Hay rumores sobre…
... que una banda pirata vegana, y otra de maestros pizzeros están enfrentados en el East Blue.
Tema cerrado 
[Aventura] [T4] Fear The Ripper
Arthur Soriz
Gramps
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7 de Invierno
Año 724

El amanecer del segundo día desde tu encuentro con Dolos trajo consigo la sensación de anticipación que casi no te dejaba dormir. Después de pasar la noche reflexionando y trazando mentalmente tu ruta decidiste finalmente emprender camino hacia las Colinas de Hueso. Con la promesa de encontrar respuestas en mente y desvelar los secretos de los Tribulantes no puedes evitar sentir que la isla realmente se está abriendo a pasos agigantados frente a ti. Casi como si hubiera algo o alguien que está dispuesto a darte una probada de este misterio que tanto quieres resolver.

Con cada paso que te alejaba de Champa, podías sentir más la soledad, de una historia que pocos se atrevían a explorar; y con buena razón seguramente.

El trayecto hacia las Colinas fue lento, marcado por el cambio gradual del paisaje. Los colores cálidos de Champa fueron reemplazados por tonalidades más pálidas y deslavadas. El terreno se volvía casi árido, y la vegetación se volvía cada vez más escasa resistiéndose a crecer en aquel lugar prácticamente muerto. A medida que avanzas la silueta de las Colinas de Hueso se alza en el horizonte, imponente y solemne. Sin lugar a dudas la tortuga que murió para convertirse en los cimientos de esta isla es enorme.

Al llegar a los pies de las colinas podías contemplar el paisaje. No eran meras elevaciones del terreno, sino todo un espectáculo monumental y casi aterrador. Enormes costillas de marfil, desgastadas por el paso del tiempo emergían del suelo como los restos de una titánica criatura, formando lo que alguna vez fue la caja torácica de la tortuga gigante sobre la cual la isla misma había crecido. Se alzaban como columnas de un antiguo templo en ruinas que ha sido reclamado por la naturaleza, tumbado por el pasar del tiempo.

El silencio era absoluto. No se escuchaba el bullicio de Champa ni el sonido de gaviotas. Solo el constante, suave silbido del viento marítimo que serpenteaba entre los huesos acariciando cada superficie con un aliento helado. Ese viento llegaba consigo la antigüedad de ese lugar como si cada ráfaga narrara historias de un pasado remoto... un pasado que estabas decidido a desentrañar.

A cada paso que dabas tus botas levantaban pequeñas nubes de polvo blanco que se asentaban rápidamente. La desolación era palpable y con cada mirada sentías un recorrido recorriendo tu espalda. Cuanto más te adentrabas en las Colinas de Hueso notabas pequeños detalles que hablaban de lo que alguna vez existió allí. Pero dependerá de ti el empezar a descubrir sus detalles.

Es hora de trabajar, explorador.
#1
Horus
El Sol
Personaje


El día empezaba como cualquier otro, aunque parecía que en esta ocasión iba a tener un mejor clima que ayer. Pero bueno, en invierno es imposible disfrutar de un clima estable por mucho tiempo; había que aprovechar. Ya había retrasado un día más de la cuenta mi objetivo principal en ese momento: explorar las "Colinas de Huesos". Tras la historia de Dolos, había querido adentrarme a explorar ese recóndito lugar de la isla de inmediato; lo único que me frenó fueron los preparativos previos. Un explorador sabe que nunca se puede estar seguro de lo que se puede encontrar al explorar un sitio como este, y es imperativo tomar algunas precauciones.

Sin embargo, lo que en verdad me tuvo ocupado todo el día de ayer fue establecer un pequeño campamento en el que asentarnos. No quería ni muerto acercarme a Anaka en la podrida ciudad de Champa; era un sitio demasiado infame y lleno de maleantes que no dudarían en intentar cazar a una sirena nada más verla rondando por allí. No podríamos estar tranquilos ni un minuto. Y si sumamos que el pulpo globo que nos trajo a la isla estaba llegando a un punto crítico por sus heridas, la situación era muy negativa para nosotros. Por suerte, pude encontrar una pequeña gruta en la que resguardarnos de la nevada que se dio en la noche y que ahora mismo funcionaba como campamento base para nosotros. Allí acumulé algunas provisiones y plantas medicinales que encontré, para que luego la gente diga que no sirven de nada los conocimientos en libros y los dotes de recolección.

En este momento, estaba volviendo a trazar los mismos pasos que hice ayer con el fin de buscar alguna planta medicinal para ayudar al pulpo. Sin tener que involucrarme mucho con los habitantes de Champa, tuve que comenzar a adentrarme en las Colinas de Huesos, pero lo hice por la zona más próxima a la costa, que contaba con cierta vegetación y musgo cubriendo los huesos, producto de los sedimentos asentados allí por el oleaje y la lluvia. Gracias a mis esfuerzos y hallazgos de ayer, ahora Anaka y Anubis podían ayudar al pulpo en su recuperación; sin duda, no pensaba dejar morir a esa criatura tras habernos traído con vida hasta tierra firme.

Después de sentirme más aliviado al lograr cierta estabilidad para mis nakamas y contar con un refugio temporal al que podríamos volver en cualquier momento, me tocaba adentrarme de verdad en las Colinas de Huesos y buscar alguna pista o información sobre los Tribulantes y el Santuario perdido. Mis pasos ya comenzaban a caminar sobre el puro hueso de la tortura ancestral, dejando atrás el verde musgo que cubría algunas zonas de estos y daba una cierta seguridad de que no toda la isla era un cadáver gigante. Al notar cómo mis pasos levantaban un poco de polvo blanco, no pude evitar agacharme para tomar un poco de este con mis dedos; era un polvo fino, incluso más que la arena, y completamente blanco. Sin duda, los sedimentos erosionados por el viento de los grandes huesos de la tortuga, que atravesaban su caparazón, emergían como grotescas columnas y formaciones geológicas, aunque todo era parte de un antiguo organismo. La isla en sí misma era fascinante; estábamos hablando de un fósil inmenso de una criatura muy rara en el mundo. La duda no dejaba de aparecer en mi cabeza: ¿era esta tortuga la última de su especie o habría más de ellas en algún lugar del inmenso mar?

