Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Diario] [Tier 4 - Raiga] Érase una vez en Tortuga.
Takahiro
La saeta verde
Día XX,
Invierno del año 724.
Isla Tortuga.


Los primeros rayos de sol de la mañana comienzan a entrar por una de las ventanas de la taberna, azotándote con fuerza en los ojos. Es un despertar incómodo, de estos que hacen que te mosquees. Tu agudo olfato te hace notar una mezcla de orina y alcohol del malo, una peste que hace que quieras, incluso, vomitar. A tu lado, una pequeña perrita Pomerania dormita plácidamente sobre un cojín más sucio que mullido. Apenas abres los ojos, ella levanta la cabeza, te mira fijamente y, tras bostezar y estirarse, se marcha lentamente hasta tumbarse al lado de un pelirrojo que sujeta un micrófono en la mano.

Tienes el cuerpo entumecido y notas un dolor punzante en la sien. Además, también tienes la garganta seca y amarga, con notas metálicas bastante raras. Instintivamente, tu cerebro te hace llegar un único pensamiento: ¡AGUA! Pero levantarte parece que vaya a ser algo complicado.

Si intentas pensar en que hiciste la noche anterior no logras ver nada con claridad desde la cena. Recuerdas a alguien cantando de forma agresiva, a un individuo buscando pelea en mitad de la taberna y a una joven timando a un viejo. Todo es familiar, pero al mismo tiempo no sabrías saber si es un sueño o la realidad.

Pasados unos minutos, ya más lúcido, notas algo bajo tu espalda. Si te incorporas verás que tienes varios objetos a tu alrededor: un reloj de marfil y bronce, con un diseño clásico y ostentoso. Un bastón de madera oscura con manchas de sangre y una empuñadura circular con pinchos formando una estrella. Y, por último, un collar de plata reluciente con una letra R.

Ninguno de los objetos es tuyo, pero los tienes, ¿qué raro, no? Bueno, conociéndote no es raro. ¿Cómo los has conseguido? ¿Los robaste? Es probable. ¿Te los regalaron? Cabe la posibilidad. ¿Los ganaste en una apuesta? A saber. Solo único que tienes claro es que tu colección de objetos de dudosa procedencia ha aumentado.

¿Qué harás joven piratuelo? Tal vez bajar e intentar saber que ocurrió anoche pueda ser una opción.



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#1
Raiga Gin Ebra
-
Personaje


8 De Invierno de 724
El primer rayo de sol atravesó la ventana polvorienta de la taberna como una bofetada de realidad, obligando a Raiga a entreabrir los ojos a regañadientes. El dolor en su sien era como si le estuvieran taladrando la cabeza con un martillo, y la pestilencia que invadía su nariz no ayudaba: orina, alcohol barato y… ¿pescado podrido? Su estómago dio un vuelco. Como el que él mismo dio en aquella dura cama en la que se encontraba.

Movió las orejas instintivamente, tratando de captar algo más agradable, pero lo único que escuchó fue un leve ronquido y el golpeteo de algo metálico al caer al suelo. Giró rápidamente la cabeza —un error, mala idea— y notó a Princesa, esa bolita de pelos naranja que se estiraba sobre un cojín que parecía haber sido usado como trapo de cocina en sus peores días. Ella bostezó con elegancia, como si no estuviera rodeada de un caos absoluto, y tras un leve ladrido, trotó hacia un pelirrojo que dormía en una pose nada decorosa, abrazando un micrófono como si fuera su bien más preciado.

Intentó incorporarse, pero el dolor de cabeza lo tiró de vuelta al colchón.

—¿Qué cojones…? —murmuró con voz ronca, llevando una mano a su frente.

Algo duro se clavaba en su espalda. Con movimientos lentos y torpes, estiró la mano y tiró de un objeto que brillaba bajo la tenue luz del sol. Un reloj de marfil y bronce, pomposo como el ego del pelirrojo que dormía a su lado, con detalles tan finos que seguro valía más que toda su ropa junta. Lo apartó, solo para encontrar un bastón de madera oscura con manchas de sangre y una empuñadura que parecía diseñada por alguien con muy mala leche. Finalmente, sus dedos rozaron un collar de plata con una enorme "R" grabada en el centro.

Su primer pensamiento fue lógico. Esos objetos no eran suyos. El segundo, sin embargo… bueno, algo menos lógico. ¿Quizá sí que eran suyos? La duda lo golpeó como una ola fría. Si había robado esas cosas, seguro lo recordaría, ¿no? Pero su mente estaba en blanco, un agujero negro desde el último bocado de la cena. Vagamente recordaba risas, un par de canciones que le hicieron crujir los oídos, y a alguien con cara de pocos amigos lanzando insultos al aire. ¿Había peleado? ¿Apostado? ¿Timado a alguien? Cualquier cosa parecía posible.

Decidido a encontrar respuestas, se giró hacia el borde de la cama y extendió una mano hacia Princesa, buscando consuelo en su suave pelaje. Pero claro, la vida no se lo ponía fácil. En lugar de una caricia reconfortante, terminó resbalando de la cama y aterrizando de cara al suelo con un sonoro golpe.

—¡Aaagh! —se quejó, llevándose una mano a la nariz mientras intentaba levantarse tambaleándose. El dolor de cabeza seguía ahí, ahora acompañado de una punzada en el orgullo.

Con pasos torpes, avanzó hacia el pelirrojo que seguía dormido con su micrófono como si nada hubiera pasado.

—¡Oye, Zane, despierta, tío! —dijo mientras le daba un par de golpecitos en el hombro. Nada. El rapero no se inmutó. —¡Eh, primo, me duele todo! ¿Qué pasó ayer? —insistió, esta vez zarandeándolo con más fuerza. Pero Zane seguía inmóvil. Si estaba fingiendo, lo estaba haciendo muy bien.

Con la garganta más seca que una bodega vacía y la paciencia agotándose, Raiga decidió que encontrar agua era su prioridad número uno. Ignorando el desorden a su alrededor, avanzó hacia lo que parecía una jarra sobre una mesa cercana. Para su suerte, era agua… o al menos eso parecía. Al llevarla a los labios, un sabor metálico y asqueroso le hizo escupir el líquido al instante.

—¡Puaj! —gruñó, limpiándose la boca con la manga del kimono. No solo tenía una resaca infernal, ahora también estaba asqueado. Lo que fuera que había bebido era algo que tenía alcohol. ¿Ginebra? Quién sabe.

La frustración comenzó a subirle por el cuerpo, esa sensación de impotencia que le obligaba a actuar. No podía quedarse ahí sin hacer nada. Regresó junto a Zane, dándole un último empujón antes de mirar los objetos que había encontrado con ojos desconfiados. Necesitaba respuestas, y si el pelirrojo no se las daba, iba a buscarlas en cualquier rincón de esa taberna apestosa.

—Como no te despiertes, primo, juro que voy a buscar agua… y te la tiro en toda la cara. —gruñó con los colmillos apretados. Princesa lo observó desde su rincón, como si estuviera juzgándolo, y no ayudaba nada. Soltó un suspiro. Por lo visto, el día prometía ser uno de esos días en los que era mejor no despertar.

V&D

Inventario
#2


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