¿Sabías que…?
... Oda tenía pensado bautizar al cocinero de los Mugiwaras con el nombre de Naruto, pero justo en ese momento, el manga del ninja de Konoha empezó a tener mucho éxito y en consecuencia, el autor de One Piece decidió cambiarle el nombre a Sanji.
[Aventura] [Auto Aventura Tier 1] Sombras en el faro
Jigoro Kano
El pequeño
La noche estaba cayendo rápidamente sobre la base cuando Kano recibió sus órdenes. Su misión parecía sencilla: asegurar la vigilancia en el Faro Rostock, donde se habían reportado extrañas actividades en las últimas semanas. Con su habitual determinación, Jigoro se dirigió a lo largo de la isla hacia el acantilado donde el faro se erigía solitario, su luz guiando a los barcos a través de las peligrosas aguas.

Al llegar Jigoro se detuvo a observar la estructura que se alzaba imponente frente a él. A primera vista, todo parecía en orden. La luz del faro giraba de manera constante, y el sonido de las olas rompiendo contra las rocas llenaba el aire. Sin embargo, había algo en la atmósfera que lo inquietaba, una sensación de que no estaba solo.

Decidido a cumplir con su deber, Jigoro se acercó a la puerta del faro, dispuesto a realizar una inspección. Justo cuando estaba a punto de golpear la puerta de madera, una voz áspera y cortante lo detuvo.

"¡Aléjate del faro!" La voz resonó desde adentro, fuerte y autoritaria, como si hubiera estado esperando a Jigoro.

Jigoro retrocedió un paso, sorprendido por la brusquedad del tono. "Soy el cabo Kano, de la Marina. Estoy aquí para patrullar la zona y asegurarme de que todo esté en orden," respondió, manteniendo un tono firme pero respetuoso.

La puerta permaneció cerrada, y después de un breve silencio, la voz habló de nuevo, esta vez con un tono aún más hosco. "No me importa quién seas. Este faro no es lugar para marinos curiosos. Haz tu patrulla y mantente fuera. No intentes entrar o te arrepentirás."

Jigoro frunció el ceño, evaluando la situación. No le habían informado de que el faro estuviera ocupado, y ciertamente no esperaba encontrarse con alguien tan reacio a la presencia de la Marina. Sin embargo, sabía que insistir podría complicar las cosas, así que decidió cumplir su misión sin entrar en conflicto.

"Entendido. Haré mi patrulla alrededor del faro," dijo Jigoro con calma, alejándose de la puerta.

Mientras caminaba alrededor del faro, Jigoro mantuvo sus sentidos alerta, consciente de que la situación era más compleja de lo que había anticipado. No podía sacudirse la sensación de que estaba siendo observado desde el interior pero decidió concentrarse en su tarea, escaneando el horizonte en busca de cualquier señal de actividad sospechosa.

El viento frío soplaba con fuerza mientras patrullaba la zona, la luz del faro girando sobre su cabeza. La noche estaba completamente oscura, y la única compañía de Jigoro era el sonido constante de las olas y el crujido ocasional de los matorrales cercanos.

Cada tanto, Jigoro lanzaba una mirada hacia el faro, pero no había indicios de que su habitante misterioso fuera a salir o interactuar con él. A medida que la noche avanzaba, Jigoro no pudo evitar preguntarse quién era realmente esa persona y por qué estaba tan empeñada en mantener el faro cerrado y aislado.

El viento soplaba con más fuerza a medida que la noche se adentraba en su fase más oscura mientras el bigotón continuaba su patrullaje alrededor del faro, atento a cualquier cosa fuera de lo común. El faro en sí, una torre de piedra imponente, parecía casi un guardián solitario en medio de la nada, su luz girando como un ojo vigilante sobre el océano.

Mientras caminaba, Jigoro no podía dejar de pensar en la actitud hostil del farero. Algo sobre la situación no encajaba. Un faro era un lugar crítico para la seguridad de los marinos, y la presencia de alguien tan reacio a recibir ayuda o inspecciones de la Marina era inusual, por decir lo menos. Sin embargo, Jigoro sabía que debía concentrarse en su misión. Si el guardián no quería ser molestado, no tenía sentido forzar una confrontación.

A lo lejos en su incesante marcha Jigoro escuchó el leve crujido de ramas, seguido por un murmullo de voces apagadas por el viento. Su entrenamiento se activó de inmediato; dejó de caminar y se concentró en localizar la fuente del sonido. Con la mano, hizo un gesto instintivo hacia su cinturón apretando aquel característico ropaje negro y grueso.

Jigoro avanzó sigilosamente hacia la dirección de las voces, usando la oscuridad como su aliada para esconder su relativamente pequeño cuerpo. El terreno cerca del faro era accidentado, con rocas y arbustos que ofrecían buen escondite, tanto para él como para cualquier posible intruso. Tras unos momentos de observación, distinguió figuras moviéndose en la penumbra, cerca de un pequeño bote amarrado en la costa rocosa.