Para variar, contaba con ayuda en mi búsqueda. Mientras yo peinaba el terreno por tierra, contaba con el ojo agudo de Isis desde el cielo; nada mejor que los ojos de un halcón para buscar cualquier indicio o anomalía en los cielos. Por fortuna, el terreno era en su inmensa mayoría blanco, lo cual permitiría a Isis avistar cualquier otra cosa con suma facilidad y anticipación. Eso me ahorraba trabajo, la verdad. Si no fuera por ella, lo primero que habría hecho sería subirme a un sitio muy elevado para poder dar un vistazo general de la zona. Pero si mis sospechas eran ciertas, donde podrían haberse ocultado los Tribulantes no era en la superficie —aunque no estaba de más dar un vistazo—, sino bajo tierra, es decir, bajo el caparazón.

Si pensamos que esta isla es una tortuga gigante y Champa fue construida en lo que parece ser la boca de la criatura, de ahí que llamen a esa zona "la boca del leviatán", sin contar la formación ósea que rodea la ciudad, nos quedaba una gran isla surcando los mares. Evidentemente, el esqueleto debe estar acostado sobre aguas poco profundas; de lo contrario, su propio peso lo habría hundido en el mar. No hay indicios de las patas y la cola, así que eso está sumergido y, por lo tanto, solo vemos en la superficie la parte superior del caparazón. Este había cedido con el paso de los años a su propio peso y se había visto atravesado por las costillas tras derrumbarse un poco, dando lugar a la formación geológica que ahora estaba explorando. Pero eso seguía dándonos una superficie no muy despejada como para ocultarse, y dudaba mucho que los piratas hubieran dejado pasar desapercibido algo tan evidente en la superficie del caparazón. Así que solo podían quedar dos hipótesis. La primera es que si el santuario es posterior a la muerte de la tortuga gigante, fue edificado dentro del caparazón de la tortuga, bien oculto. Y la segunda es que el santuario fue construido cuando la tortuga aún vivía, lo cual significaba que debía ser edificado sobre ella; pero si no se había encontrado, debía haberse hundido hacia el interior del caparazón, tal vez cediendo al peso del mismo o al romperse este por las costillas.

De cualquiera de las dos hipótesis, me interesaba buscar por las Colinas de Huesos alguna entrada o brecha en el caparazón que me permitiera adentrarme en su interior. Y en eso nos dividíamos ahora mismo, Isis y yo, el trabajo: ella desde los cielos y yo desde tierra firme, avanzando por el camino de huesos y dejando pisadas en el polvo blanco de huesos. Aunque no venía a cuento, estaba por llevarme un poco en un tarro para usarlo como fertilizante en un futuro, dado que va muy bien para el crecimiento de las plantas.

Informacion
#2
Arthur Soriz
Gramps
Las Colinas de Hueso se abrían ante ti como un vasto enigma. Un lugar que ocultaba un sin fin de secretos pero que nadie se había animado a llegar tan lejos como para descubrirlos. Estaba claro que por alguna razón nadie quería hablar al respecto. Te das cuenta que podrías pasar horas, días, semanas e incluso meses recorriéndolas sin llegar a desvelar ni una fracción de sus secretos. La magnitud de la isla, la enorme estructura ósea que alguna vez fue una tortuga de proporciones colosales se extendía mucho más allá de lo que tu vista alcanzaba. Cada rincón parecía estar repleto de historia esperando ser destapada.

Isis por su parte se elevó con gracia hacia los cielos. Sus alas cortaban el aire con agilidad y gracia, su mirada de halcón recorría la inmensidad de las Colinas de Hueso, atenta a lo más mínimo que pudiera llamar su atención. Mientras ella volaba alto, tú te dabas la chance de comenzar a explorar cada rincón, cada irregularidad en los huesos de la antigua tortuga.

El tiempo pasaba de forma imperceptible mientras tú avanzabas en tu exploración. A medida que el sol ascendía en el cielo, el mediodía estaba cerca. Pronto una ráfaga de aire gélido y pesado te envolvió, un sutil cambio en el clima... tal vez una tormenta lejana que se cernía tras el horizonte, pero nada que fuera a detenerte... al menos no aún. El silencio envolvía las Colinas, solo roto por el sonido del viento que corría entre los huesos, y el ocasional batir de las alas de Isis.

Fue entonces que comenzaste a notar las primeras señales de lo que ocultaba este lugar. En medio de los gigantescos huesos se encontraban marcas y tallados. No profundamente grabados, pero lo suficientemente visibles como para captar tu atención. Líneas finas, cortes y garabatos que parecían haber sido hechos con algo más que herramientas rudimentarias. Podías tocarlas, trazarlas con los dedos pero era difícil de deducir exactamente qué podían ser. Marcas que indicaban que algo o alguien había estado trabajando sobre estos huesos mucho tiempo después de la muerte de la criatura titánica. Era una obra post-mortem. Sin embargo, era difícil deducir si alguno de los símbolos daba pistas claras sobre los Tribulantes o el Santuario Perdido, nada que revelara el camino hacia tu meta.

Pero eso no haría que te rindieras, ¿cierto?

El día seguía avanzado, el aire se enfriaba aún más con el paso de los minutos y la sensación de desolación aumentaba. Por suerte aún quedaban muchísimas horas de luz para seguir explorando. Más un hallazgo podría llegar a helarte la sangre. Entre la pila de huesos viejos y blanqueados por el sol, se encontraban los vestigios de lo que era más que obvio huesos humanos. Cráneos, fémures, costillas... incluso vértebras. Todo apuntaba a que el viejo no te había mentido, no del todo... ¿podrían ser sacrificios humanos? Dichos huesos poseían diversas marcas también, la mayoría largas, profundas... quizás de algo sumamente filoso que dio el tajo mortal.

