¿Sabías que…?
... Garp declaró que se había comido 842 donas sin dormir ni descansar porque estaba tratando de batir un récord mundial. ¿Podrás superarlo?
[Autonarrada] ¿De dónde sales tú? [T3]
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Día 3 de invierno.

El cielo del North Blue estaba gris como el acero, con nubes que se acumulaban en el horizonte amenazando lluvia. Ragn, el rubio vikingo de porte imponente, dio un suspiro al sentir el aire salado en sus pulmones. Era un hombre de grandes proporciones, con cabello largo que caía en una melena dorada y ojos tan azules como las aguas del North Blue. ¿En este mas siempre hacía mal tiempo? Bajo su gruesa capa de pieles, el brazo izquierdo brillaba metálico y reluciente, una obra maestra de ingeniería que destacaba en su figura como una joya en bruto. Poniendo un pie en la primera isla tras semanas en el mar, su estómago rugió. Había un sinfín de cosas que podía hacer ahora que estaba en tierra firme, pero ninguna más urgente que llenar el vacío de su estómago. Caminó por las calles empedradas de aquel pequeño puerto hasta dar con una taberna que, por el aroma a especias y carne asada que salía de su interior, prometía un banquete digno de su hambre. El letrero sobre la puerta estaba torcido y pintado a mano: "La Garra del Kraken". Ragn sonrió al verlo, aquel nombre no parecía pegar mucho con la estética de la isla y casualmente, si mucho con el. Con ese nombre, al menos sabía que no se tomaban las cosas demasiado en serio. Empujó la puerta, y el calor del local lo envolvió como una manta. El murmullo de conversaciones, risas y el choque de jarras de cerveza llenaba el ambiente. Por desgracia o por suerte, no había pasado ni un minuto desde que entró cuando se percató de que alguien la estaba liando en la otra punta del local. —¡Os digo que no sois dignos de esta obra de arte!—Gritaba una voz especialmente ronca, casi rasposa, pero con una cadencia que tenía algo de música. El dueño de aquella voz era un hombre moreno, de piel bronceada y ojos dorados que brillaban incluso bajo la luz tenue de las velas. Tenía tatuajes que se enroscaban por sus brazos como serpientes y rastas que caían hasta sus hombros. Su belleza era peculiar, casi magnética, y su presencia dominaba el espacio como si fuera el dueño del lugar. Este tipo estaba de pie sobre una mesa, sosteniendo una pequeña caja de madera y defendiéndola como si fuese el mismísimo tesoro del One Piece.

¡Te digo que lo abras ya, Prshendi!—Gritó un hombre desde el suelo, un borracho cualquiera. —¡Cállate, imbécil! ¿Qué vas a saber tú del arte?—Replicó el hombre de las rastas, con un ademán despectivo. —¡Esto no es para ojos sin alma como los tuyos!— Ragn se quedó mirando por unos segundos antes de reconocer a aquel hombre. No era la primera vez que lo veía causar estragos en un bar. Era Hardwuing, conocido como "Prshendi" en los bajos fondos del East Blue. Un contrabandista, negociante y autoproclamado "coleccionista de maravillas". Ragn había tenido un par de encuentros con él en el pasado, la mayoría de ellos relacionados con extrañas negociaciones y promesas de tesoros imposibles. Era un tipo carismático, aunque a menudo un tanto molesto. Prshendi finalmente bajó de la mesa con un salto grácil, como un felino, y en cuanto vio a Ragn, sus ojos dorados se iluminaron. —¡Ragn, amigo mío!—Gritó con los brazos abiertos como si estuviera saludando a un hermano perdido hace mucho tiempo. —¡El destino nos vuelve a juntar! ¡Y mira ese brazo! Siempre supe que eras un hombre de gran estilo, pero esto... esto es algo más.— Ragn se cruzó de brazos, su expresión impasible como siempre, aunque una leve sonrisa se asomaba en la comisura de sus labios. —Prshendi, ¿qué líos andas armando ahora?—Preguntó, directo al grano.

Prshendi se acercó, ignorando por completo las miradas de los clientes que habían presenciado su numerito. —Nada que merezca preocuparte, amigo—Dijo, apoyando una mano en el hombro de Ragn como si fueran viejos camaradas. —Pero hablando de cosas que sí importan... ¡Ese brazo! Es una obra de arte, ¿los rumores eran ciertos? ¿Realmente es funcional?— Ragn arqueó una ceja, conociendo a Prshendi lo suficiente como para saber hacia dónde iba la conversación. —Funciona mejor que tu lengua, y eso ya es decir mucho.—Respondía, sin perder su tono tranquilo. Prshendi se rió, esa carcajada grave y ronca que parecía un ronroneo. —¡Perfecto! Porque tengo una oferta que no podrás rechazar. ¡Quiero ese brazo! Lo que pidas, Ragn, lo que pidas. Oro, joyas, mapas de tesoros... dime qué quieres y es tuyo.— Ragn lo miró como si acabara de pedirle la luna. —No está en venta.—Dijo con firmeza. Prshendi hizo un gesto dramático de desilusión, llevándose una mano al corazón como si acabara de recibir un disparo. —Vamos, amigo, ¡piensa en las posibilidades! Podría convertirlo en una pieza legendaria, algo que las generaciones futuras contarán en canciones. ¡Prshendi, el hombre que coleccionó el brazo del gran Ragn!— Ragn negó con la cabeza y, sin perder la calma, se dirigió a una mesa vacía. —Lo que podrías coleccionar es algo de comida en lugar de seguir dando la lata.—Comentó señalando al camarero para pedir algo de comer. Prshendi, lejos de sentirse ofendido, siguió a Ragn con una sonrisa en los labios.