—Contrabandistas, —murmuró Jigoro para sí mismo, manteniéndose fuera de la vista. Sus sospechas se confirmaban.

Los hombres, tres en total, estaban ocupados descargando cajas del bote, hablando en susurros apurados. Desde su posición, Jigoro podía ver que estaban moviendo mercancía ilegal, probablemente aprovechando la oscuridad y la lejanía del faro para evitar patrullas navales más regulares.

Jigoro supo que debía actuar rápido, pero con cautela. Su misión era asegurar la zona y proteger el faro, no iniciar un enfrentamiento directo que pudiera poner en peligro a los civiles o a sí mismo sin refuerzos. Se movió en silencio, rodeando a los contrabandistas para acercarse a su punto de desembarco.

Mientras lo hacía, un crujido repentino detrás de él lo hizo girar. Meethook, el farero, estaba de pie en la distancia, observándolo. No hizo ningún intento de esconderse, pero tampoco se acercó. Sus ojos oscuros se cruzaron con los de Jigoro, llenos de una mezcla de advertencia y desdén.

Jigoro mantuvo la mirada por un breve instante, luego volvió su atención a los contrabandistas. Meethook no era su prioridad ahora; detener la actividad ilegal lo era. Sin embargo, el farero no hizo nada para alertar a los contrabandistas. Simplemente permaneció allí, como un espectador indiferente.

Con un movimiento rápido, Jigoro lanzó una pequeña piedra hacia un punto opuesto, distrayendo a los hombres y creando una oportunidad para avanzar más cerca sin ser detectado. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, Jigoro sacó un pequeño caracol de entre su gi, preparado para enviar una señal de emergencia a la base si las cosas se salían de control.

Uno de los contrabandistas, alertado por el sonido de la piedra, se separó del grupo para investigar. Era el momento de Jigoro. Sin hacer ruido y con la brutalidad de un gorila, se abalanzó sobre el hombre, inmovilizándolo rápidamente con una opresiva llave a su cuello que lo dejó sin aliento. Antes de que los otros dos pudieran reaccionar, Jigoro ya había desarmado al primero y lo dejó inconsciente, apartándolo con cuidado para no alertar a los demás.

El siguiente paso era más complicado: reducir a los otros dos sin causar una pelea ruidosa que pudiera atraer a más cómplices o provocar que escaparan en el bote. Kano debía actuar con rapidez y precisión. Pero justo cuando estaba a punto de avanzar, una luz fuerte de linterna lo iluminó, cegándolo momentáneamente.

—¡¿Quién demonios está ahí?! —gritó uno de los contrabandistas, alarmado.

La tensión en el aire era palpable. Sin más opción, Jigoro supo que tenía que actuar.

La luz de la linterna cegó al ciego bigotón por un instante, pero su entrenamiento y experiencia le permitieron reaccionar rápidamente. Con un movimiento fluido, se lanzó hacia el lado opuesto del haz de luz, utilizando la oscuridad para su ventaja. Los contrabandistas, ahora alerta, comenzaron a gritar y a moverse de forma desorganizada, tratando de localizar la amenaza invisible.

—¡Hay alguien aquí! ¡Encuéntrenlo! —gritó uno de ellos, su voz temblando con una mezcla de miedo y adrenalina.

Jigoro, manteniéndose agachado y moviéndose con sigilo, evaluó la situación. Dos contrabandistas, ambos armados con largos y retorcidos cuchillos se separaron y comenzaron a buscar entre las rocas y los arbustos. El tercero, el que había lanzado la luz, se quedó junto al bote, claramente más preocupado por su carga que por sus compañeros.

Con los dos contrabandistas alejados el uno del otro, Jigoro supo que tenía que actuar rápido. Sabía que un ataque directo podría alertar al hombre junto al bote, así que optó por una estrategia diferente.

Esperó a que uno de los hombres pasara cerca de una gran roca, y en el momento justo, se abalanzó desde las sombras, derribándolo con una rápida barrida de pies. Antes de que el hombre pudiera gritar, Jigoro lo inmovilizó colocando su pie en el golpe ceco que cerró la boca del hombre, mientras con un control de brazo ejerció presión torciéndolo en una llave que lo dejó paralizado por el dolor. Con un movimiento preciso más y una patada aún estando ambos prensados en el suelo lo dejó inconsciente sin un solo sonido.

El segundo contrabandista, al escuchar el breve y apagado sonido de la caída, se giró rápidamente, pero fue demasiado tarde. Jigoro ya estaba sobre él, bloqueando su brazo armado con un rápido agarre. El hombre trató de forcejear, pero la fuerza y la técnica de Jigoro lo superaron. Con un movimiento brusco, Jigoro desarmó al hombre y lo lanzó al suelo, usando el peso de su cuerpo para inmovilizarlo.

—¿Quién eres? —preguntó el hombre, aterrorizado, antes de que Jigoro lo golpeara en el cuello, dejándolo inconsciente junto a su compañero.