Un vistazo hacia donde sobrevolaba Isis es suficiente como para notar que ya no está ahí... siquiera cuando volteas por todos lados no la ves en los cielos, ¿tal vez se alejó un poco para abarcar más terreno? Incluso si la intentas llamar, no vuelve... aunque la escuchas, muy a lo lejos. Extrañamente... no te hace caso.
#3
Horus
El Sol
Era una isla impresionante; su magnitud estaba completamente fuera de lugar. Tan solo imaginar que eso fue antaño un ser vivo que podía surcar los mares. El nombre que le daban de "leviatán", en referencia a su cráneo en Champa, era completamente fundado. Estábamos hablando de una criatura que debía ser capaz de devorar buques de guerra sin darse cuenta, digna de los reyes marinos más grandes que rondan el mar abierto. Pero, aun así, aquí estaba la imponente criatura, muerta, en teoría, según las palabras de Dolos, por las mismas manos del capitán de los Tribulantes. Esa hazaña era digna de figurar en los libros de historia; con tan solo caminar un poco por la superficie del caparazón de la criatura, uno podría darse cuenta.

Por ahora, la exploración no parecía estar dándonos frutos. Sin embargo, yo estaba disfrutando de la experiencia en el terreno. Para mí, incluso el simple hecho de estar visitando una isla tan única, con ese increíble paisaje formado por la casualidad y la muerte, ya era algo emocionante. Además, esta actividad me servía como un buen ejercicio; moverme por ese terreno abrupto y complicado, donde cada paso era como pisar roca sólida sin nada de tierra blanda, era toda una prueba. Estaba aprovechando la exploración para calentar un poco mis músculos, de cara a tener que adentrarme en complicados riscos o formaciones empinadas. Había que estar preparado para cualquier eventualidad.

Artista Marcial Iniciado
ARM300
ARTISTA MARCIAL
Pasiva
Tier 3
2/1/2025
Podrás realizar un calentamiento durante un post para ganar +5 [Agilidad] y +5 [Fuerza] por el resto del tema. Este calentamiento se considerará como [Canalizar].


Finalmente, me topé con esas marcas talladas en los huesos. Estaban realizadas con algo afilado, lejos de ser producto de la erosión del viento. Y, sobre todo, me llamaba la atención el hecho de que podrían ser trazadas por una herramienta; si fueran unas garras afiladas de algún animal, se notarían de otra forma. Pero no lograba encontrar un patrón o una forma en esos grabados, así que el simple hecho de que las marcas estuvieran hechas era el mensaje: una señal de advertencia o el inicio del territorio de alguien o algo. Como una advertencia de que estaríamos en peligro si nos adentrábamos en esa zona. Pero eso, lejos de achantarme, me impulsaba más a querer investigar, ya que si algo, en algún momento más reciente o antiguo, había querido marcar esto como una frontera, sería por algo.

Con Isis en los cielos, nos adentramos más allá de las marcas, buscando estas en los huesos de la zona. En ocasiones, tenía que retirar un poco del polvo óseo que se acumulaba sobre las formaciones y cubría las marcas. La búsqueda me había llevado a un inquietante hallazgo: cadáveres de personas. Los huesos ya estaban limpios, sin rastros de carne. Observando los mismos con cuidado, podía entender las heridas que sufrieron y que los llevaron a ese estado: cortes profundos. Notaba una cierta similitud entre las heridas grabadas en los huesos y las que habían dejado sobre el terreno. Sin duda, no me daba la sensación de que fueran restos de hace cientos de años, pero tampoco se podría decir que fueran precisamente frescos. Tendría que investigar, pero con un plus de atención.

Finalmente, me di cuenta, cuando miré al cielo, de la ausencia de Isis. Se me hacía raro que se hubiera alejado demasiado de mí; normalmente siempre sobrevuela el perímetro más cercano y, en caso de avistar algo, haría algún graznido avisándome. Comencé a dar vueltas sobre mí mismo, intentando cubrir toda la inmensidad del cielo a mi alcance, buscando su figura en el lienzo celestial, pero fue infructuoso. Me encontraba algo alarmado en esos momentos; tal vez los restos humanos me habían puesto un poco paranoico con la seguridad de Isis. Fue entonces cuando intenté realizar un silbido para que volviera a mí, como estaba adiestrada, pero no hubo respuesta más allá de unos graznidos lejanos. Aunque la señal de que estaba cerca era suficiente para mí; eso significaba que estaba bien, o por lo menos eso quería creer. Me adentré corriendo aún más entre las colinas de huesos, siguiendo la voz de Isis, con el fin de alcanzar el origen de su sonido a toda velocidad y confiado en su bienestar.

La verdad es que sí me estaba apurando un poco, sorteando cualquier obstáculo rápidamente. Confiaba en que estaría bien; el silencio me habría alarmado más, tal vez había encontrado algo. Pero Isis era una compañera inseparable; confiaba en su pericia para advertir del peligro y huir si era necesario, aunque eso no quitaba que guardara cierta inquietud en mi pecho.
#4
Arthur Soriz
Gramps
Era extraño de verdad que Isis, tu confiable compañera, no se aproximara hacia donde estabas tú sin importar cuantas veces la llamaras. Era la primera vez que sucedía algo así en el tiempo que la vienes educando. Obviamente, las marcas talladas en los huesos casi que te distraen un poco de ello, por el simple hecho de que es un hallazgo bastante importante. Significa que aquel viejo no te estaba mintiendo, que en las Colinas de Hueso realmente se podían encontrar a los Tribulantes, o al menos de eso estás convencido en un principio. Todo indica que vas por buen camino.

