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Drake Longspan
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12-01-2025, 06:36 PM
(Última modificación: 12-01-2025, 06:37 PM por Drake Longspan.)
Día 5 de Invierno del año 724
Mercado de las Flores, Pueblo Torino.
En las calles de Flevance, donde los aromas de hierbas frescas y frutas exóticas se mezclaban con el canto lejano de aves tropicales, el bullicio habitual del Mercado de las Hierbas resonaba con intensidad. Aquella mañana, gotas de lluvia jugueteaban entre las hojas de los árboles y las enredaderas florales que adornaban las fachadas blancas de las casas, mientras una brisa fría, impregnada de un leve toque a menta y jengibre, recorría el lugar. Las personas, humanos y minks por igual se movían entre los puestos, intercambiando monedas, palabras y sonrisas, ajenos a los secretos que latían bajo la superficie de la isla.
Cerca de la Fuente Renova, donde el agua cristalina danzaba con una energía casi mágica, un joven mink de aspecto elegante observaba el horizonte. Su porte, aunque juvenil, tenía un aire de responsabilidad que contrastaba con la despreocupación del mercado. Era un leopardo de pelaje dorado con manchas oscuras perfectamente delineadas, que se fundía con el entorno de la manera en que solo un mink podría. Vestía con ropas ligeras y cómodas, un chaleco de cuero marrón con adornos vegetales grabados, y un cinturón del que colgaban varias pequeñas bolsas, probablemente llenas de hierbas o instrumentos.
Rilen, como se le conocía en el pueblo, había llegado ahí con un propósito claro. Aunque su expresión habitual era tranquila, incluso amistosa, en ese momento su mirada reflejaba una mezcla de prisa y determinación. Había escuchado rumores — ecos entre los guardianes y sabios de la isla — que indicaban que algo se gestaba en los Acantilados Shachi. Su mentor, el respetado Doremus, quien ahora necesitaba de su ayuda como enfermero, había insistido en que buscara a alguien capaz de investigar lo que estaba sucediendo.
En el mercado, entre los puestos y el ir y venir de compradores, Rilen divisó una figura conocida. Una sirena. A pesar de la diversidad de Flevance, la presencia de sirenas o tritones seguía siendo rara, pero esa en particular no le era extraña. Asradi. Habían compartido una aventura en el pasado, y su memoria se llenó de los momentos en los que ella había ayudado a cuidar de Doremus. Su porte vivaz y actitud despreocupada parecían mantenerse intactos, moviéndose con la misma seguridad que recordaba.
Rilen se movió con agilidad entre la multitud, sus pasos ligeros y decididos lo llevaron junto a ella. Al llegar, inclinó ligeramente la cabeza en un gesto de respeto y sonrió de lado, una expresión que mezclaba gratitud y complicidad.
— Asradi, me alegra verte — saludó con un tono familiar pero con cierta urgencia — No esperaba encontrarte por aquí tan pronto.
Hizo una pausa breve, buscando las palabras adecuadas. Sus orejas se movieron ligeramente, captando el bullicio del mercado.
— Necesito pedirte un favor más. Es sobre los Acantilados Shachi. Algo está ocurriendo allí, y creo que podría interesarte, es sobre la flor... — continuó, dejando que su tono directo hablara por sí mismo — Mi maestro, Doremus, cree que la situación merece investigarse, pero no puedo dejarlo solo ahora. Necesita de mi ayuda, y eso me impide ir.
Rilen ajustó el chaleco y bajó la voz, como si el asunto requiriera cierta discreción.
— Hay rumores de que podría estar relacionado con la enfermedad de mi maestro o incluso con algo más grande. No tengo todos los detalles, pero las tribus están inquietas, y eso nunca es una buena señal. Si decides ir, estoy seguro de que podrás encontrar a alguien más informado allí.
Le dedicó una mirada franca, sabiendo que no necesitaba adornar más sus palabras. De lo poco que conocía el carácter de Asradi, si algo despertaba su curiosidad, no habría nada que la detuviera.
