¿Sabías que…?
... existe una isla en el East Blue donde el Sherif es la ley.
[Aventura] [T6] Relatos ocultos entre la ventisca
Raiga Gin Ebra
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Qué frío hace por el North Blue, ¿verdad? Y no solo por la temperatura en sí, sino por la sensación térmica. El frío viento se siente como cuchillas contra tu piel mientras asciendes por encima de Skjoldheim, dejando que tus alas negras te eleven hacia los cielos. Por un instante, la majestuosidad del lugar te roba el aliento. Desde esa altura, puedes ver por qué llaman a esta tierra "La Tierra del Escudo". Luce imponente desde arriba, y no te costará mucho ver que te podría llevar una semana tranquilamente explorar por encima la isla. Es bastante grande, y alberga todo tipo de tesoros —al menos en cuanto a su arquitectura, forma de trabajar y población—, que esperan a ser descubiertos.

La isla se despliega como un mosaico de colinas boscosas, profundas gargantas y fiordos serpenteantes que cortan la costa como cicatrices de otro tiempo. En el horizonte, las cimas nevadas del Monte Asgeir dominan el paisaje, mientras que más cerca, los Hijos de la Tormenta, un círculo de piedras gigantes, parecen susurrar secretos al viento. Probablemente te preguntes si has visto esa imagen antes... ¿Por qué te llama la atención?

El sol, aunque pálido, proyecta una luz dorada sobre las aguas profundas del Jörmungandr Fjord, que reflejan el cielo como un espejo. Aquí y allá, pequeños asentamientos de casas robustas con techos de madera sobresalen entre los árboles, mientras columnas de humo señalan la vida cotidiana de los skjoldr, los habitantes de esta tierra. Lo cierto es que las casas tienen una particular estructura, que hace que sean bastante llamativas. Incluso bonitas podríamos decir. ¿Habrá intentado alguien extrapolar este estilo arquitectónico a otra isla? Quién sabe, pero desde luego le da un toque de calidez a la isla. Uno bastante necesario, por otro lado.

Sin embargo, a medida que planeas más alto, te das cuenta de algo crucial: la isla es inmensa. Lo que parecía un simple vuelo de reconocimiento se convierte rápidamente en un recordatorio de que incluso para alguien como tú, recorrer todo este terreno desde el aire podría tomar días. Tus ojos se fijan en varias opciones interesantes. Al sur, la Playa de los Escudos parece un lugar cargado de historia; desde aquí, incluso puedes distinguir lo que parecen escudos desgastados por el tiempo desperdigados entre las rocas negras. ¿Qué esconderá ese sitio? Al norte, los Hijos de la Tormenta destacan con su imponente círculo de piedras, un lugar que parece vibrar con una energía palpable incluso desde la distancia. Aunque parece tener un halo de misticismo, puede ser interesante visitarlo.

Más cerca del centro de la isla, una pequeña aldea fortificada, probablemente Skjoldstad, se erige como un núcleo de actividad. Los caminos que convergen allí indican que podría ser el corazón social y político de la isla. Quizá es el mejor sitio donde preguntar y ojear cómo vive y trabaja la gente de la isla. Aunque claro... ¿Serán amigables? Al oeste, sin embargo, algo más llama tu atención: una columna de humo más grande de lo habitual, más oscura y dispersa. Podría ser un incendio, un campamento masivo o incluso un signo de problemas.

El viento comienza a soplar con más fuerza, una advertencia de que la isla no es un lugar para tomarse a la ligera. Tus opciones son claras, pero limitadas, y te corresponde solo a ti tomar una decisión.

La primera propuesta es que te dirijas hacia la aldea de Skjoldstad, donde podrías encontrar información sobre la isla y sus gentes. Este parece el lugar más seguro para empezar si buscas entender la cultura local.

Otra opción, sería explorar los Hijos de la Tormenta, un lugar que casi grita misterio y ritual. El aura del lugar podría despertar tu curiosidad si quieres profundizar en el tema del misticismo, aunque ya sabes, jugar con esas cosas si no se tiene mucho conocimiento... Puede que no seas bienvenido allí.

Quizá también puedas investigar la columna de humo al oeste, asumiendo que podría haber algo urgente o peligroso sucediendo, o quizá sea algo planificado. Aunque no estás seguro de lo que encontrarás, tu sentido del deber podría empujarte a considerar esta opción seriamente.

Y por último, descender hacia la Playa de los Escudos, un lugar que parece guardar historias del pasado, aunque no está claro si encontrarás algo más que el silencio de los caídos. Solo habría una manera de saberlo.

Mientras el frío aire acaricia tus alas, es el momento de reflexionar sobre cuál será tu próximo movimiento. Elige sabiamente, porque cada camino parece conducir a una experiencia diferente, y algo en el viento te dice que esta isla guarda más secretos de los que podrías imaginar.

Bienvenido
#1
Alistair
Mochuelo
Personaje


4 de Invierno, Año 724

Los vientos gélidos se encargaron de dar una sentida bienvenida a los extraviados viajeros que habían puesto su mira en el North Blue, y pronto encontraron una de las posibles consecuencias a tales ambiciones de gran tamaño. Sujetos de prueba en un viaje primerizo de un nuevo sistema, observaron a la tormenta de frente y fueron dispersados en contra de sus voluntades ante tan temible fuerza de la naturaleza que incluso se encargó de hacer significantes heridas a los pulpos que cumplían el deber de transportadores. 

El destino de la criatura que los transportaba, y todos los demás cefalópodos, era de las primeras cosas que pasaban insistentemente por la mente del lunarian tan pronto tuvo la suficiente consciencia de la situación como para hacerse el mas simple de los cuestionamientos, pero tal y como estaban las cosas, con una infinidad de preguntas sobre sus hombros y ninguna respuesta a la vista, lo mejor que podía hacer de momento era reunir toda la calma que pudiera invocar, intentar dar comprensión a todo lo que había transcurrido y dar solución un problema a la vez hasta esclarecer cada difuso punto. Fueran problemas menores o mayores, siempre intentaba abordar las circunstancias con una actitud proactiva: Cuando pudiera encontrar y otorgar solución al dilema generado, tendría tiempo para pensar en que tenía un problema

Fue esta misma proactividad la que lo levantó de su inacción inicial, revisándose a sí mismo y a los miembros del equipo en busca de cualquier lesión que requiriera una atención inmediata. Tan pronto fuera que su deber como el médico del Sindicato estuviese cumplido, y sus temores fuesen tranquilizados con respecto a que ninguno de los integrantes sufriría de una combustión espontánea al segundo que se diera la vuelta (o algo mas realista: Que llevaran alguna hemorragia interna problemática), empezaría a hacer todo lo posible para dar sentido a la situación en la que habían sido arrojados. Primero lo primero: Entender dónde narices es que la tormenta los había arrojado en primer lugar. Desconocía si la brusca disminución de temperatura era propia de la isla en la que habían aterrizado y sus aguas circundantes, o si esta característica era innata del mar en el que ahora se encontraban. Esto era información que solo conseguiría separándose temporalmente de los demás y recorriendo la isla en busca de lugareños que pudiesen ofrecerle la información que buscaba, incluso si esta no era gratuita. 

Lo que lo llevaba al segundo paso a realizar: Exploración. Ahora que los demás estaban en una condición estable, rascar cualquier fragmento de información sobre el lugar en el que habían aterrizado era una tarea que resultaría indispensable para conseguir asumir una mejor posición en todos los sentidos. Flora, fauna, cultura, lugares de importancia; si se trataba de algo que pudiera entrar en la orbita del sindicato en los próximos días, conocer un poco más con tiempo de antelación podía ser una ventaja que marcaría la diferencia en su resultado.

Alistair se tomaría tan solo el tiempo justo para preparar todo el equipo necesario que llevaría consigo a la expedición, vistiendo sus prendas normales con varios refuerzos a lo largo de la vestimenta principal para brindar protección adicional, y unos cuantos juegos de correas que se cruzaban por encima de su pecho y muslos para colgar de ellas bolsas cerradas pequeñas -u objetos directamente- que pudieran facilitar el acceso a su equipo si llegase a requerirse de manera urgente, además de poder cargar consigo muy fácilmente sus tres katanas con sus respectivas vainas en el costado izquierdo de su cintura. Con las preparaciones hechas, se tomaría solo un minuto más en tomar una cálida sopa que, confiaba, le ayudaría en hacer mejor frente a la sensación térmica asentada. Partió, esperando poder volver antes de que el sol consiguiera ocultarse tras el horizonte.