El graznido distante de Isis tal solo te volvía a distraer una vez más. Algo no estaba bien. Cuando comenzaste a correr en dirección a Isis, los primeros minutos transcurrieron sin complicaciones tan solo teniendo que esquivar alguna que otra montaña de huesos sueltos. Sin embargo, pronto el terreno bajo tus pies crujió con un sonido macabro. Sin tiempo a reaccionar, en un instante el suelo se desplomó bajo tu peso. Las pilas de huesos se quebraron y cedieron y la caída fue inevitable. El descenso no fue tan grave, pero la sorpresa sin lugar a dudas te dejó sin aliento por unos minutos. Al tocar el suelo, frente a ti daba paso a una pequeña gruta formada por las costillas de la gigantesca criatura, tan intactas que parecían haberse conservado con una perfección antinatural.

La luz del sol se colaba a través del agujero que tu caída había dejado atrás, iluminando un poco aquel refugio óseo. Allí los tallados no solo eran visibles, sino que se presentaban con una claridad perfecta, como si hubieran sido hechos recientemente. Parecían tener un propósito más claro. Una daga con la punta curvada como un arpón, calaveras que se alineaban como si marcaran una lista de víctimas, y entre esos signos uno especialmente destacaba. Uno que reconocías al instante. Era el mismo que habías visto en el parche de Dolos, el viejo borrachín con el que habías hablado días atrás. ¡Eureka! La conexión entre las historias que te contó y este lugar eran sin lugar a dudas verídicas.

Antes de que pudieras procesarlo por completo, un cambio en el aire llamó tu atención. Isis apareció, descendiendo en picado hasta ti con tal rapidez que parecía casi un proyectil. Se posó sobre tu hombro, temblorosa, algo que nunca había ocurrido antes con tu compañera. El temor era evidente en su actuar, era sin lugar a dudas desconcertante. No era común que Isis mostrara signos de miedo. Algo en el aire, en la isla, la había alterado de tal manera que no podías evitar sentir una creciente inquietud.

Mientras se acomodaba acurrucada en tu hombro, observabas con mayor detalle los símbolos que estaban en los huesos. Entre ellos pudiste distinguir marcas cuya forma evocaba la silueta de Isla Tortuga, tu isla natal y otras que sorprendentemente parecían representar lugares del North Blue y del East Blue. Incluso habían otras marcas que no reconocías en absoluto, pero todas parecían estar conectadas de algún modo. Como si una red de lugares y sucesos estuviera siendo tejida ante tus ojos. ¿Era esto lo que habías estado buscando? ¿Finalmente habías encontrado una pista sólida?

Pero la emoción de tu descubrimiento dura poco en tu pecho. Algo más se apoderó de tu mente. El aire, que antes era frío pero liviano, se había vuelto pesado... gélido. Ya lo venías notando desde antes pero ahora se volvía obvio, imposible de ignorar. Cada respiro se sentía más difícil. El cielo que se extendía sobre la isla comenzaba a cubrirse de nubes oscuras, y una neblina espesa tomaba forma, envolviendo las colinas a tu alrededor e incluso dentro de esa recamara. Era como si algo invisible se estuviera despertando. Escuchabas el sonido del mar... fuerte y claro, como si estuvieras justo a su lado cuando sabes que eso es imposible, te encontrabas en el corazón mismo de la isla. Un sudor frío recorre tu frente, la piel se te pone de gallina, empeorando cuanto más te aproximas a esos símbolos tallados en los huesos.

Ya no te sientes solo aquí...

efectos
#5
Horus
El Sol
Acudí al graznido de Isis sin dudarlo ni un momento. No era normal que no estuviera respondiendo a mi silbido de regreso; algo debía tenerla en una situación desfavorable, o estaba siguiendo alguna presa a la cual no podía quitarle la vista de encima, o la perdería por completo. Eso llegó a pasar una vez. Pero no dejaba de ser desconcertante, y dada la situación, no quería dejarla sola. Aparte de que cualquier cosa que hubiera encontrado como para tenerla sin querer venir conmigo de nuevo ya sería más interesante y destacable que las pilas de huesos cortados con las que me estaba encontrando.

Avancé sin ningún problema, sorteando las pilas de huesos. Mi forma física era buena y no tenía problemas en moverme con agilidad. Encima, sentía mi cuerpo caliente tras el calentamiento que había realizado antes, lo cual me daba una cierta ventaja para moverme, ignorando el frío que había en el ambiente. Pero, sobre todo, agradecía haber comprado esa ropa para el invierno en Champa, aunque sabía que me estafaron un poco en el precio. La verdad es que no esperaba que los ahorros que había hecho para mi trepidante viaje al North Blue fueran desperdiciados por tener que realizar mis primeras compras en una isla llena de piratas y sinvergüenzas.

Pero justo mientras me aproximaba al graznido de Isis, noté un crujido bajo mis pies tras un brinco, poniendo mi rostro en blanco al notar cómo el piso comenzaba a ceder a mi peso y presión, sintiendo cómo mi cuerpo descendía, perdiendo el horizonte de la colina de huesos de vista.

— ¡Mierda! — proclamé por mi desafortunada caída.

Aun con todo, logré recomponer mi postura en el aire para aterrizar bien, apoyándome con las manos en el suelo, como un felino aterrizando tras un salto o caída, apartando rápidamente las manos del suelo con incomodidad al notar cómo los restos de hueso que se desprendieron del suelo, aunque ahora sería más bien techo, se clavaban en mi piel ante el peso de la caída.

El lugar me sorprendió en una primera instancia; parecía una cavidad cerrada formada por el propio movimiento de los inmensos huesos que formaban la isla y la recubrían. Pero en ese espacio también se encontraban las marcas de cortes y, lo que más me sorprendió, calaveras bien colocadas y con diversas marcas talladas acompañándolas. Era un escenario sin parangón, no cabía duda de ello, pero cuando logré identificar el mismo símbolo que el que portaba Dolos en su parche, mi emoción se disparó por las nubes. Sin duda alguna, eso tenía que ser alguna pista sobre los Tribulantes y, como pensaba, el viejo Dolos sabía más de lo que me dijo.