— No puedo acompañarte — admitió con cierta frustración — Doremus no está en su mejor momento, y debo quedarme a asistirlo. Pero si decides ir, confío en que sabrás encontrar las respuestas. Los Acantilados no son un lugar fácil, pero tú no eres alguien que se deje intimidar por eso. Además, sabes nadar bien.
Rilen dio un paso atrás, preparándose para regresar al puesto donde lo necesitaban.
— Gracias por escucharme, Asradi. Si encuentras algo, cualquier cosa, por favor vuelve y cuéntamelo. Doremus y yo estaremos aquí.
Con una última mirada y una sonrisa leve, se giró para regresar a sus deberes. A lo lejos, el bullicio del mercado parecía atenuarse mientras el joven mink desaparecía entre la multitud, dejando a Asradi con sus pensamientos y el eco de sus palabras.
Información
Bienvenida a tu aventura señora sirena. Lo qué hemos hablado, Rilen solicita nuevamente tú ayuda, enviando a tu persona rumbo a los acantilados Shachi para unas "negociaciones diplomáticas", investigando un poco más sobre la flor y en relación a lo sucedido (Sin entrar en spoiler como puedes ver en la anterior aventura), lo de siempre, comandos listos, inventario, virtudes y defectos y lo qué necesites. ¡Disfruta!
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Asradi
Völva
13-01-2025, 02:05 PM
Personaje
Estadísticas de Asradi:
57 FUE | 35 RES | 50 DES | 58 PUN | 9 AGI | 55 REF | 76 VOL | 0 CA
Vitalidad: 819
Energía: 663
Haki: 380
Nivel: 14
Asradi ha consumido Informes Confidenciales T3. Cantidad restante: 0
Informes Confidenciales T3
Tras lo acontecido con Doremus, y aún con algo de esa preocupación bailándole en la cabeza, Asradi se había separado del resto de los revolucionarios para poder investigar más por Flevance. El tema de la enfermedad que había afectado a aquel hombre todavía le daba vueltas, todavía le había dejado ese runrún pensativo. Sobre todo aquellas plantas, las pequeñas flores que tan inofensivas parecían. El pueblo estaba lleno de humanos y minks que convivían en paz y harmonía. Por lo que se sentía cómoda mostrando tranquilamente la cola que la evidenciaba como una sirena, yendo de aquí para allá por el mercado. Nadie le había molestado hasta ahora, ni nadie le había increpado. Solo había recibido algunas miradas, pero eran más de curiosidad que de desprecio en sí. Los mink, al fin y al cabo, también habían sufrido ese trato por parte de los humanos. Al menos algunas de sus tribus. Por fortuna, ahí parecían convivir todos en tranquilidad.
Unos pasos apresurados, pero no peligrosos, se aproximaron a ella, y cuando sintió la presencia frente a sí, la mirada azul de la sirena se elevó de las hierbas que estaba a punto de pagar a un anciano mink cabra hasta aquel rostro felino conocido. Se trataba de Rilen, el joven mink felino que les había pedido ayuda el día anterior. Asradi también le sonrió de inmediato en cuanto percibió el gesto afable en él.
— Rilen, es un gusto volver a verte. — Lo decía totalmente en serio. El chico parecía estar bien, así que solo se esperaba algún agradecimiento o, en todo caso, una pequeña charla trivial y convencional. — Dame un momento.
Le pidió, antes de voltearse ligeramente para terminar con el pago que había dejado entre medias. Intercambió los berries correspondientes, así como un frasco de un líquido oscuro que le había prometido al anciano, en medio de la charla que habían tenido, y ella recibió las hierbas que había visto ahí a la venta. Tras resguardarlas primorosamente en su mochila, su atención regresó al joven mink leopardo.
— No esperaba verte tan pronto. Dime, ¿está todo bien? — Se interesó, al notarlo quizás un poco apurado. Algo que se evidenció en cuanto el chico le vino con pedirle un nuevo favor. La expresión de la pelinegra varió a una más seria, con más atención. — ¿Los Acantilados Shachi? — Preguntó, dándole pie a continuar.