El tercer contrabandista, finalmente dándose cuenta de que algo andaba mal, giró la linterna hacia sus compañeros, solo para encontrarlos tirados en el suelo. El pánico se apoderó de él, y comenzó a correr hacia el bote, con la intención de huir.

Jigoro, sin perder un segundo, se levantó y corrió detrás de él. A pesar de la diferencia de altura y peso, Jigoro era increíblemente rápido, y lo alcanzó justo cuando el hombre se disponía a subir al bote. Con una precisión asombrosa, Jigoro atrapó al hombre por el hombro y lo lanzó hacia atrás con una técnica que lo hizo chocar agresivamente . El contrabandista voló por el aire antes de aterrizar pesadamente sobre la arena, incapaz de moverse por el impacto.

Con los tres hombres neutralizados, Jigoro se tomó un momento para asegurarse de que estaban realmente fuera de combate. Amarró a los dos que seguían inconscientes con una cuerda que encontró en el bote, mientras mantenía un ojo en el faro. No había señales de Meethook, pero Jigoro no podía ignorar la posibilidad de que el farero hubiera estado observando todo el tiempo.

Jigoro arrastró a los contrabandistas inmovilizados hacia una pequeña cueva cercana, fuera de la vista desde el faro y la costa. Una vez que estuvieron asegurados, utilizó el den den mushi para informar a la base sobre la situación.

—Aquí el cabo Kano, informando desde el Faro Rostock. He interceptado y neutralizado a tres contrabandistas. Solicito refuerzos para el traslado de los prisioneros y aseguramiento de la zona. — .

El faro seguía inmutable, su luz girando de manera constante sobre el mar oscuro, y Jigoro no podía evitar preguntarse si Meethook había observado todo el incidente. El farero no había hecho ningún intento por intervenir ni tampoco había dado señales de que estuviera al tanto de lo que ocurría afuera. Sin embargo, Jigoro sentía que había más en esta situación de lo que parecía.

Pasaron unos minutos en los que la única compañía de Jigoro fue el sonido de las olas rompiendo contra las rocas y el susurro del viento. Estaba a punto de regresar a su puesto de vigilancia cuando, de repente, la voz áspera de Meethook resonó nuevamente desde dentro del faro, como si hubiera estado aguardando el momento preciso.

—¿Terminaste con tu jueguito, marinero? —La voz de Meethook estaba cargada de sarcasmo y una leve irritación, como si considerara los eventos recientes como una simple molestia en su rutina.

Jigoro se volvió hacia la puerta del faro, manteniendo su postura calmada y profesional. A pesar de la hostilidad evidente en la voz de Meethook, sabía que no podía permitirse perder la compostura.

—Los contrabandistas han sido neutralizados y se ha solicitado apoyo desde la base, —respondió Jigoro con firmeza. —Mi misión aquí es garantizar la seguridad del faro y la costa. Deberías habernos informado de cualquier actividad sospechosa en la zona.

Hubo un breve silencio antes de que el farero respondiera, su voz teñida de desprecio. —Este faro no es asunto de la Marina. He estado aquí más tiempo del que puedes imaginar, y no necesito ni quiero su ayuda. Ahora, márchate y deja que el faro haga su trabajo.

Jigoro frunció el ceño. Era evidente que aquel hombre no solo desconfiaba de la Marina, sino que también estaba completamente decidido a mantenerse aislado. 

—Entiendo tu deseo de privacidad, pero la seguridad de este lugar es mi responsabilidad, —replicó Jigoro con un tono más severo. —Si tienes algún problema con eso, será mejor que lo informes a mis superiores cuando lleguen.

El silencio que siguió fue pesado, y Jigoro pudo sentir la tensión en el aire. No había respuesta inmediata por parte de Meethook, pero Jigoro sabía que el farero lo estaba escuchando. Finalmente, la voz de Meethook se dejó oír nuevamente, esta vez más baja y contenida.

—Haz lo que quieras, pero mantente fuera de mi faro, —fue todo lo que dijo antes de que el silencio volviera a reinar.

Jigoro permaneció en su lugar por unos momentos más, evaluando la situación. Había cumplido con su deber, neutralizando la amenaza de los contrabandistas y asegurando la zona hasta la llegada de los refuerzos. 

Finalmente, Jigoro retomó su patrullaje, manteniéndose a una distancia prudente del faro mientras vigilaba el horizonte y la costa. El tiempo pasó lentamente, y la oscuridad de la noche se fue diluyendo con la llegada de las primeras luces del amanecer.

Cuando los refuerzos finalmente llegaron, Jigoro les explicó la situación y supervisó el traslado de los contrabandistas detenidos. 

Antes de abandonar la zona, Jigoro lanzó una última mirada al faro. Mientras se alejaba, la luz del faro continuó girando, imperturbable, como un faro de misterio en medio de la vastedad del océano.
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