamente, dispuesta a retomar su guardia... o lo que quedase de ella. El turno acabaría en apenas un par de horas.

Al menos había sido más entretenido de lo que esperaba.
#1
Moderador Kinemon
Moderador Freelance
¡Hola Camille! ¡¡Menos mal que salvaste a Phinn!! Seguro que esa niña estará siempre agradecida contigo y la imagen de la marina es ahora mucho mejor! ¡Felicidades! ¡Hiciste un gran trabajo! 

¡AVENTURA COMPLETADA CON ÉXITO!

Al user Camille por una T1 se le entrega:
  • Experiencia: De 110 a 140 [+30]
  • Nikas: De 0 a 1 [+1]
  • Berries: De 0 a 200.000 [+200.000]
  • Reputación: De 0 a 5 (+5 Buena Positiva) [+5]
#2


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