Alistair ha consumido Sopa Caliente. Cantidad restante: 0

Sopa Caliente
Sopa Caliente (CHF001)
Sopa calida y reconfortante que llena el estomago y el espiritu.
Aporta +20 [Resistencia al Frio]
Plato - Tier 1



Alistair pasaría una generosa cantidad de tiempo sobrevolando tanto espacio aéreo de la titánica isla como pudiera, y la primera impresión sorpresiva que se llevaría sería la reducción de esfuerzo que suponía elevarse en medio de las corrientes frías, exhibiendo tal contraste que casi conseguía hacer que abandonara añorar el East Blue y olvidar el frío rodeándolo y colándose hasta sus huesos... Casi. Por otro lado, aquello que si consiguió removerlo de su cuerpo y sumirlo en un estado de admiración fue las gratas vistas que consiguió llevarse; adoraba la vista de pájaro que le otorgaban los vuelos, y poder ver tan maravillosos panoramas a la distancia hizo que perdiera la sensación del tiempo, del espacio, de sí mismo. Como ver un arcoíris por encima de un lago cristalino, era suficiente para robarle el aliento por unos instantes. 

Sea como fuere, las distracciones turísticas podían esperar. Regresando al asunto central, su búsqueda revelaría tres posibilidades en un inicio, con la aldea siendo la más tentadora de éstas y a la que se dispondría a ir... O eso es lo que le hubiese gustado, si no fuese porque una cuarta, quizá mas urgente posibilidad surgiría antes de partir hacia la aldea. Una columna de humo a la distancia, emanando el humo negro que, más veces de las que no, advertía de un posible peligro. Su decisión fue prácticamente inmediata ante el prospecto, decidido a ayudar si realmente se trataba de una emergencia y avanzando en su dirección a la vez que empezaba a descender lentamente mientras no encontrase una razón para no hacerlo como fuego presente en un área boscosa. Caso contrario, si se trataba de un simple malentendido, siempre podía estirar sus alas y partir en dirección a la aldea.

Resumen General

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Virtudes y Defectos relevantes
#2
Raiga Gin Ebra
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El viento helado te golpea y rasga tus mejillas mientras te acercas a la columna de humo que, como un faro oscuro, te guía hacia una parte de la isla que parece apartada de todo. Un tanto alejada de las zonas que primeramente pensaste visitar y que, por tanto, te hace tomar otro rumbo. Desde arriba, Skjoldheim mantiene su majestuosidad, pero poco a poco, el paisaje va cambiando a medida que desciendes el vuelo. Los densos bosques de coníferas comienzan a dispersarse, dejando espacio a claros cubiertos de nieve y pequeñas colinas salpicadas de rocas que infunden respeto con su mera presencia. La ausencia de caminos claros te sugiere que esta área no forma parte de las rutas principales ni de los asentamientos más accesibles. Quizá por aquí vive alguien alejado de la civilización. O puede que sea un poblado de gente. El caso es que no tienen pinta de formar parte, al menos directamente, de Skjoldheim.

Cuando finalmente te aproximas al origen del humo, desciendes lo suficiente como para detallar un pequeño conjunto de casas dispersas, construidas con madera gruesa y techos inclinados, que son ligeramente mayores del resto que has visto desde las alturas, y están diseñadas para resistir el clima extremo que estás empezando a sufrir. Hay un aire de abandono que no encaja del todo: las estructuras están intactas, pero el lugar carece de la vibrante actividad que esperarías de un asentamiento. No hay niños corriendo, ni adultos ocupados con tareas diarias. Solo silencio, roto ocasionalmente por el crepitar de la hoguera que se alza en el centro del espacio abierto entre las casas y que es el origen de ese humo negro que has visto desde las alturas.

Y es que ese humo negro proviene de un jabalí enorme, colocado descuidadamente sobre la hoguera. O más bien, lo que queda de él: su cuerpo está completamente carbonizado, reduciéndose a cenizas y huesos ennegrecidos que le crearán una profunda tristeza a cualquier amante de la comida. El olor acre de carne quemada te golpea con fuerza, haciendo que el aire frío parezca aún más pesado. El espectáculo parece extraño, como si alguien hubiese olvidado por completo lo que cocinaba, pero lo que realmente llama tu atención son las enormes huellas que rodean la hoguera. Marcan el suelo nevado con claridad, demasiado grandes para ser humanas, aunque mantienen cierta forma humanoide. ¿Serán gigantes o semi-gigantes?

Las casas cercanas parecen tener la respuesta a este rompecabezas. Como mencioné antes, son más grandes que una común. Si la curiosidad te llama y te acercas a una, los crujidos de la nieve bajo tus botas romperán el silencio. Puedes abrir la puerta sin miedo, no está cerrada con llave, o puedes observar desde la ventana si lo prefieres. Ahí dentro, el escenario es inquietante. Los muebles están en su lugar, la chimenea todavía conserva algo de calor, y una mesa contiene restos de una comida a medio terminar. Pero no hay señales de los habitantes, ni rastro de actividad reciente. La misma escena se repite en las demás casas, si es que decides inspeccionarlas: todo parece estar detenido en un instante, como si quienes vivían aquí hubiesen desaparecido de repente. ¿Magia? No creo que creas en esas cosas, ¿no?

Ya en el exterior, quizá llame tu atención algo que antes no habías notado: manchas de sangre dispersas cerca de las huellas. Son bastante sutiles teniendo en cuenta la magnitud de las huellas. La nieve las ha congelado, pero su presencia es inequívoca. Aunque no hay cuerpos ni signos claros de lucha, la idea de que algo violento ocurrió aquí se puede asentar en tu mente. Y es que todas las pistas llevan al mismo lugar.

Me imagino que el espíritu inquieto te llamará, así que si sigues las huellas, verás que hay un rastro que se adentra en un bosque cercano. Si decides adentrarte, notarás que la atmósfera se transforma por completo. El aire parece más frío, el silencio se hace opresivo, y el susurro de las ramas se mezcla con ruidos lejanos. La fauna local no se oculta: escuchas crujidos de ramas, gruñidos y aleteos. Por un momento, te parece vislumbrar una figura ágil y blanca como un rayo moverse entre los árboles, pero desaparece antes de que puedas identificarla. El bosque helado no es un lugar amigable, y de eso puedes dar fe sin haber pasado más de un par de minutos. Las sombras largas proyectadas por los árboles retorcidos hacen que sea difícil saber qué es seguro y qué no. Y el no saber dónde estás exactamente ni qué enfrentas, no ayuda.

El rastro de las huellas continúa hacia el interior, guiándote hacia un destino desconocido. Las manchas de sangre se hacen más frecuentes, pequeñas gotas congeladas que se convierten en una línea más definida. La sensación de que estás siendo observado no te abandona, aunque cada vez que te giras, solo encuentras más árboles y nieve.

Sea lo que sea que haya sucedido en aquel asentamiento, parece que las respuestas están más adelante, ocultas entre la maleza y los ruidos inquietantes del bosque.
#3
Alistair
Mochuelo
La sensación helada recorriendo cada poro, cada centímetro de su piel, no se alejaba de él por mucho que su cuerpo se intentase acostumbrar a la sensación. "Un paraje que no daba respiro a sus foráneos" era un título que sin duda iba como anillo al dedo, y como si la isla tuviese sus ojos sobre él, quería pensar en la incesante sensación como una prueba más para ser digno de poner pie en tal majestuosidad. Y aunque tenía maneras de fácilmente producir calor alrededor de sí mismo, como la llama Lunarian que en cada combate lo acompañaba sobre sus espaldas, decidió abrir la puerta al aire gélido que lo rodeaba y aceptarlo para que fuese parte de él. Tomar parte de la isla que visitaba, con la finalidad de abrazar la naturaleza a su alrededor, era una decisión que esperaba no lamentar en los tiempos próximos. 

La información que sustraía de lo que veía el emplumado no tardaba en producirle más preguntas que respuestas, algo que le hizo achinar los ojos en ligera frustración. A donde se aproximaba, veía un lugar inconexo con lo que había visto desde las alturas, un espacio que parecía mantenerse encerrado en una metafórica burbuja sin tocar por el resto de cosas que componían a la isla, o quizá sería mejor describirlo como "fracturado" de lo demás, existiendo en el mismo espacio pero claramente delimitado de lo demás. No era ajeno a la isla, pero no hacía esfuerzo alguno por integrarse. 

Casas dispersas, en buen estado para el clima que diariamente debía aguantar golpeando a la puerta, envueltas en el inquietante silencio que solo se veía en pueblos fantasmas. La sensación de incomodidad no se hizo esperar en lo absoluto, plantando semillas de duda y preocupación por lo que sus ojos podían ver en los alrededores. ¿Les había pasado algo acaso? Era difícil pensar que un asentamiento entero, por pequeño que pudiese ser, de repente coincidiera con todos y cada uno de sus integrantes para una salida campal, o algo de similar e inocente naturaleza que los sacase de casa por todo el día. 

Peor todavía y acrecentando el misterio era el aire cargando consigo las cenizas de alimento completamente quemado, llegando al punto de la carbonización, algo que asalto su poderoso olfato sin falta ni falla. Incluso vio la necesidad de colocarse la mano sobre la nariz, juntando los dedos bajo la altura del tabique para cerrar sus fosas nasales un segundo y dejando tan solo un pequeñísimo espacio para que entrara aire, algo que duraría tanto como tardase en acostumbrarse al aroma o se alejase de él. 