Asradi se mordisqueó ligeramente el labio inferior mientras su cabeza ya iba a mil por hora en lo que escuchaba que lo que allí sucedía podía estar relacionado con aquella flor. Una que había despertado el interés absoluto de la sanadora desde el momento en el que la había visto. Y que, ahora, tenía la oportunidad de investigar, al menos un poco más.
— No te preocupes. — Le tranquilizó cuando él le dijo que no podría acompañarla. — Cuida de Doremus, yo iré a echar un vistazo. — Aunque no pudo evitar reírse ligeramente cuando él mencionó que sabía nadar bien. Eso era verdad, aunque cayese al mar, no habría demasiado problema para ella en ese aspecto.
Cuando él dió ese paso atrás para despedirse, la sirena asintió de manera breve.
— Regresa con cuidado. Volveré en cuanto sepa algo. — Tras eso, la despedida se sucedió y la presencia de Rilen fue perdiéndosoe entre el gentío del mercado.
Ella se quedó allí un par de minutos más, pensativa. Y, por inercia, su mirada se volteó en dirección a donde los senderos la llevarían hacia los mentados acantilados.
Si aquel lugar tenía algo que ver con la flor... Ella quería saber. Necesitaba un hilo en común para averiguar porqué ambas cosas estaban relacionadas y, no solo eso. Necesitaba conocer lo que era, exactamente, esa planta.
Si en los Acantilados Shachi podía encontrar, aunque fuese, algunas respuestas, no iba a dudarlo ni un instante. Acomodó sus cosas y ahí que se fue, rumbo a dicho lugar.
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Drake Longspan
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28-01-2025, 12:07 AM
El sendero hacia los Acantilados Shachi no era particularmente transitado. A medida que Asradi avanzaba, los sonidos del bullicioso mercado de Flevance se desvanecían, dando paso al susurro de la naturaleza. La brisa marina se sentía más fuerte en esa parte de la isla, cargada con el aroma salino de las olas rompiendo contra las formaciones rocosas que daban nombre a los acantilados.
Mientras caminaba, se encontró con pequeños grupos de viajeros, algunos cargando fardos de madera o canastas llenas de frutas exóticas. Uno de ellos, un mink conejo de orejas caídas, color amarillo, mejillas rojas y rostro cansado, parecía particularmente ansioso. Sus ojos se encontraron con los de Asradi, y su voz temblorosa la detuvo.
— Pi... Pi... ¿Piensas ir a los acantilados? ¿También vas a los Acantilados? — preguntó el conejo con un hilo de curiosidad mezclado con advertencia.
El mink bajó un poco la voz, acercándose para no ser escuchado por los demás. Sus orejas se movían nerviosamente.
— Se dice que los Daimink han descubierto algo... un tratamiento que puede curar enfermedades que los humanos ni siquiera entienden. Es un secreto, protegido con celo por sus líderes. Pero últimamente, algo extraño está pasando. Hay quienes creen que su magia no proviene de este mundo, que su conocimiento está conectado con las flores que crecen en los acantilados. — Pausó, mirando hacia los senderos como si temiera ser escuchado por alguna fuerza invisible — Ten cuidado. Los Daimink no son amables con los forasteros.
Quizás, y solo quizás... Si prestase la suficiente atención, aquel rumor confidencial resonaría en la mente de Asradi mientras se despedía del mink conejo y continuaba su camino. ¿Un tratamiento mágico? ¿Una conexión con las flores? Todo parecía encajar con las inquietudes de Rilen y Doremus. No hubo tiempo para que su mente estuviese en pleno análisis por mucho tiempo cuando, horas después, los primeros signos del poblado Daimink comenzaron a aparecer.
El poblado estaba escondido entre los pliegues de las montañas que flanqueaban los acantilados. Las viviendas, rudimentarias pero sólidas, estaban decoradas con patrones tallados que evocaban formas naturales: espirales de agua, ramas entrelazadas, y siluetas de búfalos, caballos y otros animales que probablemente reflejaban a los líderes del pueblo. Los colores de las flores locales adornaban las entradas, y un aire de naturaleza impregnaba el lugar.
Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso más, una figura imponente bloqueó su camino. Frente a ella, un Daimink de aspecto formidable la observaba con ojos serenos pero intensos. Su pelaje, de un color oscuro como la noche, estaba salpicado de mechones blancos, y unos cuernos curvados y robustos se alzaban con majestuosidad desde su cabeza. Era un mink búfalo gigantesco, y aunque su porte era intimidante, no parecía hostil.
— Forastera — dijo el Daimink con una voz grave, que resonaba como un tambor lejano — Este no es un lugar que reciban visitas a la ligera. ¿Qué te trae a nuestro hogar?
Si los Daimink eran la clave para entender lo que estaba ocurriendo, no podía permitirse vacilar ahora.
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Asradi
Völva
28-01-2025, 06:55 PM
El bullicioso sonido del mercado había sido dejado atrás y, a medida que Asradi avanzaba rumbo a los acantilados, el sonido de la tranquilidad de la naturaleza, el canto animado de los pájaros y el chirriar de algunos insectos ya comenzaba a abundar más por el lugar. Aunque generalmente ella era una criatura sociable, siempre le agradaban momentos como eses, de soledad. Además, le venía bien para pensar. Y tenía muchas cosas en las que pensar, realmente. Qué hacer con su vida a partir de ahora. Pero lo más importante, en estes instantes, y lo que más llenaba su mente, era el tema del curandero, de Doremus. Y, sobre todo, el tema de las flores. Por eso se dirigía a los acantilados Shachi, porque allí era donde le habían dicho que debía empezar a buscar, en cierto sentido. Eran muchas cosas y muchas conjeturas en las que pensar.
Durante un buen rato, no se encontró a nadie, pero pronto su camino se entrecruzó con algún pequeño grupo de viajeros. Los ojos azules de Asradi se posaron en algunos. Incluso saludó con un educado cabeceo a algunos, hasta que su atención se detuvo en un nervioso mink conejo. El mismo que ahora le cuestionaba.
— Sí, ando investigando unas cosas y me han dicho que los acantilados son un buen lugar. Aparte, hace un buen día para pasear. — Asradi sonrió suavemente, también porque lo había notado bastante inquieto y esperaba que ese gesto afable sirviese un poco para tranquilizarle.
No supo si funcionó, pero lo que sí es que, al final, el mink conejo le explicó un poco más la situación. Y la cabecita de Asradi, que ya llevaba funcionando durante un buen rato, aceleró un poquito más las vueltas de los engranajes. Entendía que los Daimink pudiesen tener reticencia a los forasteros. En algunos lugares, eran perseguidos y ninguneados, como pasaba con las sirenas y los gyojin. Pero esperaba que el hecho de ser médica, una raza también subestimada y perseguida, y que fuese oriunda del North Blue, pudiese ayudar en algo. Y, sobre todo, en que iba con intenciones pacíficas.
— ¿Un... tratamiento? — ¿Una medicina capaz de curar cualquier enfermedad? Eso era el sueño de cualquier médico o curandero que se preciase. Pero, ¿existía algo así? Le extrañaba un poco y más que solo estuviese en posesión de una pequeña tribu. Pero podía ser. En este mundo cosas más raras se habia visto.
Asradi escuchó con atención, anotando mentalmente aquellos datos. Finalmente, sonrió de manera suave.
— Tendré cuidado y muchas gracias por contarme eso. — Se despidió, con amabilidad, del mink conejo. Tenía unos rasgos peculiares, que le hicieron fijarse en él un poco más de lo habitual.
Había dicho algo sobre las flores que crecían en los acantilados. Eso le interesaba mucho. ¿Sería el mismo tipo de flores que las que Doremus había encontrado? Solo había una forma de averiguarlo, de confirmarlo. Pero todo parecía indicar que, en aquel lugar, algo tenía relación con todo lo que había sucedido con Doremus. Finalmente, tras un buen trayecto en el que tuvo que orientarse cuidadosamente a través de las indicaciones que le habian dado, la sirena llegó a lo que parecía ser un poblado escondido entre las rocas, entre los pliegues de la montaña. Los ojos de Asradi, así como su evidente expresión, se maravillaron con las formas de las tallas que adornaban las casas y otros edificios y adornos públicos. Era, en verdad, un hermoso lugar. Era tan distinto a lo que ella estaba habituada bajo el mar y, no por ello era menos hermoso o menos digno.