Mientras sacaba de mi mochila una de las lámparas de aceite con las cuales nos estuvimos iluminando durante estos días por la noche, porque no estaba tan loco como para encender una hoguera y arriesgarnos a que se viera la columna de humo cuando nos estábamos escondiendo de los piratas. Pero lo importante es que, mientras prendía la mecha que haría que el aceite se quemara iluminando la estancia, Isis se adentró a la misma a toda prisa.

El ave se mostraba completamente aterrorizada y asustada, como si hubiera visto a su depredador natural mientras volaba y hubiera estado en peligro. Nada más la tuve en mi hombro, pude sentir su miedo y malestar, teniendo que pasar mi mano por su cabeza con suavidad para intentar calmarla. Me alegraba que estuviera bien, evidentemente, pero ahora que la veía en ese estado, algo me empezaba a preocupar. Dejé la lámpara de aceite en el suelo iluminando la estancia mientras daba un último vistazo a los símbolos grabados en las paredes, memorizando los que podía. Entonces, flexioné mis piernas y, sujetando a Isis bien con mi diestra, salté con todas mis fuerzas hacia el agujero por el que yo mismo había caído.

Salto Estelar
ACR401
ACRóBATA
Utilidad Activa
Tier 4
8/1/2025
30
Costo de Energía
1
Enfriamiento
Concentrando todas sus fuerzas el usuario podrá realizar un salto el doble de alto y lejos de lo normal para alcanzar nuevas alturas con facilidad; incluyendo enemigos, aprovechando el impulso del salto para realizar una ofensiva cuerpo a cuerpo, al poderse encadenar o realizar simultáneamente el salto con la ofensiva, viéndose la potencia de dicho golpe incrementada.
[AGIx0,5] de [Daño]


Nada más pisé el suelo de la superficie, pude percibir el súbito cambio en el ambiente. Las nubes del cielo se oscurecían mientras una niebla iba cubriendo las colinas a mi alrededor. Notaba cómo el aire frío del lugar se tornaba más denso y pesado al respirarlo. Así como un escalofrío me recorrió la espalda y erizó la piel, notando al momento una cierta tensión en el ambiente y una sensación inquietante.

Posé mi mano en el hombro, tocando la cabeza de Isis, la cual también estaba asustada, y busqué rápidamente acercar su pequeña cabeza a la mía, intentando transmitirle seguridad y calma.

— Isis, escucha atentamente: ahora mismo volarás lo alto y rápido que puedas y te reunirás con Anaka y Anubis. Esperadme en el refugio y, bajo ningún concepto, los guíes hasta aquí. Yo volveré en cuanto pueda — no era una sugerencia, era una orden.

Dándole un impulso con mi brazo, busqué que alzara el vuelo con prisa. Me aseguré de que Isis notara la seriedad en mi tono y se fuera de allí inmediatamente. Si tomaba altura rápidamente, contaba con que nada le ocurriera. No sabía qué estaba ocurriendo en el lugar, ni a quién pertenecía la extraña presencia que se sentía en el ambiente, pero sin lugar a dudas era terriblemente inquietante. Aunque me mantuve fuerte por Isis, no pude evitar sentir un miedo intenso en mi ser cuando el entorno empezó a verse alterado, no por el cambio en sí, sino por la presencia que se sentía en el mismo.

Estaba al lado del agujero por el que antes había caído. Incluso con la luz del sol ahora tapado, pude notar que esa sala era algo peculiar, pero con la luz de la lámpara lo era mucho más. Pero lo que había inquietado a Isis mientras volaba por la zona estaba sin duda en el exterior, acechando, y si resultaba ser hostil, no quería que Isis anduviera cerca y se viera implicada. En situaciones normales, contaba con ella como compañera para que me ayudara, pero si se había aterrorizado tanto, era mejor que se retirara y se pusiera a salvo. Si la cosa se descontrolaba, me sería difícil protegerla mientras intentaba salvarme a mí mismo.

Y a pesar del miedo que recorría mi cuerpo, había algo que me impulsaba a seguir allí y dar un paso al frente con seguridad y fuerza. Di un golpe con ambas manos en mis mejillas con fuerza, dejándolas un poco enrojecidas por el golpe, aunque también por el frío. Un golpe para espabilarme, un golpe en busca de enfriar mi cabeza y volver a centrarme. Ahora, al parecer, tenía una buena pista sobre los Tribulantes. Estaba en la zona correcta y necesitaba tiempo para descifrar las marcas de las paredes. Igual aquella extraña presencia tenía alguna relación con los Tribulantes, o tal vez solo era alguien que no quería que llegara a ellos. No descartaba la opción de que fuera alguien de Champa en mi búsqueda. Pero, fuera como fuera, no me alejarían de la verdad que ansiaba. Así que, exhalando profundamente y luego inhalando para prepararme, terminé recitando a gritos.
— ¡Vamos, muéstrate! ¡Pienso encontrar a los Tribulantes y no huiré! — proclamé con fuerza y entereza.

Energia: 470 / 500
#6
Arthur Soriz
Gramps
Isis se eleva en el aire pero lo hace vacilando de tal manera que es imposible de ignorar. Sus alas baten con una fuerza que parece más dictada por el instinto de supervivencia que por obediencia. La ves alejarse, su figura empequeñeciéndose en la bruma creciente que se despliega sobre el terreno. Una vez desaparece entre la neblina tu corazón da un vuelco, el miedo de perderla se mezcla con el terror de lo desconocido. Sus graznidos usualmente una fuente de consuelo se desvanecen en la distancia dejándote solo en un momento que tendría que ser alegre al haber encontrado más señales de que vas por buen camino en encontrar a los Tribulantes, pero que en cambio parece haberse transformado en una pesadilla.