La vista del lunarian se giraría hacia la que sospechaba era la fuente del aroma, coincidiendo con la fuente de la columna de humo, para definir lo que parecía ser el resultado de cacería siendo preparado para cocinar, pero... El misterio cada vez se hacía mas profundo, añadiendo tal cantidad de irregularidades que simplemente era imposible dejarlas pasar como una simple coincidencia. En un clima así, cada sesión de cacería era no solo una lucha sino el éxito una bendición divina; ningún líder sensato, o siquiera un individuo menos informado, dejaría tal recompensa... sin que algo lo obligase a dejarlo. Frunció el ceño mientras se acercó a la hoguera, interrumpido tras observar de reojo las formas claramente demarcadas en la nieve, revelándose como huellas poco después. La conclusión mas directa sería tomarlas como humanas por su forma, o una criatura con una fisionomía lo suficientemente relacionada, como podrían ser los gigantes o semi-gigantes. ¿O podían ser de un animal? Desconocía al completo la fauna de la región, asi que no tenía manera de denegarlo. Por el tamaño, y cuán bien marcadas quedaban en la nieve además de ser profundas, se trataba de un ser pesado. 

Y fuera lo que fuera, no parecía saber cómo, o no tenía intención alguna de ocultar sus pasos por el lugar. Si esto era por falta de inteligencia o un cebo en busca de curiosos, quedaba por ver. Pero incluso entonces, asumir que se trataba de una especie peligrosa también era pegar conclusiones a saltos con poca a ninguna prueba concluyente de nada. Los misterios así eran entretenidos, pero frustrantes a partes iguales. 

Alistair se aproximó a la casa mas cercana, cuidadoso con cada uno de sus pasos. Al llegar a su entrada, los nudillos en su diestra tocaron rítmicamente tres veces en la madera en señal de pedir entrada; los modales junto al hábito son lo último que moriría en él. Pero, sin descuidar el bizarro escenario a su alrededor, su zurda se encontró en todo momento sobre el mango de la katana, sujetándolo con firmeza en caso de que necesitase darle uso inmediatamente. Silencio, y más silencio... Y nada más que silencio. Entró suave empujando la puerta, observando a cada esquina que sus ojos le permitieran, siendo recibido por nada más que el viento entrando por cada diminuto orificio en paredes o ventanas, donde quiera que los hubiese. Comida a medio terminar, todo en su sitio... ¿Qué narices había sucedido? Es casi como si algo hubiese chasqueado los dedos y las personas en el sitio de repente hubiesen dejado de existir. No podía aproximarse a la situación con explicación lógica alguna, pues todas acababan en un callejón sin salida.

Visitar las demás residencias de manera similar, aunque más apresurada que en la primera, no entregó resultado alguno que se diferenciara del original. No había nada, y eso era lo que más le perturbaba. La única manera de empezar a siquiera dar un primer paso en aquel intento de investigación era ver fuera del marco, de la pared y de toda la casa en esa metáfora, intentando mantenerse abierto a cada descabellada posibilidad que pasara por su cabeza. Ciertamente era más productivo que ver lo que sus ojos captaban en ese momento, y mas beneficioso para su salud mental que solo asumir un misterio sin respuesta. Al menos improvisando en su cabeza tendría algo con lo cual distraerse en lo que encontraba una pista autoconcluyente. 

Sin más por donde seguir, Alistair regresó a lo único que parecía conducirlo a algún sitio: Las colosales huellas alrededor de la hoguera, que ahora añadían un nuevo elemento sin detectar inicialmente: Sangre congelada, difícil de percibir. Era difícil medir si su estado de congelación indicaba antigüedad en el sitio, pues aire tan gélido congelaría muestras tan pequeñas de líquido en un parpadeo. Lo mismo tenía horas como podía haber caído justo antes de su llegada hasta el lugar, y debatirlo consigo mismo no le otorgaba nada más que mas incertidumbre al bote de ideas inconclusas. Por lo menos ahora contaba con un dato más: Que, si había sido una toma de personas, tenían la suficiente consciencia de su situación como para intentar resistirse, o como mínimo era el caso para uno de ellos. Con eso podía asegurar que no se trataba de un proceso voluntario.

Solo quedaba la peor idea que había tenido en el día: Seguir el cebo, intencional o no, hasta las fauces del lobo para ver el cánido a los ojos y entender su verdad.

Empezaría a seguir el rastro de huellas de regreso a... ¿Qué podía encontrar? Ni siquiera podía acabar de imaginarlo, pero una vez envuelto tan a fondo en el misterio, no quedaba marcha atrás para dar.

Un aire extenuante, agobiante y traicionero le rodeaba. Incluso los rayos de luz que le rodeaban se sentían falsos, atisbos de esperanza que ahora servían para burlarse de su decisión de adentrarse en vez de dejar el misterio perecer en el silencio que brindaba la fría nieve. Aún así, aplicar cautela en cada paso que daba era una práctica que había memorizado hasta convertirla en un hábito, conociendo las consecuencias de un agente revolucionario incapaz de usar el subterfugio como su aliado.

Un destello blanco se escurre entre los árboles, fieles bloqueos visuales de las criaturas que seguramente habitaban el bosque mucho antes de lo que Alistair pudiera concebir la amenaza acechante en éste. Y así, una segunda y hasta una tercera vez, nunca consiguiendo dar con la fuente de lo que ahora sospechaba era su paranoia. Antes de lo que pudiese darse cuenta, su cuerpo instintivamente había arrojado su mano al mango de su katana en preparación para algo que, al final del día, no pudo siquiera asignarle un rostro. El lugar no era seguro, y menos para un forastero que no sabía en lo que se metía.

Pero no se trataba de un forastero desprovisto de recursos.

Inhalar, exhalar. Parpadea una vez, y verás el mundo a tu alrededor con los ojos del alma. Un ejercicio de concentración que se enseñó para dominar bajo presión la técnica de observación, el Kenbunshoku, el cual se extendió rápidamente hasta alcanzar su límite máximo de alcance, buscando revelar las presencias que sus ojos no fueran capaces de capturar, o al menos mantenerlo alerta a aquellas que buscasen derramar sangre Lunarian en la nieve.

Percepción II
kenb401
KENBUNSHOKU
Haki básico
Tier 4
13/12/2024
7
Costo de Haki por Turno
2
Enfriamiento
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones muy fuertes que exterioricen como un sufrimiento fuerte o un gran instinto asesino, etc. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +5 [Reflejos].
Área: [VOLx12] metros. +5 [REF]


Si tenía suerte, quizá su Kenbunshoku sería capaz de encontrar también la presencia de las personas desaparecidas, o una de ellas, y así permitirle aproximarse a la situación de manera no solo mas estratégica, sino mejor informada que con lo que contaba ahora. Y si, en su defecto, su don de observación tan solo podía detectar la presencia que el emplumado sospechaba lo estaba rodeando y estudiando, intentaría fingir indiferencia ante ésta. Su hoja solo se desenfundaría en defensa propia, o en la de alguien más. 

Siguió el rastro de sangre, concentrado, notando cómo empezaba a variar en su forma y dándole una simple revelación: Lo que sea que lo hubiese dejado, cada vez restaba más distancia y eventualmente llegaría hasta ella. Y lo que sea que estuviese del otro lado, estaría preparado para enfrentarlo. Al menos eso se decía, y eso quería pensar. Si este era el caso, o era una dulce mentira, los dioses de Skjoldheim lo decidirían.

Resumen General

Info. Bélica & Beneficios de Pasivas en efecto

Virtudes y Defectos relevantes
#4
Raiga Gin Ebra
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La verdad es que es una tremenda putada cuando tienes tanto hilo del que tirar pero ninguno te da una pista que seguir que no parezca un claro suicidio. Pero bueno, la vida es para los valientes realmente, y qué isla mejor para ejercer la valentía que una repleta de honorables tradiciones y en la cual no se tiene ningún miedo a la muerte. Porque tú tampoco tienes miedo a la muerte, ¿no? De lo contrario me imagino que no te hubieras metido aquí.

El gélido aire del bosque se torna cada vez más opresivo mientras sigues las huellas que hay en el suelo. Cada paso se convierte en una mezcla de tensión e incógnita, mientras el crujido de la nieve bajo tus botas parece amplificarse, recordándote lo vulnerable que eres en este territorio desconocido. El bosque helado se extiende como un laberinto natural, donde la luz apenas logra atravesar las densas copas de los árboles y éstas, a su vez, hace que la sensación térmica sea aún más baja. La línea de pisadas es clara, como si quien las dejó no tuviera intención de ocultarse, o simplemente confiara en que nadie lo seguiría. Aunque, ¿qué probabilidad había de que alguien como tú llegase a ese sitio justo en ese momento? El caso es que cada desviación se produce solo para sortear los troncos, denotando un movimiento eficiente, directo, casi mecánico.