Para cuando quiso ingresar al poblado, sus intenciones fueron interrumpidas por una presencia intimidante y enorme. ¿Eso era un Daimink? ¡Era altísimo! Y fornido. Por unos segundos, tragó saliva, pero había ido hasta ahí por un motivo, y no iba a irse de buenas a primeras.
— Soy consciente de que los forasteros no sean bienvenidos a este lugar. — Tenían sus motivos y no podía culparles por ello. Aún así, no se iba a ir de allí sin al menos intentarlo. De su mochila sacó, cuidadosamente, la flor, la llorosa de plata que había encontrado Doremus en su día y que Rilen le había entregado una vez más. Y se la mostró abiertamente. — Vengo a intentar investigar y entender qué es lo que está pasando alrededor de estas plantas.
La pelinegra tenía que alzar el rostro y, por ende, la mirada debido a la considerable diferencia de estatura entre uno y otro. Pero lo que el enorme búfalo encontraría en los ojos celestes de la habitante del mar sería una determinación férrea.
— Hace poco tuve que tratar a una persona relacionada con estas plantas. Doremus, no sé si el nombre te suena. — Tras eso, decidió mostrarse un poco más afable. — Mi nombre es Asradi, soy también del North Blue, aunque llevo tiempo fuera y he regresado hace relativamente poco. Provengo de un clan de curanderas.
Esperaba que, al menos, eso ayudase un poco a aliviar tensiones.
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Drake Longspan
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28-01-2025, 09:39 PM
El Daimink búfalo la observó en silencio durante largos segundos, su postura imponente y su mirada intensa proyectaban la fuerza de alguien acostumbrado a ser guardián de un lugar tan remoto como valioso.
La brisa de los acantilados agitaba su pelaje oscuro mientras estudiaba a la sirena frente a él, deteniéndose en la flor plateada que Asradi sostenía. La mención de Doremus provocó un leve movimiento en sus orejas, una reacción casi imperceptible, pero no dijo nada de inmediato.
Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, el mink búfalo cruzó los brazos, dejando escapar un profundo suspiro que resonó como un eco entre las paredes de roca circundantes.
— Doremus… — murmuró con una voz grave que parecía contener el peso de la tierra misma. — Ese nombre no me es desconocido.
Aunque su tono era mesurado, había un trasfondo de desconfianza en sus palabras. Señaló la flor con un movimiento lento y deliberado de su robusto brazo.
— Esa flor le pertenece a la tierra, niña, no a ti. Es un regalo de la tierra, pero también una advertencia. No todos los que la buscan lo hacen con buenas intenciones. ¿Qué es exactamente lo que pretendes encontrar aquí?
El búfalo dio un paso al costado, dejando a Asradi una vista más clara del poblado que se extendía más allá. La arquitectura, tan intrincada como funcional, estaba marcada por un profundo respeto por la naturaleza, con flores y plantas trepando por las paredes y techos de las construcciones. Los pocos Daimink que se veían a lo lejos giraron sus cabezas hacia la entrada, observándola con curiosidad y recelo, pero ninguno se acercó.
Tanto ellos como las casas eran enormes, Asradi podría sentirse casi como una tontatta junto a ellos.
— Mi nombre es Torvak. Soy uno de los guardianes de este lugar. Si dices venir como sanadora y no tienes intención de dañar lo que protegemos, puede que encuentres alguna respuesta, pero te advierto, los Daimink no suelen ser amables con los extraños. Deberás acostumbrarte a nuestras normas.
Torvak hizo un gesto para que lo siguiera, aunque su caminar lento y deliberado sugería que seguiría evaluándola con cada paso. Mientras avanzaban, Asradi podía notar que cada detalle del poblado parecía cuidadosamente integrado al entorno. Desde las flores que florecían naturalmente entre las casas hasta las inscripciones talladas en piedra, todo hablaba de una conexión profunda con la naturaleza.