Emerges de la grieta subterránea y el cambio en el ambiente te golpea en el rostro como una bofetada fuerte de una entidad invisible. Es como si hubieras emergido a un mundo distinto, uno donde las reglas de la naturaleza no se aplican. El aire que respiras es denso y húmedo, cargado con una extraña energía que te pesa sobre los hombros. Es la sensación de hundirse en el fondo de un océano oscuro, cada paso que das es como si te sumergieras más profundo en un abismo que te atrae con una fuerza inexorable.

La niebla se arremolina a tu alrededor, casi viva, moviéndose con una voluntad propia. Tu ropa comienza a humedecerse, empapándose con una humedad que no debería estar allí. Tus cabellos que alguna vez cayeron secos y tranquilos sobre tus hombros ahora están empapados, enredándose contra tu piel fría. No hay lluvia, no hay fuente visible de agua, pero cada fibra de tu ser siente la humedad creciente.

Tus palabras se pierden en el vacío, absorbidas por el silencio aplastante que reina en el lugar. No hay respuesta humana, solo susurros. Son susurros que parecen venir de todas partes y de ninguna a la vez, envolviéndote en un manto de voces indistintas. El sonido de algo nadando en el aire, un chapoteo sutil y continuo rodea el espacio. Sientes que algo invisible te observa, no con ojos humanos... sino con la mirada fría e impersonal de un depredador que mide a su presa, decidiendo el momento exacto para atacar.

Una campana resuena en la distancia, su sonido es profundo, grave... y cada campanada parece hacer vibrar el suelo bajo tus pies y suena con un eco incómodo en tu cabeza. No es una campana cualquiera... su tono recuerda las ceremonias fúnebres de marineros que murieron en el mar, una despedida solemne y final. El sonido te cala hasta los huesos, despertando memorias ancestrales de peligro, de muerte.

La sensación de ser atrapado crece. Sientes un hormigueo en la cabeza, tus oídos parecen taponarse como si estuvieras a gran profundidad bajo el agua. El mareo te invade haciendo que tus pasos sean torpes y empieces a tambalear, pero de momento te mantienes de pie. Sabes que lo que sea que te acecha no te permitirá escapar fácilmente. Es una presencia tangible, una fuerza antigua y malévola que parece haber despertado con tu llegada.

Las campanadas, el sonido del mar que ahora parece rugir a tu alrededor... cesan de golpe. El silencio que sigue es sepulcral, como si el mundo entero contuviera el aliento. Miras hacia tus pies y lo que ves te hiela la sangre. Agua, ha subido hasta tus tobillos. Es imposible. Estás en lo alto de la isla, lejos del mar y sin embargo ahí está... un agua tan negra y profunda que parece un abismo abierto bajo tus pies devolviéndote la mirada.

Y entonces, rompiendo ese silencio escuchas una palabra que te llena de un terror indescriptible.

"Tributo..."

La voz es apenas un susurro, gutural, de ultratumba, pero su fuerza es como un grito. Es una palabra cargada de significado, una demanda... una sentencia. Sientes que la oscuridad se cierra sobre ti. El agua se agita suavemente, como si algo se moviera en su interior, algo que te observa desde las profundidades. El miedo se apodera de ti, paralizándote, mientras la niebla se espesa aún más, cubriéndote como un sudario. Lo que sea que ha pronunciado esa palabra no está lejos. Está aquí, contigo... esperando que respondas.
#7
Horus
El Sol
Isis se retiró del lugar buscando proteger su vida, guiada por el instinto de supervivencia que rige a todos los animales. No la puedo culpar; yo mismo me encontraba en esa situación. Sin embargo, el impulso de mi mente por desentrañar el misterio de aquel lugar me impulsaba a quedarme allí y seguir avanzando a pesar del miedo, generando en mi interior una mezcla de terror y emoción que resultaba embriagadora. Una gran tensión flotaba en el ambiente y era claramente palpable. Pero yo sentía un alivio en mi corazón al saber que Isis se había ido y se encontraba a salvo. Para mí, la seguridad de mis nakamas era incluso más importante que la mía propia, sobre todo porque yo fácilmente suelo ponerme en peligro en situaciones similares a esta cuando me encuentro en la búsqueda de algo misterioso.

Cuando me quedé solo, mi soledad se extendió ante mí como un océano infinito y vacío; todo era silencio e inquietud. Pero algo me estaba rodeando poco a poco, junto a esa niebla palpable en el ambiente, lo cual me inquietaba un poco. Poco a poco, conforme la situación avanzaba, todo comenzaba a teñirse de un aire sobrenatural muy misterioso que flotaba en el ambiente. Me sentía como un cervatillo bajo la atenta mirada de un perro de presa; era una sensación muy asfixiante y agobiante, cuanto menos. Solo me consolaba no haber arrastrado a nadie más allí conmigo y estar pasando por esta situación yo solo.

Junto a la niebla, cada vez más espesa y densa, comenzó a sonar una campana cuyo sonido me atravesaba el cuerpo entero, haciendo reverberar en mi interior una sensación de angustia y pesar, como si aquel sonido lograra impactar directamente en mi alma con cada tañido. Aquel sonido resonaba por todo el lugar de forma tétrica y fúnebre, convirtiéndose en un eco que se superponía y provenía de todas direcciones al mismo tiempo. Esto empezaba a ser demasiado misterioso y tenebroso; claramente me estaban insuflando un terror muy bien ensayado, pero si trataban de amedrentarme era porque realmente me estaba acercando a algo.

La niebla comenzó a rodearme como si me estuviera sumergiendo en ella. Aquella campana resonaba en mis oídos y recorría todo mi cuerpo, taponando mis sentidos y haciendo que mi cabeza se sintiera confusa y desubicada, por mucho que intentara mantener la compostura en esa situación desesperada. La sensación que me provocaba aquella niebla que me rodeaba era más próxima a la de encontrarme sumergido en las aguas violentas y frenéticas de una tormenta, cuyo sonido no era desconocido para mí tras múltiples naufragios: las olas rompiéndose, las corrientes chocando, y siempre estaba esa campana en medio. Daba igual los sonidos o turbulencias que se generaran; aquella campana no desaparecía jamás.