Tu haki de observación se extiende como un manto invisible, alcanzando más allá de lo que tus sentidos normales podrían captar. Durante unos instantes, no sientes nada fuera de lo común, pero a medida que avanzas, algo cambia. Surge una presencia. Luego otra. Y otra más. Un susurro espiritual que, aunque no puedes ver, sientes con claridad. La primera impresión es un escalofrío: doce presencias en total. Dos de ellas destacan sobre el resto, irradiando un poder que incluso supera al tuyo, y el resto fluctúa en intensidades variables. Entre ellas, algunas se desvanecen lentamente, como si la vida misma las estuviera abandonando.

Un golpe seco rompe el silencio distante. Un eco retumba entre los árboles, como el sonido de algo masivo chocando contra madera o piedra. Al mismo tiempo, percibes movimiento. Tres de las presencias más poderosas comienzan a alejarse con rapidez, dejando el área que puedes percibir y perdiendo su rastro por lo tanto. Las pisadas continúan, pero el grupo más grande cambia de dirección. Se están acercando a ti. Las energías que sientes son una mezcla de heridas y cansancio. No tienes tiempo que perder: podrías quedarte en tu lugar y confrontarlos directamente o buscar un escondite entre los árboles y observar en silencio.



Si decides quedarte, pronto las figuras emergerán entre los árboles. Son altos, más altos que cualquier humano promedio, con físicos que parecen cincelados en piedra y rostros curtidos por el frío y la experiencia. Quizá lo sepas, o quizá no, pero se trata de un grupo de Buccaneers. Algunos tienen cortes y golpes visibles, y uno de ellos lleva a un compañero al borde de la inconsciencia sobre su espalda. El resto está alerta, con las armas desenvainadas y listas.

—¿Quién eres y qué buscas aquí? —demanda uno de los tipos, un hombre cuya presencia se impone incluso entre los demás. Sus ojos se fijan en ti con la intensidad de alguien que no dudará en usar la fuerza si es necesario.



Si optas por esconderte, mantendrás tu posición entre las sombras, observando cómo el grupo avanza lentamente hacia el lugar. Pero uno de ellos, un hombre de complexión robusta y piel bronceada, se detiene en seco y entrecierra los ojos. Sus labios se mueven y luego grita "Peligro", señalando tu dirección.

El grupo se detiene y tres de ellos rompen filas, corriendo directamente hacia tu posición. Su velocidad y coordinación son impresionantes, dejando claro que no son simples cazadores ni lugareños comunes.



Independientemente de la opción que elijas, pronto reconoces detalles clave. Sus rasgos robustos, la manera en que se mueven, y las cicatrices que adornan sus cuerpos los delatan: son Buccaneers, guerreros nómadas conocidos por su conexión con las tormentas y su código de honor. Aunque están claramente agotados, sus movimientos aún son precisos y llenos de fuerza —o podrían serlo—. El peso de lo que llevan —cuerpos heridos y equipo pesado— no parece afectar su postura.

Tú decides qué hacer y cómo proceder. Es evidente que no estás ante un grupo común. La mezcla de heridas y tensión en el ambiente sugiere que han enfrentado algo peligroso, algo que los empujó a regresar al poblado apresuradamente y a lo que probablemente las presencias más poderosas salieron a perseguir. Sin embargo, su actitud hacia ti es de desconfianza —dependiendo de qué hagas, serán más o menos desconfiados, pero lo serán—, pero no de abierta hostilidad. Lo que sucede a continuación depende enteramente de tu próxima acción. ¿Hablarás, pelearás o intentarás resolver el misterio que conecta a estas figuras con las huellas y el silencio del pueblo abandonado?
#5
Alistair
Mochuelo
Ver el mundo desde un par de ojos nuevos era una sensación que, sin falta, le producía escalofríos capaces de recorrerle el cuerpo entero, incluso por encima del frio voraz congelando el aliento que escapaba de entre sus labios. Incluso si su vista no se desplazaba en lo absoluto desde el lugar que se originaba, el concepto de "sentir" la presencia de otras criaturas era una novedad que no concebía posible hasta el momento en que había sido adoctrinado en esta misteriosa disciplina. Una novedad que, no había duda, había pagado cada minuto de entrenamiento dedicado y que aún tenía un horizonte completo disponible a recorrer por el mochuelo.

La información que este poder espiritual entregaría de vuelta a Alistair hizo que su ceño se frunciera de manera imperceptible por un instante, visualmente inexpresivo más que en una pequeña sutileza en sus facciones pero alarmado en sus pensamientos menos profundos. Lo que empezaría como un aura no tardó en convertirse en dos, estas dos en cuatro, y estas cuatro presagiarían la aparición eventual de doce presencias sin intención de pasar desapercibidas en ese plano invisible que Alistair observaba con sus ojos internos. Variaban entre el grupo que conformaban, con dos en concreto que conseguían hacer a su mano cuestionar cada pizca de segundo que no pasaba en una posición de alerta, apuntando al mango de su katana para tenerla lista al momento en que el arma de filo fuese requerida. Y otras tantas presencias... Menguantes, dubitantes, balanceándose entre su existencia e inexistencia. Un truco nuevo que les permitía enmascararse, o más probablemente, combatientes que habían contado con muy mala suerte y su cuerpo les estaba pasando factura, luchando por mantener todos sus adentros adentro, hasta la última gota de sangre.

El clima les jugaba en contra; con heridas graves, el cuerpo perdería temperatura a velocidades estrepitosas, y ninguna fuerza de voluntad le salvaría de tener menos del necesario líquido de vida recorriendo sus vasos sanguíneos. 

Un nuevo cambio llamaría su atención: Tres imponentes presencias se separarían del grupo principal, avanzando raudas en una dirección que el lunarian no podría continuar monitoreando salvo que avanzase a toda velocidad hacia ellos, una acción hacia la cual estaría en contra dado el contexto que le rodeaba. Desconocía demasiado, se encontraba en tierras de otros y el nuevo ambiente era poco gentil para los inexperimentados. Si cometía el error de pensar poco sus movimientos y gastar energías sin antes garantizar que las cosas saldrían bien, tan solo se agotaría y sería presa fácil de lo que sea que acechara mas allá de las sombras que proyectaba la flora. 

Ahora con el grupo principal cambiando de dirección y avanzando directamente hacia él, el mochuelo tenía en frente una decisión importante por tomar, y muy poco tiempo para evaluar cada posibilidad: Por lo que su Kenbunshoku pudo detectar, el mencionado grupo cargaba con heridos a cuestas, por no mencionar las propias heridas de quienes cargaban a otros, y el cansancio acumulado de lo que sea que los hubiese conducido hasta ese resultado. ¿Era sensato sacrificar el subterfugio y mostrarse de frente ante personas en ese estado? ¿O la sensatez residía en la opción contraria, ocultándose de individuos que lo superaban fácilmente en número?...

Tragó saliva. Era sin duda un movimiento arriesgado pero no precipitado: Decidió encarar al grupo a su llegada, no moviéndose del trayecto que el emplumado recorría y en el que eventualmente se cruzarían.

Incluso cuando el inusual tamaño de las auras que había detectado le había dado una pista que le permitía adivinar la estatura de los desconocidos, no pudo evitar sorprenderse nuevamente cuando la altura de las figuras macizas se hizo evidente frente a sus ojos una vez pudo escanearlas atravesando los últimos árboles que separaban al revolucionario de los Buccaneers -un denominativo que desconocía, pues desconocía mucho del mundo-. Era la primera vez que veía una raza de tal altura, salvo excepciones radicales como Umi o... De hecho, permitiéndose observarlos por un segundo, le era difícil no establecer correlaciones con Ragn. Un vistazo a sus físicos dejaba en claro que no eran desconocedores del conflicto, con más de uno contando extensas historias a través de las marcas que adornaban sus cuerpos como tatuajes de la mejor calidad. Pero lejos de una decisión estética, no se trataba de una elección sino de una consecuencia. Si surgía de un desenlace bueno o malo... Eso es algo que le gustaría descubrir a través de sus palabras y las de los contrarios.

La primera voz no tardó en hacerse escuchar, demandando su identidad y sus motivos. En respuesta, levantaría las manos completamente abiertas, con las palmas apuntando hacia los desconocidos. Lenguaje corporal del mas básico para restar amenaza a su presencia, tal que pudiera mostrarse mas amigable.

Alistair Morgan. Estaba sobrevolando el lugar y he seguido una columna de humo hasta el asentamiento en esa dirección. — El emplumado señalaría en la dirección aproximada del lugar que venía con el pulgar sin mover mucho más la mano, y sin apartar la mirada de los hombres desconocidos. — ¿Por casualidad se dirigen hacia allá, o saben lo que ha sucedido? Me preocupa lo que ha podido pasarles a las personas, la comida que han dejado preparándose se ha estropeado completamente y la escena resultante parece salida de una novela relatando el crimen perfecto. — La preocupación en el tono del lunarian se mostraba completamente genuina, porque lo era. Se trataba de un ser mas empático de lo que le convenía en un mundo poco misericordioso con los incautos. Aun así, esto no lo detenía de sonreír a los demás tanto y tan seguido como le era posible, algo que no fue una excepción con los hombres recién llegados, a quienes dedicó una sonrisa suave a falta de no poder exhibir una mas grande, consecuencia del frío reduciendo la capacidad de sensación en sus labios. 