¿Eso es una invitación? No puedo rechazarla, ¡sería una ofensa para nuestra amistad!— Ragn suspiró, pero no pudo evitar reírse para sus adentros. Prshendi tenía esa habilidad de meterse bajo la piel de la gente y, al mismo tiempo, resultar extrañamente entrañable. En pocos minutos, la mesa estaba llena de platos. Carne asada, pan recién horneado, guisos calientes y, por supuesto, jarras de cerveza espumosa. Prshendi se lanzó a comer con entusiasmo, aunque no dejó de hablar ni un momento. —Escucha, Ragn.—dijo entre bocados de pan. —No quiero sonar insistente, pero si no puedo tener tu brazo, al menos déjame estudiarlo. Quiero entender cómo funciona, tal vez pueda replicarlo, crear algo nuevo. ¡Imagínalo! Prshendi, el creador de prótesis legendarias.

Ragn se inclinó hacia atrás, tomando un trago de su jarra.

Prshendi bajó un poco la voz, inclinándose hacia adelante, su tono cambiando de jovial a serio de manera inesperada. —Hablando de cosas que sí deberían preocuparte... He oído rumores sobre tu hermano pequeño, Ragn. Alguien lo ha visto por estos mares hace no mucho.— El vikingo dejó su jarra sobre la mesa, su mirada se volvió fría como el hielo del North Blue. —¿Mi hermano?—preguntó con cautela, aunque la tensión en su mandíbula traicionaba sus emociones. —¿Qué has oído? — Prshendi entrelazó los dedos, apoyando los codos sobre la mesa, sus ojos dorados observando atentamente a Ragn. —Verás, no me gusta inmiscuirme en los asuntos familiares de nadie, pero...—Hizo una pausa para tomar un trago de su cerveza. —...me pareció importante avisarte. Dicen que anda haciendo preguntas, buscando gente, y que tu nombre salió en más de una ocasión. Pero no con buenas intenciones. Ya sabes cómo es, Ragn. Si te encuentra, no va a ser para ponerse al día y tomar algo como nosotros ahora.— Ragn apretó los dientes, mirando al vacío por un momento. Su hermano pequeño, ese vínculo que alguna vez había significado tanto para él, se había convertido en una herida abierta en su pasado. —¿Dónde lo viste?—Preguntó al fin, su tono bajo, pero lleno de determinación. Prshendi negó lentamente con la cabeza. —No lo vi yo, pero he escuchado historias. Algunos en este puerto aseguran que navegaba con una tripulación de piratas de dudosa reputación, unos perros sanguinarios con muy poca paciencia para la diplomacia. Si estás aquí, probablemente estés más cerca de cruzarte con él de lo que te imaginas. Sólo quería que supieras que... bueno, puede que el próximo encuentro no sea tan amistoso como esta cena.

El silencio se apoderó de la mesa por un momento, roto únicamente por el sonido de las jarras siendo llenadas en el fondo del bar y las carcajadas de los borrachos. Ragn se frotó la barbilla, su mente ya enredándose en posibles escenarios. —Agradezco el aviso, Prshendi.—Dijo finalmente. —Aunque si llega el día, no será la primera vez que él y yo resolvemos las cosas... a nuestra manera.— El moreno sonrió con un brillo extraño en los ojos. —Eso lo sé, Ragn. Pero si me permites un consejo... no subestimes cuánto puede cambiar alguien cuando lleva suficiente odio en su corazón. Incluso la familia.— Ragn lo miró con intensidad, asintiendo con un ligero movimiento de cabeza. Luego, levantó su jarra. —Entonces, brindemos. Por la familia, por los viejos amigos, y por los problemas que aún no han llegado.— Prshendi chocó su jarra con la de Ragn, su risa ronca llenando el aire otra vez. —¡Por eso me caes bien, Ragn! No importa cuántos problemas se acerquen, siempre estás listo para enfrentarlos con una jarra en la mano.

Mientras la noche avanzaba, el vikingo y el coleccionista de maravillas siguieron compartiendo historias y comida, pero la sombra de la advertencia de Prshendi quedó flotando en el aire, como una tormenta en el horizonte.

Parshendi
#1
Moderador Doflamingo
Joker
¡RECOMPENSAS POR AUTONARRADA T3 ENTREGADAS!


Usuario Ragnheidr Grosdttir
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#2


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