— Doremus… — repitió Torvak de nuevo, más como una reflexión para sí mismo — Ese nombre me da escalofríos, y es algo que quizá preferiríamos olvidar. Si realmente estás buscando entender lo que ocurre con esas flores, tal vez sea mejor que hables con los ancianos. Pero no esperes recibir respuestas fácilmente. Tendrás que demostrar que tus intenciones son genuinas.
El Daimink soltó una risa seca y corta.
— Y demostrar qué eres parte de nuestra tribu, como cualquier otro Daimink...
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Asradi
Völva
29-01-2025, 07:34 PM
Al tener que haber levantado la vista para poder mirar a los ojos, y al rostro, del Daimink búfalo, Asradi sí se percató del muy sutil movimiento de orejas cuando mencionó a Doremus. Eso le intrigó, sobre todo cuando el silencio se hizo durante unos segundos que parecieron eternos. Y hasta que, al final, el grandullón habló. Conocía a Doremus. ¿Para bien, o para mal? No estaba segura, pero el Daimink parecía mostrarse cauteloso y receloso a partes iguales. ¿Por qué? ¿Qué tanto estaban relacionados Doremus y el búfalo? O Doremus y los Daimink en general.
Cada vez tenía más preguntas, pero no respuestas para todas ellas. Cuando el búfalo señaló la flor que ella le mostraba, reposando delicadamente en la palma de sus manos, Asradi asintió.
— Nunca he dicho que me perteneciese. Todas las criaturas pertenecemos a la tierra, o al mar respectivamente. — Respondió con convencimiento. De hecho, se había mostrado tal cual era: una sirena. La luz del sol incidía suavemente en las escamas plateadas de su cola, la cual estaba total y completamente a la vista.
En ese sentido, eran iguales, por decirlo de alguna manera.
Tras la respuesta del búfalo, Asradi volvió a resguardar la planta en la cajita donde Rilen se la había entregado, de forma protectora y a buen recaudo. También fue el momento en el que el enorme ser cornudo se hizo a un lado para mostrarle, parcialmente, el poblado que se extendía ante sus ojos. Había un brillo de fascinación y curiosidad en los ojos de la pelinegra. Nunca había estado en un poblado mink, o de sus subespecies. Era la primera vez. Durante su vida en el Jormungandr Fjord, pocas veces salía de entre las corrientes marinas y de las cuevas costeras que su clan tenía para los rituales o, simplemente, por simple protección. Aunque el North Blue era su tierra, su mar natal, había muchas cosas de él que todavía desconocía. Y lo había tenido que dejar atrás a una edad relativamente temprana, como quien dice.
Fue consciente también de las miradas que algunos lugareños le dedicaron. Pero ninguno le dijo nada, solo siguieron su camino, aunque también cautelosos. Asradi no podía culparles, ni juzgarles.
— No vengo en calidad de hacer daño a nadie. Solo quiero entender más sobre estas flores y buscar una cura al respecto. Doremus ha estado muy enfermo y al parecer todo apunta a estas plantas y a un manantial. — Respondió con franqueza, no había atisbo de duda alguno en sus palabras, ni en su tono de voz.
Un suspiro se le escapó de entre los labios.
— No conozco a Doremus más allá de haberle tratado un poco, aunque no lo suficiente. No voy a juzgar lo que haya pasado entre él y vosotros a no ser que quieras explicármelo. O los ancianos. — Como Torvak había mencionado.
Asradi asintió, entonces, suavemente.
— Prometo no causar problemas, y seguiré vuestras normas mientras esté en el poblado. — Mencionó, mientras se fijaba en la situación del poblado. Era hermoso y salvaje a partes iguales. Cada fachada estaba enlazada al mismo entorno. Las flores y enredaderas se integraban por igual.
En cierto sentido, le recordaba a su casa, y no pudo evitar un deje melancólico en su mirada, aunque no comentó nada al respecto.
— Hablaré entonces con los ancianos. Comprendo que ellos también quieran saber más al respecto. — Avanzaba a buen paso, a su manera, a saltitos debido a la cola de tiburón que poseía. Pero lo hacía con soltura y gracia.
— Es un lugar hermoso. Lo que menos deseo es perturbar vuestra paz. — Susurró, aunque de manera audible.
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