¿Él se encuentra bien? — Preguntó poco después mientras su mirada se dirigía al hombre que estaba siendo llevado a cuestas, el cual indicaba con su estado claramente lo contrario. Pero prefería que otros se lo dijeran, y no asumirlo. Era un pequeño truco de psicología para cerrar distancia con otros, uno de los pocos que mantenía bajo la manga para facilitar las interacciones. Que fuese benevolente en casi toda instancia no le hacía ni despistado ni poco preparado. — Puedo ayudarlo, a él y a quien esté tan lastimado que no pueda valerse por sí mismo. Llevo bastante tiempo practicando mis conocimientos médicos y cargo algunos suministros conmigo que pueden ser de ayuda. Si no puedo garantizar su salud, al menos podré aumentar sus oportunidades de recuperación. — Ofrecía, genuinamente queriendo dar una mano. ¿Por qué más, si es que no eso, se encontraría allí? —Y si no se sienten en condiciones de confiar en un completo desconocido, siéntanse libres de apuntarme con todas sus armas a la vez durante mi intervención. Siempre que no interpongan nada entre el herido y mis manos, puedo realizar el tratamiento sin inconveniente.— Más que el aire gélido dificultándole una coordinación motriz fina estable, claro. 

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#6
Raiga Gin Ebra
-
El aire helado del bosque se corta con las primeras palabras que uno de los Buccaneers deja escapar. Te observa de arriba a abajo con una intensidad que no pasa desapercibida, como si midiera cada faceta de tu ser. Y no es el único, todos parecen hacer lo mismo, como si estuvieran acostumbrados a encontrarse con enemigos en cualquier lugar. Aunque su postura es tensa, puedes notar que no percibes una amenaza directa hacia ti. Están alerta, sí, pero no agresivos.

—Me cago en… La comida. Se me olvidó apartarla con las prisas —masculla uno de ellos, un joven alto con cabello despeinado que parece ser el más joven del grupo. Su tono es de reproche hacia sí mismo, pero rápidamente se centra en asuntos más urgentes.

Otro de los Buccaneers, con una cicatriz que cruza su mandíbula, toma la palabra. Su voz es grave y directa, como el golpe de un martillo contra el hierro caliente.
 
—Tenemos varios heridos y no nos vendría mal una ayuda, pero no nos podemos fiar de ti así como así. De todos modos, no hay tiempo que perder. La vida de los nuestros está en peligro. 

Sin más preámbulo, los Buccaneers que cargan a los heridos se movilizan con rapidez hacia el asentamiento que dejaste atrás. Los demás te rodean, indicándote con gestos que camines en medio del grupo. Está claro que no confían en ti, pero tampoco te consideran una amenaza suficiente como para dejarte fuera. No están en posición de dejar escapar a un médico con la que se les viene encima. La marcha es rápida y silenciosa, con cada paso resonando en la nieve que cruje bajo el peso de estos guerreros corpulentos. No hablan, simplemente todos se dirigen hacia el mismo lugar. Hacia el asentamiento que previamente viste desierto, confirmando lo evidente; es su asentamiento.

Cuando llegáis al poblado, el joven que mencionó la comida se apresura hacia la hoguera. Con un bufido de frustración, retira los restos chamuscados del jabalí, lanzándolos a un lado, cayendo estos sobre la tierra. Seguramente sea un manjar para la fauna local, pero quizá sería mejor moverlo más lejos.

En cualquier caso, los demás, sin perder tiempo, entran en una de las casas que habías inspeccionado antes. Te hacen señas para que los sigas, pero no dejan de observarte, como si cada uno de tus movimientos fuese un posible peligro. Lo cierto es que, pese a que sea normal, no deja de ser desagradable.

El interior de la casa tiene un espacio que parece haber sido improvisado como sala médica. Una mesa larga sirve como camilla, mientras estantes repletos de frascos, hierbas y herramientas básicas cubren las paredes. Puedes tomarte tu tiempo para observar todo, quizá te haga falta algún material de ahí. Dos de los Buccaneers se ponen manos a la obra, aplicando sus conocimientos básicos para atender a los heridos. No son médicos, eso queda claro por la forma torpe en que manejan los vendajes y los utensilios, pero tienen la suficiente experiencia para hacer lo necesario en situaciones de emergencia. No creo que sean capaces de hacer algo más allá de unos primeros auxilios, pero al menos se les ve con una buena predisposición a atender a todo aquél que necesite su ayuda.

Los heridos han sido puestos en las camillas, y si los ojeas, seguramente tu mirada recaiga en un joven que yace sobre una de las camillas improvisadas. Su muslo está envuelto en un vendaje mal ajustado que apenas detiene el flujo de sangre. La piel alrededor de la herida presenta un color marrón oscuro, casi negro, un signo claro de infección severa o incluso necrosis incipiente. Es evidente que la situación es crítica para ese tipo, y nadie le está atendiendo. ¿Le habrán dado por perdido? No creo, de lo contrario no tendría sentido que le hayan traído.

El hombre con la cicatriz en la mandíbula, quien parece tener cierta autoridad, señala hacia el herido al acercarse a ti.

—Ese chico no durará mucho si no hacemos algo. Tú dices ser médico, ¿verdad? Demuéstralo. 

Antes de que puedas responder, otro Buccaneer se acerca al hombre con la cicatriz, susurrando con urgencia pero lo suficientemente alto para que lo escuches.

—O vamos al centro y nos traemos a Saga, o van a morir.
—Si Eirik se entera de eso, nos mata él mismo —responde el líder con una mirada sombría. 

El nombre "Saga" parece resonar en el ambiente, pero nadie se detiene a explicarte quién es o por qué podría ser relevante. Tampoco lo hacen con Eirik. Así que supongamos que es gente importante. Aún así, las palabras intercambiadas entre ellos dejan claro que el tiempo es un recurso limitado, y la posibilidad de buscar ayuda externa está descartada por algún motivo.

La presión en la sala es palpable. Los Buccaneers esperan que hagas algo, aunque no están completamente seguros de ti. A pesar de eso, hay un leve destello de esperanza en sus rostros. Aunque desconfiados, parecen dispuestos a permitir que intentes salvar al joven herido. No sé hasta qué punto, pero la predisposición es evidente.

Si decides acercarte a la camilla, sentirás sus miradas clavadas en tu espalda. Cada uno de ellos está alerta, listos para actuar si ven algo que no les guste. Sin embargo, es el que parece el líder quien finalmente rompe el silencio. Mirándote y frunciendo ligeramente el ceño.

—Si realmente puedes salvarlo, hazlo. Pero te advierto: si algo le pasa, ni siquiera tendrás tiempo de disculparte. 

El desafío está planteado, y las herramientas y materiales disponibles no son ideales y son demasiado rústicas, pero al menos tienes de dónde tirar. La herida es profunda, la sangre sigue fluyendo, y el tiempo juega en contra. Aunque los conocimientos médicos de los Buccaneers son rudimentarios, algo de lo que han hecho podría servir como base para empezar tu intervención. Lo que sucede a continuación depende de ti, pero una cosa es segura: todos los presentes estarán observando cada movimiento con atención.
#7
Alistair
Mochuelo
Incluso con el aire de seriedad que había florecido en medio de la conversación, su rostro apenas pudo evitar el pequeño impulso de ensanchar un poco su sonrisa ante una pequeña carcajada inminente, algo que por suerte estaba en posición de intentar hacerlo pasar como nada más que eso: El acto de curvar más su sonrisa, o para los menos crédulos, un impulso suprimido de rascarse la nariz. Le había hecho algo de gracia ver al hombre admitir el error de esa manera, algo que se reforzaba todavía más por las características corporales resaltando en los cuerpos de los contrarios. Exagerándolo un poco, parecían -físicamente hablando- perfectamente capaces de sacarle el corazón del pecho con la mano desnuda a quien les hiciera mal. 

La respuesta que otro de los Buccaneers retomaría sería la esperada: Por muy vulnerable que pudiese mostrarse, o articular su intención exclusiva de ayudar, la confianza había que ganársela con más que una buena lengua expulsando las palabras correctas. Hombres como ellos, además, le pondrían muchísimo mas peso a las acciones que el emplumado realizase en beneficio de demostrar las intenciones expresadas. Por lo pronto, al menos, habían aceptado su cooperación con un grado de escepticismo sano. Por lo pronto, las cosas fluían de buena manera.