Hasta que de repente todo se calmó, todo cesó, todo se detuvo de un momento a otro. La escena que me rodeaba había cambiado drásticamente, precediendo un mundo en calma cubierto de una delgada línea de agua, o por lo menos eso parecía bajo mis pies al tacto. Lo cual me desconcertó en gran medida dada la ubicación en la que nos encontrábamos, pero quizás me estaba encontrando ante la cosa menos rara que había estado ocurriendo en los últimos minutos. Ese mundo estaba en calma, pero todo resultaba aún más frío y tenebroso que antes, como si el mundo entero que me rodeaba estuviera en mi contra y no fuera capaz de percibir lo inmenso y profundo que era el espacio que me rodeaba por culpa de aquella dichosa niebla, así que para nada había mejorado la situación.

El silencio finalmente se rompió, junto a unas palabras guturales y profundas que resonaban como un chillido mientras reclamaban un tributo ante esa situación. Yo no disponía de muchas cosas en mi posesión en esos momentos, pero estaba dispuesto a ofrecer algo de lo que tenía a mi alcance. Mi cuerpo se movía con dificultad debido a los espasmos que los temblores me producían, pero sin duda alguna era una situación en la que debía esforzarme para no titubear y continuar adelante en aquella aventura. Como había dicho, el terror que invadía mi ser alimentaba la emoción de que toda esta situación era un misterio y algo que parecía sacado de un cuento. Era eso lo que buscaba en mis viajes: revivir aventuras como las de los héroes famosos que leía en los libros, vivir aventuras y descubrir cosas que no podían ser explicadas. Pues ahora mismo estaba viviendo una, y mi corazón no dejaba de acelerarse, alimentado por la pasión y el terror que sentía en esos momentos. En mi rostro se formó una agobiada sonrisa, forzada por la situación; una sonrisa para no llorar, una sonrisa rota por emocionarse ante la muerte, pero una sonrisa, al fin y al cabo.

Rebuscando en mi bolsa, saqué varias de las monedas de oro que se usaban para las transacciones, puesto que pensé que los billetes no eran la mejor opción. Y, de pasada, noté con mis dedos un rastro vegetal que, al sacarlo, me percaté a duras penas, por culpa de ese manto de niebla que se pegaba a mí como un velo, que se trataba de equinácea de hoja estrecha, esa planta medicinal de hoja carmesí que recolecté en esta misma isla para tratar al pulpo globo que nos trajo hasta la isla. Era solo una planta que me sobró, pero la junté en mi mano izquierda con las monedas de oro.

Con una pequeña navaja que usaba sobre todo para cortar hierbas y setas o hacer algún pequeño corte, corté un tramo de la palma de mi mano con la que sujetaba los objetos, bañando estos con la escandalosa sangre helada que brotaba de mi cuerpo, helada por culpa de la situación. Y comenzaría a forzarme a dar pasos hacia delante en aquel neblinoso lago infinito mientras dejaba caer las monedas, la equinácea y la sangre en el agua, donde había notado que aquella cosa se movía de forma enigmática por los patrones que se formaban en la superficie acuática.

— No sé si será suficiente, no sé qué es lo que buscas realmente, pero no retrocederé ante las puertas de la verdad — proclamaría, seguro y decidido.
#8
Arthur Soriz
Gramps
Sientes que la opresión de estar en el fondo del mar aún no se disipa, incluso cuando intentas hablar. Tu voz parece atrapadas, como si las palabras quedasen hundidas en la mismísima niebla. Es como si tus oídos estuvieran obstruidos, incapaces de captar correctamente el sonido de tu propia voz. Cada palabra que pronuncias se siente distante, débil, como un eco perdido en un vasto océano oscuro e infinitamente profundo.

En contraste, la voz que resuena en tu cabeza es todo lo contrario. Es clara, gutural, cargada de una autoridad sombría e intimidante, como si surgiera desde lo más hondo del abismo. Esa voz te envuelve con una presencia amenazante, provocando un escalofrío que recorre toda tu espalda. Pronto, aquella entidad que te observa desde la niebla vuelve a hablar con una pregunta que parece más una acusación que simple curiosidad.

"No eres pirata... ¿Qué buscas?"

El tono inquisitivo con el que te hace esa pregunta se mezcla con una amenaza implícita, como si cualquier respuesta inadecuada pudiera desencadenar consecuencias terribles. Sientes cómo la presencia se mueve justo más allá de lo que es visible para ti, tan cercana que parece que podrías tocarlo pero cuando miras a tu alrededor, te das cuenta que no hay nada allí. Solo la inquietante certeza de que estás siendo observado, acechado. Cada movimiento, cada respiración, cada palabra podría ser tu última si no tienes cuidado.

Al cortar la palma de tu mano dejando que la sangre fluya libremente empapando el tributo que ofreces, lo que recibes no es un silencio agradecido de una entidad satisfecha, sino una risa. Una risa macabra, profunda que parece surgir desde el fondo de tu pecho. Suena lejana, ahogada, como si viniera de alguien bajo el agua y sin embargo tan claramente cerca. El tributo que ofreces desaparece bajo la niebla y las aguas, tragado por la húmeda oscuridad que notas ha subido ya hasta tus rodillas, avanzando con lentitud cada vez más. No hay señal de aceptación, solo esa risa que se burla de tu gesto, como si el tributo fuera insuficiente, un simple aperitivo para lo que verdaderamente desea o considera justo.

O tal vez, está jugando contigo.

"¿Dónde está el resto?"

La pregunta te deja un poco desconcertado. Entre la neblina que te envuelve parece escabullirse la presencia de algo que se mueve en la periferia de tu visión, una silueta que se desliza a tu alrededor como un tiburón midiendo a su presa antes de abrir las fauces y devorarlo íntegro. Un instante está allí, al siguiente ha desaparecido en la bruma como un espejismo engañoso. Como si tu cerebro te estuviera jugando una mala pasada.

