Marian
Marian
26-01-2025, 10:38 PM
Día 11 de invierno. Año 724.
Hacía un día que Marian había recibido una carta certificada que ponía en tela de juicio sus capacidades como agente del gobierno. Su competencia y sus habilidades estaban ahora en juego por la continuación de los juegos que "La Bruja" permanecía realizando en Skjoldheim. "No parece una broma", murmuraba, mientras bebía un poco de sustancia carmesí de su petaca. “Pese a los esfuerzos realizados por el gobierno mundial para finalizar con la amenaza que supone “La Bruja” en la isla, los rituales macabros y los restos de sangre siguen siendo una variable presente en Skjoldheim. Aparentemente, La Bruja habría instruido a un grupo de ‘secuaces’ y la persona captura pertenecería a dicho grupo. A causa de este error, Marian, como agente del Cipher Pol será destinado nuevamente a esta misión y le pondrá fin, esta vez de verdad, a esta barbarie. No se aceptarán más errores”. La carta y el mensaje no podían ser más claros. No es que ella hubiese vuelto, es que nunca había abandonado la isla. "He de decir que me sorprende haber fallado. Era una misión aparentemente sencilla...", una gota descendía de sus labios. "Menos mal que me he comprado unas ropas perfectas para una última excursión a una isla tan remota y fría como Skjoldheim, ¿verdad?", decía para sí mismo mientras se observaba en el espejo de su habitación. Se aplicó un poco de gloss y comenzó los preparativos para partir.
Dos días después, en el navío que lo llevaría a su... ¿fin?
El rugido de las olas era lo único que rompía el silencio en aquel frío y perturbador trayecto hacia Skjoldheim. Marian estaba sentado en la cubierta del pequeño navío, su figura estaba envuelta en un abrigo negro que parecía absorber la escasa luz los pocos rayos del sol que se atrevían a asomar. El cielo, cargado de nubes pesadas, prometía tormenta. Quizá, toda esta estrambótica situación no era más que un presagio de lo que le esperaba en aquella isla. Un indicio de lo que supondría el tan ansiado reencuentro entre un vampiro y una bruja, si es que alguna vez coincidieron. ¿Fue, quizá, sólo un sueño que jamás tuvo lugar, más que en su amplia imaginación?
Su mano derecha descansaba sobre el bastón, un arma que él mismo había personalizado con pequeñas joyas muy características de su imagen y de lo que él quiere transmitir con ella. Lo había usado antes, claro, pero nunca con la misma sensación de vacío que ahora cargaba. No podía dejar de pensar en la última vez que había estado en Skjoldheim, en aquella noche en la que creyó haber cumplido su misión. Había enfrentado a "La Bruja" con una precisión metódica, destruyendo su refugio y eliminándola sin pestañear. Todo había salido según el plan. Y, sin embargo, aquí estaba, de vuelta, con la sombra de un fracaso colgando sobre sus hombros. "¿En qué me equivoqué?". Esa era la pregunta que lo había atormentado desde el día en el que que recibió la nueva orden. Marian era metódico, detallista. No dejaba cabos sueltos, ni cometía errores. No podía permitírselo, no como agente del Cipher Pol. La idea de haber sido engañado o, peor aún, de haber permitido que una amenaza como "La Bruja" siguiera operando bajo sus directrices, lo carcomía. Y no era tanto el error en sí, porque “todo el mundo los comete”, incluso alguien como él. Era más la sensación de haber sido un mero peón en un juego que él desconocía, de ser una pieza en un tablero que alguien, quién sabe quién, estaba manejando en las sombras. Eso era lo que más le preocupaba en estos momentos.
Mientras el barco avanzaba, Marian cerró los ojos, intentando apartar aquellos pensamientos que lo volvían débil. Repasó mentalmente el dossier de la misión. Había memorizado cada palabra, cada detalle de los informes actualizados. Las desapariciones no solo habían continuado después de su primera incursión, sino que se habían intensificado. Más de cien personas desaparecidas en el último mes, y eso era solo lo registrado oficialmente. Quién sabe cuántas personas habrán quedado en el olvido, fuera de las cifras publicadas por el gobierno local. Los informes hablaban de rituales macabros, de símbolos tallados en piedra y nieve, y de una creciente paranoia entre los pocos habitantes que quedaban en Skjoldheim. Él había leído esos informes con un creciente desdén por sí mismo. ¿Cómo podía haberse permitido fallar? ¿Cómo podía haber subestimado a "La Bruja"? Una parte de él, la más oscura y cínica, se preguntaba si realmente había fallado o si alguien más, dentro del Cipher Pol, había manipulado los detalles para sabotearlo. No era ajeno a las intrigas internas, pero en este caso, no podía permitirse el lujo de culpar a nadie más. No, el peso de este error era suyo, y él solo cargaría con las consecuencias. “Aunque he de decir que me sorprende…”, nunca falta la frase en la que él no se culpa, sino que pone el objeto del fracaso en una fuente externa a él.