Con este nuevo avance, el lunarian se permitió relajar un poco su postura y bajar las manos hasta ubicarlas en su posición natural, asintiendo ante las indicaciones dadas por el grupo y siguiéndoles el paso en medio del grupo, respetando el mismo silencio que los demás ejercían y manteniéndolo. Si avanzaba con el grupo, lo mínimo que podía hacer era complementar sus acciones; el tiempo de las preguntas para solventar dudas llegaría eventualmente, y la prioridad ahora mismo residía en salvaguardar las vidas de quienes peleaban internamente con la muerte misma intentando arrastrarlos al olvido.
 
La llegada del emplumado junto al grupo hasta el poblado del que había venido acabó de confirmar la sospecha de que ellos eran quienes habitaban en el lugar, un eslabón importante que unió todo y brindó explicación a casi todos los hechos y ocurrencias que había presenciado en el lugar, los cuales en principio habían nacido de escalar innecesariamente los sucesos más que clasificarlos como inconexos. Todos salvo uno: ¿Qué les había obligado a salir con tantas prisas del lugar? Y en una nota similar, ¿por qué había un rastro de sangre que seguía las huellas? Nuevamente, varias teorías aparecían en medio de los pensamientos del lunarian, cada una más creativa y descabellada que la anterior. Pero esta vez contaba con una pieza esencial capaz de esclarecer en un chasquido de dedos toda la información conjunta, previniendo que flotase en el aire y se juntara por azar para formar teorías que bordaban lo conspirativo: Tenía a los integrantes del pueblo, a quienes podía preguntar llegado el momento correcto. 

Pero, como ya había mencionado antes, la prioridad absoluta en el contexto que le envolvía era la de salvaguardar las vidas de quienes aún se encontraban en un estado delicado, demorando su deceso a base de fuerza de voluntad y una resistencia innata envidiable. Cuando todos estuviesen a salvo, o al menos estables y en camino a su recuperación, podría tomarse el tiempo para preguntarles lo que sea necesario. Los desconocidos se mostraban lo suficientemente honorables como para no dar la espalda después de haberles brindado una mano en medio de su situación.

Las miradas de los presentes no le permitían dar respiro alguno que pasara desapercibido, vigilantes como un búho atento a un roedor, pero no guardaba problema alguno en contra de ello o ninguno de los presentes; entendía su posición, entendía perfectamente que velasen por los suyos a capa y espada, aunque eso implicase una desconfianza arraigada e implícita de los foráneos. El pensamiento predominante en su cabeza era el de pronto probarles no ser una amenaza para ellos, estableciendo la suficiente confianza con ellos como para no incitar su estado de alerta con solo la presencia del revolucionario. 

Siguiendo las nuevas señas, ahora se adentraría en la casa anteriormente examinada y mentalmente categorizada como el centro médico del asentamiento, contando con suficientes implementos y recursos como para realizar las prácticas mas sencillas. Puede que una intervención estuviese fuera del alcance, pero tenían más que suficiente para que Alistair pudiera dar rienda suelta a sus habilidades médicas. 

Ahora con un propósito diferente que de mera exploración y deducción, los ojos del emplumado se dedicaron a recorrer cada pared y esquina del lugar que contara con algún ítem médico de manera minuciosa, analizando cada uno y teniendo constancia del lugar en el que se encontraban para acudir a ellos tan pronto los necesitase. Algunos tantos les eran desconocidos, tratándose de flora local con la cual aún no se familiarizaba lo suficiente como para arriesgarse a utilizarla; un efecto más o menos potente del deseado podía marcar la diferencia entre un tratamiento exitoso, o un pronto empeoramiento al problema, un riesgo que no estaba dispuesto a tomar cuando la vida de otro estaba en juego. Pero una buena mayoría, viendo un lado mas alentador, tenían un marcaje bastante específico y relativamente universal de la sustancia que contenían, lo que le permitía unir piezas con sus propios conocimientos y tomar una decisión mejor informada en cuanto a usarlo o no.

Con los heridos mejor ubicados en sus respectivas zonas de tratamiento, procedió a ojear desde la distancia el trabajo de los presentes, tomando notas mentales de los materiales usados en cada procedimiento realizado en un rudimentario intento de entender cualquiera de los ingredientes de los cuales careciera de información, eventualmente conduciendo a un joven que lo había pasado particularmente mal. Un vendaje que intentaba cumplir su propósito como podía no conseguía ocultar el tejido de mal color circundando la herida, un mal augurio para el futuro del chico si su situación avanzaba sin pronta intervención. 

La primera instrucción dirigida a Alistair no se hizo esperar. Sus labios se entreabrieron, un intento de responder que se cortó de golpe en el instante que los susurros de otro de los presentes pasó a tomar el centro de su atención por el corto tiempo que consiguió durar. "Saga, Eirik", nombres que se cobraron el centro de atención por un segundo pero que ninguno se molestó en ahondar al respecto. Era poco importante ahora, pero se lo guardaría para preguntar a futuro, junto con sus demás dudas. Ahora, luego de acercarse hasta la camilla, la presión que poco menos de una decena de miradas podían aplicar en su contra se hizo presente más que nunca. 

A ello, y al comentario de quien imponía como el líder, el emplumado solo vio apto contestar como siempre había hecho: Con una sonrisa de medio lado y una fugaz carcajada entre dientes. Sin dirigirle la mirada, le contestaría a la vez que sacaba de entre su mochila los suministros médicos que había traído consigo, se desinfectaba las manos y empezaba a colocarse guantes, cuidadoso de minimizar el tacto con los dedos, palma y dorso de goma. —Haré todo lo que esté entre mis competencias por él, esté o no mi cuello en juego. Tienes mi palabra, y esa es una promesa que me tomo muy en serio.— 

Primero lo primero: Desenvolver la herida y apretar los dientes para la bomba que iba a ser el hedor resultante, un aroma que ya había percibido momentos atrás pero que la herida mantenía mayormente encerrado dentro del agujero. Una vez consiguiera pasar ese metafórico muro, y pudiera observar con detenimiento la herida en busca de supuración, lo siguiente era evaluar la naturaleza y gravedad de ésta: Profundidad, color, reacción, lo que sea que pudiera guiarlo mejor. Con cuidado, utilizando el rudimentario bisturí que tuviera a su alcance, pincharía muy suave con la punta en las zonas donde la piel se tornaba preocupantemente oscura en busca de zonas donde sintiera dolor y donde no; antes de remover el tejido muerto, necesitaba saber en qué regiones aún existían nervios vivos, un indicativo mucho mas preciso de la lesión que solo su color. 

Una vez estuviese satisfecho con el examen, el mochuelo soltaría una indicación a los presentes que aún lo observaran, señalando dos frascos al alcance de su mano con la zurda mientras la diestra continuaba el procedimiento médico. —Antibiótico y antiséptico, ¿correcto?— Buscó confirmación antes de darles uso, señalando en el órden mencionado los frascos translúcidos en cuestión, el primero con una crema color durazno y el segundo un líquido espeso y oscuro de un color marrón poco agradable a la vista. Para cuando confirmaran a Alistair la naturaleza de los contenidos, él ya habría utilizado una jeringa para aplicar un analgésico local en la región alrededor de la herida, tal que pudiera dormir parte de la extremidad y proceder sin preocupaciones. El movimiento del paciente como reacción al dolor del bisturí podía ser catastrófico si no lo controlaba preventivamente. 

Ahora, en lo que el analgésico acababa de surtir efecto, sus palabras se dirigieron al joven en caso de que aún estuviera en capacidad de escucharlo. —Escucha. No deberías de sentir nada, pero si tu anatomía no se lleva bien con el medicamento y sientes dolor mientras corto... Necesito que aprietes los puños fuerte y dejes la pierna lastimada lo más quieta que puedas, ¿de acuerdo? Te aseguro que te sentirás divinamente para cuando acabe.— Pidió, sonriente. La primera lección social del médico era la de tratar a los pacientes con la mayor calma del mundo, incluso si el mundo se venía abajo a su alrededor. La confianza y la paz son tremendamente infecciosas para los heridos.

El lunarian usaría un contenedor vacío cercano que llenaría con agua de su propio Dial, y luego se encargaría de mezclarlo con jabón tomado de su propio botiquín, haciendo agua ligeramente jabonosa que usaría para lavar la herida lo mejor que pudiera, acabando de prepararla para la remoción del tejido muerto. 

Cuidadoso, Alistair empezaría el desbridamiento, utilizando el bisturí para remover el tejido necrótico de a trozos pequeños y dejarlo a un lado en un trozo de madera que servía como una improvisada bandeja, atento a cualquier evidencia de hemorragia que necesitara tratamiento inmediato. Un proceso que requirió tiempo, pero que con la calma suficiente, eventualmente acabaría siendo un éxito sin ninguna complicación, aliviado de que la herida se viese mucho peor de lo que podía hacer. Con nada más que tejidos blandos extraídos, y ni una señal de osteonecrosis, la recuperación tardaría un poco pero su resultado se mostraba prometedor. Solo quedaban los toques finales: Tratar la infección para que el daño no se repitiera. Haciendo uso los contenidos de los frascos por los que había preguntado antes, primero aplicaría una capa del antiséptico sobre la piel -y no en el interior de la herida-, asegurándose de que eliminaría microorganismos varios que pudieran haberse alojado en el lugar afectado. Inmediatamente encima, una capa de antibiótico a modo de crema que serviría como una doble protección que aseguraría la eliminación de microorganismos invasivos, fuesen bacterianos, fúngicos, o virales.