¿A qué se refería con "el resto"? Podría ser el resto del tributo, el resto de tu grupo, o tal vez algo más siniestro. Sea cual sea la respuesta una cosa es clara... la entidad no tiene intención de dejarte ir así como si nada. No mientras sienta que hay más por obtener y tú tienes más para ofrecer. El agua sigue subiendo lentamente, cada segundo que pasa parece empujarte más a ese terror inconsciente que todo ser posee... el miedo a la muerte.

Efectos
#9
Horus
El Sol
Recitar cada palabra era un suplicio para mí, por más mínima e ínfima que fuera. Era como si intentara hablar bajo el agua del mismísimo océano, pero aquí lograba que mi voz se transmitiera, aunque fuera breve y efímera. No me gustaba sentir aquella opresión, el no poder expresarme o hablar con fluidez. Sin duda, intentaban mermarme en múltiples sentidos y facetas para que no pudiera plantar cara en óptimas condiciones, ni física ni verbalmente. Era una sensación desconcertante y confusa; sin duda, podríamos decir que era algo aterrador, como enfrentar a la muerte misma, o al menos eso me gritaba todo mi cuerpo.

Ya no sabía cómo reaccionar ante esa situación. No me era extraño encontrarme en la frontera entre la vida y la muerte, pero siempre era consciente del motivo, la causa, o al menos había una razón tangible y lógica detrás de ello. Pero esta vez era una angosta y confusa sensación de estar enfrentando a un ser cuya naturaleza e identidad eran desconocidas, casi sobrenaturales, diría yo. No podría describir con palabras lo que sentía en esos momentos, porque incluso en las puertas de la muerte, enfrentar algo tan misterioso resultaba fascinante. Al fin y al cabo, un explorador pasa toda su vida siguiendo los pasos de aquellos que ya nos han dejado, retomando una pista allí donde ellos encontraron el final de sus viajes. Uno en este oficio sabe cuándo es el final, pero no dejaba de aterrorizarme encontrarme frente a este.

— No... no soy... un pirata... soy un ave... un aventurero... aquellos que buscamos la verdad — mis palabras pesaban.

Su pregunta era vibrante y resonaba por todo el lugar, incluso en mi propio interior. No comprendía cómo me estaba costando tanto hablar o moverme en aquel lugar, pero aun así, realicé el tributo a esa entidad misteriosa que moraba en la niebla y se deslizaba manipulando mi percepción a su antojo. Era un obstáculo que no me esperaba encontrar en esta aventura, pero, ¿qué esperar si había un tesoro en una isla pirata que ni los propios piratas querían buscar? Algo debía haber detrás de ello. Sin embargo, no podía hacer nada más. Mi espíritu aventurero me impedía dar marcha atrás ante tal desafío de la vida.

Y bueno, esas breves palabras que me hizo soltar con tanto esfuerzo me hicieron recordar por qué estaba haciendo esto, por qué dediqué mi vida a la arqueología y las aventuras, el motivo que cimenta todo mi ser en esos momentos de la vida. Como dirían los expertos, era mi razón de ser. Y aquello no cambiaría jamás; ese objetivo me definía a mí y yo le definía a él. Explorar las maravillas del mundo era algo fascinante y hermoso, y yo deseaba descubrir algunas ruinas perdidas históricas, pero eso no sería posible si todo continuaba así, especialmente porque el tributo no parecía ser suficiente para que esa entidad me aceptara y me dejara en paz.

Así que, ante la burla del espíritu de la niebla por el tributo, solo me quedaría una opción. No tenía certeza de si funcionaría, pero aunque me matara, no revelaría la ubicación de mis compañeros. Si este era mi último momento en este mundo, lo afrontaría con determinación y dignidad, toda la que me quedaba en esos momentos. Mi gesto fue sencillo; me dejé caer sobre aquellas aguas que cubrían un poco de mis piernas. Mientras cruzaba las mismas, quedé sentado sobre el agua, en medio de la niebla. Sinceramente, mis piernas ya temblaban, y me costaba mantenerme en pie debido al mareo que sentía.

— ¿El resto...? Pues solo... me queda una cosa... — me esforzaba en hablar y forzaría aún más mi voz.

Aunque mis palabras pesaban, parecía que no eran escuchadas. Aceptaría cualquier condición que me impusiera y buscaría poder tener una conversación extensa, con un poco de suerte.

— Lo único que me queda es información, aquel conocimiento que ya he adquirido y heredado de mis antepasados y de todo el mundo. Como te dije, soy un explorador, o aventurero, sería el término correcto. Solo vago por el mundo en busca del conocimiento de las antiguas civilizaciones que nos precedieron, los secretos de quienes ya no pueden contarlos, los cuentos de aquellos que ya han muerto — diría, sentado ya un poco fatigado por la presión.

No sabía si eso interesaría a ese engendro al que me enfrentaba en esos momentos. Era algo desconcertante, una situación a la que jamás me había enfrentado. Mi ofrenda anterior fue sencilla: oro, que muchos codician, y un recurso natural de la isla, por si tenían un interés más espiritual en la misma. Finalmente, mi sangre, porque algunos atribuyen un valor a las ofrendas de sangre, aunque suelen ser más caprichosas en los mitos con el fin de cobrarse una vida por completo. Pero ya estaba mentalizado para ese momento. Al estar rodeado de niebla, estaba claro que no tenía dónde huir, y la presencia de agua me hacía notar que no estaba en una situación convencional.

— No obstante, si no te interesa mi conocimiento y aún así ansías cobrarte mi vida, te pido que escuches, igual, las historias que logré escuchar. Del mismo modo que yo busco aquel conocimiento perdido en la historia, me gustaría que el mío lo heredara alguien y no se pierda en mí. No hay nada más triste que algo sea olvidado — mi mayor temor: el olvido.
#10
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