Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
[Autonarrada] [T2] Maldita tormenta...
Raiga Gin Ebra
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4 de Invierno de 724

El pulpo número once descendió finalmente hacia el agua, y el barco, tras bambolearse con un último movimiento que parecía querer lanzarlos a todos por la borda, tocó el océano con un sonido sordo. Raiga, que había estado abrazado al mástil durante todo el viaje como si su vida dependiera de ello —y en su mente, lo hacía—, se soltó de golpe, jadeando y con el rostro completamente pálido.

—¡Nunca más! ¡NUNCA MÁS! —gritó, tambaleándose hacia la barandilla del barco. Su pequeño cuerpo se tambaleaba como si todavía estuviera en el aire, aunque ahora sentía el suelo bajo sus patas.

El mareo, que había empezado cuando el pulpo ascendió, no había desaparecido con el descenso. Sentía el estómago revuelto, como si se hubiera tragado una tormenta completa. Intentando tomar aire, Raiga dio unos pasos hacia la cubierta, pero el mareo le golpeó de nuevo con una fuerza arrolladora.

—Oh, mierda... —fue lo único que alcanzó a decir antes de salir disparado hacia la puerta que llevaba a los baños.

Raiga corría como un loco, zigzagueando entre cajas y restos de cosas caídas por la cubierta, que parecían estar puestos ahí a posta para que alguien se tropezase. Su cola peluda oscilaba de un lado a otro, mojada y caída como un trapo viejo, pero él no podía pensar en otra cosa que en llegar al baño antes de que el contenido de su estómago decidiera salir en el peor momento. Y es que era una de esas cosas que no se podía decidir, salía cuando tenía que salir.

—¡Apartaos, que me muero! —gritó, empujando a un par de compañeros que estaban por ahí.

Justo cuando parecía que llegaría a su destino, resbaló en una pequeña mancha de agua que alguien había dejado en el suelo. Su pata trasera se deslizó hacia adelante y su cuerpo siguió la trayectoria, enviándole al suelo con un sonoro golpe. El impacto en su rodilla fue tan doloroso que lanzó un alarido que resonó en toda la cubierta. Rápido se llevó las manos a la rodilla y empezó a hacerse una bola, fruto del dolor que estaba sufriendo.

—¡Maldito barco! ¡Maldito pulpo! ¡Maldita mi vida! —se quejó, sujetándose la rodilla y retorciéndose en el suelo con más energía aún.

Por unos segundos, se quedó allí, gimiendo y mirando el techo como si quisiera negociar con el universo una tregua. Pero el mareo volvió con más fuerza, y Raiga se obligó a ponerse en pie, cojeando y soltando improperios mientras avanzaba como podía.

Cuando finalmente llegó al baño, empujó la puerta con tanta fuerza que casi se le desprendió de las bisagras. Corrió hacia el lavabo más cercano, pero ni siquiera tuvo tiempo de inclinarse lo suficiente. El vómito salió sin control, ensuciando parte del borde del lavabo y el suelo cercano.

—Oh, por favor... —murmuró entre arcadas, apoyando una mano temblorosa en la pared. Su cuerpo estaba completamente agotado, y su estómago no parecía dispuesto a darle tregua.

Pasaron unos minutos de puro sufrimiento. Cada vez que creía haber terminado, una nueva ola de náuseas lo golpeaba, obligándole a doblarse sobre el lavabo de nuevo. Para cuando su estómago finalmente decidió calmarse, Raiga estaba sudando, temblando y con una expresión que mezclaba asco y derrota.

—Nunca más. Nunca más vuelvo a subirme a un pulpo volador de esos —prometió, aunque no había nadie allí para escucharlo.

Sin apenas fuerzas para mantenerse en pie, Raiga se dejó caer al suelo y se arrastró hacia la ducha. Abrió la puerta y se tumbó en el interior, dejando que su cuerpo mojado y helado tocara las baldosas frías. Era incómodo, pero en ese momento no le importaba.

Mirando el techo, soltó un largo suspiro. Su cuerpo estaba cansado, pero su mente no paraba de darle vueltas a lo que acababa de vivir. Y no era para menos, le había marcado.

—¿Qué coño hago aquí? —murmuró. El sonido de su propia voz resonó en el pequeño espacio.

Se quedó allí unos minutos más, tratando de reunir fuerzas para levantarse. Su cola, aún mojada, se enrollaba en su cuerpo, y las gotas de agua de su pelo escurrían lentamente hacia el suelo. Estaba dejando una marca de agua en la zona, y el frío cada vez se apoderaba más de él, calando en sus huesos, pero no tenía energía ni siquiera para buscar una toalla.

Finalmente, Raiga decidió que no podía quedarse en el baño para siempre. Con pasos lentos y una cojera evidente, salió del baño y se dirigió hacia su cama. Cada paso era un esfuerzo monumental, y por el camino seguía lanzando maldiciones al aire.

—¡Maldita tormenta! ¿Quién demonios la invitó? —refunfuñó, pasando junto a un grupo de objetos en el suelo a los que miró con detenimiento e incluso golpeó, fruto de la impotencia.

Cuando finalmente llegó a su cama, se dejó caer en ella como si acabara de sobrevivir a una guerra. Se acurrucó bajo las mantas, temblando y enfadado con el mundo entero.

—Pulpo de mierda... —masculló, enterrando la cara en la almohada— ¡Si vuelvo a verte, te corto todos los tentáculos, uno por uno!

El mareo seguía presente, aunque menos intenso, y el calor de las mantas empezaba a calmar el temblor de su cuerpo. A pesar de todo, seguía gruñendo como un cachorro enfadado.

—Y la tormenta... ¡Menuda cabrona! —añadió, apretando los dientes— Seguro que tenía algo personal contra mí. ¡No puede ser que fuera tan mala casualidad! Se han juntado dos cosas que odio, los pulpos, y la tormenta. ¡Bueno, tres! El frío es una reverenda mierda también.

Se quedó allí, gruñendo y murmurando improperios contra el pulpo, la tormenta y todo lo que se le ocurriera, hasta que finalmente el cansancio lo venció. Raiga cerró los ojos, todavía enfadado, pero al menos a salvo en su cama.
#1
Moderador X Drake
Bandera Roja
¡RECOMPENSAS POR AUTONARRADA T2 ENTREGADAS!


Raiga Gin Ebra
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#2


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