Lo único que le quedaba era cerrar la herida, a lo que necesitó acudir a sus propios materiales nuevamente. Dada la profundidad, Alistair vio necesario dar uso a dos tipos de hilos diferentes, uno reabsorbible y el otro no reabsorbible, utilizando el primero para unir los dos lados de la herida bajo la piel, en donde el cuerpo del Buccaneer podría deshacer los puntos de manera natural para eliminar preocupaciones en removerlo, y utilizaría el segundo en la capa mas externa sobre la piel, en la que se encargaría de reforzar el agarre en la herida y podría ser removido de forma segura sin ninguna intervención mayor. Gasa rodeando el muslo, un vendaje que asegurara bien todo, y estaría hecho.

Todo lo que quedaba era trabajo que el propio cuerpo del joven Buccaneer debía hacer por sí mismo. 

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#8
Raiga Gin Ebra
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El aire de la sala parece congelarse mientras los Buccaneers observan cada uno de tus movimientos. Cualquier otra persona con poca práctica se pondría la mar de nerviosa, sin embargo, tú estás seguro de lo que estás haciendo. Pese a que sus miradas son inquisitivas y analizan desde cómo sujetas los utensilios hasta la precisión de tus cortes, tu trabajo es firme y roza la perfección. Y es que lo cierto es que no hay espacio para errores ni dudas; cualquier paso en falso podría cambiar la balanza entre la confianza o el rechazo. Incluso si el paciente es insalvable, los buccaneers, al no tener los mismos conocimientos médicos que tú, podrían entender que no has hecho lo suficiente. Pero afortunadamente, no es el caso. Los tipos parecen ir cambiando los ojos con los que te miran cuando ven cómo te desenvuelves y que realmente pareces implicado en salvar esa vida.

Cuando solicitas materiales o pides confirmación para saber qué contienen ciertos frascos, asienten rápidamente y te responden al instante, mostrando su disposición a colaborar. Incluso ante la tensión palpable, no interfieren en tu trabajo, limitándose a observar y estar listos para actuar si lo requieres. Ni te apuntan con armas, ni las tienen desenvainadas, ni te vuelven a amenazar. Parecen saber que necesitan que estés tranquilo y concentrado. A fin de cuentas, si te quisieran matar no tendrían mucho problema, entre su poder y que son un numeroso grupo, no les debería costar mucho.

Mientras estabilizas al herido más grave, el ambiente se vuelve aún más intenso. La puerta se abre de golpe, dejando entrar una ráfaga de aire helado junto con dos Buccaneers más, cada uno cargando a dos heridos adicionales. Si tienes un instante para mirar, no te sonará la cara de esos dos tipos, y menos aún la de los heridos. Los recién llegados no pronuncian palabras, pero sus expresiones hablan de urgencia. Depositan cuidadosamente a los nuevos pacientes en las camillas improvisadas, dejando claro que el número de heridos ahora asciende a ocho, aparte del que estás atendiendo. Solo hay seis camillas, por lo que algunos menos heridos ceden sus camillas a los nuevos y se tumban en el suelo. Es un panorama desolador, y para el cual nadie parece estar preparado.

La tensión en la sala crece de manera palpable. Los dos Buccaneers que intentaban atender superficialmente a los heridos comienzan a perder el control. Sus movimientos se tornan erráticos, y sus manos tiemblan al manipular los vendajes. Puedes observar cómo están nerviosos e incluso emplean algún ungüento que no corresponde, producto de la prisa con la que quieren trabajar. Las miradas que intercambian están cargadas de frustración, ansiedad, y sobre todo falta de práctica. Incluso sin palabras, es evidente que la situación los está sobrepasando. Más pequeños errores empiezan a acumularse: un vendaje mal ajustado, una herida mal limpiada, instrumentos caídos al suelo y puestos en la bandeja de trabajo sin volver a desinfectar... Su nerviosismo amenaza con agravar la situación. Quizá haya que tomar cartas en el asunto. ¿Te ves preparado? Quizá puedas supervisarles, o hacer que ejerzan de auxiliares para ti. O cualquier otra cosa que se te ocurra, por probar que no sea. Todo por salvar vidas, ¿no?

Mientras terminas de estabilizar al joven con la herida grave en el muslo, captas una conversación que intenta mantenerse en susurros, aunque el tono efusivo de los interlocutores hace que sus palabras lleguen a tus oídos claramente. Se trata de los dos tipos de antes, el que parece ser el jefe, y otro.

—Te lo vuelvo a decir… Hazme caso. Necesitamos a Saga, van a morir si no hacemos algo ya. 
—Pero… No. No podemos ir. No si Eirik no lo autoriza. El médico forastero los salvará. 
—Me da igual cargar con la culpa, pero déjame ir a por Saga, por favor.

El nombre "Saga" vuelve a aparecer, y esta vez acompañado de una desesperación evidente. Aunque no conoces la identidad de esa persona, está claro que su presencia podría ser crucial. A pesar de los argumentos, el debate parece estancado en un punto muerto. Mientras uno quiere avisar a esa tal Saga, el otro dice que no. Ya es la segunda vez que ocurre, y por la insistencia del tipo seguramente no sea la última.

Mientras tanto, los dos Buccaneers que tratan de manejar al resto de los heridos siguen claramente superados. Sus esfuerzos son encomiables, pero la falta de conocimientos y la presión del momento se están volviendo en su contra. Uno de ellos, al intentar ajustar un vendaje, tira accidentalmente una botella de antiséptico al suelo, rompiéndola en pedazos. Rápidamente uno de los tipos que te estaba vigilando sale corriendo a recoger lo que puede del frasco caído y lo introduce en otro más pequeño. El otro deja caer una aguja ya esterilizada, lo que lo obliga a buscar otra entre el desorden, clavándose una en el camino y dejando unas gotas de sangre en el suelo.

Entre tanto, uno de los Buccaneers más jóvenes se acerca con una bandeja improvisada llena de herramientas y materiales organizados, mirándote a los ojos.

—Aún no sabemos su nombre, forastero. El mío es Bror. Un tipo de Skoldheim —dice esto último bastante más bajo que lo demás y mirando de reojo hacia atrás, donde está el jefe y el tipo que habla con él— me dio un libro de medicina que he estado leyendo. Creo que necesitarás todo esto para seguir operando.

Si observas la bandeja, podrás ver todo tipo de instrumental bien colocado y desinfectado. Seguro que sabes usarlos todos, aunque puede que alguno sea la primera vez que lo ves, al menos a juzgar por la forma tan rudimentaria.

Ahora parece que te toca poner algo de orden. Tienes muchas opciones, pero quizá lo principal es salvar a los heridos. Para ello, quizá tengas que pensar algún operativo. Por otro lado, está el nombre de "Saga", que seguro que aún permanece en tu mente. La figura parece ser una clave para este grupo, alguien cuya intervención podría cambiar el rumbo de la situación. O quizá no, si tienes en cuenta la reticencia del que parece ser el jefe. Aunque no puedes abandonar tu posición actual, sabes que tarde o temprano tendrás que averiguar quién es y por qué su presencia parece ser tan crucial. El momento exacto en el que quieras hacerlo, te corresponde a ti.

Por cierto, hay un problema más. ¿Recuerdas la carne quemada? Pues ahora está rodeada de cuatro lobos blancos. Oís los aullidos y algún que otro Buccaneer se asoma a la ventana para verlo mejor. Los lobos son preciosos y dirías que el tamaño es bastante más grande que el de un lobo común. ¿Es que aquí es todo más grande? La cosa es que los que miran por la ventana sonríen, no parecen preocupados ni se les ve intención de salir a ahuyentarlos.

En fin, son muchas cosas, pero confío en ti. Nadie dijo que una T6 fuera a ser fácil.

Instrucciones
#9
Alistair
Mochuelo
La corriente gélida que entró al momento de abrirse la puerta, suficiente para sacudir los cabellos de colores vivos del lunarian, había sido insuficiente para romper su concentración en la tarea en manos del revolucionario. Consumido por cada movimiento que sus manos realizaban, Alistair podía llegar a ser la clase de persona que se abstraía completamente en una única línea de pensamientos cuando la tarea a completar lo demandada, dedicando cada neurona a su disposición en asegurarse no solo de que la tarea fuese completada, sino de que además sucediese con la mejor resolución que estaba dentro de sus capacidades. 