El capitán del barco, un hombre robusto de rostro curtido por años de navegación no había dirigido muchas palabras a Marian. No hacía falta. Había algo en la atmósfera de ese trayecto que desalentaba cualquier intento de conversación. Pero Marian había notado las miradas furtivas del capitán. Ese hombre sabía algo, o al menos lo intuía. Tal vez había oído las historias, los rumores de lo que acechaba en Skjoldheim. Era evidente que no quería estar allí más tiempo del necesario. "No lo culpo" pensó Marian, observando cómo el capitán ajustaba las velas con movimientos rápidos, casi ansiosos. "Quizá, si pudiera, yo tampoco estaría aquí". Pero Marian no tenía elección. No había espacio para el miedo, ni para la duda. Solo había un camino: cumplir con la misión y corregir su error, cueste lo que cueste.
El frío comenzó a intensificarse, calando incluso a través de las capas de su abrigo. El agente respiró profundamente, dejando que el aire helado llenara sus pulmones. Necesitaba esa claridad, esa aguda sensación de control. Cerró los ojos nuevamente, esta vez no para ahogar sus pensamientos, sino para concentrarse. Visualizó cada posible escenario, proyectando en su cabeza el tablero en el que él había sido un mero peón semanas antes. La isla estaría aún más hostil que la última vez. Los pocos habitantes que quedaban no confiarían en él, no después de lo ocurrido. ¿Cómo podrían hacerlo? Marian no era un salvador; era un forastero, alguien que había llegado prometiendo poner fin a su sufrimiento y que, en cambio, había dejado que este se perpetuara. Su plan debía ser distinto esta vez. No podía permitirse confiar únicamente en la fuerza bruta. Tendría que observar, infiltrarse, entender a su enemigo en un nivel más profundo. “No podré subestimar a nadie… ni a nada, si es que existen ese alguien”, murmuraba para sí, como un mantra.
Abrió los ojos, clavándolos en el horizonte que comenzaba a revelar la silueta distante de Skjoldheim. Su mandíbula se tensó. Había algo en esa isla, algo que lo inquietaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. No era solo "La Bruja", aunque ella representase el núcleo de todo. Había algo en el propio aire de Skjoldheim, en sus paisajes cubiertos de nieve y sus bosques oscuros. Era como si la isla misma estuviera viva, observando, esperando. Dejó que sus pensamientos divagaran por un momento, retrocediendo al recuerdo de su primer enfrentamiento con "La Bruja". Había sido todo tan... fácil. Demasiado fácil. Había entrado en su refugio, enfrentado a sus secuaces y acabado con ella en una pelea que, aunque intensa, no había sido más que un ejercicio calculado. Ahora, al mirar atrás, todo aquello le parecía una trampa. Un acto deliberado para darle una falsa sensación de victoria. Marian apretó los dientes. No podía permitirse caer en la misma trampa dos veces. Esta vez, no confiaría en lo evidente. Buscaría las grietas, las mentiras, lo que estaba oculto en las sombras. Si "La Bruja" seguía viva, él la encontraría. Y si era otra persona quien continuaba con sus rituales, entonces Marian se encargaría de ellos también.
Revisó su equipo una vez más, no porque dudara de su preparación, sino porque era parte de su ritual. Aun así, había algo que ninguna preparación podía garantizar: respuestas. ¿Qué era realmente "La Bruja"? Los informes hablaban de ella como una mujer, pero los rituales y símbolos que había encontrado en su primer viaje indicaban algo más, algo antiguo. Marian no era ajeno a lo sobrenatural; el mundo estaba lleno de secretos que desafiaban la lógica. Pero este caso era distinto. Había algo en "La Bruja" que lo desafiaba no solo como agente, sino como hombre.
El barco comenzó a tambalearse ligeramente mientras el oleaje se volvía más violento. El capitán lanzó una maldición al viento, tratando de mantener el rumbo. Marian apenas se inmutó, sus ojos se mantuvieron fijos en la silueta de la isla que ahora se alzaba más cerca. Era un recordatorio de lo que le esperaba. "Esta vez será diferente", pensó, con una determinación fría. "No importa lo que tenga que hacer, no importa lo que cueste. No dejaré que esa isla me venza", continuaba, “No a mis creencias”, sentenciaría. “Amén”.
A medida que el barco se aproximaba a la costa, Marian dejó que el peso de la misión lo inundara por completo. No había lugar para el miedo, ni para la duda. Solo había una certeza: la caza continuaría.