Aun así, dedicando tan solo un instante que no demandaba su vista puesta en la herida sobre la que trabajaba, un vistazo de reojo le permitió identificar a vuelo de pájaro la llegada de nuevos desconocidos al recinto, quienes ahora aportaban a aumentar el número de víctimas pendientes por tratar. Su vista ya habría regresado al paciente para entonces, pero su oído consiguió captar vagamente el sonido de madera crujiendo y los quejidos cansados de quien intentaba hacer un esfuerzo mas allá de lo que su condición permitía. ¿Estaban cediendo camas a quienes más lo necesitaban? Por un momento vagó en sus ideas, antes de centrarse nuevamente en la tarea. Incluso si quería conocer el alcance de la situación que estaba emergiendo, la delicadeza de la situación demandaba que Alistair no apartara ojo ni una vez más del paciente.

Habiendo pasado la peor parte, por fin pudo permitirse un momento para levantar la mirada y observar a su alrededor: Malos procedimientos higiénicos, instrumentos cayendo al suelo, manos temblorosas. Parecía la escena salida de una guerra a pequeña escala, con heridos por doquier y asistentes médicos primerizos tan consumidos por la abrumadora situación que lentamente empiezan a degenerar sus habilidades hasta ser incluso mas dañinos que quienes no han tocado una aguja en su vida. Frunció ligeramente su ceño ante la escena, considerando la mejor forma de aproximarse al problema. Si dejaba las cosas seguir el curso que recorrían, rápidamente acabarían condenando a sus compañeros mucho antes de lo que habrían perecido por causas naturales. 

Además, aquellos nombres que tanto revuelo ocasionaban se manifestaron de nuevo en el aire: Saga y Eirik. Tantas cosas por tener en mente, y tantas sucedían a su alrededor que sentía cómo empezaban a comerle la cabeza poco a poco. Pero aún no tenía el lujo de quejarse y dejarse caer al suelo en frustración. No, la situación tan solo empezaba a entrar en su parte mas crítica, y rompería hervor mucho antes de lo que estaría preparado para recibir si no empezaba a intervenir cuanto antes. 

Uno de los Buccaneers llamó su atención, habiéndose acercado con una bandeja en mano repleta de los instrumentos que requería para todo lo que seguiría y presentado mucho antes de lo que pudo desligar su cabeza del contexto en el que se había envuelto. Pinzas, desinfectante en un contenedor abierto, tijeras, retractores, entre muchas otras cosas más. La lista navideña de cualquier cirujano. En respuesta, el emplumado sonreiría al joven Buccaneer, en gran medida aliviado por la ayuda que le estaba brindando. —¡Gracias, Bror! Soy Alistair. Yo... siento decir que no tengo muy claro de dónde provengo.— La amnesia traumática era una putada, y los Tenryubitos eran especialistas en infligirla. —Una larga historia. Ya te contaré lo que quieras alrededor de la fogata cuando todo el mundo esté en buen estado.— O al menos, tan buen estado como podían estarlo en la situación actual.

Ahora, debía regresar a hacer cuanto pudiera por solucionar la situación. Primero lo primero. 

Su mirada, ahora con una fugaz pausa para reunir sus pensamientos, escaneó nuevamente el lugar en buscar de actualizar lo que sabía. Uno, dos... Ocho enfermos en total, en estados que no peligraba su vida pero que no tardarían en llegar allí dado el suficiente tiempo y descuido. Al ritmo que podía atender, estaba seguro que podía atender a una buena mayoría... Pero una buena mayoría estaba por debajo de Todos. —No hay tiempo para todos...— Murmuró para sí mismo, su mano prácticamente encima de su boca como si la cubriera, pensativo. No podía hacer esto solo, y tal y como estaban los otros dos practicantes médicos, el resultado estaría pro debajo de lo esperado.

Inhaló y exhaló profundo, intentando reunir toda la calma que podía, y el coraje para lo que estaba a punto de hacer. Era un foráneo, y lo que seguiría podía mostrarse irrespetuoso, pero si pretendía ver resultados que pudieran mantener a todos contentos, se había quedado sin opciones más que lo que haría a continuación. Solo podía esperar que se lo tomasen de la mejor manera posible. Preparó las manos y aplaudió fuerte, dos veces. Lo suficiente para que los Buccaneers atendiendo a los enfermos, consumidos por el pánico, rompieran su trance y dirigieran su atención al lunarian. Tan pronto sus ojos estuvieran en los de él, una mirada seria que emergía una vez cada dos lunas llenas se posó en los Buccaneers. Su temperamento era mínimo en casi toda situación, y prefería abordar las cosas con una sonrisa, razón por la cual el contraste con esa expresión solía ser impactante y sorprendentemente efectiva las pocas ocasiones que emergía. Se acercó, y dio una bofetada a cada uno, no lo suficientemente fuerte como para que escociera por más de unos segundos pero lo suficiente firme como para que la sintieran.

¿Ya se les ha aclarado la mente?— Sentenció, cortante como pocas veces. Iba al grano lo más que podía. Si contestaban afirmativamente, seguiría. Incluso si alguien desenvainaba arma, no desviaría su mirada.—Bien, perdón por eso. Escuchen, contamos con muy poco tiempo. Los heridos son demasiados, y las cosas tal cual van, existe la posibilidad de que uno o dos no vean tratamiento antes de que empeoren mas allá de cualquier tratamiento.— Su mirada no liberaba las contrarias, completamente fija e inamovible, como si observara directamente al interior de sus almas y las agarrara por el metafórico cuello de la camisa. —Puedo encargarme de los enfermos, pero necesito que consigan todo el tiempo que les sea físicamente posible. Descarten tratarlos por su cuenta; si sienten que no están en capacidades, pasen a realizar sólo primeros auxilios. Laven heridas, apliquen antibiótico en la entrada de la herida aunque sea poco eficiente, drenen las heridas y manténganlas secas. Cualquier cosa que pueda darme más tiempo para trabajar, y yo iré a tanta prisa como pueda para que todos puedan al menos tener sus cuatro extremidades para mañana.— Su mirada ahora recorrió toda la cabaña, girando su cuello para observar a cada Buccaneer en la habitación al menos una vez. —Y si algún otro entre ustedes tiene un mínimo conocimiento de medicina o ha tratado una herida exitosamente, le necesito dando una mano cuanto antes. Por sus compañeros. Por favor.— Incluso si tenía que rogar, e incluso si eran completos desconocidos. Si implicaba salvar una vida, iría hasta donde fuera necesario y haría lo que se necesitase.

¡Bien, no hay más tiempo que perder!— Anunció, antes de volver a su deber. Lavar heridas, remover tejido muerto, desinfectar para tratar la infección, cerrar la herida y cubrirla adecuadamente para que fuese camino a su recuperación. Trabajaba tan rápido como le era posible sin dejar detalle alguno atrás, siguiendo cada paso mental como si se tratase de una máquina, tan metódico como preciso en cada movimiento que realizaba. Cada segundo contaba, y cada segundo que ahorraba en un paciente se convertía en uno más para el siguiente. Pero no podía escaquearse y minimizar esfuerzo individual, o acabaría poniendo a cada uno en riesgo. Era un delicado balance a preservar que, lentamente, comería las reservas energéticas de su cuerpo hasta dejarlo al borde del desmayo. Si no caía como un ancla en cama a la hora de dormir, nada en el mundo lo haría. 

En medio de uno de los procedimientos, el aullido de una criatura fuera del recinto médico llamó su atención. Apenas si tuvo tiempo de obsevarlo, pero cuando pudo, quedó maravillado por un segundo: Un precioso lobo blanco... No, cuatro de ellos, mucho mas grandes que el cánido promedio. Una vista que le inspiró belleza, y hubiera entrado en la fase de preocupación de no ser por la aparente indiferencia -e inclusive alegría- de los presentes. Casi servían como un detector de peligros: Si en su situación no temían por sus vidas, algo había oculto allí. Algo que, permitiéndose el capricho antes de que la situación evolucionara a su punto mas crítico, no esperó más y preguntó. 

¿Puedo preguntarles por las personas a quienes han estado mencionando?— La pregunta, aunque claramente dirigida al jefe y al Buccaneer que sostenía insistente conversación con el primero, no fue acompañada con la mirada del lunarian. Sumida completamente en el tratamiento médico, solo podía esperar que los presentes entendieran el propósito y dirección de la pregunta basándose en su contenido. —Entenderé que pueda ser un tema discreto que no quieran compartir, pero por lo que he podido escuchar, puede ser una mano más para ayudar en esta situación. Incluso más que eso, por como se refieren a ese tal "Saga".— Su cabeza se inclinó ligeramente en dirección a la ventana mas cercana, como si fuera un tick, señalándola. —Y en su defecto, me gustaría que me comentaran el porqué parecen tan alegres de ver a esos lobos. ¿Son un buen augurio? Porque como encuentren el rastro de sangre y presa fácil... Siento que me falta un dato bastante importante para estar al día.

Cositas Off con código nuevo Extra
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